"La inmadurez es la incapacidad de usar nuestra propia inteligencia sin la guía de otro", Immanuel Kant
Ya resulta un nihilismo innecesario todo ese pesado corolario que nos ha encasillado como identidad nacional durante tanto tiempo. Qué pesado y trillado aquello de que "Cada Pueblo tiene el gobierno que se merece"; se nos ha satanizado con la sentencia de la ausencia de otredad ciudadana, que no hemos aprendido a vivir respetando a los que piensan diferente, que somos intolerantes con cuantos creen distinto. Se ha considerado, con insistencia, que hay exceso de protagonismos individualistas que alejan la formación de consensos, por temores o por aquiescencia.
Todo un "ritornello" el comentario que indica que buena parte de la población sigue siendo manipulada en sus sentimientos - o resentimientos - y en su infortunio; muchos científicos sociales han argumentado que en los venezolanos eso de madurez política está aún muy distante. Que tendemos a ser superficiales e inmaduros, y muy propensos a cierta dependencia casi infantil a lo que "nos van a dar", a "lo que nos toca", o al histórico ... "Que me pongan donde haiga".
Es sabido que toda época de crisis conduce siempre a tiempos de cambio - "It's time to change"... cantaba recientemente Juanes - lo que nos indica que lo que hasta ese momento funcionaba ya no sirve para nuestra sociedad. Esta crisis ha mostrado que la política de este socialismo del siglo XXI ha fracasado. El gobierno propuso, hace ya más de una década, un modelo fracasado, a pesar de que la historia ya había demostrado lo absurdo que resultaba la pretensión de cambiar al hombre para que funcionen utópicos sistemas para ordenar la sociedad.
Todas las calamidades que el pueblo está padeciendo emanan, entre tantas cosas, de la concentración del poder en manos de una persona. Las alevosas violaciones de los derechos humanos, el lamentable deterioro de la economía y la infraestructura, y la lastimosa degeneración social son todos productos del monopolio y el abuso que el régimen mantiene y ejerce sobre los instrumentos del poder.
Todo esto se ha quedado estancado en una sempiterna campaña electoral que se catapultó con las misiones que ya cumplieron su objetivo, más como soporte electoral que como política social. De allí la imperativa necesidad de establecer más controles, de propiciar mayores enfrentamientos, tal vez con la finalidad de reeditar otro "Paro 2002", pues hoy como en ese entonces, la aceptación del régimen bajó del 30%. No ha sido casualidad la aprobación acelerada de leyes, de manera prepotente y hasta pendenciera, no ha sido en balde la arremetida feroz contra la disidencia y particularmente contra los estudiantes; como no ha sido un simple capricho el cierre a tantas emisoras de radio ni el grosero y desconsiderado ataque a la Iglesia Católica.
Sin embargo, ya se avizora, tanto en los conocidos dirigentes políticos del Frente Democrático, como en los que se preparan a relevarles, un cambio de comportamiento, una saludable madurez política que con gran responsabilidad cívica, con profundidad de análisis, e integración de perspectivas, le da solidez a esa plataforma indispensable para los pasos que deberán conducir a la acción.
Ahora empieza el recorrido hacia la madurez política de la sociedad, considerando ésta como el conocimiento del ciudadano sobre las condiciones en que tiene lugar la política y la relación con sus expectativas; poniendo más énfasis en las cosas que unen en vez de las que separan. Tener madurez política es tomar conciencia de que en democracia cada ciudadano tiene una cuota de responsabilidad, para lograr transformar la realidad en que vivimos llevando, entre todos, las riendas de su destino, puesto que nadie quiere discursos que giren alrededor de "yo, el único", solo un verdadero "nosotros" será capaz de convocar a todas y todos a construir la verdadera democracia
Ya resulta un nihilismo innecesario todo ese pesado corolario que nos ha encasillado como identidad nacional durante tanto tiempo. Qué pesado y trillado aquello de que "Cada Pueblo tiene el gobierno que se merece"; se nos ha satanizado con la sentencia de la ausencia de otredad ciudadana, que no hemos aprendido a vivir respetando a los que piensan diferente, que somos intolerantes con cuantos creen distinto. Se ha considerado, con insistencia, que hay exceso de protagonismos individualistas que alejan la formación de consensos, por temores o por aquiescencia.
Todo un "ritornello" el comentario que indica que buena parte de la población sigue siendo manipulada en sus sentimientos - o resentimientos - y en su infortunio; muchos científicos sociales han argumentado que en los venezolanos eso de madurez política está aún muy distante. Que tendemos a ser superficiales e inmaduros, y muy propensos a cierta dependencia casi infantil a lo que "nos van a dar", a "lo que nos toca", o al histórico ... "Que me pongan donde haiga".
Es sabido que toda época de crisis conduce siempre a tiempos de cambio - "It's time to change"... cantaba recientemente Juanes - lo que nos indica que lo que hasta ese momento funcionaba ya no sirve para nuestra sociedad. Esta crisis ha mostrado que la política de este socialismo del siglo XXI ha fracasado. El gobierno propuso, hace ya más de una década, un modelo fracasado, a pesar de que la historia ya había demostrado lo absurdo que resultaba la pretensión de cambiar al hombre para que funcionen utópicos sistemas para ordenar la sociedad.
Todas las calamidades que el pueblo está padeciendo emanan, entre tantas cosas, de la concentración del poder en manos de una persona. Las alevosas violaciones de los derechos humanos, el lamentable deterioro de la economía y la infraestructura, y la lastimosa degeneración social son todos productos del monopolio y el abuso que el régimen mantiene y ejerce sobre los instrumentos del poder.
Todo esto se ha quedado estancado en una sempiterna campaña electoral que se catapultó con las misiones que ya cumplieron su objetivo, más como soporte electoral que como política social. De allí la imperativa necesidad de establecer más controles, de propiciar mayores enfrentamientos, tal vez con la finalidad de reeditar otro "Paro 2002", pues hoy como en ese entonces, la aceptación del régimen bajó del 30%. No ha sido casualidad la aprobación acelerada de leyes, de manera prepotente y hasta pendenciera, no ha sido en balde la arremetida feroz contra la disidencia y particularmente contra los estudiantes; como no ha sido un simple capricho el cierre a tantas emisoras de radio ni el grosero y desconsiderado ataque a la Iglesia Católica.
Sin embargo, ya se avizora, tanto en los conocidos dirigentes políticos del Frente Democrático, como en los que se preparan a relevarles, un cambio de comportamiento, una saludable madurez política que con gran responsabilidad cívica, con profundidad de análisis, e integración de perspectivas, le da solidez a esa plataforma indispensable para los pasos que deberán conducir a la acción.
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