Esta vez la foto oficial que cierran las cumbres no evitó el ridículo. ¿No tienen nada que hacer los hombres más importantes del continente? ¿Les basta con llenarnos la boca de palabras pomposas como soberanía, imperialismo?
Presenciamos el viernes un espectáculo bufo. Alan García tiró a broma la reunión, Bachelet fue sobria, los presidentes que se marcharon temprano demostraron que tenían que trabajar. Harto, Lula regañó a Correa, lo trató de charlatán; el presidente de Ecuador ni protestó. Lula dijo lo obvio: si no hubieran estado las cámaras de televisión, los discursos habrían sido más breves. No le queda a Chávez ahora sino aguardar por la próxima cumbre para dar otros discursos, aprovechar los escenarios internacionales, hablar y hablar y hablar.
Viajó a Argentina como un Robespierre; al final, dijo ser un pacifista. ¡Dios mío! Vuelve a Caracas con un consuelo: habrá otras cumbres, otras reuniones internacionales, sólo que sus adversarios le han tomado la medida, lo consideraran un líder estrambótico a la caza permanente de un público. Un político mediático; no un revolucionario, aunque hable de derramar la última gota de sangre.
Como en un cuento famoso de Agustín Monterroso, este sábado las bases norteamericanas en Colombia no se habían movido un centímetro después del maratón verbal de Bariloche. A este paso, esas cumbres se volverán la tumba de Unasur, un proyecto que impulsa Brasil el gran beneficiado de Unasur.
Bariloche no se volvió un juicio político de Álvaro Uribe, Lula ratificó ser el líder de la región, el loquero oficial del continente.
Un latinoamericano desprevenido habrá creído esta semana que el continente se aproximaba a una guerra.
No adivinaba que todo terminaría con un documento y 30 discursos.
La procesión marcha por dentro; la mayoría de América Latina rechaza un enfrentamiento con Estados Unidos. Argentina quiere la ayuda del Fondo Monetario Internacional, Chávez no le comprará otra vez 10.000 millones de dólares en bonos y si el FMI no asiste a Cristina, imprimirá billetes y provocará una inflación.
Brasil se está volviendo el socio privilegiado de Washington, Colombia cuenta ahora con el aliado, Estados Unidos, que le suministraba las armas más modernas a Venezuela; Paraguay se quejaba de la compra de armas de Bolivia, tomó una postura (¿neutral?) en el asunto de las bases y le está pidiendo a Venezuela olvidar la deuda petrolera. Los dominicanos ya pagan el petróleo con frijoles; en cambio, peruanos, brasileños, españoles y colombianos le cobran a Venezuela. No le perdonan un dólar. Lula y el canciller Moratinos fungen de cobradores de lujo.
En Venezuela las líneas aéreas, los bancos y las tarjetas de crédito quieren cobrar; las ensambladoras se quejan de una deuda de varios miles de millones de dólares. Faltan las piezas de repuestos, triplican o quintuplican su precio. Una reparación de frenos de una camioneta Toyota cuesta 2 millones de bolívares; un electricista cobra medio millón de bolívares por cambiar unos bombillos.
¿Qué aprobaron en Bariloche? Algunos presidentes juzgaron a la cumbre como tan intrascendente que se fueron antes de tiempo.
¿Para qué sirvió Bariloche? Demostró que Brasil manda. Aún así habrá otros discursos, rompimientos de relaciones, compras de armas. Bochinche, bochinche.
fausto.maso@gmail.com
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ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN,
Viajó a Argentina como un Robespierre; al final, dijo ser un pacifista. ¡Dios mío! Vuelve a Caracas con un consuelo: habrá otras cumbres, otras reuniones internacionales, sólo que sus adversarios le han tomado la medida, lo consideraran un líder estrambótico a la caza permanente de un público. Un político mediático; no un revolucionario, aunque hable de derramar la última gota de sangre.
Como en un cuento famoso de Agustín Monterroso, este sábado las bases norteamericanas en Colombia no se habían movido un centímetro después del maratón verbal de Bariloche. A este paso, esas cumbres se volverán la tumba de Unasur, un proyecto que impulsa Brasil el gran beneficiado de Unasur.
Bariloche no se volvió un juicio político de Álvaro Uribe, Lula ratificó ser el líder de la región, el loquero oficial del continente.
Un latinoamericano desprevenido habrá creído esta semana que el continente se aproximaba a una guerra.
No adivinaba que todo terminaría con un documento y 30 discursos.
La procesión marcha por dentro; la mayoría de América Latina rechaza un enfrentamiento con Estados Unidos. Argentina quiere la ayuda del Fondo Monetario Internacional, Chávez no le comprará otra vez 10.000 millones de dólares en bonos y si el FMI no asiste a Cristina, imprimirá billetes y provocará una inflación.
Brasil se está volviendo el socio privilegiado de Washington, Colombia cuenta ahora con el aliado, Estados Unidos, que le suministraba las armas más modernas a Venezuela; Paraguay se quejaba de la compra de armas de Bolivia, tomó una postura (¿neutral?) en el asunto de las bases y le está pidiendo a Venezuela olvidar la deuda petrolera. Los dominicanos ya pagan el petróleo con frijoles; en cambio, peruanos, brasileños, españoles y colombianos le cobran a Venezuela. No le perdonan un dólar. Lula y el canciller Moratinos fungen de cobradores de lujo.
En Venezuela las líneas aéreas, los bancos y las tarjetas de crédito quieren cobrar; las ensambladoras se quejan de una deuda de varios miles de millones de dólares. Faltan las piezas de repuestos, triplican o quintuplican su precio. Una reparación de frenos de una camioneta Toyota cuesta 2 millones de bolívares; un electricista cobra medio millón de bolívares por cambiar unos bombillos.
¿Qué aprobaron en Bariloche? Algunos presidentes juzgaron a la cumbre como tan intrascendente que se fueron antes de tiempo.
¿Para qué sirvió Bariloche? Demostró que Brasil manda. Aún así habrá otros discursos, rompimientos de relaciones, compras de armas. Bochinche, bochinche.
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