*OSWALDO ÁLVAREZ PAZ ESCRIBE DESDE EL PUENTE: VENEZUELA EN LA HORA MÁS MENGUADA
Ha sido dicho que el momento más oscuro de la noche anuncia la proximidad del amanecer. Quiero creer que se avecina. Sigo esperando el despertar colectivo, particularmente de unas elites políticas y económicas aún bastante entretenidas en juegos de intereses parciales, y la reacción suficiente para revertir hacia lo positivo este malvado proceso de destrucción nacional. Queda poco tiempo para que seamos arrastrados a conflictos de trascendencia histórica cuyas consecuencias pueden ser de tal gravedad que marquen para siempre la vida de las presentes y futuras generaciones. Solo podrán evitarse provocando un cambio definitivo y radical en la conducción del gobierno imposible de lograr mientras el actual Presidente permanezca. Lo demás es engañarnos y engañar a propios y extraños.
El manejo de algunos problemas fundamentales como la inseguridad, el desabastecimiento de alimentos básicos y medicinas, las relaciones con Colombia y Estados Unidos, la sociedad con las FARC y el ELN, las operaciones de las estructuras organizadas del narcotráfico entre nosotros son clara demostración de lo obvio. No está capacitado para gobernar. Además, como si lo anterior fuera poco, le falta el respeto a la nación al confesar en sesión solemne de la Asamblea Nacional su narcodependencia sin renunciar a su cargo. Conozco el valor de las palabras. No me refiero al recurso de mascar hoja de coca pura al que recurren indígenas en las máximas alturas andinas, sino a la pasta de coca que según propia confesión consume todos los días, enviada por el cocalero boliviano Evo Morales. El tráfico de la hoja y de la pasta es ilegal en Bolivia y en Venezuela, prohibida por la Convención de Viena de 1961. La hoja contiene el alcaloide que refinado o semirrefinado como pasta se llama cocaína, producto adictivo, dañino para la salud, generador de graves trastornos de conducta y, a esa altura del proceso, puede fumarse con las consecuencias señaladas. Esto es demasiado grave. Aquí puede estar la explicación última de cuanto dice y hace. Más allá de la probada ignorancia y falta de principios éticos, más allá de la simple obsesión por el poder y de las evidentes desviaciones ideológicas hasta para cualquier socialista medianamente sensato, su adicción a la coca, la condición de cocalero mayor que ofreció comprar toda la producción de esa hoja a los bolivianos, que ya adelantó quinientos mil dólares para tal fin sin que se conozca la naturaleza de los acuerdos, lo inhabilita para desempeñarse como primer magistrado de una nación que merece otra cosa.
En nuestra historia hubo venezolanos que no solamente tuvieron principios y convicciones muy sólidas, sino que arriesgaron todo para convertirlos en leyes, construyendo instituciones para hacerlos efectivos. Nos corresponde detener la insensatez, este viaje hacia el infierno y honrar cuanto hemos sido. Tenemos una trayectoria, familia, ilusiones, pero el país se despedaza. Esto debe ser el final de la tragedia.
oalvarez@telcel.net.ve Lunes, 28 de enero de 2008
Ha sido dicho que el momento más oscuro de la noche anuncia la proximidad del amanecer. Quiero creer que se avecina. Sigo esperando el despertar colectivo, particularmente de unas elites políticas y económicas aún bastante entretenidas en juegos de intereses parciales, y la reacción suficiente para revertir hacia lo positivo este malvado proceso de destrucción nacional. Queda poco tiempo para que seamos arrastrados a conflictos de trascendencia histórica cuyas consecuencias pueden ser de tal gravedad que marquen para siempre la vida de las presentes y futuras generaciones. Solo podrán evitarse provocando un cambio definitivo y radical en la conducción del gobierno imposible de lograr mientras el actual Presidente permanezca. Lo demás es engañarnos y engañar a propios y extraños.
El manejo de algunos problemas fundamentales como la inseguridad, el desabastecimiento de alimentos básicos y medicinas, las relaciones con Colombia y Estados Unidos, la sociedad con las FARC y el ELN, las operaciones de las estructuras organizadas del narcotráfico entre nosotros son clara demostración de lo obvio. No está capacitado para gobernar. Además, como si lo anterior fuera poco, le falta el respeto a la nación al confesar en sesión solemne de la Asamblea Nacional su narcodependencia sin renunciar a su cargo. Conozco el valor de las palabras. No me refiero al recurso de mascar hoja de coca pura al que recurren indígenas en las máximas alturas andinas, sino a la pasta de coca que según propia confesión consume todos los días, enviada por el cocalero boliviano Evo Morales. El tráfico de la hoja y de la pasta es ilegal en Bolivia y en Venezuela, prohibida por la Convención de Viena de 1961. La hoja contiene el alcaloide que refinado o semirrefinado como pasta se llama cocaína, producto adictivo, dañino para la salud, generador de graves trastornos de conducta y, a esa altura del proceso, puede fumarse con las consecuencias señaladas. Esto es demasiado grave. Aquí puede estar la explicación última de cuanto dice y hace. Más allá de la probada ignorancia y falta de principios éticos, más allá de la simple obsesión por el poder y de las evidentes desviaciones ideológicas hasta para cualquier socialista medianamente sensato, su adicción a la coca, la condición de cocalero mayor que ofreció comprar toda la producción de esa hoja a los bolivianos, que ya adelantó quinientos mil dólares para tal fin sin que se conozca la naturaleza de los acuerdos, lo inhabilita para desempeñarse como primer magistrado de una nación que merece otra cosa.
En nuestra historia hubo venezolanos que no solamente tuvieron principios y convicciones muy sólidas, sino que arriesgaron todo para convertirlos en leyes, construyendo instituciones para hacerlos efectivos. Nos corresponde detener la insensatez, este viaje hacia el infierno y honrar cuanto hemos sido. Tenemos una trayectoria, familia, ilusiones, pero el país se despedaza. Esto debe ser el final de la tragedia.
oalvarez@telcel.net.ve Lunes, 28 de enero de 2008
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