Se percibe la desfachatez y la poca reflexión que hace Duvalier sobre su pasado
Hace pocos años se transmitió la noticia de que el ex dictador haitiano Jean Claude Duvalier deseaba regresar a su país para convertirse en presidente por la vía del sufragio. Si bien la aspiración no llegó a concretarse, crea preocupación por el simple hecho de que Duvalier, quien huyó de su país a vivir un exilio pleno de lujos en Francia, mostrara tranquilamente sus deseos.
Duvalier heredó el gobierno de su padre, un tirano que había llegado al poder por la vía electoral a través de una campaña en la que el odio social, la nacionalidad y la superstición eran las líneas fundamentales. Francois Duvalier, implementando el terror, pactando con otras dictaduras y sembrando el miedo con un grotesco culto a la personalidad, se erigió como presidente vitalicio y controló todos los poderes en el país.
A su muerte asumió su hijo, quien pese a continuar con el esquema represor de su padre y manejar los bienes públicos como propios, terminó saliendo del gobierno.
La preocupación estriba en lo inconcebible que resulta que un hombre con el pasado de Duvalier muestre tranquilamente los deseos volver a gobernar a su país. Se percibe la desfachatez y la poca reflexión que hace Duvalier sobre su pasado y sobre los miles de muertos que dejó la dinastía que entre su padre y él erigieron en la tierra de Petión.
Alguien preguntaba por el remedio para enfrentar la desmemoria que experimentan los pueblos. Los valores y principios son el mejor antídoto para evitar que tiranos sin vergüenza aspiren regresar a sus países.
Aunque no deja también de haber una recomendación preventiva, evitar a toda costa que hombres como los Duvalier conviertan a sus países en haciendas personales. Poniéndole freno a los tiranos que quieren perpetuarse, se logra.
luisdalvarezva@hotmail.com
Hace pocos años se transmitió la noticia de que el ex dictador haitiano Jean Claude Duvalier deseaba regresar a su país para convertirse en presidente por la vía del sufragio. Si bien la aspiración no llegó a concretarse, crea preocupación por el simple hecho de que Duvalier, quien huyó de su país a vivir un exilio pleno de lujos en Francia, mostrara tranquilamente sus deseos.
Duvalier heredó el gobierno de su padre, un tirano que había llegado al poder por la vía electoral a través de una campaña en la que el odio social, la nacionalidad y la superstición eran las líneas fundamentales. Francois Duvalier, implementando el terror, pactando con otras dictaduras y sembrando el miedo con un grotesco culto a la personalidad, se erigió como presidente vitalicio y controló todos los poderes en el país.A su muerte asumió su hijo, quien pese a continuar con el esquema represor de su padre y manejar los bienes públicos como propios, terminó saliendo del gobierno.
La preocupación estriba en lo inconcebible que resulta que un hombre con el pasado de Duvalier muestre tranquilamente los deseos volver a gobernar a su país. Se percibe la desfachatez y la poca reflexión que hace Duvalier sobre su pasado y sobre los miles de muertos que dejó la dinastía que entre su padre y él erigieron en la tierra de Petión.
Alguien preguntaba por el remedio para enfrentar la desmemoria que experimentan los pueblos. Los valores y principios son el mejor antídoto para evitar que tiranos sin vergüenza aspiren regresar a sus países.
Aunque no deja también de haber una recomendación preventiva, evitar a toda costa que hombres como los Duvalier conviertan a sus países en haciendas personales. Poniéndole freno a los tiranos que quieren perpetuarse, se logra.
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