miércoles, 13 de febrero de 2008

*ESTEFANÍA MOLINA GARCÍA ESCRIBE PARA 3ER POLO: “HORA DE HACER HISTORIA”


*ESTEFANÍA MOLINA GARCÍA ESCRIBE PARA 3ER POLO: “HORA DE HACER HISTORIA”

Estefanía Molina García
3erPolo


La democracia es la necesidad de doblegarse, de vez en cuando, a las opiniones de los demás.
Winston Churchill

Desde hace algo de tiempo Venezuela viene percibiendo un presidente desgastado. Partir de esta premisa es casi “llover sobre mojado”, pero es fundamental para tratar de entender medidas tomadas y omitidas por el ejecutivo en el transcurso del mes de diciembre y en lo que va de 2008.



Es obvio que Chávez ha apelado a cuanta técnica conoce con la finalidad de reconquistar votos. Parece que los pasos que intentó dar hacia delante con la reforma, le obligaron a dar un gran paso hacia atrás. El único problema que tenemos es que no se evidencia intención de diálogo por parte del más poderoso, cuyo resultado por lo general no desenlaza con amnistías totales que de alguna manera demuestren un intento por reajustar la justicia (y la institución que imparte justicia) de modo tal que, ajustada a derecho, se permita a sí misma que de su seno emanen medidas que nos permitan superar esta tensa calma en la cual hemos vivido y convivido los venezolanos.



El único problema es que las decisiones tomadas por parte de dicho órgano, así como las medidas que aplica, por lo general no han respondido al derecho como tal, sino a la voluntad de quien maneja el derecho; aspecto nada revelador después de que un magistrado asegurara el lunes 28 que “la política no tiene por qué ser injusta, ni la justicia apolítica”. Resulta que la justicia es un valor que no se tiene porqué esperar de la política, puesto que esta se mueve en función de los intereses de quienes la dirigen; pero definitivamente la justicia sí debe ser justa, la aplicación del derecho sí está hecha para que sea neutra; para que de ese modo se asegure un estado de seguridad entre los ciudadanos, contrario a lo que genera una situación en la cual dependemos de la interpretación de las leyes y las normas.



Las consecuencias que surgen en situaciones de este tipo, o que se han visto a lo largo de la historia cuando no hay evidencia de intención de diálogo, cuando el Estado asume que quienes dirigen las instituciones (así sea para conservar el nombre) de la nación están ahí por una necesidad histórica y no simplemente por la voluntad de una población expresada a través del voto, está evidenciado en 20 millones de tumbas que dejó como legado el socialismo del siglo XX, sin tomar en cuenta hambrunas, familias separadas cuando el Estado tiene que reeducar a los disidentes aunado por supuesto a la ingobernabilidad en la cual deja sumida a la nación.



Por supuesto que hay necesidad de paz, de entendimiento, de ser tomado en cuenta por ser venezolano y no por estar uniformado. Necesidades nada cuestionables que vienen dadas por la situación en la cual nos manejamos y por supuesto, lleva a menospreciar la ideología política ante la posibilidad nada despreciable de convivir en un clima de entendimiento. El caso es que ese gesto ha de empezar por quienes se han adjudicado a sí mismos la potestad de interpretar el derecho.



No se trata de madurez política ni cosa por el estilo. Es la necesidad de todo ser humano de percibir que puede estar en un sitio sin ser agredido por su tendencia política, es el requerimiento de poder dormir tranquilo sin pensar que una propiedad, así sea de 4mts2 de área puede amanecer invadido, es la urgencia de toda una población de una “justicia justa”, que pese a lo redundante que pueda sonar, es una modalidad tipo “eslabón perdido” en buena parte del imaginario político de venezolanos que inevitablemente asociamos la política con “freír cabezas”, “oligarcas y oficialistas” e infinidad de situaciones que nos han llevado durante bastante tiempo a mantener un estado generalizado de confrontación de la cual al parecer algunos millones estamos hastiados y sabemos que no nos conviene que en esto consista en adelante la justicia.



A sabiendas estoy de que esta necesidad de “justicia justa” es la prioridad que solo se puede alcanzar el día en el cual el poder político esté separado del poder económico, pues caso contrario solo tendremos “pañitos calientes” con amnistías, cambios de gabinetes y otras modificaciones que serán “buenas” en caso de que quien las aplique lo haga con buena intención, sin corrupción y atendiendo la necesidad del pueblo; cuando estos casos han de ser adecuados si las decisiones y su aplicación se ajustan a derecho. A esta última conclusión se llega cuando no se depende del Estado para vivir.



Mientras tanto seguimos esperando intención de diálogo, que por definición es contradictorio con el modelo que se intenta implantar en Venezuela, en el cual la separación de poderes no tiene cabida porque todo tiene que girar en torno al líder, en función de cuya voluntad y concepción se ajustan las normas, los delitos y qué está bien o mal para la nación (no lo que es conveniente o inconveniente para parte de la población venezolana). Eso es típico en las revoluciones y en los gobiernos que intentan llevar a cabo algo con ese nombre, por ello un sistema judicial ajustado a derecho, por más que resulta una aberración, puede ser malo para la revolución y por ende malo para la patria que delegó su potestad y su voluntad en el revolucionario mayor.



Por todo esto es el 2008 todo un reto para quienes estamos interesados en que exista libertad de pensamiento porque queremos libertad de expresión, porque aceptamos que nos atañe que se respete la libertad económica, a sabiendas de que la primera no se consigue simplemente con elaborar propuestas que difieran de la revolución, ni la segunda con difundir el legado del socialismo del siglo XX o las consecuencias del eslogan “un mejor mundo es posible” en un canal privado, puesto que empieza respetando a cada individuo como único y siendo tomado en cuenta por el Estado, cuya función primordial es respetar y apoyar propuestas de todos los ciudadanos a través de sus instancias.



Para nosotros este año no consistirá en trazarnos metas tipo típico estudiantil: “este año sí estudio todas mis materias desde el primer día de clase”. Consistirá en admitir que es nuestro momento de hacer historia dándole a entender a la población que nuestro interés por la libertad es un asunto serio, que estamos más interesados en darle poder a la gente descentralizando antes que aparecer como ángeles impolutos designados por algún dios del Olimpo antes de nacer para arreglar el país, que sí es el momento de llevar a cabo cambios porque sí estamos preparados para manejar a través de entes privados el qué, cómo y cuánto.

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