miércoles, 19 de diciembre de 2007

*"HUGO CHÁVEZ: "SEPAN ADMINISTRAR SU VICTORIA, PORQUE YA LA ESTÁN LLENANDO DE MIERDA" ESCRIBE JOHAN RODRÍGUEZ PEROZO



Por: Johan Rodríguez Perozo(*)


Si algo es inmanente a la práctica política como actividad de desempeño en la vida pública, es el uso correcto del idioma y el lenguaje, bien sea coloquial o de manera culta y académica. De manera común, en el contexto político venezolano, se incurre en equívocos confundiendo la práctica del lenguaje coloquial con vulgaridad y peor aún, con la grosería. De acuerdo con los puristas del idioma, el concepto de lenguaje coloquial no supone el uso incorrecto del lenguaje y mucho menos la grosería como elemento de comunicación verbal entre gente civilizada. El coloquio es sinónimo de conversación; de lenguaje llano, carente de sofisticaciones y no necesariamente ceñido a la gramática castellana.


Ello no indica deficiencia cultural alguna, al contrario, sirve de herramienta al idioma para una comunicación rápida y directa con nuestros semejantes. En la breve exposición de una idea, el lenguaje permite expresiones válidas, tanto para denotar acciones como para dar explicación concreta de algo.

Nuestro planteamiento viene a cuento, a propósito de la despectiva calificación dada por Hugo Chávez, a los resultados electorales del 2D, lo cual, entre otras situaciones, revela sus angustias interiores. Se puede afirmar, con absoluta propiedad, que la intensidad verbal impuesta por este personaje al debate político, resulta realmente incompatible con nuestro gentilicio. Chávez, al asumir el lenguaje de la confrontación como paradigma fundamental de su discurso, termina configurando un cuadro de consecuencias impredecibles en el estado de ánimo de los venezolanos. El aliento del fanatismo exacerbado, junto al lenguaje escatológico característico de quienes integran el régimen, pretende imponerse como moneda de uso corriente en el trato con los habitantes del país. La intensidad del volumen en las voces secundarias del chavismo gobernante, así lo ratifican. Basta sólo la confusa y destemplada expresión del “amado líder”, para que la generalidad de los medios de comunicación sean inundados, con todo tipo de improperios, insultos y descalificaciones, contra aquellas personas o instituciones, previamente seleccionados por el jefe. El impacto del lenguaje utilizado por Chávez es capaz de lograr, además, la imposición de nuevos códigos verbales, incluso, entre sus propios adversarios.

Por otra parte, el lenguaje soez y procaz del “líder” de la pretendida revolución bolivariana, lejos del verdadero sentido inherente al significado de la responsabilidad de gobernar una nación, por el contrario, estimula activamente los agentes negativos que dan vida a situaciones no deseadas por una sociedad civilizada, tales como: la polarización, violencia, exclusión, agotamiento del modelo político, conflictos diversos, restricción y violación de derechos ciudadanos, con lo cual crece el estado de zozobra que busca acogotar a la ciudadanía en general. Hugo Chávez utiliza, además, el estímulo de la violencia como mecanismo de control social y político. Ha logrado con su actitud quebrar el tejido social venezolano, afectando gravemente relaciones familiares, comunitarias, laborales, profesionales, institucionales, desestabilizando todo el entramado social.


No existe posibilidad alguna, a partir de su gestión y forma de manejo del poder, de promover la resolución de conflictos por vías pacíficas y tradicionales. Su manera de ser y conducirse en el manejo del poder público, constituye un formidable obstáculo para el desarrollo libre y democrático de las formas más elementales de vida civilizada.

Al privilegiar el conflicto, aumenta la escalada de la confrontación cuyo sustento básico es el odio, la venganza y el resentimiento social. La violencia exacerbada encuentra como caldo de cultivo, la destrucción del entorno ciudadano, irrumpiendo en ocasiones contra el interés público, provocando un impacto contundente en aspectos claves para la vida del país, como lo es, por ejemplo, el tema urbano y ambiental.


La destrucción por la violencia del mobiliario urbano (parques, plazas, avenidas, edificios públicos, paseos peatonales), son la prueba más palmaria de tales consecuencias. Si a ello sumamos la importancia de la restricción de derechos ciudadanos tales como: libre circulación, derecho a expresarse libremente en cualquier ámbito público, a sentirse seguro y protegido por el estado, amén de respetado por sus semejantes, tendremos una muestra del envilecimiento de la sociedad, generado por la conducta gubernamental.

Finalmente, valdría la pena detenerse un tanto en el análisis del significado escatológico de la declaración de Hugo Chávez, para resaltar lo que interesa en el plano político. En tal sentido, al compartir la opinión expresada por distintos analistas del entorno político nacional, según la cual coinciden al afirmar, que el escenario de la violencia sirve de marco fructífero a los planes hegemónicos de nuestro inefable comandante, debemos resaltar la importancia adquirida, en el contexto de la declaración que sirve de título a este artículo: “Sepan administrar su victoria…”, el reconocimiento, por primera vez, desde el inicio de su paso por el poder, de otorgar la victoria a sus adversarios políticos. Probablemente tenga mayor valor la frase antes descrita y expresada por Hugo Chávez, que los insultos recibidos a continuación. La frase revela la verdadera angustia causada por la derrota. El reconocimiento al adversario le da mayor relevancia al objetivo logrado. Está allí el filón del análisis sobre el cual deberíamos volcarnos, para producir, a renglón seguido, la “línea gruesa” que ha de orientar la construcción de la verdadera y definitiva derrota política de Chávez en el futuro inmediato. No nos dejemos distraer nuevamente por la cohetería verbal del ilustre hijo de sabaneta.
(*) rjohan13@gmail.com

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