*SIXTO MEDINA ESCRIBIÓ EN EL VESPERTINO EL MUNDO DE CARACAS VENEZUELA: “VENEZUELA: UNA DURA ETAPA DE PRUEBA”
Martes 8 de julio de 2008
'¿QUÉ PASA CON LA UNIDAD DE LA OPOSICIÓN PARA LA ESCOGENCIA DE LOS CANDIDATOS UNITARIOS? LA GENTE SIGUE ESPERANDO, PERO COMIENZA A ENOJARSE'. ASÍ ESCRIBE MEDINA EN SU COLUMNA DE HOY.
El gobierno de una república está a cargo del oficialismo y de la oposición, ambos comparten la responsabilidad de encauzar al país por la senda del progreso y del crecimiento. La oposición debe aportar ideas y propuestas para corregir aquellos aspectos de la gestión pública que no estén funcionando correctamente. Y tiene el deber, además, de poner límites a cualquier extralimitación de quienes conducen los más altos poderes del Estado.
El sistema republicano orbita alrededor del principio de la división de poderes, que no se basa en un dogma artificial, sino que parte de la convicción de que la única manera de asegurar la preservación de los derechos individuales y de las libertades generales y particulares reside en la garantía de que nadie -absolutamente nadie- habrá de ejercer la suma del poder público.
Al cabo de 10 años, duele decirlo, que Venezuela atraviesa una dura etapa de prueba, a la oposición no se le reconoce su elemental derecho a intervenir legalmente en la vida del país a través de sus organismos políticos, porque no hay el propósito declarado de contribuir a una verdadera democracia, hay un liderazgo personal que escamotea la verdad, e incurre en una peligrosa equivocación: ha vivido del acierto inicial con resultados de su ejercicio excluyente que terminan por sembrar la indiferencia. La Venezuela que estudia lo sabe, y la otra Venezuela lo intuye, porque aunque no sabe leer le escriben que el arte de gobernar es tolerancia, pluralismo, flexibilidad, espíritu de compromiso, diálogo esclarecido entre el magistrado y el pueblo.
El pueblo venezolano ansía que la tradición civilista que se inició con José María Vargas, que tuvo sus manifestaciones transitorias con Pedro Gual, con Rojas Paúl, por escasos nueve meses con Rómulo Gallegos y que se recobró el 23 de enero de 1958, continué. Debe impedirse que gane entonces proselitismo la tesis de los teóricos y doctrinarios del despotismo, según la cual, un país como el nuestro no puede ser regido y gobernado sino con los métodos más drásticos.
En el contexto descrito, la oposición debe dar muestras de que está a la altura de las circunstancias de su patria y de las necesidades de su pueblo. Muchas veces nuestra historia nacional ha caído en profundidades insondables por la confusión de ciertas personas con responsabilidad política respecto de la evaluación de los temas relevantes. Muchas veces, el creerse indispensable o el considerar que sólo el grupo de pertenencia debe disponer del poder, han llevado a que el sistema entre en crisis con consecuencias funestas para la comunidad. En esos casos, ciertas fuerzas políticas o ciertos líderes que representan un sector importante de la comunidad, por falta de amplitud de miras, no cumplieron debidamente con su deber para con el país. Hay momentos históricos que muestran una gran desintegración política. Ese fenómeno se advierte hoy en nuestro país ¿Qué pasa con la unidad de la oposición para la escogencia de los candidatos unitarios? La gente sigue esperando, pero comienza a enojarse. Superar los problemas que deben existir con los precandidatos a gobernadores y alcaldes; restablecer cierta organicidad en el escenario político es, en estos momentos, una obligación cívica fundamental. Ese paso debería darse por consenso, tomando en cuenta los resultados de la consulta a la población, es una manera de la participación democrática.
Pero hay algo más. Surgen dos preguntas: ¿Son recomendables las inhabilitaciones como las decidió el contralor general de la República? ¿Hacen bien a la sociedad y al sistema? Por supuesto que no. Se trata de postrar a un país. Ese mandado que ejecuta el contralor es un procedimiento discriminatorio, encierra los más perversos elementos que por los siglos han humillado y acosado a la humanidad.
sxmed@hotmail.com
Martes 8 de julio de 2008
'¿QUÉ PASA CON LA UNIDAD DE LA OPOSICIÓN PARA LA ESCOGENCIA DE LOS CANDIDATOS UNITARIOS? LA GENTE SIGUE ESPERANDO, PERO COMIENZA A ENOJARSE'. ASÍ ESCRIBE MEDINA EN SU COLUMNA DE HOY.
El gobierno de una república está a cargo del oficialismo y de la oposición, ambos comparten la responsabilidad de encauzar al país por la senda del progreso y del crecimiento. La oposición debe aportar ideas y propuestas para corregir aquellos aspectos de la gestión pública que no estén funcionando correctamente. Y tiene el deber, además, de poner límites a cualquier extralimitación de quienes conducen los más altos poderes del Estado.
El sistema republicano orbita alrededor del principio de la división de poderes, que no se basa en un dogma artificial, sino que parte de la convicción de que la única manera de asegurar la preservación de los derechos individuales y de las libertades generales y particulares reside en la garantía de que nadie -absolutamente nadie- habrá de ejercer la suma del poder público.
Al cabo de 10 años, duele decirlo, que Venezuela atraviesa una dura etapa de prueba, a la oposición no se le reconoce su elemental derecho a intervenir legalmente en la vida del país a través de sus organismos políticos, porque no hay el propósito declarado de contribuir a una verdadera democracia, hay un liderazgo personal que escamotea la verdad, e incurre en una peligrosa equivocación: ha vivido del acierto inicial con resultados de su ejercicio excluyente que terminan por sembrar la indiferencia. La Venezuela que estudia lo sabe, y la otra Venezuela lo intuye, porque aunque no sabe leer le escriben que el arte de gobernar es tolerancia, pluralismo, flexibilidad, espíritu de compromiso, diálogo esclarecido entre el magistrado y el pueblo.
El pueblo venezolano ansía que la tradición civilista que se inició con José María Vargas, que tuvo sus manifestaciones transitorias con Pedro Gual, con Rojas Paúl, por escasos nueve meses con Rómulo Gallegos y que se recobró el 23 de enero de 1958, continué. Debe impedirse que gane entonces proselitismo la tesis de los teóricos y doctrinarios del despotismo, según la cual, un país como el nuestro no puede ser regido y gobernado sino con los métodos más drásticos.
En el contexto descrito, la oposición debe dar muestras de que está a la altura de las circunstancias de su patria y de las necesidades de su pueblo. Muchas veces nuestra historia nacional ha caído en profundidades insondables por la confusión de ciertas personas con responsabilidad política respecto de la evaluación de los temas relevantes. Muchas veces, el creerse indispensable o el considerar que sólo el grupo de pertenencia debe disponer del poder, han llevado a que el sistema entre en crisis con consecuencias funestas para la comunidad. En esos casos, ciertas fuerzas políticas o ciertos líderes que representan un sector importante de la comunidad, por falta de amplitud de miras, no cumplieron debidamente con su deber para con el país. Hay momentos históricos que muestran una gran desintegración política. Ese fenómeno se advierte hoy en nuestro país ¿Qué pasa con la unidad de la oposición para la escogencia de los candidatos unitarios? La gente sigue esperando, pero comienza a enojarse. Superar los problemas que deben existir con los precandidatos a gobernadores y alcaldes; restablecer cierta organicidad en el escenario político es, en estos momentos, una obligación cívica fundamental. Ese paso debería darse por consenso, tomando en cuenta los resultados de la consulta a la población, es una manera de la participación democrática.
Pero hay algo más. Surgen dos preguntas: ¿Son recomendables las inhabilitaciones como las decidió el contralor general de la República? ¿Hacen bien a la sociedad y al sistema? Por supuesto que no. Se trata de postrar a un país. Ese mandado que ejecuta el contralor es un procedimiento discriminatorio, encierra los más perversos elementos que por los siglos han humillado y acosado a la humanidad.
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