REPUBLICANOS SIN REPÚBLICA, JULIO CÉSAR ARREAZA B, ENVIADO A NUESTROS CORREOS PARA SU PUBLICACION, 02.03.2009
Caigamos en cuenta, pero de una manera muy consciente, que Chávez lleva diez años en el poder, impactando diez largos años de nuestras vidas y ha consumido idéntico período de la historia del país donde nacimos. Los venezolanos por tanto deberíamos haber alcanzado ya, un criterio bastante claro acerca de lo que tenemos enfrente.
Anteriormente vivimos cuarenta años de diferentes gobiernos democráticos, exactamente fueron ocho, que se alternaron en el poder y ninguno de ellos superó la barrera de los cinco años, el tiempo máximo que estipulaba la magnífica Constitución de 1961. El gobierno y la oposición ocupaban entonces posiciones institucionales en el Estado, lo cual resultaba normal a nuestros ojos, estábamos acostumbrados a ese pacto social de contrapesos en el ejercicio del poder.
Sabíamos la fecha cierta en que un gobierno culminaría su gestión, no había dudas sobre su fecha de vencimiento. Esta certeza, que formaba parte de nuestra existencia, es uno de los logros fundamentales democráticos que ha dado de baja el régimen, empeñado por sobre todas las cosas en aferrarse perpetuamente al poder, a costa de la vida, el bienestar de los venezolanos y el progreso de la nación.
Después de diez años estoy consciente que estamos ante una dictadura delirante, que ha retrotraído a Venezuela a las etapas más oscuras de su historia. El personalismo y el culto a la personalidad son las coordenadas del poder, borrándose todo vestigio de separación e independencia de los poderes públicos, indispensables en democracia como contrapesos para morigerar los excesos el poder.
Caigamos en cuenta, pero de una manera muy consciente, que Chávez lleva diez años en el poder, impactando diez largos años de nuestras vidas y ha consumido idéntico período de la historia del país donde nacimos. Los venezolanos por tanto deberíamos haber alcanzado ya, un criterio bastante claro acerca de lo que tenemos enfrente.
Anteriormente vivimos cuarenta años de diferentes gobiernos democráticos, exactamente fueron ocho, que se alternaron en el poder y ninguno de ellos superó la barrera de los cinco años, el tiempo máximo que estipulaba la magnífica Constitución de 1961. El gobierno y la oposición ocupaban entonces posiciones institucionales en el Estado, lo cual resultaba normal a nuestros ojos, estábamos acostumbrados a ese pacto social de contrapesos en el ejercicio del poder.
Sabíamos la fecha cierta en que un gobierno culminaría su gestión, no había dudas sobre su fecha de vencimiento. Esta certeza, que formaba parte de nuestra existencia, es uno de los logros fundamentales democráticos que ha dado de baja el régimen, empeñado por sobre todas las cosas en aferrarse perpetuamente al poder, a costa de la vida, el bienestar de los venezolanos y el progreso de la nación.
Después de diez años estoy consciente que estamos ante una dictadura delirante, que ha retrotraído a Venezuela a las etapas más oscuras de su historia. El personalismo y el culto a la personalidad son las coordenadas del poder, borrándose todo vestigio de separación e independencia de los poderes públicos, indispensables en democracia como contrapesos para morigerar los excesos el poder.
Las elecciones del pasado 15F son elocuentes y testimonian el drama que nos envuelve. Una clase gobernante sensata habría concentrado sus energías en la cuestión principal que agobia al país, en como afrontar durante el 2009 la implacable situación económico- social, producto del despilfarro y robo de 850 mil millones de dólares, que le ha tocado administrar a este gobierno. En vez de atender la emergencia, dio un triple salto mortal para darle el palo a la lámpara y arrebatarnos el principio de alternabilidad en el poder, que nos aseguraba la sucesión de gobiernos con nueva gente e ideas frescas. La renovación de la política y el poder han sido proscritos por el régimen.
Ya basta de parapetos de elecciones dirigidos y organizados por organismos electorales integrados mayoritariamente por gentes del oficialismo, contraviniendo flagrantemente la ley que rige la materia comicial.
La sociedad democrática no debe calarse nunca más el obsceno ventajismo electoral del régimen, porque al voto le es imposible cumplir su cometido primordial de elegir. Debemos plantar cara, presionar y exigir condiciones de equilibrio y equidad para todos los candidatos, y no pararle más a los cantos de sirenas de opositores acomodaticios que siempre hablan de elecciones blindadas y después de los desafueros se solazan en vendernos como victorias lo que son sólo derrotas. Estas últimas elecciones constituyeron una derrota para la oposición, aprendamos de una vez que no nos queda otra opción sino presionar para un nuevo CNE, constituido conforme a la ley y una revisión exhaustiva del Registro Electoral Permanente.
La alternativa para esta dictadura es la república con la reivindicación de los principios de la separación e independencia de los poderes públicos. Producto del ejercicio de los cuarenta años de regímenes democráticos alternativos al pueblo le quedó una fibra y compromiso con la libertad, la pluralidad y la renovación del poder. En Venezuela tenemos republicanos, pero no tenemos república sino dictadura, porque este régimen no se ha dado reposo desde que asumió el poder para perpetuarse en él y destruir las instituciones y nuestra forma de vida democráticos.
La sociedad disidente debe constituir a la brevedad un Frente para la Defensa de la Democracia, que dirija el proceso y el camino hacia su rescate. En él deben formar parte rostros frescos pero comprometidos de verdad, sin concesiones y negociaciones oscuras, con la democracia.
Ya basta de parapetos de elecciones dirigidos y organizados por organismos electorales integrados mayoritariamente por gentes del oficialismo, contraviniendo flagrantemente la ley que rige la materia comicial.
La sociedad democrática no debe calarse nunca más el obsceno ventajismo electoral del régimen, porque al voto le es imposible cumplir su cometido primordial de elegir. Debemos plantar cara, presionar y exigir condiciones de equilibrio y equidad para todos los candidatos, y no pararle más a los cantos de sirenas de opositores acomodaticios que siempre hablan de elecciones blindadas y después de los desafueros se solazan en vendernos como victorias lo que son sólo derrotas. Estas últimas elecciones constituyeron una derrota para la oposición, aprendamos de una vez que no nos queda otra opción sino presionar para un nuevo CNE, constituido conforme a la ley y una revisión exhaustiva del Registro Electoral Permanente.
La alternativa para esta dictadura es la república con la reivindicación de los principios de la separación e independencia de los poderes públicos. Producto del ejercicio de los cuarenta años de regímenes democráticos alternativos al pueblo le quedó una fibra y compromiso con la libertad, la pluralidad y la renovación del poder. En Venezuela tenemos republicanos, pero no tenemos república sino dictadura, porque este régimen no se ha dado reposo desde que asumió el poder para perpetuarse en él y destruir las instituciones y nuestra forma de vida democráticos.
La sociedad disidente debe constituir a la brevedad un Frente para la Defensa de la Democracia, que dirija el proceso y el camino hacia su rescate. En él deben formar parte rostros frescos pero comprometidos de verdad, sin concesiones y negociaciones oscuras, con la democracia.
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