*ALFREDO M. CEPERO ESCRIBIÓ: “EL REGRESO DE UN VIEJO FANTASMA “ .
Con la caída del Muro de Berlín en 1989 y la desintegración del ominoso Bloque Soviético muchos líderes del Mundo Occidental dieron por desarticulado el poderío de Moscú y su capacidad para desatar un holocausto nuclear. Por otra parte, la horrenda masacre de septiembre de 2001 dirigió la atención de Washington hacia el peligro del terrorismo desatado por el fundamentalismo islámico. Por primera vez en su historia los Estados Unidos experimentaban en su propio suelo un ataque extranjero donde perdían la vida 3000 civiles inocentes en las Torres Gemelas del Centro Mundial de Comercio en Nueva York. Perdidos en la memoria nacional quedaban no solo los bonzos del Kremlin sino sus testaferros en el mundo hostil a los Estados Unidos como los Castro, los Quadafi, los Ortega, los Mugabe y toda esa fauna de carniceros y tiranos alquilados al antiguo Imperio Soviético. Todo parecía indicar que se había enterrado para siempre el fantasma de la Guerra Fría.
Pero los fantasmas, como los tiranos, insisten en amargarnos la vida y se niegan a desaparecer. Por ese motivo, cables procedentes de Moscú en días recientes trajeron consigo la inquietante noticia de una reactivación de la cooperación cubano-soviética en el campo militar, la cual había concluido con el cierre de la Base Militar de Lourdes en el 2002. Según el periódico Izvestia, Rusia podría comenzar a enviar con regularidad bombarderos de largo alcance del tipo TU-160 y TU-95MC a Cuba en respuesta al proyecto estadunidense de instalar un sistema de escudo antimisiles en Europa del Este. A tal efecto, el profesor de la Universidad de Miami, Jaime Suchlicki, afirmó recientemente que: "Si los rusos deciden operar nuevamente en Cuba y Venezuela, esto representaría un reto para la actual y la futura administración en Washington, tal vez más complicado que la crisis nuclear de 1962''.
De este estado de cosas, los Estados Unidos pueden sacar varias enseñanzas. Entre ellas, entender que la desaparición del Imperio Soviético no quiere decir que se haya arribado a una Pax Americana, donde los designios e intereses de Washington predominaran sobre el resto del mundo sin oposición por otros intereses, países o grupos regionales. Si tenemos en cuenta que la población global se multiplica a un ritmo mucho mas rápido que los recursos naturales disponibles y que el pueblo norteamericano consume una cantidad desproporcionada de estos recursos tenemos la perfecta fórmula para conflictos internacionales y retos a la seguridad de este país. Por lo tanto, los Estados Unidos siempre tendrán enemigos por muchos esfuerzos que realicen para comprar amigos. La cuestión es aceptar la situación y prepararse para enfrentarla.
Y esa preparación para enfrentar los retos debe estar matizada por un verdadero sentido de urgencia; así como por la convicción de que estos retos no pueden ser tolerados y mucho menos ignorados. Los líderes despóticos y totalitarios interpretan la tolerancia como debilidad y la inercia como una licencia para continuar con sus fechorías. La política de tolerancia rayana en apaciguamiento ante la exportación de terrorismo y subversión por la tiranía castrista fue el terreno abonado donde fructificó la semilla que produjo ese monstruo abominable de Hugo Chávez y su retahíla de asnos serviles como los tiranuelos de Ecuador, Bolivia y Nicaragua.
Esta decisión del régimen de La Habana de reactivar su alianza militar con sus antiguos amos soviéticos, ahora rusos, es una apuesta a la continuación de la política de tolerancia e indiferencia por parte de Washington. Por otra parte, a diferencia de su hermano durante la crisis de 1962, el títere que encabeza la sucesión en este momento se siente envalentonado porque, además del todavía respetable poderío militar ruso, cuenta ahora con la riqueza petrolera del obsequioso discípulo bolivariano. Esta es una fórmula que podría resultar desastrosa no sólo para la influencia norteamericana en la región sino para la propia seguridad de los Estados Unidos. Esta vez el fantasma de la guerra fría ha regresado por la ruta de Caracas y de La Habana y recogiendo aliados en el camino. Por lo tanto, los retos y riesgos del Siglo XXI podrían dejar pequeños a los del Siglo XX.
Miami, Florida, USA 7-30-08
Con la caída del Muro de Berlín en 1989 y la desintegración del ominoso Bloque Soviético muchos líderes del Mundo Occidental dieron por desarticulado el poderío de Moscú y su capacidad para desatar un holocausto nuclear. Por otra parte, la horrenda masacre de septiembre de 2001 dirigió la atención de Washington hacia el peligro del terrorismo desatado por el fundamentalismo islámico. Por primera vez en su historia los Estados Unidos experimentaban en su propio suelo un ataque extranjero donde perdían la vida 3000 civiles inocentes en las Torres Gemelas del Centro Mundial de Comercio en Nueva York. Perdidos en la memoria nacional quedaban no solo los bonzos del Kremlin sino sus testaferros en el mundo hostil a los Estados Unidos como los Castro, los Quadafi, los Ortega, los Mugabe y toda esa fauna de carniceros y tiranos alquilados al antiguo Imperio Soviético. Todo parecía indicar que se había enterrado para siempre el fantasma de la Guerra Fría.
Pero los fantasmas, como los tiranos, insisten en amargarnos la vida y se niegan a desaparecer. Por ese motivo, cables procedentes de Moscú en días recientes trajeron consigo la inquietante noticia de una reactivación de la cooperación cubano-soviética en el campo militar, la cual había concluido con el cierre de la Base Militar de Lourdes en el 2002. Según el periódico Izvestia, Rusia podría comenzar a enviar con regularidad bombarderos de largo alcance del tipo TU-160 y TU-95MC a Cuba en respuesta al proyecto estadunidense de instalar un sistema de escudo antimisiles en Europa del Este. A tal efecto, el profesor de la Universidad de Miami, Jaime Suchlicki, afirmó recientemente que: "Si los rusos deciden operar nuevamente en Cuba y Venezuela, esto representaría un reto para la actual y la futura administración en Washington, tal vez más complicado que la crisis nuclear de 1962''.
De este estado de cosas, los Estados Unidos pueden sacar varias enseñanzas. Entre ellas, entender que la desaparición del Imperio Soviético no quiere decir que se haya arribado a una Pax Americana, donde los designios e intereses de Washington predominaran sobre el resto del mundo sin oposición por otros intereses, países o grupos regionales. Si tenemos en cuenta que la población global se multiplica a un ritmo mucho mas rápido que los recursos naturales disponibles y que el pueblo norteamericano consume una cantidad desproporcionada de estos recursos tenemos la perfecta fórmula para conflictos internacionales y retos a la seguridad de este país. Por lo tanto, los Estados Unidos siempre tendrán enemigos por muchos esfuerzos que realicen para comprar amigos. La cuestión es aceptar la situación y prepararse para enfrentarla.
Y esa preparación para enfrentar los retos debe estar matizada por un verdadero sentido de urgencia; así como por la convicción de que estos retos no pueden ser tolerados y mucho menos ignorados. Los líderes despóticos y totalitarios interpretan la tolerancia como debilidad y la inercia como una licencia para continuar con sus fechorías. La política de tolerancia rayana en apaciguamiento ante la exportación de terrorismo y subversión por la tiranía castrista fue el terreno abonado donde fructificó la semilla que produjo ese monstruo abominable de Hugo Chávez y su retahíla de asnos serviles como los tiranuelos de Ecuador, Bolivia y Nicaragua.
Esta decisión del régimen de La Habana de reactivar su alianza militar con sus antiguos amos soviéticos, ahora rusos, es una apuesta a la continuación de la política de tolerancia e indiferencia por parte de Washington. Por otra parte, a diferencia de su hermano durante la crisis de 1962, el títere que encabeza la sucesión en este momento se siente envalentonado porque, además del todavía respetable poderío militar ruso, cuenta ahora con la riqueza petrolera del obsequioso discípulo bolivariano. Esta es una fórmula que podría resultar desastrosa no sólo para la influencia norteamericana en la región sino para la propia seguridad de los Estados Unidos. Esta vez el fantasma de la guerra fría ha regresado por la ruta de Caracas y de La Habana y recogiendo aliados en el camino. Por lo tanto, los retos y riesgos del Siglo XXI podrían dejar pequeños a los del Siglo XX.
Miami, Florida, USA 7-30-08
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