Una de las características predominantes de los autócratas y mandatarios mesiánicos es que se consideran a sí mismos imprescindibles. Dado que no creen en las instituciones, ni siquiera en las que ellos mismos crean para proyectar la ilusión de equilibrio, participación e independencia de poderes, estiman que su ausencia o salida de escena, puede provocar el derrumbe del teatro.
Desde luego que todos asumen su papel como parte de un sacrificio y obediente cumplimiento de una misión predestinada por la Providencia, por esa fuerza telúrica que es la Revolución o por el alma colectiva del pueblo para la reconquista de la grandeza de una Nación.
Francisco Franco se autoproclamaba "Caudillo de España por la Gracia de Dios" y pieza indispensable para preservar la paz y el bienestar de la España posterior a la Guerra Civil. Nada le importó liderar el movimiento que desgarró a la Madre Patria. Al final de sus días decía con orgullo que había dejado todo "atado, bien atado" (se refería a la sucesión). A Fidel Castro sólo una enfermedad que lo expone al escarnio y la pena pública lo obligó cederle el poder a su hermano Raúl, tras casi 50 años de "revolución" (¿qué tipo de revolución puede ser esa que dura cinco décadas, cuando las revoluciones, por definición, ocurren en coyunturas muy precisas?); sin embargo su nefasta influencia, aunque menguada, continúa siendo dominante. Adolfo Hitler, el más diabólico de los mesías, se creyó ungido por los dioses de la mitología germana para crear el Imperio de los Mil Años. Su delirio le duró sólo 12 años, suficientes para destruir Alemania, dividirla y dejar regados millones de muertos por toda Europa.
Ahora se reedita la historia, pero en tono de opereta, en esta república de quinta. El comandante quiere perpetuarse en el poder porque estima que sin él la "Revolución Bonita" fallece. Tanta fe tiene depositada en sus seguidores, que considera que luego de 14 años (pues será en 2012 cuando se realicen las próximas elecciones presidenciales) no son suficientes para crear un liderazgo alternativo al suyo dentro de las filas revolucionarias. La excusa perfecta se la proporcionaron las derrotas de sus delfines en las elecciones pasadas. El fracaso de Diosdado Cabello, Aristóbulo Istúriz y Jesse Chacón, sus eventuales sucesores, le vino como anillo al dedo. Desde luego que de haber triunfado esos tres personajes, o alguno de ellos, el teniente coronel habría planteado de nuevo la iniciativa de la reelección, pero hubiese encontrado mayores resistencias internas, pues se habría topado con un liderazgo alternativo legítimo, afincado en la fuerza de los votos populares. Decapitadas esas figuras, la ruta se le despejó. Hasta los defenestrados deben de estar interesados en que Chávez Frías se reelija en 2012. De ese modo todas sus tropelías podrían permanecer un tiempo más a salvo de la justicia.
La reelección propuesta por el autócrata vernáculo carece de toda justificación constitucional y ética. En resumidas cuentas es una inmoralidad por donde se le mire. El obsecuente Tarek William -cuya reelección en Anzoátegui se la debe al contralor Clodosvaldo Russián por haber inhabilitado a Gustavo Marcano, ex alcalde de Lecherías, y a quien todas las encuestas daban como seguro triunfador el 23-N- sostiene que plantear de nuevo el tema de la reelección no está reñido con la democracia, ya que es el pueblo quien debe decidir si Chávez asiste de nuevo como candidato o no a la cita de 2012. El detalle que se le olvida al poeta de los derechos humanos es que esa materia ya fue votada por el soberano el 2-D. En su disparatado proyecto de reforma, uno de sus aspectos centrales era el de la reelección indefinida, no importa que estuviese escondido entre los matorrales que formaban los otros artículos modificados. La trampa de la que se valdrán ahora -presentándola como enmienda constitucional, en vez de reforma- es tan burda, que ofende. Esa materia ya fue sometida a consulta popular y fue negada, poco interesa que en esta ocasión la asuma la Asamblea Nacional o una parte de los militantes chavista. Lo esencial es que el asunto ya fue tratado por el pueblo, y que será ese mismo pueblo que la rechazó el que asista a una nueva escogencia. El sujeto decisor no ha cambiado. Continúa siendo el mismo. El artículo 345 de la Constitución es clarísimo al respecto.
En el plano moral esa proposición es injustificable. La nación ya invirtió un volumen muy grade de recursos para complacer a Chávez y sus afanes insaciables de poder. Otra consulta sobre el mismo punto implicará malbaratar un dinero que se está necesitando con urgencia para atacar los gravísimo problemas que confronta el país. Para mejorar la seguridad pública y la seguridad social, la salud, la educación, los servicios públicos, la vivienda, la infraestructura, el transporte. No existe un área de la vida social que no esté deteriorada y requiera la inversión de ingentes volúmenes de dinero. En las barriadas populares se asesina a jóvenes para despojarlos de un celular que cuesta 80 bolívares. Los crímenes se multiplican por todos lados. En la morgue de Bello Monte la gente pobre espera hasta cuatro días para que les entreguen los cadáveres de sus familiares, víctimas de un hampa frente a la que el Gobierno hace muy poco. La vida colectiva es un drama para la inmensa mayoría de la nación. Sin embargo al autócrata, que se imagina la última Pepsi Cola del desierto, lo único que le interesa es que le salgan canas verdes en Miraflores.
Si en el país hubiese una Sala Constitucional que se hiciese respetar por el Presidente de la República, la fulana consulta ni siquiera sería objeto de discusión. A falta de una institución fuerte y confiable, el pueblo le dará al comandante otro revolcón cuando lo convoque para saber qué piensa acerca de esa tremenda enmienda
Desde luego que todos asumen su papel como parte de un sacrificio y obediente cumplimiento de una misión predestinada por la Providencia, por esa fuerza telúrica que es la Revolución o por el alma colectiva del pueblo para la reconquista de la grandeza de una Nación.
Francisco Franco se autoproclamaba "Caudillo de España por la Gracia de Dios" y pieza indispensable para preservar la paz y el bienestar de la España posterior a la Guerra Civil. Nada le importó liderar el movimiento que desgarró a la Madre Patria. Al final de sus días decía con orgullo que había dejado todo "atado, bien atado" (se refería a la sucesión). A Fidel Castro sólo una enfermedad que lo expone al escarnio y la pena pública lo obligó cederle el poder a su hermano Raúl, tras casi 50 años de "revolución" (¿qué tipo de revolución puede ser esa que dura cinco décadas, cuando las revoluciones, por definición, ocurren en coyunturas muy precisas?); sin embargo su nefasta influencia, aunque menguada, continúa siendo dominante. Adolfo Hitler, el más diabólico de los mesías, se creyó ungido por los dioses de la mitología germana para crear el Imperio de los Mil Años. Su delirio le duró sólo 12 años, suficientes para destruir Alemania, dividirla y dejar regados millones de muertos por toda Europa.
Ahora se reedita la historia, pero en tono de opereta, en esta república de quinta. El comandante quiere perpetuarse en el poder porque estima que sin él la "Revolución Bonita" fallece. Tanta fe tiene depositada en sus seguidores, que considera que luego de 14 años (pues será en 2012 cuando se realicen las próximas elecciones presidenciales) no son suficientes para crear un liderazgo alternativo al suyo dentro de las filas revolucionarias. La excusa perfecta se la proporcionaron las derrotas de sus delfines en las elecciones pasadas. El fracaso de Diosdado Cabello, Aristóbulo Istúriz y Jesse Chacón, sus eventuales sucesores, le vino como anillo al dedo. Desde luego que de haber triunfado esos tres personajes, o alguno de ellos, el teniente coronel habría planteado de nuevo la iniciativa de la reelección, pero hubiese encontrado mayores resistencias internas, pues se habría topado con un liderazgo alternativo legítimo, afincado en la fuerza de los votos populares. Decapitadas esas figuras, la ruta se le despejó. Hasta los defenestrados deben de estar interesados en que Chávez Frías se reelija en 2012. De ese modo todas sus tropelías podrían permanecer un tiempo más a salvo de la justicia.
La reelección propuesta por el autócrata vernáculo carece de toda justificación constitucional y ética. En resumidas cuentas es una inmoralidad por donde se le mire. El obsecuente Tarek William -cuya reelección en Anzoátegui se la debe al contralor Clodosvaldo Russián por haber inhabilitado a Gustavo Marcano, ex alcalde de Lecherías, y a quien todas las encuestas daban como seguro triunfador el 23-N- sostiene que plantear de nuevo el tema de la reelección no está reñido con la democracia, ya que es el pueblo quien debe decidir si Chávez asiste de nuevo como candidato o no a la cita de 2012. El detalle que se le olvida al poeta de los derechos humanos es que esa materia ya fue votada por el soberano el 2-D. En su disparatado proyecto de reforma, uno de sus aspectos centrales era el de la reelección indefinida, no importa que estuviese escondido entre los matorrales que formaban los otros artículos modificados. La trampa de la que se valdrán ahora -presentándola como enmienda constitucional, en vez de reforma- es tan burda, que ofende. Esa materia ya fue sometida a consulta popular y fue negada, poco interesa que en esta ocasión la asuma la Asamblea Nacional o una parte de los militantes chavista. Lo esencial es que el asunto ya fue tratado por el pueblo, y que será ese mismo pueblo que la rechazó el que asista a una nueva escogencia. El sujeto decisor no ha cambiado. Continúa siendo el mismo. El artículo 345 de la Constitución es clarísimo al respecto.
En el plano moral esa proposición es injustificable. La nación ya invirtió un volumen muy grade de recursos para complacer a Chávez y sus afanes insaciables de poder. Otra consulta sobre el mismo punto implicará malbaratar un dinero que se está necesitando con urgencia para atacar los gravísimo problemas que confronta el país. Para mejorar la seguridad pública y la seguridad social, la salud, la educación, los servicios públicos, la vivienda, la infraestructura, el transporte. No existe un área de la vida social que no esté deteriorada y requiera la inversión de ingentes volúmenes de dinero. En las barriadas populares se asesina a jóvenes para despojarlos de un celular que cuesta 80 bolívares. Los crímenes se multiplican por todos lados. En la morgue de Bello Monte la gente pobre espera hasta cuatro días para que les entreguen los cadáveres de sus familiares, víctimas de un hampa frente a la que el Gobierno hace muy poco. La vida colectiva es un drama para la inmensa mayoría de la nación. Sin embargo al autócrata, que se imagina la última Pepsi Cola del desierto, lo único que le interesa es que le salgan canas verdes en Miraflores.
Si en el país hubiese una Sala Constitucional que se hiciese respetar por el Presidente de la República, la fulana consulta ni siquiera sería objeto de discusión. A falta de una institución fuerte y confiable, el pueblo le dará al comandante otro revolcón cuando lo convoque para saber qué piensa acerca de esa tremenda enmienda
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