Una aclaratoria previa para los lectores de esta columna: En el argot popular de los escolares venezolanos, una ‘chuleta’ es un instrumento de información, subrepticio y generalmente escondido, escrito sobre un papel pequeño y usualmente arrollado y oculto en el ropaje del uniforme escolar, que contiene información vital y no estudiada, que habrá de usarse, dolosamente en un examen. Se le dice ‘chuleta’ porque contiene todo ‘el sabor’ fundamental de los conocimientos a examinar.
Era todo un ‘arte’ eso de hacer “chuletas”, tan es así que aquellos modernos ‘copistas’ tenían una alta demanda, no sólo de los estudiantes ‘maulas’ sino de los otros, quienes no utilizábamos las ‘chuletas’ como instrumento de felonía, sino para comprobar si en los aprendizajes habíamos obviado algo.
Estudié con uno de aquellos escribas de liceo que tenía una altísima demanda del artilugio por su gran capacidad de síntesis y sus habilidades de letra-chiquita legible, que de tanto hacerlas (las hacía a mano y las vendía muy bien) terminaba aprendiéndose el contenido y obtenía las mejores notas, amén de contar con envidiables disponibilidades de efectivo, del que luego hacía gala en la cantina escolar, y hasta se daba el lujo de pagar, de vez en cuando, una ronda de refrescos.
Las ‘chuletas’ de Tulio eran de primera, como pude comprobar la única vez que le compré una. Pero el nerviosismo para usarla actuó en mi contra, y el Profesor Rodríguez me expulsó del examen de Historia con un justísimo 01, junto con la citación de mi representante. Aquella traumática experiencia fue la única, y siguiendo al pie de la letra una regla de honor no escrita, asumí la autoría intelectual por la chuleta y ahí finaliza mi historia.
Pero comienza la del presidente Chávez y la ‘chuleta’ que utilizó, pública y abiertamente, en vivo y en directo, vía satélite, en la plenaria presidencial de UNASUR, en la tan alabada estación invernal de Bariloche, Argentina. No se trataba de un documento de apoyo y de respaldo, como los utilizados por los otros presidentes para la facilitación de sus argumentos o para consignarlos como referencia. No, se trató de una vulgar ‘chuleta’ que a diferencia de aquellas que hacía Tulio, era un completo fraude porque su contenido no se relacionaba con la realidad que se examinaba allí.
La ‘chuleta’ de Chávez fue una total ‘boutade’ informativa, una respuesta sin pregunta, una referencia no confirmada que se transformó en un ‘astracán’ o ‘chuleta falsaria’, porque quiso convertir un informe logístico de la Fuerza Aérea Estadounidense sobre planes de emergencia y ayuda humanitaria, en un secretísimo y ultra clasificado documento de Estrategia militar del imperio ‘mesmo’.
Y es que aquel contenido falso que esgrimió el ‘Prócer de Sabaneta’ le hizo quedar muy mal, porque pretendió rastrillarle a los otros presidentes y presidentas, de manera por demás impúdica, su condición de experto militar, poseedor de una épica que nuestros libertadores envidiarían, pero el contenido de ‘la chuleta’ nada tenía que ver con lo que se estaba examinando allí, porque El Libro Blanco (por el que le pedía al camarógrafo ‘métele la cámara aquí, donde estoy leyendo’) no es ningún plan estratégico de políticas militares intervencionistas, según reveló minutos después un portavoz autorizado del Departamento de Estado de USA.
Se trata de un texto académico, de acceso libre y por internet, en el que se evalúa la logística necesaria para las opciones de transporte y de escalas para emergencias de catástrofes que requieran de ayuda humanitaria en el Planeta. El documento, con una extensión de 48 páginas y en formato abierto pdf, dedica una página y media a las características y retos logísticos que ofrece América del Sur si se produjese una catástrofe que ameritase el uso de aviones y de recursos de apoyo estadounidense.
El ‘Héroe del Museo Militar’ salió aplazado en su examen público y televisivo en UNASUR, y no sólo él; también lo fueron sus vecinos de pupitre, Correa y Morales, quienes también se copiaron de ese ‘astracán’, de esa ‘chuleta falsaria’ y respondieron lo que no se les había preguntado. Deben agradecerle a Madame Bótox que les hizo el quite, y también a doña Bachellete, que pidió menos testosterona y más coherencia conceptual. Por ellas la reunión de UNASUR puedo concretar un papel de trabajo ‘casi’ unánime, porque el presidente de Bolivia manifestó a última hora, que no suscribiría, como respuesta a las insistentes y silenciosas miradas que le lanzó Chávez a la distancia.
Como suele suceder también en los liceos y los colegios, la ‘chuleta’ se arrugó y se lanzó, silenciosamente, en algún escondido zafacón, pero sirvió para develar que la improvisación y la mentira, juntas, constituyen la columna vertebral de la política exterior de la Venezuela Bolivariana y Revolucionaria, una ‘política’ que descuida hasta ‘las formas’ básicas, como esa de la bandera de Venezuela que se exhibió en el evento, con las siete estrellas que se pueden ver y contar; bandera que imagino también con el escudo del caballo huyendo de la izquierda.
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