viernes, 7 de diciembre de 2007

*ELIDES J. ROJAS L. ESCRIBE PARA EL UNIVERSAL: “DE BARRANCO EN BARRANCO”






No es fácil destruir tres millones de votos. Sólo los grandes pueden hacerlo.



Con una visión y una determinación tan clara y firme, de esas que sólo gente como Bill Gates puede exhibir, Hugo Chávez ha venido trabajando para construir su propio y monumental barranco. Especialmente este año, cuando ha alcanzado los mayores parámetros de calidad en materia del demolición de estructuras partidistas y desintegración de votos.
Es verdad que siempre ha contado con esa enorme fuerza destructiva que algunas veces se torna incontrolable. Pero también ha tenido por casi ocho años la capacidad de recuperación suficiente para volver a la cima y retomar el trabajo dinamitero. Unas veces resurge por la equivocaciones de la oposición y, sin duda, todas las veces apoyado en los millones de dólares que le manda su mejor socio comercial, el ganador de las elecciones del domingo mister Danger Bush.
En enero arrancó con más plata que nunca y más de siete millones en las mochilas guerreras. Montado en ese cerro de soberbia y alimentado en las aterciopeladas jaladas de mecate de los más finos próceres de la revolución, decide bombardear a RCTV para dar paso a ese portento de televisión que se llama Tves y afrontar la reacción de viejos adversarios, muchos chavistas, estudiantes, ese torpedo emergente que reaccionó ante el abuso extremo de poder y se ha dedicado invariablemente a jurungarle la paciencia al antiguo líder del socialismo mundial, intergaláctico y cosmogónico.
La voladura del canal 2 también le trajo una buena dosis de reclamos y llamadas de atención de otras naciones y organismos internacionales. Qué importa. Ese liderazgo está por encima de seres inferiores incapaces de comprender la grandeza.
De allí en adelante fue un bólido. Desintegrado el MVR nace el partido ficticio Psuv. El choreo descarado descubierto con el maletinazo de Buenos Aires, lo obliga a tirar la reforma como anzuelo comunicacional y se mete de frente en el lío de la reforma, cuyo innegable objetivo principal siempre fue quedarse en el poder sin necesidad de pasar por el trago amargo de declararse dictador. Eso jamás. Se puede ser dictador, pero que se note nunca.
Violar la Constitución, hacer del ventajismo la regla, despedir a los más cercanos colaboradores, excluir del gobierno a quienes disientan, descalificar a los críticos por muy compadres que sean, amenazar a todo ser que se atreva a cuestionar, sabotear cumbres y reuniones internacionales, buscar camorra a gobiernos unidos por lazos históricos, desbaratar la principal industria nacional. La máquina destructora tiene más. Delinear políticas económicas hambreadoras y generadoras de desabastecimientos y largas colas para buscar los alimentos. ¡Socialismo!
Así llegamos al dos de diciembre. El barranco bien marcadito, empinado y lleno de piedras. Y, por los vientos que soplan, la barrena no parará.

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