Para los que siguen pregonando que Morales es un demócrata, les recuerdo que la sangre derramada es una cuenta pendiente con la historia. Y ninguna constitución vale una vida.
Este articulo está dirigido a todas las personas e instituciones bolivianas y extranjeras que en algún momento, o incluso ahora, siguen pensando que Evo Morales era una esperanza para el pueblo boliviano. A todas esas personas que, por efecto de una muy efectiva campaña de propaganda gubernamental, con la anuencia de cadenas periodísticas internacionales cuyos corresponsales tienen nexos directos al gobierno boliviano, sólo les llega una versión de la realidad, un espejismo, una quimera que, a fuerza de repetirse en distintos medios, sin siquiera validar la realidad, queda como una verdad indiscutible.
La democracia es la fuerza de la razón, dado que el gobernante está limitado por instituciones que hacen de contrapesos al poder, lo que obliga a cualquier mandatario a plantear propuestas, buscar consensos, acatar la decisión del pueblo en elecciones o a través de sus representantes: en democracia, se convence. En democracia, se debe apelar a la razón, al sentido común, al bien mayor. La democracia es una garantía de los derechos individuales, es el sostén de la igualdad de oportunidades, una democracia fuerte representa que cada ciudadano tenga derechos y responsabilidades. Nadie esta por encima de la ley; ni siquiera el primer mandatario. En democracia la libertad es como el aire, es gratis, es para todos por igual, ni siquiera nos damos cuenta, pero está ahí.
El totalitarismo es la razón de la fuerza, es la imposición de ideas, es la destrucción del enemigo, es la aniquilación de los adversarios. No se negocia, se atropella; no se respeta, se abusa. No se convence, se humilla.
Las herramientas del totalitarismo son la mentira cotidiana, la bayoneta servil, el abuso del poder. Los caminos al totalitarismo están regados de promesas imposibles de cumplir, y de demagogia electoralista, hasta lograr el único objetivo claro: la toma del poder.
La razón de la fuerza no requiere de proyectos de futuro, ni de objetivos de generación de riqueza y bienestar, ni de trabajo; requiere de hábiles y carismáticos propaganderos, de sumisos militares y de un pueblo adormecido y necesitado.
En un estado totalitario, la libertad es un bien suntuoso, que muy pocos gozan, y ni siquiera con total libertad. En un estado totalitario, los derechos son para los zurdos, que no creen en ningún derecho, incluso los humanos. Las mayores desigualdades se han dado en estados totalitarios, los mayores grados de corrupción, las mayores atrocidades que la historia de la humanidad recuerda.
En Bolivia, desde el inicio del gobierno de Morales, estamos en el camino de un estado totalitario; los más de 40 muertos, más de 500 heridos por represión militar policial, ciudades tomadas por policías, recintos agredidos por paramilitares indígenas afines al gobierno, una profusa campaña mediática que intenta confundir a la opinión publica nacional e internacional, atropellos a los derechos individuales, amedrentamiento constante a los medios de comunicación.
Y por último, el tiro de gracia: una parodia de constitución, hecha en un cuarto contiguo al Palacio de gobierno por asesores extranjeros, nula de pleno derecho, sin siquiera ser leída y menos entendida por los corderos constitucionalistas del MAS, ilegalmente aprobada en 15 horas (mas de 400 artículos, a razón de 30 artículos por hora, sin un minuto de discusión) que en un bochornoso espectáculo no sabían siquiera si debían o no levantar la mano, queriendo constituirse en el contrato social de todos los bolivianos, cuando 6 de 9 Departamentos de Bolivia no participaron ni van a reconocer esa caja de Pandora con olorcito caribeño.
Para los que siguen pregonando que Morales es un demócrata, les recuerdo que la sangre derramada es una cuenta pendiente con la historia. Y ninguna constitución vale una vida, ni siquiera de un pobre perro indefenso. Peor aun de jóvenes valientes, hijos de indígenas que tanto dice defender, héroes de la libertad.
En Bolivia, predomina la razón de la fuerza.
Walter Justiniano Director Ejecutivo de la Fundación Libertad y Democracia FULIDE (Bolivia).
Este articulo está dirigido a todas las personas e instituciones bolivianas y extranjeras que en algún momento, o incluso ahora, siguen pensando que Evo Morales era una esperanza para el pueblo boliviano. A todas esas personas que, por efecto de una muy efectiva campaña de propaganda gubernamental, con la anuencia de cadenas periodísticas internacionales cuyos corresponsales tienen nexos directos al gobierno boliviano, sólo les llega una versión de la realidad, un espejismo, una quimera que, a fuerza de repetirse en distintos medios, sin siquiera validar la realidad, queda como una verdad indiscutible.
La democracia es la fuerza de la razón, dado que el gobernante está limitado por instituciones que hacen de contrapesos al poder, lo que obliga a cualquier mandatario a plantear propuestas, buscar consensos, acatar la decisión del pueblo en elecciones o a través de sus representantes: en democracia, se convence. En democracia, se debe apelar a la razón, al sentido común, al bien mayor. La democracia es una garantía de los derechos individuales, es el sostén de la igualdad de oportunidades, una democracia fuerte representa que cada ciudadano tenga derechos y responsabilidades. Nadie esta por encima de la ley; ni siquiera el primer mandatario. En democracia la libertad es como el aire, es gratis, es para todos por igual, ni siquiera nos damos cuenta, pero está ahí.
El totalitarismo es la razón de la fuerza, es la imposición de ideas, es la destrucción del enemigo, es la aniquilación de los adversarios. No se negocia, se atropella; no se respeta, se abusa. No se convence, se humilla.
Las herramientas del totalitarismo son la mentira cotidiana, la bayoneta servil, el abuso del poder. Los caminos al totalitarismo están regados de promesas imposibles de cumplir, y de demagogia electoralista, hasta lograr el único objetivo claro: la toma del poder.
La razón de la fuerza no requiere de proyectos de futuro, ni de objetivos de generación de riqueza y bienestar, ni de trabajo; requiere de hábiles y carismáticos propaganderos, de sumisos militares y de un pueblo adormecido y necesitado.
En un estado totalitario, la libertad es un bien suntuoso, que muy pocos gozan, y ni siquiera con total libertad. En un estado totalitario, los derechos son para los zurdos, que no creen en ningún derecho, incluso los humanos. Las mayores desigualdades se han dado en estados totalitarios, los mayores grados de corrupción, las mayores atrocidades que la historia de la humanidad recuerda.
En Bolivia, desde el inicio del gobierno de Morales, estamos en el camino de un estado totalitario; los más de 40 muertos, más de 500 heridos por represión militar policial, ciudades tomadas por policías, recintos agredidos por paramilitares indígenas afines al gobierno, una profusa campaña mediática que intenta confundir a la opinión publica nacional e internacional, atropellos a los derechos individuales, amedrentamiento constante a los medios de comunicación.
Y por último, el tiro de gracia: una parodia de constitución, hecha en un cuarto contiguo al Palacio de gobierno por asesores extranjeros, nula de pleno derecho, sin siquiera ser leída y menos entendida por los corderos constitucionalistas del MAS, ilegalmente aprobada en 15 horas (mas de 400 artículos, a razón de 30 artículos por hora, sin un minuto de discusión) que en un bochornoso espectáculo no sabían siquiera si debían o no levantar la mano, queriendo constituirse en el contrato social de todos los bolivianos, cuando 6 de 9 Departamentos de Bolivia no participaron ni van a reconocer esa caja de Pandora con olorcito caribeño.
Para los que siguen pregonando que Morales es un demócrata, les recuerdo que la sangre derramada es una cuenta pendiente con la historia. Y ninguna constitución vale una vida, ni siquiera de un pobre perro indefenso. Peor aun de jóvenes valientes, hijos de indígenas que tanto dice defender, héroes de la libertad.
En Bolivia, predomina la razón de la fuerza.
Walter Justiniano Director Ejecutivo de la Fundación Libertad y Democracia FULIDE (Bolivia).
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