*ALBERTO BENEGAS LYNCH ESCRIBE PARA EL DIARIO DE AMERICA: “EL CASO DE BOLIVIA”
Las amenazas de secesión y los reclamos de autonomías locales formulados por los habitantes de diferentes regiones se deben a esta transferencia insoportable de recursos, pero lo realmente trascendente es la salvaguarda que en todos los órdenes ayuda a implementar y, en su caso, a consolidar, el federalismo
Independientemente del afán escandaloso de Evo Morales por perpetuarse en el poder, de las reiteradas medidas socialistas que adoptó y que piensa adoptar en todos los frentes y de la miseria extrema a que conducen dichas políticas, en estas líneas centramos nuestra atención en el tema referido de las pretendidas autonomías regionales.
Una de las medidas más provechosas en defensa de la sociedad abierta es el federalismo, es decir, el fraccionamiento del poder. Las razones centrales de la división del globo terráqueo en jurisdicciones territoriales son para evitar los riesgos fenomenales que ocurrirían si hubiera un gobierno universal. En cambio, de este modo, hasta cierto punto, los distintos países hacen de reaseguro para frenar el poder y, en muchos casos, en sus propias jurisdicciones, vuelven a dispersar el poder en provincias o estados y éstos, a su vez, en municipalidades. Es cierto que en muchos lares se vive una patética expansión del poder político pero debe prestarse atención al contrafáctico: como serían los abusos de poder en el caso de un gobierno universal.
Existen varias aplicaciones del federalismo, pero la más potente es la fiscal. De esta manera, las diversas zonas federalizadas de un país compiten en materia tributaria. Las erogaciones del gobierno central se dividen entre las provincias o estados locales y a partir de allí cada uno decide de acuerdo con sus respectivas autoridades las características de la estructura impositiva.
Naturalmente, cada subdivisión local estará interesada en que no se le vaya la población a otra jurisdicción de ese país y, simultáneamente, estarán interesadas en atraer inversiones puesto que según sean estos resultados les va la vida a las autoridades. En consecuencia, cada gobierno local, estará fuertemente incentivado para establecer la estructura fiscal mas simple y atractiva posible y, como resultado, deberá moderar el nivel del gasto público cualquiera sean las corrientes de pensamiento a las que circunstancialmente adhieran los gobernantes.
Por otra parte, la llamada coparticipación tributaria entre el gobierno central y los gobiernos locales, para que resulte efectiva, no se hace desde aquél hacia éstos sino desde las localidades autónomas hacia el gobierno central quien solo recaudará y gastará para atender servicios tales como la defensa y las relaciones exteriores.
En el caso de Bolivia la situación se agrava porque, por ejemplo, los habitantes de zonas como la de Santa Cruz están siendo expoliados sistemáticamente para atender la creciente burocratización de La Paz. De más está decir que lo mismo sucede en Guayaquil respecto de Quito y de tantos otros casos en nuestra región y en otras.
Las amenazas de secesión y los reclamos de autonomías locales formulados por los habitantes de diferentes regiones se deben a esta transferencia insoportable de recursos, pero lo realmente trascendente es la salvaguarda que en todos los órdenes ayuda a implementar y, en su caso, a consolidar, el federalismo.
La combinación del actual gobernante boliviano con los de Venezuela, Nicaragua y Ecuador no puede ser más explosiva. Ya había más que suficiente con el totalitarismo cubano para que se acoplen estos personajes junto con otros que, aunque por el momento no llegan a los extremos mencionados, revelan una vocación muy poco republicana como es el caso de Argentina.
Tengamos en cuenta que estos fenómenos autoritarios no se corrigen automáticamente sino que sólo pueden revertirse a través de un constante trabajo en materia educativa al efecto de estudiar y difundir los principios éticos, jurídicos y económicos de una sociedad libre. La vida se vive una sola vez y, especialmente para la gente mas necesitada, la tremenda explotación de los aparatos estatales con toda su red de absurdos y contraproducentes controles se torna asfixiante.
Las amenazas de secesión y los reclamos de autonomías locales formulados por los habitantes de diferentes regiones se deben a esta transferencia insoportable de recursos, pero lo realmente trascendente es la salvaguarda que en todos los órdenes ayuda a implementar y, en su caso, a consolidar, el federalismo
Independientemente del afán escandaloso de Evo Morales por perpetuarse en el poder, de las reiteradas medidas socialistas que adoptó y que piensa adoptar en todos los frentes y de la miseria extrema a que conducen dichas políticas, en estas líneas centramos nuestra atención en el tema referido de las pretendidas autonomías regionales.
Una de las medidas más provechosas en defensa de la sociedad abierta es el federalismo, es decir, el fraccionamiento del poder. Las razones centrales de la división del globo terráqueo en jurisdicciones territoriales son para evitar los riesgos fenomenales que ocurrirían si hubiera un gobierno universal. En cambio, de este modo, hasta cierto punto, los distintos países hacen de reaseguro para frenar el poder y, en muchos casos, en sus propias jurisdicciones, vuelven a dispersar el poder en provincias o estados y éstos, a su vez, en municipalidades. Es cierto que en muchos lares se vive una patética expansión del poder político pero debe prestarse atención al contrafáctico: como serían los abusos de poder en el caso de un gobierno universal.
Existen varias aplicaciones del federalismo, pero la más potente es la fiscal. De esta manera, las diversas zonas federalizadas de un país compiten en materia tributaria. Las erogaciones del gobierno central se dividen entre las provincias o estados locales y a partir de allí cada uno decide de acuerdo con sus respectivas autoridades las características de la estructura impositiva.
Naturalmente, cada subdivisión local estará interesada en que no se le vaya la población a otra jurisdicción de ese país y, simultáneamente, estarán interesadas en atraer inversiones puesto que según sean estos resultados les va la vida a las autoridades. En consecuencia, cada gobierno local, estará fuertemente incentivado para establecer la estructura fiscal mas simple y atractiva posible y, como resultado, deberá moderar el nivel del gasto público cualquiera sean las corrientes de pensamiento a las que circunstancialmente adhieran los gobernantes.
Por otra parte, la llamada coparticipación tributaria entre el gobierno central y los gobiernos locales, para que resulte efectiva, no se hace desde aquél hacia éstos sino desde las localidades autónomas hacia el gobierno central quien solo recaudará y gastará para atender servicios tales como la defensa y las relaciones exteriores.
En el caso de Bolivia la situación se agrava porque, por ejemplo, los habitantes de zonas como la de Santa Cruz están siendo expoliados sistemáticamente para atender la creciente burocratización de La Paz. De más está decir que lo mismo sucede en Guayaquil respecto de Quito y de tantos otros casos en nuestra región y en otras.
Las amenazas de secesión y los reclamos de autonomías locales formulados por los habitantes de diferentes regiones se deben a esta transferencia insoportable de recursos, pero lo realmente trascendente es la salvaguarda que en todos los órdenes ayuda a implementar y, en su caso, a consolidar, el federalismo.
La combinación del actual gobernante boliviano con los de Venezuela, Nicaragua y Ecuador no puede ser más explosiva. Ya había más que suficiente con el totalitarismo cubano para que se acoplen estos personajes junto con otros que, aunque por el momento no llegan a los extremos mencionados, revelan una vocación muy poco republicana como es el caso de Argentina.
Tengamos en cuenta que estos fenómenos autoritarios no se corrigen automáticamente sino que sólo pueden revertirse a través de un constante trabajo en materia educativa al efecto de estudiar y difundir los principios éticos, jurídicos y económicos de una sociedad libre. La vida se vive una sola vez y, especialmente para la gente mas necesitada, la tremenda explotación de los aparatos estatales con toda su red de absurdos y contraproducentes controles se torna asfixiante.