lunes, 16 de febrero de 2009

¿CUÀL ES LA DEMOCRACIA QUE NECESITA VENEZUELA?, ZENAIR BRITO CABALLERO, ENVIADO A NUESTRO CORREO, 15.02.2009

No existe un concepto único de democracia. Tampoco es un concepto inmutable.

Clásicamente se define como una forma de gobierno que históricamente toma diversas estructuras y estilos; pero sobre todo una forma de gobierno caracterizable sólo desde una teoría, que tiene base en una concepción del hombre en la vida social.

En esta teoría clásica de la democracia se basamentan las teorías sobre las diversas democracias como la participativa, la neoestructuralista, la liberal, la neoliberal; esta última llamada también neoconservadurismo.

El concepto básico de la democracia clásica que es un gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo dio origen a varios tipos de democracia, algunos tan utópicos que sólo existen en la reflexión de los politólogos y filósofos políticos.

El modelo realista, que se afinca en lo que el hombre es en realidad, se ha ido manifestando en una teoría normalizadora y señala lo que el hombre debe ser y por tanto cómo debe ser la sociedad democrática.

En este grupo realista utópico o moralizador entra el tipo de democracia que proclama la oposición venezolana. Pensamos que la sociedad venezolana debe ser justa; es decir, que se debe distribuir equitativamente los bienes materiales y espirituales: la justicia debe ser pronta y equitativa; que la mujer, al igual que el hombre, debe gozar plenamente de los derechos que le corresponden, que la educación debe ser accesible para todos los venezolanos y venezolanas; que nuestra sociedad debe erradicar el lenguaje provocador, descalificador, la violencia y el crimen; que se debe detener el alza del precio de la subsistencia; en fin que mujeres y hombres, ricos y pobres, viejos y jóvenes debemos tener acceso a una vida terrena sana y feliz.

Pero al salir de mi habitación o cerrar las páginas de mi computadora y dirigir los ojos a la realidad, ésta se burla sarcásticamente de lo que escribo o nos da sus dentelladas cuando vemos a los mendigos y niños de la calle, gente enferma, infantes y adultos desnutridos, cuchitriles miserables, la galopante miseria y pobreza, el crimen… y entonces nos grita por dentro la rebeldía, y la protesta se agiganta otra vez. Porque nuestra realidad es cruel e inmisericorde. Queramos o no, somos una sociedad sin cultura y sobre todo un pueblo castrado por 10 años subyugamiento y dominación económica y cultural. Y aún hoy, como aletargado por el miedo o el encantamiento, el país sigue metiendo el lomo a los latigazos del amo, quien nos ordena qué debemos decir y hacer… hasta qué debemos comer.

Entonces la democracia realista ha devenido hoy en este país en una democracia sumista, vacía de líneas concretas. Nótese que la democracia predicada por los altos jerarcas de la Iglesia es muy realista, con normas, mandatos y hasta órdenes de cómo debemos actuar ante la injusticia y la violación de los derechos del hombre.

La democracia realista moralizadora utópica se vuelve impracticable por que no es capaz de despertar en las masas venezolanas el deseo de construir una sociedad verdaderamente democrática a causa de la clase económica en que se cimienta nuestra sociedad. El modelo moralista utópico ofrece una ideal democracia, atractiva y deseable; pero el pueblo encuentra graves dificultades para lograrlas. En consecuencia, el problema de pueblo venezolano es encontrar un modelo de democracia PRACTICABLE, moralmente deseable y legítima. Claro, que para ello habrá que trastrocar el orden económico y político imperante de estos últimos 10 años. No es cierto, como opinan algunos que ya están descartadas las vías pacíficas, porque éstas no se hacen únicamente con las armas o con la violencia.

Hay que buscar otros medios que reúnan siempre los tres requisitos de una verdadera democracia, realismo, corrección moral y legitimidad. Insisto, no debemos olvidar que los cambios democráticos se vienen practicando desde Gandhi en la India, Martín Luther King en los Estados Unidos.

Se habla hoy del concertación y diálogo, y que un buen gobierno debe ser el que resulte del entendimiento de contrarios. Por ello se dice que la democracia es un sistema de antinomias (conceptos opuestos) de cuya armonización en el proceso político depende la viabilidad de la democracia. Pero, en Venezuela la democracia se ha convertido o más bien la han convertido en simple mecanismo para decidir quién debe integrar el gobierno; es decir, quién debe aplicar la ley a las mayorías. Pero la democracia moralmente deseable y legítima no se reduce a un mero mecanismo sino que consiste en un modelo de organización social basado en el reconocimiento de la autonomía de los individuos y de todos los derechos que concurren al ejercicio de esa autonomía o autolegislaciòn y en el reconocimiento de la vida comunitaria del individuo como resultado de la participación igualitaria de todas las venezolanas y todos los venezolanos. El respeto a la autonomía individual y colectiva sólo se logra mediante una vida PARTICIPATIVA que desarrolle el sentido de lo que es justo para todos.

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