* POR LUISA CORRADINI CORRESPONSAL EN FRANCIA PARA LA NACIÓN.COM. DE ARGENTINA“CÓMO CALMAR UN FUERTE DOLOR DE CABEZA”
http://www.lanacion.com.ar/politica/nota.asp?nota_id=1002323/
El escenario
Cómo calmar un fuerte dolor de cabeza
Martes 8 de abril de 2008
PARIS.- Si para la mayoría de los países de la Unión Europea Hugo Chávez es a veces una preocupación, para Francia es un dolor de cabeza.
Poco después de que Chávez llegó al poder, Francia comenzó a darse cuenta de que las relaciones con el "apóstol del socialismo del siglo XXI" no serían fáciles.
¿Qué hacer con un hombre cuya visión extrema de la política está tan alejada de la mesura que caracteriza las relaciones intergubernamentales en el Viejo Continente? ¿Cómo mantener un trato bilateral sereno con un líder cuyos excesos terminan invariablemente creando situaciones explosivas?
Hasta 2006, la respuesta de París a esos interrogantes no fue muy diferente del resto de Europa. De tanto en tanto, alguna capital europea manifestaba sus reservas a las enardecidas declaraciones de Chávez, mientras, a nivel diplomático, el bloque hacía todo lo que estaba a su alcance para proteger los intereses de las grandes empresas europeas instaladas en Venezuela.
Las cosas comenzaron a cambiar en 2006, tras la asunción de Evo Morales en Bolivia y el activismo empecinado que mostró Chávez a partir entonces a favor de un ultrasocialismo continental. "Queremos un cambio profundo? ¿Queremos socialismo o capitalismo? Nuestra respuesta (de él y de Morales) es socialismo", afirmó Chávez el 12 de mayo de 2006 en Londres.
Los líderes europeos lanzaron las primeras advertencias: "Lo que los países hacen con sus políticas energéticas cuando son productores de energía, como Bolivia y Venezuela, importa muchísimo para nosotros ( ) Esos responsables políticos lo son ante toda la comunidad internacional", advirtió el entonces primer ministro británico, Tony Blair.
"Europa está en contra de las tendencias populistas", dijo el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso. La respuesta de Chávez fue una escalada de su retórica sobre "la decadencia neoliberal". De nada sirvió entonces el trabajo de los diplomáticos para evitar que las amenazas de Chávez no alcanzaran a las firmas europeas instaladas en la región.
* *
En su obsesión por demostrar su independencia, Chávez compró armas a Rusia. Visitó Teherán y defendió al presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad, en el momento más duro de la pulseada que lo enfrentaba a Europa y EE.UU. por su programa nuclear secreto. Cantó loas a otro de sus amigos: el presidente bielorruso, Alexandre Lukachenko, calificado de "último dictador de Europa" por Washington, y a quien Europa le negó visa de entrada por fraude electoral. Prometió que iría a apoyar al régimen comunista de Corea del Norte.
Cuando todos pensaban que había llegado el momento de poner a Chávez los puntos sobre las íes, Francia descubrió que su vía crucis recién comenzaba: en su honorable esfuerzo por salvar de las FARC a la franco-colombiana Ingrid Betancourt, París comprendió que todas las soluciones pasaban por Chávez, interlocutor privilegiado de la guerrilla colombiana.
Sin embargo, después del papel de Chávez en la crisis entre Colombia y Ecuador, los europeos están convencidos de la necesidad de hallar un medio eficaz para calmar los ardores del líder bolivariano. Ante la imposibilidad de actuar personalmente, Sarkozy cree que, después de haber obtenido la cooperación de Lula y el próximo acuerdo del presidente mexicano, Felipe Calderón, Cristina Kirchner puede ser un aliado moderador de primera importancia en esa tarea.
Por Luisa Corradini Corresponsal en Francia
http://www.lanacion.com.ar/politica/nota.asp?nota_id=1002323/
El escenario
Cómo calmar un fuerte dolor de cabeza
Martes 8 de abril de 2008
PARIS.- Si para la mayoría de los países de la Unión Europea Hugo Chávez es a veces una preocupación, para Francia es un dolor de cabeza.
Poco después de que Chávez llegó al poder, Francia comenzó a darse cuenta de que las relaciones con el "apóstol del socialismo del siglo XXI" no serían fáciles.
¿Qué hacer con un hombre cuya visión extrema de la política está tan alejada de la mesura que caracteriza las relaciones intergubernamentales en el Viejo Continente? ¿Cómo mantener un trato bilateral sereno con un líder cuyos excesos terminan invariablemente creando situaciones explosivas?
Hasta 2006, la respuesta de París a esos interrogantes no fue muy diferente del resto de Europa. De tanto en tanto, alguna capital europea manifestaba sus reservas a las enardecidas declaraciones de Chávez, mientras, a nivel diplomático, el bloque hacía todo lo que estaba a su alcance para proteger los intereses de las grandes empresas europeas instaladas en Venezuela.
Las cosas comenzaron a cambiar en 2006, tras la asunción de Evo Morales en Bolivia y el activismo empecinado que mostró Chávez a partir entonces a favor de un ultrasocialismo continental. "Queremos un cambio profundo? ¿Queremos socialismo o capitalismo? Nuestra respuesta (de él y de Morales) es socialismo", afirmó Chávez el 12 de mayo de 2006 en Londres.
Los líderes europeos lanzaron las primeras advertencias: "Lo que los países hacen con sus políticas energéticas cuando son productores de energía, como Bolivia y Venezuela, importa muchísimo para nosotros ( ) Esos responsables políticos lo son ante toda la comunidad internacional", advirtió el entonces primer ministro británico, Tony Blair.
"Europa está en contra de las tendencias populistas", dijo el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso. La respuesta de Chávez fue una escalada de su retórica sobre "la decadencia neoliberal". De nada sirvió entonces el trabajo de los diplomáticos para evitar que las amenazas de Chávez no alcanzaran a las firmas europeas instaladas en la región.
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En su obsesión por demostrar su independencia, Chávez compró armas a Rusia. Visitó Teherán y defendió al presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad, en el momento más duro de la pulseada que lo enfrentaba a Europa y EE.UU. por su programa nuclear secreto. Cantó loas a otro de sus amigos: el presidente bielorruso, Alexandre Lukachenko, calificado de "último dictador de Europa" por Washington, y a quien Europa le negó visa de entrada por fraude electoral. Prometió que iría a apoyar al régimen comunista de Corea del Norte.
Cuando todos pensaban que había llegado el momento de poner a Chávez los puntos sobre las íes, Francia descubrió que su vía crucis recién comenzaba: en su honorable esfuerzo por salvar de las FARC a la franco-colombiana Ingrid Betancourt, París comprendió que todas las soluciones pasaban por Chávez, interlocutor privilegiado de la guerrilla colombiana.
Sin embargo, después del papel de Chávez en la crisis entre Colombia y Ecuador, los europeos están convencidos de la necesidad de hallar un medio eficaz para calmar los ardores del líder bolivariano. Ante la imposibilidad de actuar personalmente, Sarkozy cree que, después de haber obtenido la cooperación de Lula y el próximo acuerdo del presidente mexicano, Felipe Calderón, Cristina Kirchner puede ser un aliado moderador de primera importancia en esa tarea.
Por Luisa Corradini Corresponsal en Francia
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