Aquí lo que hay es una conspiración que tiene diez años actuando contra la libertad de los venezolanos. Comenzó por utilizar la democracia contra la democracia, al servirse de los votos para inutilizar al voto. Siguió por secuestrar los poderes al tiempo que domeñaba a las Fuerzas Armadas Nacionales convirtiéndolas en una montonera que jadea detrás del caudillo. Continuó desbaratando el aparato productivo nacional con aquello de “tierra arrasada”. Acto seguido, fulminó las principales empresas del país y volvió trizas las que prestan servicios. Nos abochornan frente al mundo. Estamos metidos en un trapiche que tritura derechos, pero también las legítimas esperanzas de una nación que tendrá que aprender a calibrar mejor en quien las coloca de ahora en adelante.
El corolario de la dominación es el alambrado de púas donde pretende encerrarse la legalidad. La legalidad no es esa batería de misiles que artillan en Miraflores y disparan desde la Asamblea Nacional. La legalidad es lo que contiene la Constitución Nacional que tiene su base y asiento en la voluntad popular. Ese alambrado de púas está siendo electrificado día a día, desde los curules de la vergüenza, donde diputados que exudan ilegitimidad, alcahuetean los deseos del amo pasando agachadas sus instrucciones legislativas. La gente lo sabe y el país va a las calles a enrostrarles que están pillaos, que no se la cala y que la pelea no es en la Asamblea genuflexa, ni en los medios vendidos, ni en los límites callejeros que terminan en esos patéticos cordones policiales, símbolo del miedo al pueblo, ni siquiera en las urnas contaminadas de CNE impúdico y maloliente. La gente aprendió y está consciente de que restan recursos que pasan por la desobediencia y el desacato. Que hay una mil formas de activarlos. Y que sólo la unidad de objetivos funcionará en esta volada.
Pero mientras la ciudadanía está cada vez más sólida en sus anhelos y más clara en la senda a seguir, tenemos que soportar que proliferen voceros cuyo deporte preferido es inventar, probar a ver, tirar la parada. Que si vamos a un abrogatorio, que si a una Constituyente, que si mejor comparamos puntos positivos y negativos de tal o cual ley y armamos foros para debatir ad aeternum. De repente salen costosos comunicados en prensa reveladores de que las organizaciones políticas están más ocupadas de sus desaguisados internos que del drama nacional. Entonces uno se pregunta ¿qué tendrán en la sangre? Será que no viven aquí? Sale alguno por allá, terciando por no encontrar mejor oficio, que no hay por qué temer: si ganamos la Asamblea, entonces podremos derogar esa leyes que no nos gustan…Y lo que pase de aquí a allá? Y lo que ya ha pasado? Y los presos políticos? Y la propiedad? Y la delincuencia? Y la educación. Y la economía? Y la seguridad nacional? Y ahí es donde uno dice: menos mal que hay pueblo para rato. Porque mequetrefes jugando a la política sobran! Y ni pendientes, al menos, de esconder la oreja.
El fin de semana hubo una marcha la cual, de nuevo, puso al descubierto dos asuntos muy importantes: el terror del gobierno al pueblo y la existencia real y tangible de un país que no desea esperar.
Macky Arenas
Socióloga y periodista venezolana
mackyar@gmail.com
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ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, MOVIMIENTO REPUBLICANO MR, REPUBLICANO, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO,POLÍTICA, INTERNACIONAL,
El corolario de la dominación es el alambrado de púas donde pretende encerrarse la legalidad. La legalidad no es esa batería de misiles que artillan en Miraflores y disparan desde la Asamblea Nacional. La legalidad es lo que contiene la Constitución Nacional que tiene su base y asiento en la voluntad popular. Ese alambrado de púas está siendo electrificado día a día, desde los curules de la vergüenza, donde diputados que exudan ilegitimidad, alcahuetean los deseos del amo pasando agachadas sus instrucciones legislativas. La gente lo sabe y el país va a las calles a enrostrarles que están pillaos, que no se la cala y que la pelea no es en la Asamblea genuflexa, ni en los medios vendidos, ni en los límites callejeros que terminan en esos patéticos cordones policiales, símbolo del miedo al pueblo, ni siquiera en las urnas contaminadas de CNE impúdico y maloliente. La gente aprendió y está consciente de que restan recursos que pasan por la desobediencia y el desacato. Que hay una mil formas de activarlos. Y que sólo la unidad de objetivos funcionará en esta volada.
Pero mientras la ciudadanía está cada vez más sólida en sus anhelos y más clara en la senda a seguir, tenemos que soportar que proliferen voceros cuyo deporte preferido es inventar, probar a ver, tirar la parada. Que si vamos a un abrogatorio, que si a una Constituyente, que si mejor comparamos puntos positivos y negativos de tal o cual ley y armamos foros para debatir ad aeternum. De repente salen costosos comunicados en prensa reveladores de que las organizaciones políticas están más ocupadas de sus desaguisados internos que del drama nacional. Entonces uno se pregunta ¿qué tendrán en la sangre? Será que no viven aquí? Sale alguno por allá, terciando por no encontrar mejor oficio, que no hay por qué temer: si ganamos la Asamblea, entonces podremos derogar esa leyes que no nos gustan…Y lo que pase de aquí a allá? Y lo que ya ha pasado? Y los presos políticos? Y la propiedad? Y la delincuencia? Y la educación. Y la economía? Y la seguridad nacional? Y ahí es donde uno dice: menos mal que hay pueblo para rato. Porque mequetrefes jugando a la política sobran! Y ni pendientes, al menos, de esconder la oreja.
El fin de semana hubo una marcha la cual, de nuevo, puso al descubierto dos asuntos muy importantes: el terror del gobierno al pueblo y la existencia real y tangible de un país que no desea esperar.
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