*TEÓDULO LÓPEZ MELÉNDEZ ESCRIBE : “EL ZARPAZO”
Miércoles, 23 abril 2008
Están equivocados: Chávez no anda amenazando a los del PSUV con expulsiones si se lanzan de candidatos porque quiera mantener la cohesión interna, evitar anarquías contraproducentes, impedir resquebrajamientos. Lo hace porque entre las posibilidades que maneja está la suspensión de las elecciones regionales y no quiere que entre sus propios partidarios el clima electoral haga presa.
Chávez aprendió la lección del 2 de diciembre y no está dispuesto a ir mansamente a elecciones que pierda. Lo único que a Chávez le interesa es su presidencia perpetua y por ello diseña el zarpazo final, uno que no tiene fecha, uno para el cual se prepara meticulosamente y del cual no podemos saber si me materializará con motivo de las elecciones regionales.
Juega varias cartas a la vez nuestro astuto presidente: paralelamente adelanta la modificación de leyes para despojar a los gobernadores de competencias, para dejarlos como bebés en el limbo, para atarlos (a los de oposición que ganen) a una silla eléctrica donde sus competencias estén reducidas a las de un contable que lleva los libros rituales de la administración sin poder intervenir en ella.
Con esa carta en la mano sopesa, al mismo tiempo, si las elecciones serán aplazadas. Es bastante probable que lo haga. Jugará a la misma estrategia que con el referéndum revocatorio: darle largas. Los motivos no hay que inventarlos, para eso se controlan todos los poderes. Podrá decirse que el CNE tiene serios problemas técnicos o la Sala Constitucional del inefable TSJ asegurar que esos no son los lapsos. De manera que puede aplazar por algunos meses, a la espera que la misión “13 de abril” cumpla su cometido de dinero inyectado con la prolijidad de una dosis de morfina aplicada a un sujeto víctima de los dolores.
Llegado el momento estudiará si da el zarpazo. Si después del aplazamiento las cosas no funcionan se resignará a tener unos eunucos en las gobernaciones y en las alcaldías. Para el gobierno el escenario ideal es que todo vaya bien y no recurrir a la triquiñuela del aplazamiento, pero esa opción es complicada y difícil. De manera que el gobierno desarrolla todas sus estratagemas al mismo tiempo. Estos precandidatos que pululan como tarabitas no saben lo que hacen: andan en campaña muchos meses antes. Eso no lo aguanta nadie, ni en recursos económicos ni en administración del tiempo ni en energía personal. Ese desgaste será consecuencia del aplazamiento, mientras los alegres aspirantes tienen hasta cuñas de televisión. ¿Se dan cuenta los amables lectores que el eficiente CNE no ha prohibido la propaganda electoral para una campaña que no se ha abierto? Por supuesto que no, hay que dejarlos que gasten recursos y energías y que cansen al electorado, porque cuando llegue el momento la población estará hastiada, ahíta de candidaturitis.
No estoy en una posición abstencionista, nada de eso. Libré una dura batalla de convencimiento para que la gente fuera a votar el 2 de diciembre y sería una estupidez mayor permitir que el abstencionismo que comienza de nuevo a manifestarse (otra estrategia paralela del régimen) conllevara a quedarse en la casa en la hipotética fecha de las elecciones regionales. Lo que advierto es que no estamos frente a un golpe de Estado, sino frente a una sucesión ininterrumpida de pequeños golpes de Estado. Participar en unas elecciones debe formar parte de una estrategia completa, no convertir la participación electoral en la estrategia. Y la estrategia debe tener presente que el zarpazo llegará tarde o temprano, cuando el ocupante de Miraflores crea que es el momento de resolver el problema fastidioso de elecciones que impidan su permanencia eterna en el poder.
Si vemos bien, la única conclusión posible es que la inefable oposición no sabe lo que hace. Sorpresivamente -y desde Panamá- Raúl Isaías Baduel ha vuelto a plantear el tema crucial de la convocatoria a una Asamblea Constituyente. Si leemos lo que la extrema sifrina escribe en los foros de algunas páginas web llegaremos a concluir que esa posibilidad no tiene futuro. Los extremistas sifrinos (ya he dicho en varias ocasiones que son una variante de la extrema derecha) dicen las peores barbaridades, pero una me llama la atención: “No señor, la Constitución actual se debe quedar en donde está”. ¿Cuál Constitución? Este gobierno la viola todos los días con su serie ininterrumpida de pequeños golpes de Estado. Por lo demás, la exigencia de Baduel de unidad total sobre este propósito choca frontalmente con el electoralismo desatado. ¿Pedir a los candidatos que descuiden sus bellas campañas electorales, que incluyen celebraciones de aniversarios matrimoniales en la Plaza Bolívar, en aras de una salida posible al caos actual? De manera que la propuesta de Baduel, digna de ser considerada con absoluta seriedad, quedará como un testimonio de un hombre lúcido. Mientras tanto, los extremistas sifrinos alegan que esa propuesta viene de un militar y que más nunca se quiere uno, al mismo tiempo que prenden velas para que se produzca un alzamiento cuartelario y un sargento cualquiera saque a Chávez de Miraflores a cañonazos. “Cosas veredes, Sancho”, mientras nos preparamos para gobernar a las Islas de Barataria en que quedarán convertidas gobernaciones y alcaldías.
Al mismo tiempo recibo numerosos correos electrónicos (casi en su totalidad de mujeres) sobre mi texto anterior, “Artículo que oyó a la gente”. Todos tienen la palabra “miedo”. Si mis oídos siguen funcionando bien, y mis ojos también, lo que los lectores dicen (no esas bazofias que los extremistas sifrinos ponen desde sus inmaculados teclados en una calistenia atosigante, por oposición a los lectores conscientes que escriben allí, que merecen todo el respeto), pues debo concluir que el gobierno también ha logrado otro objetivo paralelo: mantener aterrorizada a la población. Una encuesta en el estado Bolívar sobre precandidatos da en primer lugar al miedo.
El zarpazo, se trata de un zarpazo. No pido a la oposición inacción, todo lo contrario, lo que le pido es acción. El amontonamiento de pequeños golpes de Estado hará un gran golpe de Estado, si es que las leyes elementales de la física siguen vigentes, pues bien podría el gobierno cambiarlas y decidir, por ejemplo, que la de la gravedad es un invento del imperio. Lo repito: participar en unas elecciones debe ser parte de una estrategia, no la estrategia.
Hace unos días murió el creador de la Teoría del Caos. Lo que tenemos delante en la política venezolana es Caos, no Teoría.
Miércoles, 23 abril 2008
Están equivocados: Chávez no anda amenazando a los del PSUV con expulsiones si se lanzan de candidatos porque quiera mantener la cohesión interna, evitar anarquías contraproducentes, impedir resquebrajamientos. Lo hace porque entre las posibilidades que maneja está la suspensión de las elecciones regionales y no quiere que entre sus propios partidarios el clima electoral haga presa.
Chávez aprendió la lección del 2 de diciembre y no está dispuesto a ir mansamente a elecciones que pierda. Lo único que a Chávez le interesa es su presidencia perpetua y por ello diseña el zarpazo final, uno que no tiene fecha, uno para el cual se prepara meticulosamente y del cual no podemos saber si me materializará con motivo de las elecciones regionales.
Juega varias cartas a la vez nuestro astuto presidente: paralelamente adelanta la modificación de leyes para despojar a los gobernadores de competencias, para dejarlos como bebés en el limbo, para atarlos (a los de oposición que ganen) a una silla eléctrica donde sus competencias estén reducidas a las de un contable que lleva los libros rituales de la administración sin poder intervenir en ella.
Con esa carta en la mano sopesa, al mismo tiempo, si las elecciones serán aplazadas. Es bastante probable que lo haga. Jugará a la misma estrategia que con el referéndum revocatorio: darle largas. Los motivos no hay que inventarlos, para eso se controlan todos los poderes. Podrá decirse que el CNE tiene serios problemas técnicos o la Sala Constitucional del inefable TSJ asegurar que esos no son los lapsos. De manera que puede aplazar por algunos meses, a la espera que la misión “13 de abril” cumpla su cometido de dinero inyectado con la prolijidad de una dosis de morfina aplicada a un sujeto víctima de los dolores.
Llegado el momento estudiará si da el zarpazo. Si después del aplazamiento las cosas no funcionan se resignará a tener unos eunucos en las gobernaciones y en las alcaldías. Para el gobierno el escenario ideal es que todo vaya bien y no recurrir a la triquiñuela del aplazamiento, pero esa opción es complicada y difícil. De manera que el gobierno desarrolla todas sus estratagemas al mismo tiempo. Estos precandidatos que pululan como tarabitas no saben lo que hacen: andan en campaña muchos meses antes. Eso no lo aguanta nadie, ni en recursos económicos ni en administración del tiempo ni en energía personal. Ese desgaste será consecuencia del aplazamiento, mientras los alegres aspirantes tienen hasta cuñas de televisión. ¿Se dan cuenta los amables lectores que el eficiente CNE no ha prohibido la propaganda electoral para una campaña que no se ha abierto? Por supuesto que no, hay que dejarlos que gasten recursos y energías y que cansen al electorado, porque cuando llegue el momento la población estará hastiada, ahíta de candidaturitis.
No estoy en una posición abstencionista, nada de eso. Libré una dura batalla de convencimiento para que la gente fuera a votar el 2 de diciembre y sería una estupidez mayor permitir que el abstencionismo que comienza de nuevo a manifestarse (otra estrategia paralela del régimen) conllevara a quedarse en la casa en la hipotética fecha de las elecciones regionales. Lo que advierto es que no estamos frente a un golpe de Estado, sino frente a una sucesión ininterrumpida de pequeños golpes de Estado. Participar en unas elecciones debe formar parte de una estrategia completa, no convertir la participación electoral en la estrategia. Y la estrategia debe tener presente que el zarpazo llegará tarde o temprano, cuando el ocupante de Miraflores crea que es el momento de resolver el problema fastidioso de elecciones que impidan su permanencia eterna en el poder.
Si vemos bien, la única conclusión posible es que la inefable oposición no sabe lo que hace. Sorpresivamente -y desde Panamá- Raúl Isaías Baduel ha vuelto a plantear el tema crucial de la convocatoria a una Asamblea Constituyente. Si leemos lo que la extrema sifrina escribe en los foros de algunas páginas web llegaremos a concluir que esa posibilidad no tiene futuro. Los extremistas sifrinos (ya he dicho en varias ocasiones que son una variante de la extrema derecha) dicen las peores barbaridades, pero una me llama la atención: “No señor, la Constitución actual se debe quedar en donde está”. ¿Cuál Constitución? Este gobierno la viola todos los días con su serie ininterrumpida de pequeños golpes de Estado. Por lo demás, la exigencia de Baduel de unidad total sobre este propósito choca frontalmente con el electoralismo desatado. ¿Pedir a los candidatos que descuiden sus bellas campañas electorales, que incluyen celebraciones de aniversarios matrimoniales en la Plaza Bolívar, en aras de una salida posible al caos actual? De manera que la propuesta de Baduel, digna de ser considerada con absoluta seriedad, quedará como un testimonio de un hombre lúcido. Mientras tanto, los extremistas sifrinos alegan que esa propuesta viene de un militar y que más nunca se quiere uno, al mismo tiempo que prenden velas para que se produzca un alzamiento cuartelario y un sargento cualquiera saque a Chávez de Miraflores a cañonazos. “Cosas veredes, Sancho”, mientras nos preparamos para gobernar a las Islas de Barataria en que quedarán convertidas gobernaciones y alcaldías.
Al mismo tiempo recibo numerosos correos electrónicos (casi en su totalidad de mujeres) sobre mi texto anterior, “Artículo que oyó a la gente”. Todos tienen la palabra “miedo”. Si mis oídos siguen funcionando bien, y mis ojos también, lo que los lectores dicen (no esas bazofias que los extremistas sifrinos ponen desde sus inmaculados teclados en una calistenia atosigante, por oposición a los lectores conscientes que escriben allí, que merecen todo el respeto), pues debo concluir que el gobierno también ha logrado otro objetivo paralelo: mantener aterrorizada a la población. Una encuesta en el estado Bolívar sobre precandidatos da en primer lugar al miedo.
El zarpazo, se trata de un zarpazo. No pido a la oposición inacción, todo lo contrario, lo que le pido es acción. El amontonamiento de pequeños golpes de Estado hará un gran golpe de Estado, si es que las leyes elementales de la física siguen vigentes, pues bien podría el gobierno cambiarlas y decidir, por ejemplo, que la de la gravedad es un invento del imperio. Lo repito: participar en unas elecciones debe ser parte de una estrategia, no la estrategia.
Hace unos días murió el creador de la Teoría del Caos. Lo que tenemos delante en la política venezolana es Caos, no Teoría.
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