Como saben hasta los escolares, el comercio tuvo desde los fenicios un enorme poder civilizador y pacificador. Por necesidades mercantiles estas tribus semíticas inventaron el alfabeto y estuvieron entre los primeros en acuñar moneda. Por la misma razón mediaron entre potencias, supieron durante mucho tiempo sustituir la guerra por el intercambio pacífico. Y por eso no debe extrañar el papel que están jugando actualmente los comerciantes en la ralentización o incluso la superación de conflictos en aras de los fueros de la diplomacia y del comercio pacífico, en casos dramáticos como el de la compleja relación entre Ecuador y Colombia y la más compleja aún de Honduras.
La palabra ``fenicio'' tiene también una connotación denigrante, seguramente exagerada por rivales y envidiosos, y es la de usurero, tramposo y falso. Al lado de sus enormes logros, incluso sus sorprendentes viajes por el mundo conocido y desconocido, estos rasgos serían en todo caso daños colaterales, en nada diferentes a los que caracterizaron a todas las etnias de su época. Por eso, usaré el vocablo ``fenicio'' en la mejor de sus acepciones, para referirme a la silenciosa y eficaz labor de paz y desarrollo que están desplegando nuestros fenicios modernos a los dos lados de la frontera colombo-ecuatoriana y en toda Centroamérica. En este último caso, con la asediada Honduras, a contrapelo de bloqueos y embargos soñados por gobiernos cuyos motivos no son muy honorables que se diga.
Escribo este artículo a tres días de su publicación, cuando se ha cumplido ya el plazo decidido por el derrocado e irresponsable presidente Zelaya para abandonar el diálogo con el presidente interino y emprender --él lo ha dicho-- ``otras acciones'', frase enigmática que sugiere, ojalá no sea así, conspiración y violencia. Lo grave es que el gobierno de Micheletti ahora está siendo acusado por organismos tan serios como Amnistía Internacional de aumentar la escala de violación de derechos humanos, secuela fatal del aislamiento, que suele acarrear la desesperada decisión de defenderse con actos debidos y actos indebidos. El peligro entonces no ha cesado, está allí, vivo; responde al interés expansivo y subimperial del conglomerado del ALBA, acaudillado sin sombras por el mandatario bolivariano.
No obstante, cualquiera que fuera el desenlace, se aprecia una vigorosa esperanza de paz en el esfuerzo de las cámaras de comercio centroamericanas y una certeza de paz en el caso de los empresarios privados de Colombia y Ecuador. En San Pedro Sula se reunirían las cámaras federadas de los países agrupados en el Sistema Integrado de Centro América (SICA) y allí solicitarán el cese de sanciones contra Honduras y el restablecimiento de relaciones diplomáticas y comerciales. El cerco a Honduras no funciona en lo concerniente al intercambio comercial, aunque algunos presidentes insistan en mantenerlo en nombre de ``principios'' que olvidan cuando se trata de la sistemática violación de derechos humanos en Venezuela. Las cámaras, conscientes de que no es sólo Honduras, sino Centroamérica, la perjudicada, han mantenido el flujo comercial. Costa Rica tiene más de 300 empresas comerciando directamente con Honduras, Panamá ha anticipado que reconocerá las elecciones del 29 de noviembre.
La opinión internacional fue gratamente sorprendida por el posible restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Ecuador y Colombia. Los cancilleres han ratificado ese auspicioso progreso tan presionado por los empresarios fronterizos. Uno de ellos pareció reducir el asunto a necesidades electorales, lo que es reduccionista aunque elocuente. Cuando el comercio se suspende los votos se pierden. Esos votos que tanto necesita Correa y, aun cuando no le faltan a Uribe, tampoco es para despreciarlos. Más si consolidan nexos del gobierno nacional con la pujante economía de la frontera.
La palabra ``fenicio'' tiene también una connotación denigrante, seguramente exagerada por rivales y envidiosos, y es la de usurero, tramposo y falso. Al lado de sus enormes logros, incluso sus sorprendentes viajes por el mundo conocido y desconocido, estos rasgos serían en todo caso daños colaterales, en nada diferentes a los que caracterizaron a todas las etnias de su época. Por eso, usaré el vocablo ``fenicio'' en la mejor de sus acepciones, para referirme a la silenciosa y eficaz labor de paz y desarrollo que están desplegando nuestros fenicios modernos a los dos lados de la frontera colombo-ecuatoriana y en toda Centroamérica. En este último caso, con la asediada Honduras, a contrapelo de bloqueos y embargos soñados por gobiernos cuyos motivos no son muy honorables que se diga.
Escribo este artículo a tres días de su publicación, cuando se ha cumplido ya el plazo decidido por el derrocado e irresponsable presidente Zelaya para abandonar el diálogo con el presidente interino y emprender --él lo ha dicho-- ``otras acciones'', frase enigmática que sugiere, ojalá no sea así, conspiración y violencia. Lo grave es que el gobierno de Micheletti ahora está siendo acusado por organismos tan serios como Amnistía Internacional de aumentar la escala de violación de derechos humanos, secuela fatal del aislamiento, que suele acarrear la desesperada decisión de defenderse con actos debidos y actos indebidos. El peligro entonces no ha cesado, está allí, vivo; responde al interés expansivo y subimperial del conglomerado del ALBA, acaudillado sin sombras por el mandatario bolivariano.
No obstante, cualquiera que fuera el desenlace, se aprecia una vigorosa esperanza de paz en el esfuerzo de las cámaras de comercio centroamericanas y una certeza de paz en el caso de los empresarios privados de Colombia y Ecuador. En San Pedro Sula se reunirían las cámaras federadas de los países agrupados en el Sistema Integrado de Centro América (SICA) y allí solicitarán el cese de sanciones contra Honduras y el restablecimiento de relaciones diplomáticas y comerciales. El cerco a Honduras no funciona en lo concerniente al intercambio comercial, aunque algunos presidentes insistan en mantenerlo en nombre de ``principios'' que olvidan cuando se trata de la sistemática violación de derechos humanos en Venezuela. Las cámaras, conscientes de que no es sólo Honduras, sino Centroamérica, la perjudicada, han mantenido el flujo comercial. Costa Rica tiene más de 300 empresas comerciando directamente con Honduras, Panamá ha anticipado que reconocerá las elecciones del 29 de noviembre.
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