*CIPRIANO HEREDIA S. ESCRIBE PARA EL UNIVERSAL: “RÓMULO BETANCOURT: SUPERACIÓN E INTELECTUALIDAD”
(Con motivo de su centenario)
(Con motivo de su centenario)
El 22 de este mes cumpliría 100 años Don Rómulo Betancourt si su vida se hubiese extendido hasta nuestros días. Considerado el padre de la democracia venezolana y sin duda el más destacado dirigente político del siglo XX, valga la ocasión de su centenario para dedicar estas líneas a quien fue el más destacado líder del proceso de transformación que nos llevó de un país rural, atrasado, oprimido, explotado y hundido en el militarismo, a uno democrático con partidos vigorosos, urbano, en vías de desarrollo y de gobiernos civiles que se suceden por la vía electoral.
Dicho esto, evitaré intentar resumir su dilatada trayectoria en este artículo. En estos días habrá mucho material al respecto y desde la fundación que lleva su nombre adelantaremos una extensa agenda de actividades durante todo el año para rememorar su obra y pensamiento. Por ello me conformaré por ahora sólo con destacar uno de los aspectos de la personalidad de Don Rómulo que siempre me ha llamado más la atención: su espíritu de superación y el alto nivel intelectual que alcanzó a pesar de tener una formación académica formal limitada.
Como es bien sabido, Betancourt no culminó sus estudios universitarios, sino que vio truncada su carrera de Derecho cuando apenas cursaba el 2do año como consecuencia de los sucesos de 1928 que lo aventaron a su primer exilio. No obstante, Betancourt fue un autodidacta de gran calibre, llegando a alcanzar una cultura superior a la de cualquier profesional promedio de aquella época y de ésta. Tanto así que, a pesar de ser básicamente un político de acción, podemos afirmar con propiedad que fue un destacado intelectual.
Este aspecto de su vida lo comenzó a delinear desde muy temprano, demostrando desde niño una inclinación especial por la lectura. Es famoso el episodio en que un terremoto en su Guatire natal lo sorprendió leyendo el periódico debajo de la cama con una vela cuando apenas tenía 8 años de edad. Pero más impresionante que eso es tal vez la forma como Betancourt aprendió a leer en inglés, precisamente en ese primer exilio. Contaba él mismo que al terminar su jornada laboral como asistente de contabilidad en las Antillas, se iba a leer una obra titulada We figth for oil debajo de una lámpara de kerosén a la orilla del mar, buscando palabra por palabra en el diccionario hasta hilar las frases. De allí en adelante siempre cultivaría la lectura en este idioma y en francés, demostrando así un espíritu de superación envidiable.
Pero no se quedó Betancourt en el hábito de la lectura y el aprendizaje de otros idiomas. Buena parte de su exilio lo dedicó a adquirir la formación política que no tenía su generación cuando decidió irrumpir contra Gómez. La lectura y comprensión de las tesis marxistas, así como el análisis de procesos como la Revolución Mexicana, el Aprismo y hasta las tesis del Partido Nacionalista Chino, van conformando su pensamiento político y la construcción de una visión que luego se expresaría en el socialismo democrático nacionalista por el cual luchó el resto de su vida como modelo político para Venezuela.
Por último, fue Betancourt un hombre que desarrolló igualmente la escritura. De hecho se podría decir que fue también un periodista de oficio, al punto que en sus momentos de mayor estrechez económica logró obtener el sustento con su pluma. Así ocurrió por ejemplo durante su actividad clandestina entre 1937 y 1938 y sus columnas sobre economía y finanzas en el diario Ahora, o en su exilio perezjimenista con sus artículos en El Tiempo de Bogotá. Pero más allá de sus artículos, dejó una vasta obra escrita en libros y ensayos, entre los cuales obviamente destaca Venezuela: política y petróleo, de obligatoria lectura para quien desee entender la génesis de la democracia venezolana y el rol que el petróleo ha jugado en nuestra sociedad. En lo particular, siempre me ha impresionado el alto nivel investigativo y el grado de detalle que Betancourt desarrolla en dicho texto.
Muchas otras aristas podríamos revisar y exaltar de la personalidad de Betancourt: su austeridad, su constancia, su perfil de amigo y familiar, su honestidad como gobernante, etc. He aquí sólo un pequeño asomo sobre un rasgo relevante de un personaje que debemos tener hoy más presente que nunca, cuando muchas de las luchas por la libertad que él lideró hace décadas han recobrado vigencia en la Venezuela de hoy.
Pertenezco a una generación que no conoció personalmente a Betancourt. Vagamente recuerdo su famoso "we will come back" ante la derrota de Piñerúa en 1978 y, por supuesto, el revuelo nacional por su muerte en 1981. Sin embargo, tengo muy claro quiénes han sido los prohombres de mi patria y ninguna versión retorcida de la historia puede borrar ni disminuir la figura de tan ilustre venezolano.
Dicho esto, evitaré intentar resumir su dilatada trayectoria en este artículo. En estos días habrá mucho material al respecto y desde la fundación que lleva su nombre adelantaremos una extensa agenda de actividades durante todo el año para rememorar su obra y pensamiento. Por ello me conformaré por ahora sólo con destacar uno de los aspectos de la personalidad de Don Rómulo que siempre me ha llamado más la atención: su espíritu de superación y el alto nivel intelectual que alcanzó a pesar de tener una formación académica formal limitada.
Como es bien sabido, Betancourt no culminó sus estudios universitarios, sino que vio truncada su carrera de Derecho cuando apenas cursaba el 2do año como consecuencia de los sucesos de 1928 que lo aventaron a su primer exilio. No obstante, Betancourt fue un autodidacta de gran calibre, llegando a alcanzar una cultura superior a la de cualquier profesional promedio de aquella época y de ésta. Tanto así que, a pesar de ser básicamente un político de acción, podemos afirmar con propiedad que fue un destacado intelectual.
Este aspecto de su vida lo comenzó a delinear desde muy temprano, demostrando desde niño una inclinación especial por la lectura. Es famoso el episodio en que un terremoto en su Guatire natal lo sorprendió leyendo el periódico debajo de la cama con una vela cuando apenas tenía 8 años de edad. Pero más impresionante que eso es tal vez la forma como Betancourt aprendió a leer en inglés, precisamente en ese primer exilio. Contaba él mismo que al terminar su jornada laboral como asistente de contabilidad en las Antillas, se iba a leer una obra titulada We figth for oil debajo de una lámpara de kerosén a la orilla del mar, buscando palabra por palabra en el diccionario hasta hilar las frases. De allí en adelante siempre cultivaría la lectura en este idioma y en francés, demostrando así un espíritu de superación envidiable.
Pero no se quedó Betancourt en el hábito de la lectura y el aprendizaje de otros idiomas. Buena parte de su exilio lo dedicó a adquirir la formación política que no tenía su generación cuando decidió irrumpir contra Gómez. La lectura y comprensión de las tesis marxistas, así como el análisis de procesos como la Revolución Mexicana, el Aprismo y hasta las tesis del Partido Nacionalista Chino, van conformando su pensamiento político y la construcción de una visión que luego se expresaría en el socialismo democrático nacionalista por el cual luchó el resto de su vida como modelo político para Venezuela.
Por último, fue Betancourt un hombre que desarrolló igualmente la escritura. De hecho se podría decir que fue también un periodista de oficio, al punto que en sus momentos de mayor estrechez económica logró obtener el sustento con su pluma. Así ocurrió por ejemplo durante su actividad clandestina entre 1937 y 1938 y sus columnas sobre economía y finanzas en el diario Ahora, o en su exilio perezjimenista con sus artículos en El Tiempo de Bogotá. Pero más allá de sus artículos, dejó una vasta obra escrita en libros y ensayos, entre los cuales obviamente destaca Venezuela: política y petróleo, de obligatoria lectura para quien desee entender la génesis de la democracia venezolana y el rol que el petróleo ha jugado en nuestra sociedad. En lo particular, siempre me ha impresionado el alto nivel investigativo y el grado de detalle que Betancourt desarrolla en dicho texto.
Muchas otras aristas podríamos revisar y exaltar de la personalidad de Betancourt: su austeridad, su constancia, su perfil de amigo y familiar, su honestidad como gobernante, etc. He aquí sólo un pequeño asomo sobre un rasgo relevante de un personaje que debemos tener hoy más presente que nunca, cuando muchas de las luchas por la libertad que él lideró hace décadas han recobrado vigencia en la Venezuela de hoy.
Pertenezco a una generación que no conoció personalmente a Betancourt. Vagamente recuerdo su famoso "we will come back" ante la derrota de Piñerúa en 1978 y, por supuesto, el revuelo nacional por su muerte en 1981. Sin embargo, tengo muy claro quiénes han sido los prohombres de mi patria y ninguna versión retorcida de la historia puede borrar ni disminuir la figura de tan ilustre venezolano.
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