martes, 2 de septiembre de 2008

* SALZBURGO. PRUEBA SUPERADA: ASÍ RESULTÓ LA NOCHE FINAL DE LA ORQUESTA DE LA JUVENTUD VENEZOLANA SIMÓN BOLÍVAR EN EL FESTIVAL 2008


Sábado 30 de agosto de 2008

De pie y con aplausos por más de 15 minutos, sólo interrumpidos por la batuta de Gustavo Dudamel para poner a sonar los instrumentos de sus muchachos, el público, que llenó el teatro más importante de la ciudad, el Großes Festspielhaus, premió a los músicos venezolanos con "bravos" y una fuerte ovación.

Muchos sacaron sus mejores galas, pues los 120 euros que costaban las entradas en patio lo valían. De traje largo, ellas, y de smoking, ellos, algunos se entremezclaban con otros menos formales en el vestir, pero con el mismo gusto por tomar champaña a 13 euros la copa.

Un grupo de músicos acompañó a los solistas Martha Argerich (piano) y los hermanos Renaud (violín) y Gautier Capuçon (cello), quienes, dirigidos por Dudamel, interpretaron el Triple concierto de Beethoven.

Cuatro veces tuvieron que salir el director y los solistas a recibir los aplausos. El público no se levantó de sus asientos, pero con vítores, durante seis minutos, premió la actuación.

Tras un receso, la tarima de la sala estaba repleta de sillas. Todos los músicos saldrían a escena para interpretar Cuadros de una exposición, de Modest Mussorgski.

Una fuerte ovación de pie obligó al director y a los venezolanos a tres bises. La batuta de Dudamel interrumpió el momento que pintaba con todas las ganas de exceder los cinco minutos.

El Mambo de Bernestein, de la pieza West Side Story, que se ha convertido en un caballito de batalla de Dudamel y sus chicos causó más frenesí. El punto máximo fue cuando los instrumentos comenzaron a danzar en las manos de sus intérpretes uniéndose al melódico bochinche.

Nuevamente el público se levantó para aplaudir. En medio del bullicio, el director larense ubicó a José Antonio Abreu y lo buscó. Los aplausos se incrementaron cuando el maestro subió a la tarima. Fue ovacionado por el público y por los muchachos.

La Marcha Radenski, de Strauss, fue la excusa para que se armara la fiesta. Dudamel comandó a su combo e hizo lo propio con las palmas de los asistentes.

Más locura y otra vez el dire de los rulos pidiendo tranquilidad para cerrar con el último movimiento del Malambo La Estancia, de Ginestera. Más baile en tarima, más cellos danzantes y más gente aplaudiendo y gritando. Pero de nada les valió esta vez. A las afueras del teatro pedían que volvieran pronto.


DE TRAPOS Y MARAVILLAS
Así como muchas desempolvaron sus trapos de gala para ir a aplaudir a los venezolanos, otras prefirieron utilizar su dirndl, el traje típico austríaco. No importa la hora o el lugar, las mujeres de Salzburgo llevan con mucho orgullo su vestido tanto por las calles como al supermercado, a un café o a las fiestas musicales. El caso de Fedora Lisechet fue uno. Ella, por primera vez, fue a ver a la orquesta y quedó "maravillada. Teníamos mucha expectativa por verla y puedo decir que ha sido grandioso". Ese es uno de los rasgos que más llama la atención de los turistas no europeos. Como el de Irene Degwitz, la venezolana que no se pela un año el Festival de Salzburgo. "¿Cómo no iba a venir en esta oportunidad cuando mi orquesta está aquí? Esto ha sido, sencillamente, maravilloso", comentó. También ese fue el calificativo que utilizó el músico de la Sinfónica, Néstor Pardo, quien, a la salida, comentó que tenía cierto temor, "porque nos habían dicho que el público era muy frío. ¡Pero qué va! Esto fue espectacular. Hasta ahora, lo mejor de la gira". Ultimas Noticias

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