¡Oh ironía! Mientras la oposición debatía votar o no votar, resolviendo democráticamente por la primera y descalificando a los promotores de la segunda, una mancomunidad de chavistas inconformes optaba por una estrategia silenciosa de abstención que aturdió al presidente Chávez y puso a la oposición a cantar victoria
Un análisis desprejuiciado de los resultados electorales del pasado domingo demuestra que la realidad que surgió de este evento no se compadece con los ingenuos y prematuros pronunciamientos de algunos dirigentes políticos sobre la paz, la reconciliación y una supuesta "gallardía" del presidente Chávez para reconocer el triunfo del NO.
Es muy probable que la euforia y una interpretación caprichosa de la exposición del presidente Chávez la madrugada de este lunes contribuyeran a esta distorsión en virtud de que en el evento electoral se produjo una coincidencia, muy probablemente transitoria, con una masa chavista que fue estimulada por una serie de factores exógenos a la oposición tradicional. Entre estos el más conspicuo es sin duda el presidente Chávez, el gran arquitecto de su propia debacle. Nunca antes en Venezuela fue tan ostensible el empeño de un jefe de Estado en jugar, nacional e internacionalmente, en contra de su propio interés.
La historiadora estadounidense Bárbara Tuchman asegura en uno de sus ensayos que estas decisiones que desafían el sentido común y la experiencia, a pesar de disponerse de una abundante información que aconseja lo contrario, con consecuencias catastróficas, no ocurren con tanta frecuencia en ninguna otra actividad humana sino en la política. Chávez es una prueba viviente de este aserto.
El aprendiz de brujo
El triunfo electoral del año pasado desencadenó en el espíritu y la mente del p r e s i d e n t e Chávez un estado de euforia tal que no le p e r m i t i ó considerar la posibilidad de una derrota. En el camino, alentado por arrogancia desbocada, decidió no renovar la concesión a RCTV.
La convulsión social que provoca la arbitraria decisión no lo disuade. Marcel Granier se reveló entonces como un formidable adversario. Recorrió varios continentes sembrando dudas acerca del talante democrático del comandante. Para sorpresa de muchos, el atropello a RCTV despertó una vigorosa fuerza estudiantil que magnificó y multiplicó el mensaje opositor que se intentaba amordazar.
A la insurgencia estudiantil sigue la disidencia de Podemos, la de las iglesias Católica y Evangélica, la del general Raúl Baduel y la señora Marisabel Rodríguez. Economistas, abogados y politólogos, entre otros profesionales, alertaron sobre el proyecto que el gobierno pretendía refrendar clandestinamente.
Entretanto la crisis económica se agudizaba. Como a un aprendiz de brujo la alquimia presidencial comenzó a conjurar los demonios que se le aparecieron el pasado domingo.
Desconfianza e ironía
La sospechosa y cuestionada demora de los resultados del "sistema electoral más moderno y transparente del mundo", la admisión pública del presidente Chávez de vivir por más de cinco horas un "dilema" y la e s c a r a m u z a pública en el CNE para que el gobierno admitiera la derrota confirman las razones de la gran desconfianza crónica del electorado.
Los comentarios del eurodiputado Herrera Tejedor, en el sentido de que las incidencias en el CNE "no se sostienen bajo ningún parámetro de democracia" son pertinentes. La actitud desafiante y resentida del presidente Chávez en el curso de esta semana demuestra que el referendo es sólo un episodio de una lucha más larga y enconada.
Cuando se consideró en la oposición que la decisión de votar o no votar debía estar fundamentada en una táctica o una estrategia, la mayoría optó por promover la participación sin ninguna otra condición ulterior y así se cumplió. Cabalgando sobre la mayoría, los partidarios del voto a ultranza, como ya es costumbre, denostaron de la abstención como estrategia.
Sin embargo, ¡que ironía!, a través de una de las más concientes, activas y militantes abstenciones jamás conocida en la historia electoral de Venezuela, el sector chavista disidente materializó la derrota de Chávez.
Teodoro no se turbó para reconocerlo en su editorial del pasado martes: "Sin ese aporte (chavista), más la parte de ese mismo electorado que se abstuvo, la victoria no habría sido posible". La victoria le pertenece también al chavismo disidente. Si se usa como referente las elecciones presidenciales de diciembre "la parte de ese mismo electorado que se abstuvo" fue de varios millones de electores.
La política pues también tiene sus sorpresas. Mientras la oposición debatía votar o no votar, resolviendo mayoritariamente por la primera, una mancomunidad de chavistas silenciosos optaron, por desconfianza en el proyecto socialista o por temor al efecto Tascón, por expresarse a través de la abstención con un tono de voz que dejó aturdido al comandante Chávez y puso a la oposición a cantar victoria.
Este contundente mensaje del chavismo abstencionista podría consolidar el liderazgo emergente del general Raúl Baduel y ampliará el horizonte político de Podemos si saben descifrar e interpretar sus señales.
Mientras tanto, los sufragistas compulsivos que descalificaron la abstención como estrategia deberían guardar un discreto y agradecido silencio.
Un análisis desprejuiciado de los resultados electorales del pasado domingo demuestra que la realidad que surgió de este evento no se compadece con los ingenuos y prematuros pronunciamientos de algunos dirigentes políticos sobre la paz, la reconciliación y una supuesta "gallardía" del presidente Chávez para reconocer el triunfo del NO.
Es muy probable que la euforia y una interpretación caprichosa de la exposición del presidente Chávez la madrugada de este lunes contribuyeran a esta distorsión en virtud de que en el evento electoral se produjo una coincidencia, muy probablemente transitoria, con una masa chavista que fue estimulada por una serie de factores exógenos a la oposición tradicional. Entre estos el más conspicuo es sin duda el presidente Chávez, el gran arquitecto de su propia debacle. Nunca antes en Venezuela fue tan ostensible el empeño de un jefe de Estado en jugar, nacional e internacionalmente, en contra de su propio interés.
La historiadora estadounidense Bárbara Tuchman asegura en uno de sus ensayos que estas decisiones que desafían el sentido común y la experiencia, a pesar de disponerse de una abundante información que aconseja lo contrario, con consecuencias catastróficas, no ocurren con tanta frecuencia en ninguna otra actividad humana sino en la política. Chávez es una prueba viviente de este aserto.
El aprendiz de brujo
El triunfo electoral del año pasado desencadenó en el espíritu y la mente del p r e s i d e n t e Chávez un estado de euforia tal que no le p e r m i t i ó considerar la posibilidad de una derrota. En el camino, alentado por arrogancia desbocada, decidió no renovar la concesión a RCTV.
La convulsión social que provoca la arbitraria decisión no lo disuade. Marcel Granier se reveló entonces como un formidable adversario. Recorrió varios continentes sembrando dudas acerca del talante democrático del comandante. Para sorpresa de muchos, el atropello a RCTV despertó una vigorosa fuerza estudiantil que magnificó y multiplicó el mensaje opositor que se intentaba amordazar.
A la insurgencia estudiantil sigue la disidencia de Podemos, la de las iglesias Católica y Evangélica, la del general Raúl Baduel y la señora Marisabel Rodríguez. Economistas, abogados y politólogos, entre otros profesionales, alertaron sobre el proyecto que el gobierno pretendía refrendar clandestinamente.
Entretanto la crisis económica se agudizaba. Como a un aprendiz de brujo la alquimia presidencial comenzó a conjurar los demonios que se le aparecieron el pasado domingo.
Desconfianza e ironía
La sospechosa y cuestionada demora de los resultados del "sistema electoral más moderno y transparente del mundo", la admisión pública del presidente Chávez de vivir por más de cinco horas un "dilema" y la e s c a r a m u z a pública en el CNE para que el gobierno admitiera la derrota confirman las razones de la gran desconfianza crónica del electorado.
Los comentarios del eurodiputado Herrera Tejedor, en el sentido de que las incidencias en el CNE "no se sostienen bajo ningún parámetro de democracia" son pertinentes. La actitud desafiante y resentida del presidente Chávez en el curso de esta semana demuestra que el referendo es sólo un episodio de una lucha más larga y enconada.
Cuando se consideró en la oposición que la decisión de votar o no votar debía estar fundamentada en una táctica o una estrategia, la mayoría optó por promover la participación sin ninguna otra condición ulterior y así se cumplió. Cabalgando sobre la mayoría, los partidarios del voto a ultranza, como ya es costumbre, denostaron de la abstención como estrategia.
Sin embargo, ¡que ironía!, a través de una de las más concientes, activas y militantes abstenciones jamás conocida en la historia electoral de Venezuela, el sector chavista disidente materializó la derrota de Chávez.
Teodoro no se turbó para reconocerlo en su editorial del pasado martes: "Sin ese aporte (chavista), más la parte de ese mismo electorado que se abstuvo, la victoria no habría sido posible". La victoria le pertenece también al chavismo disidente. Si se usa como referente las elecciones presidenciales de diciembre "la parte de ese mismo electorado que se abstuvo" fue de varios millones de electores.
La política pues también tiene sus sorpresas. Mientras la oposición debatía votar o no votar, resolviendo mayoritariamente por la primera, una mancomunidad de chavistas silenciosos optaron, por desconfianza en el proyecto socialista o por temor al efecto Tascón, por expresarse a través de la abstención con un tono de voz que dejó aturdido al comandante Chávez y puso a la oposición a cantar victoria.
Este contundente mensaje del chavismo abstencionista podría consolidar el liderazgo emergente del general Raúl Baduel y ampliará el horizonte político de Podemos si saben descifrar e interpretar sus señales.
Mientras tanto, los sufragistas compulsivos que descalificaron la abstención como estrategia deberían guardar un discreto y agradecido silencio.
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