*COLOMBIA: “LO DESCONOCIDO DE LA OPERACIÓN JAQUE Y LOS DETALLES”
EL TIEMPO reconstruye paso a paso cómo se planeó y ejecutó la cinematográfica operación que permitió la liberación de 15 secuestrados, entre ellos Ingrid Betancourt.
El ‘guión’ del golpe con el que el Ejército les quitó a las Farc a 15 de los rehenes del intercambio humanitario, llegó al general Mario Montoya a las 8 de la mañana del domingo primero de junio.
Ese día, el general recibió en el Comando del Ejército a tres hombres de inteligencia de su entera confianza que le llevaban noticias de los secuestrados en manos de las Farc. El pretexto de la reunión era revisar unas cartografías de la zona por donde se estaban moviendo tropas de la V División. Sin embargo, lo que cargaban los oficiales en sus fólderes era una historia que parecía sacada de una película de Steven Spielberg.
Para ese momento llevaban un mes planeando el rescate de Íngrid Betancourt, los tres estadounidenses y un grupo de militares y policías que estaban plenamente ubicados en las selvas del Guaviare. Montoya los escuchó atentamente.
“Teníamos fe y aunque sonara descabellada la propuesta, la habíamos analizado tantas veces de día y de noche que para nosotros no cabía la menor duda de que funcionaría cuenta uno de los autores intelectuales del mayor golpe a las Farc en su historia. Pero ya no dependía de nosotros, la palabra final la tenía el Presidente”.
Esa misma tarde del primero de junio Montoya pidió hablar con el alto mando en la sala de inteligencia del Comando General, donde expuso el plan al general Freddy Padilla De León, Comandante de las Fuerzas Militares. Del asombro y la desconfianza, tras las explicaciones de los oficiales, se pasó a la expectativa. El general Padilla lo aprobó y luego se lo presentó al ministro Juan Manuel Santos.
“Desde ese momento lo fuimos perfeccionando y acordamos ciertas reglas para seguir hablando de su ejecución”. Las reuniones se hicieron en recintos diferentes, con celulares apagados y con la radio o la televisión a mucho volumen, para evitar oídos indiscretos.
“Escogimos tres ceremonias militares entre el 4 y el 20 de junio para no levantar algún tipo de sospecha. A nosotros también nos podían tener infiltrados”, cuenta el oficial.
Se decidió que la operación necesitaría un grupo de 13 personas: cuatro tripulantes del helicóptero, cinco supuestos delegados de la misión humanitaria, un médico, un enfermero y un falso equipo periodístico integrado por camarógrafo y periodista.
En el transcurso de esos días hubo cuatro reuniones más y el 9 de junio, cuando era claro que había una alta posibilidad de concentrar a tres grupos de secuestrados, según el mensaje que había hecho llegar el militar infiltrado en la guerrilla, se decidió el equipo de 9 oficiales y suboficiales que viajarían a la zona (más los cuatro de la tripulación).
“Inicialmente no contemplamos mujeres en el grupo, pero revisamos los videos de las liberaciones unilaterales de enero y febrero y siempre hubo una. Eso les daría confianza. El alto mando determinó que la mayoría de hombres tenían que ser de inteligencia militar y que no irían armas dentro del helicóptero, porque la guerrilla podía hacer requisa y todo se iría a pique. Íbamos armados de valor y fe”, dice el hombre, que aún se emociona con el relato.
Dos del grupo eran comandos altamente entrenados para el combate y con especialidad también en inteligencia militar.
“Aquí no valía el arma que lleváramos o la destreza para disparar sino el feeling que tuviéramos para convencer a los guerrilleros, sobre todo a ‘César’, de que éramos en realidad de una misión humanitaria. También diseñamos unos logos para los chalecos que llevaban los de la misión y los supuestos periodistas”.
La tarea del infiltrado
Mientras en Bogotá se ultimaban detalles en la selección del personal y se revisaban los puntos que había que fortalecer, en el Guaviare uno de los infiltrados hacía una travesía para llegar hasta el campamento de ‘César’ y entregarle el supuesto mensaje de ‘Alfonso Cano’, máximo jefe de las Farc.
Allí, cerca de la reserva natural de Tomachipán, oriente del corregimiento de La Paz, el jefe guerrillero esperaba al emisario del secretariado, el mismo correo humano que semanas atrás le había entregado a ‘César’ la supuesta razón del ‘Mono Jojoy’ según la cual “habían logrado hacer un extraordinario contacto con una organización humanitaria de uno de los países europeos amigos”.
El correo humano, que en verdad era un militar que se infiltró con otro compañero a través de un contacto cuya identidad es un secreto de confesión para el Ejército, llegó la tercera semana de junio con el supuesto visto bueno de ‘Cano’. Para simular que en verdad había conversado con los líderes guerrilleros, tardaba en llegar al campamento de ‘César’ la cantidad de días que por lo general se toman los verdaderos emisarios de las Farc en entregar mensajes.
“Palabras más, palabras menos, el mensaje fue que el camarada estaba de acuerdo con el planteamiento, que le parecía un gran gesto de los países amigos hacer esa gestión para llevar a los secuestrados hasta su campamento y que eso abriría una puerta para el intercambio humanitario y la libertad de ‘Sonia’ y ‘Simón’. Que se debía hacer, con todas las garantías y medidas de seguridad”, cuenta el oficial.
El miedo a ’salir a la radio’, que persigue a los frentes de las Farc desde los bombardeos que acabaron con ‘Acacio’ y ‘Raúl Reyes’, fue fundamental. En la zona del Meta donde supuestamente está el ‘Mono Jojoy’ hubo una intensa actividad militar, precisamente para evitar que el jefe de ‘César” pudiera comunicarse con su jefe y estropear el plan.
‘César’ ya tenía el mensaje, ahora tenía que ejecutar la supuesta orden de ‘Cano’. Para ese momento ya había empezado el movimiento de uno de los grupos de secuestrados, en el que estaban los estadounidenses Marc Gonsalves, Thomas Howes y Keith Stansell. Posteriormente arrancó el desplazamiento de los demás.
“Mientras tanto, con el visto bueno del Presidente, el grupo ya seleccionado de militares empezó una concentración. Entramos en un acuartelamiento de primer grado cuenta la fuente. Lo primero que hicimos fue una promesa de honor de mantener bajo reserva toda la operación y la bautizamos Jaque. Al mismo tiempo arrancamos las clases de teatro. Cada uno, como en una obra, recibió su papel.
“Por lo general, las misiones humanitarias tienen europeos y en esta en especial queríamos dejar la sensación a las Farc de que entendíamos su postura frente al conflicto, por eso dos de los hombres llevaron camisetas del Che Guevara. El médico, que en realidad era un médico militar y la enfermera (una de las más destacadas agentes de inteligencia) también recibieron una instrucción especial de cómo comportarse”.
Para el sábado 27 de junio se entró en la etapa final de Jaque. Fueron escogidos los helicópteros y sus tripulaciones: los mejores pilotos de la Aviación del Ejército.
El lunes 30, que era festivo, el ministro Santos y los generales Padilla y Montoya le echaron una última revisión a la operación, se dio la orden de pintar las aeronaves de blanco con una franja roja y entrar en alerta máxima.
“El martes primero de julio ensayamos nuevamente toda la acción: el momento del aterrizaje, el encuentro con ‘César’ y sus hombres, lo que cada uno debía hacer y decir, las posiciones que se debían ocupar dentro del helicóptero, cómo hablarles a los secuestrados, sin un solo milímetro de emoción, las esposas plásticas para evitar inconvenientes y lo más duro: qué íbamos a hacer si la guerrilla descubría el plan”, dice.
Esta semana llegaron a pensar que todo estaba saliendo tan perfecto que la guerrilla tal vez se había percatado del engaño y solo esperaría que el helicóptero aterrizara para atacarlos.
El martes en la noche el Ministro y el general Padilla decidieron que el día ‘D’ era el miércoles 2 de julio, a las 05:00 horas. Ya no había tiempo para más entrenamiento o modificaciones. La suerte estaba echada y los 13 militares solo estarían escoltados por un helicóptero similar que también hacía parte de la falsa misión humanitaria.
El propio comandante del Ejército viajó al sitio de concentración entre Villavicencio y San José del Guaviare. En la madrugada se reunió con sus hombres y en un momento que todos califican como dramático y solemne a la vez leyeron el libro de Los Hechos de la Biblia. El pasaje no podía ser mejor: ese en el que Pedro es rescatado por un ángel y pasa por entre los guardias que lo tienen preso sin que ellos se den cuenta: “Ahora me doy cuenta realmente de que el Señor ha enviado su ángel y me ha arrancado de las manos de Herodes”.
“Ustedes saben que este puede ser un viaje sin retorno. Nos vamos con la Virgen y los ángeles”. Con esas palabras se embarcaron en el helicóptero y partieron hacia la selva a traer a los secuestrados de regreso.
“Lo que viene después está lleno de emoción, de miedo también y una profunda alegría. Primero, cuando los vimos desde el aire, reunidos en un grupo, con sus morrales mirando el helicóptero.
“Luego, cuando descendimos, los que eran ‘periodistas’ empezaron a hablarles a los secuestrados, pusieron mucha resistencia para ponerles las esposas y al final por uno de los estadounidenses accedieron. Fueron interminables minutos.
Teníamos que salir de allí en menos de 7 minutos y mientras abordaban y hablaba ‘Cesar’ pasaron 22. Cuando se cerró la puerta y se neutralizó a los dos guerrilleros ellos quedaron libres y creo que nosotros también”, concluye el oficial.
JINETH BEDOYA LIMA
REDACCIÓN JUSTICIA
EL TIEMPO reconstruye paso a paso cómo se planeó y ejecutó la cinematográfica operación que permitió la liberación de 15 secuestrados, entre ellos Ingrid Betancourt.
El ‘guión’ del golpe con el que el Ejército les quitó a las Farc a 15 de los rehenes del intercambio humanitario, llegó al general Mario Montoya a las 8 de la mañana del domingo primero de junio.
Ese día, el general recibió en el Comando del Ejército a tres hombres de inteligencia de su entera confianza que le llevaban noticias de los secuestrados en manos de las Farc. El pretexto de la reunión era revisar unas cartografías de la zona por donde se estaban moviendo tropas de la V División. Sin embargo, lo que cargaban los oficiales en sus fólderes era una historia que parecía sacada de una película de Steven Spielberg.
Para ese momento llevaban un mes planeando el rescate de Íngrid Betancourt, los tres estadounidenses y un grupo de militares y policías que estaban plenamente ubicados en las selvas del Guaviare. Montoya los escuchó atentamente.
“Teníamos fe y aunque sonara descabellada la propuesta, la habíamos analizado tantas veces de día y de noche que para nosotros no cabía la menor duda de que funcionaría cuenta uno de los autores intelectuales del mayor golpe a las Farc en su historia. Pero ya no dependía de nosotros, la palabra final la tenía el Presidente”.
Esa misma tarde del primero de junio Montoya pidió hablar con el alto mando en la sala de inteligencia del Comando General, donde expuso el plan al general Freddy Padilla De León, Comandante de las Fuerzas Militares. Del asombro y la desconfianza, tras las explicaciones de los oficiales, se pasó a la expectativa. El general Padilla lo aprobó y luego se lo presentó al ministro Juan Manuel Santos.
“Desde ese momento lo fuimos perfeccionando y acordamos ciertas reglas para seguir hablando de su ejecución”. Las reuniones se hicieron en recintos diferentes, con celulares apagados y con la radio o la televisión a mucho volumen, para evitar oídos indiscretos.
“Escogimos tres ceremonias militares entre el 4 y el 20 de junio para no levantar algún tipo de sospecha. A nosotros también nos podían tener infiltrados”, cuenta el oficial.
Se decidió que la operación necesitaría un grupo de 13 personas: cuatro tripulantes del helicóptero, cinco supuestos delegados de la misión humanitaria, un médico, un enfermero y un falso equipo periodístico integrado por camarógrafo y periodista.
En el transcurso de esos días hubo cuatro reuniones más y el 9 de junio, cuando era claro que había una alta posibilidad de concentrar a tres grupos de secuestrados, según el mensaje que había hecho llegar el militar infiltrado en la guerrilla, se decidió el equipo de 9 oficiales y suboficiales que viajarían a la zona (más los cuatro de la tripulación).
“Inicialmente no contemplamos mujeres en el grupo, pero revisamos los videos de las liberaciones unilaterales de enero y febrero y siempre hubo una. Eso les daría confianza. El alto mando determinó que la mayoría de hombres tenían que ser de inteligencia militar y que no irían armas dentro del helicóptero, porque la guerrilla podía hacer requisa y todo se iría a pique. Íbamos armados de valor y fe”, dice el hombre, que aún se emociona con el relato.
Dos del grupo eran comandos altamente entrenados para el combate y con especialidad también en inteligencia militar.
“Aquí no valía el arma que lleváramos o la destreza para disparar sino el feeling que tuviéramos para convencer a los guerrilleros, sobre todo a ‘César’, de que éramos en realidad de una misión humanitaria. También diseñamos unos logos para los chalecos que llevaban los de la misión y los supuestos periodistas”.
La tarea del infiltrado
Mientras en Bogotá se ultimaban detalles en la selección del personal y se revisaban los puntos que había que fortalecer, en el Guaviare uno de los infiltrados hacía una travesía para llegar hasta el campamento de ‘César’ y entregarle el supuesto mensaje de ‘Alfonso Cano’, máximo jefe de las Farc.
Allí, cerca de la reserva natural de Tomachipán, oriente del corregimiento de La Paz, el jefe guerrillero esperaba al emisario del secretariado, el mismo correo humano que semanas atrás le había entregado a ‘César’ la supuesta razón del ‘Mono Jojoy’ según la cual “habían logrado hacer un extraordinario contacto con una organización humanitaria de uno de los países europeos amigos”.
El correo humano, que en verdad era un militar que se infiltró con otro compañero a través de un contacto cuya identidad es un secreto de confesión para el Ejército, llegó la tercera semana de junio con el supuesto visto bueno de ‘Cano’. Para simular que en verdad había conversado con los líderes guerrilleros, tardaba en llegar al campamento de ‘César’ la cantidad de días que por lo general se toman los verdaderos emisarios de las Farc en entregar mensajes.
“Palabras más, palabras menos, el mensaje fue que el camarada estaba de acuerdo con el planteamiento, que le parecía un gran gesto de los países amigos hacer esa gestión para llevar a los secuestrados hasta su campamento y que eso abriría una puerta para el intercambio humanitario y la libertad de ‘Sonia’ y ‘Simón’. Que se debía hacer, con todas las garantías y medidas de seguridad”, cuenta el oficial.
El miedo a ’salir a la radio’, que persigue a los frentes de las Farc desde los bombardeos que acabaron con ‘Acacio’ y ‘Raúl Reyes’, fue fundamental. En la zona del Meta donde supuestamente está el ‘Mono Jojoy’ hubo una intensa actividad militar, precisamente para evitar que el jefe de ‘César” pudiera comunicarse con su jefe y estropear el plan.
‘César’ ya tenía el mensaje, ahora tenía que ejecutar la supuesta orden de ‘Cano’. Para ese momento ya había empezado el movimiento de uno de los grupos de secuestrados, en el que estaban los estadounidenses Marc Gonsalves, Thomas Howes y Keith Stansell. Posteriormente arrancó el desplazamiento de los demás.
“Mientras tanto, con el visto bueno del Presidente, el grupo ya seleccionado de militares empezó una concentración. Entramos en un acuartelamiento de primer grado cuenta la fuente. Lo primero que hicimos fue una promesa de honor de mantener bajo reserva toda la operación y la bautizamos Jaque. Al mismo tiempo arrancamos las clases de teatro. Cada uno, como en una obra, recibió su papel.
“Por lo general, las misiones humanitarias tienen europeos y en esta en especial queríamos dejar la sensación a las Farc de que entendíamos su postura frente al conflicto, por eso dos de los hombres llevaron camisetas del Che Guevara. El médico, que en realidad era un médico militar y la enfermera (una de las más destacadas agentes de inteligencia) también recibieron una instrucción especial de cómo comportarse”.
Para el sábado 27 de junio se entró en la etapa final de Jaque. Fueron escogidos los helicópteros y sus tripulaciones: los mejores pilotos de la Aviación del Ejército.
El lunes 30, que era festivo, el ministro Santos y los generales Padilla y Montoya le echaron una última revisión a la operación, se dio la orden de pintar las aeronaves de blanco con una franja roja y entrar en alerta máxima.
“El martes primero de julio ensayamos nuevamente toda la acción: el momento del aterrizaje, el encuentro con ‘César’ y sus hombres, lo que cada uno debía hacer y decir, las posiciones que se debían ocupar dentro del helicóptero, cómo hablarles a los secuestrados, sin un solo milímetro de emoción, las esposas plásticas para evitar inconvenientes y lo más duro: qué íbamos a hacer si la guerrilla descubría el plan”, dice.
Esta semana llegaron a pensar que todo estaba saliendo tan perfecto que la guerrilla tal vez se había percatado del engaño y solo esperaría que el helicóptero aterrizara para atacarlos.
El martes en la noche el Ministro y el general Padilla decidieron que el día ‘D’ era el miércoles 2 de julio, a las 05:00 horas. Ya no había tiempo para más entrenamiento o modificaciones. La suerte estaba echada y los 13 militares solo estarían escoltados por un helicóptero similar que también hacía parte de la falsa misión humanitaria.
El propio comandante del Ejército viajó al sitio de concentración entre Villavicencio y San José del Guaviare. En la madrugada se reunió con sus hombres y en un momento que todos califican como dramático y solemne a la vez leyeron el libro de Los Hechos de la Biblia. El pasaje no podía ser mejor: ese en el que Pedro es rescatado por un ángel y pasa por entre los guardias que lo tienen preso sin que ellos se den cuenta: “Ahora me doy cuenta realmente de que el Señor ha enviado su ángel y me ha arrancado de las manos de Herodes”.
“Ustedes saben que este puede ser un viaje sin retorno. Nos vamos con la Virgen y los ángeles”. Con esas palabras se embarcaron en el helicóptero y partieron hacia la selva a traer a los secuestrados de regreso.
“Lo que viene después está lleno de emoción, de miedo también y una profunda alegría. Primero, cuando los vimos desde el aire, reunidos en un grupo, con sus morrales mirando el helicóptero.
“Luego, cuando descendimos, los que eran ‘periodistas’ empezaron a hablarles a los secuestrados, pusieron mucha resistencia para ponerles las esposas y al final por uno de los estadounidenses accedieron. Fueron interminables minutos.
Teníamos que salir de allí en menos de 7 minutos y mientras abordaban y hablaba ‘Cesar’ pasaron 22. Cuando se cerró la puerta y se neutralizó a los dos guerrilleros ellos quedaron libres y creo que nosotros también”, concluye el oficial.
JINETH BEDOYA LIMA
REDACCIÓN JUSTICIA
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