“La democracia en América Latina sufre el ataque sistemático del llamado socialismo del siglo XXI, que de socialista no tiene mucho. Son gobiernos que destruyen o anulan las instituciones que preservan la democracia.”
La democracia en Latinoamérica es un pájaro frágil que lucha constantemente por su existencia. Antes fue secuestrada por gobiernos militares, hoy en día es asaltada por exponentes del llamado socialismo latinoamericano del siglo XXI.
El movimiento no tiene nada de socialista, pero sí de autoritarismo y supresión de la democracia. Ni su líder y financista Chávez, ni sus más connotados seguidores, Correa, Morales y Ortega, ejecutan gobiernos socialistas. Más bien son gestiones sin rumbo económico claro, a la voluntad del mandatario.
También comparten buscar el poder absoluto, destruyendo sistemáticamente las instituciones que preservan la democracia, para perpetuarse en el poder y un antiamericanismo visceral, que parece exageración para ganar adeptos, por la impopularidad de EUA en la región.
Las dictaduras militares llegaban por golpes de Estado o elecciones, luego suprimían las libertades y robaban mucho.
La oposición eran partidos a los que se acusaba de comunistas para descalificarlos, estudiantes que eran reprimidos o exiliados. La militar de Argentina desapareció sistemáticamente a millares de opositores, se dice que dejándolos caer desde aviones en alta mar.
Hubo dictaduras suaves, con un aparente juego democrático, un presidente militar sucedía al otro del mismo partido, con elecciones muchas veces amañadas, como el PRI en México.
El Salvador era similar. Cuando la oposición ganó las elecciones en 1972, se montó un fraude evidente y se reprimió a los dirigentes opositores. Aún así, nada tan descarado como en Managua.
Ese fue el disparador de una década de turbulencia social sin precedentes, en la que se formaron los grupos clandestinos que se convirtieron en movimientos guerrilleros y desembocó en el conflicto armado de 12 años. Dos décadas de destrucción nos llevaron al retroceso a que está acostumbrada Latinoamérica. Solo recuperamos los niveles de prosperidad de 1979 hasta recientemente.
Simultáneamente se desarrollaba una de las dictaduras más largas del mundo: la de Castro en Cuba, realmente socialista, que con el apoyo de la entonces comunista URSS pretendió diseminar su revolución por Latinoamérica, fallidamente.
Con la caída del bloque socialista, el mundo adoptó el modelo de los países exitosos, democracia y economía de mercado. En Latinoamérica el abanderado fue Chile, cuyas reformas lo pusieron como el ejemplo de la región. El Salvador fue ejemplo en otra dimensión, superó una cruenta guerra, firmó acuerdos de paz ejemplares, incorporando a la ex guerrilla a la política, sacando al ejército del rol político, único en el mundo.
Algunos gobiernos latinoamericanos son dirigidos por partidos socialistas progresistas, Costa Rica, Panamá, Brasil, Perú, entre otros. Todos siguen la democracia y economía de mercado con diferentes variantes y a todos les va muy bien. Hay progreso, estabilidad, reducción de la pobreza y mejores índices de desarrollo humano.
Argentina es un caso especial. Fiel a su tradición, hoy es gobernada por una pareja populista sin ningún sentido de rumbo de país, altos índices de corrupción en el gobierno central y en las provincias. Nada de socialismo, solo populismo y corrupción.
El nuevo líder “revolucionario” Chávez, caricatura de Fidel Castro con petróleo, un matón hábil que ha logrado paulatinamente acaparar el poder, anunciando que quizá se quede de por vida. Su sueño mesiánico de ser el líder de los países de Latinoamérica en que financia a seguidores y son el peligro es el mayor riesgo que enfrentan las democracias.
Ortega ya fue dictador que ofreció una revolución socialista. En vez de eso, montó un régimen absolutista y una gigantesca piñata, en la que él y los suyos robaron monumentalmente. Perdió temporalmente el poder, pero con arreglos corruptos, “el pacto” con Alemán, siguió cogobernando y enriqueciéndose.
Llegó al poder de nuevo, con un arreglo espúreo con Alemán. Ahora apoya a Chávez en su expresión vocal antiyanqui, pro Chávez. Pero de socialista nada, es utilitario, aseguran nicaragüenses que la mitad de lo que envía Chávez va a sus bolsillos.
Ahora ha cometido un fraude electoral burdo: sacó sus turbas violentas a la calle a proteger el fraude y ahora por decreto trata de validar la elección.
Correa y Ecuador viven del petróleo y Morales de explotar el gas natural, métodos capitalistas. Tienen en común expropiar inversiones extranjeras, como Chávez, o no pagar sus deudas, aun a Brasil, supuestamente amigo. Lo que todos tienen en común es el irrespeto planificado a la libertad, el ataque sistemático a la democracia.
No debe perderse de vista que la región en diferentes versiones tiene la debilidad de no haber podido solucionar los problemas de pobreza y exclusión y eso abona a la amenaza. La democracia sufre un ataque sistemático en América Latina.
La democracia en Latinoamérica es un pájaro frágil que lucha constantemente por su existencia. Antes fue secuestrada por gobiernos militares, hoy en día es asaltada por exponentes del llamado socialismo latinoamericano del siglo XXI.
El movimiento no tiene nada de socialista, pero sí de autoritarismo y supresión de la democracia. Ni su líder y financista Chávez, ni sus más connotados seguidores, Correa, Morales y Ortega, ejecutan gobiernos socialistas. Más bien son gestiones sin rumbo económico claro, a la voluntad del mandatario.
También comparten buscar el poder absoluto, destruyendo sistemáticamente las instituciones que preservan la democracia, para perpetuarse en el poder y un antiamericanismo visceral, que parece exageración para ganar adeptos, por la impopularidad de EUA en la región.
Las dictaduras militares llegaban por golpes de Estado o elecciones, luego suprimían las libertades y robaban mucho.
La oposición eran partidos a los que se acusaba de comunistas para descalificarlos, estudiantes que eran reprimidos o exiliados. La militar de Argentina desapareció sistemáticamente a millares de opositores, se dice que dejándolos caer desde aviones en alta mar.
Hubo dictaduras suaves, con un aparente juego democrático, un presidente militar sucedía al otro del mismo partido, con elecciones muchas veces amañadas, como el PRI en México.
El Salvador era similar. Cuando la oposición ganó las elecciones en 1972, se montó un fraude evidente y se reprimió a los dirigentes opositores. Aún así, nada tan descarado como en Managua.
Ese fue el disparador de una década de turbulencia social sin precedentes, en la que se formaron los grupos clandestinos que se convirtieron en movimientos guerrilleros y desembocó en el conflicto armado de 12 años. Dos décadas de destrucción nos llevaron al retroceso a que está acostumbrada Latinoamérica. Solo recuperamos los niveles de prosperidad de 1979 hasta recientemente.
Simultáneamente se desarrollaba una de las dictaduras más largas del mundo: la de Castro en Cuba, realmente socialista, que con el apoyo de la entonces comunista URSS pretendió diseminar su revolución por Latinoamérica, fallidamente.
Con la caída del bloque socialista, el mundo adoptó el modelo de los países exitosos, democracia y economía de mercado. En Latinoamérica el abanderado fue Chile, cuyas reformas lo pusieron como el ejemplo de la región. El Salvador fue ejemplo en otra dimensión, superó una cruenta guerra, firmó acuerdos de paz ejemplares, incorporando a la ex guerrilla a la política, sacando al ejército del rol político, único en el mundo.
Algunos gobiernos latinoamericanos son dirigidos por partidos socialistas progresistas, Costa Rica, Panamá, Brasil, Perú, entre otros. Todos siguen la democracia y economía de mercado con diferentes variantes y a todos les va muy bien. Hay progreso, estabilidad, reducción de la pobreza y mejores índices de desarrollo humano.
Argentina es un caso especial. Fiel a su tradición, hoy es gobernada por una pareja populista sin ningún sentido de rumbo de país, altos índices de corrupción en el gobierno central y en las provincias. Nada de socialismo, solo populismo y corrupción.
El nuevo líder “revolucionario” Chávez, caricatura de Fidel Castro con petróleo, un matón hábil que ha logrado paulatinamente acaparar el poder, anunciando que quizá se quede de por vida. Su sueño mesiánico de ser el líder de los países de Latinoamérica en que financia a seguidores y son el peligro es el mayor riesgo que enfrentan las democracias.
Ortega ya fue dictador que ofreció una revolución socialista. En vez de eso, montó un régimen absolutista y una gigantesca piñata, en la que él y los suyos robaron monumentalmente. Perdió temporalmente el poder, pero con arreglos corruptos, “el pacto” con Alemán, siguió cogobernando y enriqueciéndose.
Llegó al poder de nuevo, con un arreglo espúreo con Alemán. Ahora apoya a Chávez en su expresión vocal antiyanqui, pro Chávez. Pero de socialista nada, es utilitario, aseguran nicaragüenses que la mitad de lo que envía Chávez va a sus bolsillos.
Ahora ha cometido un fraude electoral burdo: sacó sus turbas violentas a la calle a proteger el fraude y ahora por decreto trata de validar la elección.
Correa y Ecuador viven del petróleo y Morales de explotar el gas natural, métodos capitalistas. Tienen en común expropiar inversiones extranjeras, como Chávez, o no pagar sus deudas, aun a Brasil, supuestamente amigo. Lo que todos tienen en común es el irrespeto planificado a la libertad, el ataque sistemático a la democracia.
No debe perderse de vista que la región en diferentes versiones tiene la debilidad de no haber podido solucionar los problemas de pobreza y exclusión y eso abona a la amenaza. La democracia sufre un ataque sistemático en América Latina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentario: Firmar con su correo electrónico debajo del texto de su comentario para mantener contacto con usted. Los anónimos no serán aceptados. Serán borrados los comentarios que escondan publicidad spam. Los comentarios que no firmen autoría serán borrados.