domingo, 30 de noviembre de 2008

*LUIS BELTRÁN PETROSINI. REFLEXIONES. LAS ELECCIONES Y LOS NUEVOS PITÁGORAS. 28-11-08


El resultado de las elecciones regionales ha provocado en el país, independientemente de las consecuencias políticas generadas, el asombroso descubrimiento de que contamos con mentes matemáticas que están a la altura de los grandes genios del planeta. Sin dejar de reconocer que nuestro supremo Pitágoras fue quien descolló abiertamente, sobre todo por la originalidad de sus razonamientos aritméticos, los más acuciosos cálculos han salido a la luz pública, con la insólita circunstancia de que cada uno de ellos pretende exhibir, con prueba matemática de demostración incluida, la victoria electoral de uno u otro sector.


Los más brillantes calculistas, aquéllos que además se caracterizan por la simplicidad del argumento, se limitan a sumar los votos obtenidos por los candidatos victoriosos supuestamente afectos al oficialismo y compararlos con los del lado opositor, Así, salió victorioso el que obtuvo mayor número de votos, y en este caso el triunfo correspondió al gobierno porque obtuvo el mayor volumen de sufragios. Como contrapartida, un sinnúmero de demostraciones le salen al paso a este argumento, todas ellas cargadas del mayor rigor científico. Pero en ambos lados se ignora el más elemental de los hechos: el significado político del resultado.

Para la oposición constituye un notable avance haber ganado las gobernaciones de las tres entidades federales más pobladas del país más las de Táchira y Nueva Esparta. Pasar de dos gobernaciones a cinco, además de contar con la Alcaldía Mayor de Caracas supone haber conquistado un terreno político sustancialmente más amplio, especialmente por tratarse de espacios que concentran la mayor parte de la actividad económica nacional. Obvio es concluir que la oposición es hoy mucho más fuerte de lo que era en las pasadas elecciones regionales; pero también, vistos esos números en detalle, es claro que esa fortaleza no se traduce en una mayor robustez de los partidos políticos que conforman esa oposición. Vanagloriarse de ser el segundo partido político del país cuando el primero es cinco veces mayor no deja de ser, hasta cierto punto, una ilusión. En otras palabras, las elecciones han demostrado que contamos con una oposición más numerosa y sólida, pero aún con débiles partidos políticos que la conforman. Razones hay de sobra que explican esta situación, pero es la cruda realidad. Imperativo entonces es que la lectura de los números no se limite a contabilizar los logros obtenidos por cada uno de nuestros micropartidos de oposición, sino a convencer a sus líderes de que sólo el camino de la unidad en la lucha democrática, con todo y el enorme ventajismo del que hace uso el gobierno, es el único posible para enfrentar un proyecto autocrático y militarista al que cada día más venezolanos nos oponemos.

El panorama para "el más grande y poderoso partido político nacional" no luce del todo brillante. Todo indica que a la vuelta de pocos meses su soporte fundamental, el presupuesto nacional, va a sufrir de una aguda estrechez financiera, por lo que tendremos ocasión de observar cuan fuerte es la convicción ideológica necesaria para garantizar la lealtad de su militancia. Adicionalmente tendrá que resolver el auténtico drama que comienza a vivir, ante la derrota sufrida por quienes eran considerados los pilares políticos fundamentales sobre los cuales el supremo conductor había basado su organización. Los supuestos generales del partido, Isturiz, Cabello y Chacón, sufrieron un auténtico revolcón. Posiblemente tendrán ahora que rumiar su desconsuelo dentro de las paredes de algún ministerio, oficinas que prácticamente carecen de algún poder de decisión importante, y soportar el inmenso tedio de tener que aguantar las peroratas dominicales con rigurosa disciplina, lo que sin duda representa el peor de los castigos por la derrota.

Una conclusión clara del resultado electoral no puede ser otra que comprobar la profunda división existente en el país entre dos bandos que lucen "por ahora" absolutamente irreconciliables. Uno de ellos, el opositor, ha venido creciendo lenta pero progresivamente. El gubernamental, con todo el poder que ostenta, continúa tratando de imponer una visión de país y un modo de vida que encuentra cada día mayor rechazo, por lo que, también lenta pero indeteniblemente, disminuye su nivel de apoyo. De lo más significativo resulta el crecimiento de la oposición en los barrios populares de las grandes ciudades, muy especialmente en la capital. Luce que los sectores más humildes de la sociedad venezolana comienzan a percibir que las migajas contenidas en el mal llamado gasto social desparramadas por el territorio nacional, son simples paños tibios que alivian temporalmente la dureza de la cotidianidad, pero que no constituyen la solución definitiva a los enormes problemas que les aquejan. Mesadas cada vez más menguadas no sustituyen un empleo estable y bien remunerado, el cual brilla por su ausencia. Serán estos sectores los que, en un futuro no tan lejano, decidirán la suerte de la revolución bonita, ya no tan hermosa para muchos

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