martes, 8 de septiembre de 2009

*EL "DESAMOR", JOSÉ TORO HARDY

La alquimia que unía a Venezuela y al galán comenzó a decaer. Explican los psicólogos que casi siempre son las mujeres las que toman la decisión final a la hora de un divorcio. Dicho sea de paso, son también las mujeres las que habían decidido iniciar la relación cuando aceptaron al hombre que las pretendía. Todo el romanticismo que rodeó aquel momento de enamoramiento inicial de la pareja se debía -aunque ellos no lo supieran- a la secreción de una sustancia llamada dopamina, un neurotransmisor que actúa a nivel cerebral.

Venezuela -mujer como su nombre lo indica- se había enamorado hace más de diez años de un seductor fantasioso que despertaba en ella una cascada de sensaciones estimuladas con palabras bellas e infinitas falacias, capaces de hacer caer a la sociedad en un estado que Ortega y Gasset definía como "imbecilidad transitoria" .

Pero el proceso bioquímico que mantuvo viva esa relación ha dejado de actuar. Nos explican los doctores Donald F. Klein y Michael Lebowitz del
Instituto Psiquiátrico de Nueva York, que ese fenómeno que se llama "amor" comienza a desaparecer cuando disminuye la dopamina, responsable del sentimiento amoroso.

Aquel galán se quedó en puras palabras, engaños y mentiras. Con el tiempo, comenzó a montarle cachos a su enamorada. A la vez perdió también el interés en su propia casa, aunque en ella esperaba que le siguieran cocinando la comida y lavando la ropa. Se lanzó con ímpetu a otras conquistas y las infidelidades con algunas damas llamadas Cuba, Bolivia, Nicaragua, Argentina y muchas otras, pusieron en evidencia que ya no consideraba a su pareja suficientemente atractiva. Su prodigalidad con las otras se hizo legendaria y la chequera le sirvió para extender sus ímpetus amorosos más allá de la comarca, con lo cual se creyó cada vez más irresistible.

Durante mucho tiempo Venezuela se aferró a la ilusión de que aquellos devaneos serían pasajeros. Al fin y al cabo, entre parranda y parranda, el galán le dedicaba apasionados discursos y le regalaba alguna que otra bisutería con lo cual la engatusaba.

Pero tanto va el cántaro al agua hasta que se rompe. Al fin los neurotransmisores que a nivel cerebral dan lugar a los arrebatos sentimentales, están dejando de actuar.

La alquimia que unía a Venezuela y al galán comenzó a decaer. No fue este último capaz de reemplazar la sustancia antes mencionada por otras que la ciencia denomina endorfinas, que hubiesen sido capaces de permitir que la pasión inicial se transformase en un sentimiento más sosegado de seguridad, de confianza, paz, de progreso y solución de problemas, creando un vínculo de apego mucho más sólido y duradero. Esas son las bases fundamentales de cualquier sociedad que se desarrolla y fortalece.

Lo que está ocurriendo ahora en el cerebro de Venezuela es otro proceso devastador e implacable, que se llama "desamor".

Aquel extraordinario escritor y humorista español que falleció en 1952, Enrique Jardiel Poncela, se refería al desamor en los siguientes términos:

"El amor es como la mayonesa: cuando se corta, hay que tirarlo y empezar otro nuevo".

Ya es inevitable. La atracción impulsada a nivel neuronal en el cerebro está desapareciendo. Mientras tanto el galán comprende ahora que aquel amor que creía suyo para siempre se le escapa como sal y agua de las manos. Comienza a dar síntomas de desesperación. No entiende lo que está pasando porque ni siquiera es capaz de reconocer sus propias culpas. Está perturbado y sus viejas tácticas no le funcionan. Y es que cuando una mujer dice "no" es "no" para siempre. Ya no es el corazón -que desplazando a la razón- creía que dictaba las órdenes. Ahora es el cerebro y resulta que el cerebro femenino en este aspecto es inflexible.

Ilustrativas son las palabras de Jacinto Benavente, cuando decía: "El amor es como Don Quijote: cuando recobra el juicio es ya para morir".

Pero la testosterona no le permite al empecinado ejemplar masculino, que para colmo de males ahora está arruinado, renunciar a su dominación. Si ya no lo puede lograr por las buenas, pretende intentarlo por las malas. A palos si es necesario. Por eso a Venezuela le están cayendo a palos por los cuatro costados.

Pero mientras más golpes recibe mayor es el rencor. A través del hipotálamo el sistema nervioso de la dama le está enviando mensajes de insatisfacción, que inevitablemente conducen a una frustración creciente, a una inevitable separación y, si el maltrato continúa, incluso al odio perenne. Eso precisamente es lo que progresivamente están reflejando las encuestas.

¡Pobre hombre!

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