EDITORIAL CHAVEZ, EN LA PEOR DIRECCION
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El presidente de Venezuela ha hecho suficientes merecimientos en 2007 como para conseguir el título de Enemigo del año que nuestro periódico hace extensivo a todo el movimiento de caudillos populistas que amenazan con desviar a América Latina de la democracia. El Último de esos méritos es su osadía de convertir la liberación de tres rehenes de las FARC colombianas en un festival -con desfiles incluidos- para su mayor gloria. Y ello, después de haber actuado con tal torpeza como para haber regalado a la guerrilla -considerada un movimiento terrorista en todo el planeta- la victoria política más importante de las Últimas décadas, dándole categoría de interlocutor y llevándola a las p0l1adas de todos los periódicos. Al poner su egocéntrico papel de mediador por encima de la misión humanitaria de liberar a los rehenes ha creado una crisis diplomática con Colombia.
La política de Chávez ha estado plagada de actuaciones y gestos que retratan a un político peligroso para la estabilidad en el continente americano. Sus injerencias en la política de países vecinos -Ecuador, Bolivia, Nicaragua o Argentina-, financiando y asesorando la causa de Rafael Correa, Evo Morales, Daniel Ortega o los Kirchner, dice mucho de la catadura moral de quien ha utilizado precisamente como arma arrojadiza la intromisión de los Estados Unidos en la política de la región. El capítulo de Cuba merece tratamiento aparte. Chávez ha dado una prórroga a la dictadura en el momento más delicado, cuando tras la enfermedad de Fidel Castro podrían haber soplado aires de cambio. No hay que olvidar que, al margen del apoyo político, inyecta 100.000 barriles diarios de petróleo en la isla.
Su desprestigio se ha acrecentado con episodios lamentables, como el de dar un balón de oxígeno a Irán justo cuando la comunidad internacional trata de aislar a su presidente, Ahmadineyad, para convencerle de de que desista de su plan nuclear. O con el intento fracasado de politizar la OPEP para perjudicar los intereses de Estados Unidos. El mismo se ha puesto en evidencia también en su país tras perder este mismo mes el referéndum con el que pretendía modificar la Constitución venezolana, cambio con el que aspiraba a aumentar sus ya de por sí amplísimos poderes. Lejos de acatar la voluntad popular que tanto reivindica, Chávez insultó a quienes rechazaron sus planes. Dentro de este patético balance, su incidente con el Rey en la Cumbre de Chile es la guinda en la trayectoria de un personaje que camina en la peor dirección.
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El presidente de Venezuela ha hecho suficientes merecimientos en 2007 como para conseguir el título de Enemigo del año que nuestro periódico hace extensivo a todo el movimiento de caudillos populistas que amenazan con desviar a América Latina de la democracia. El Último de esos méritos es su osadía de convertir la liberación de tres rehenes de las FARC colombianas en un festival -con desfiles incluidos- para su mayor gloria. Y ello, después de haber actuado con tal torpeza como para haber regalado a la guerrilla -considerada un movimiento terrorista en todo el planeta- la victoria política más importante de las Últimas décadas, dándole categoría de interlocutor y llevándola a las p0l1adas de todos los periódicos. Al poner su egocéntrico papel de mediador por encima de la misión humanitaria de liberar a los rehenes ha creado una crisis diplomática con Colombia.
La política de Chávez ha estado plagada de actuaciones y gestos que retratan a un político peligroso para la estabilidad en el continente americano. Sus injerencias en la política de países vecinos -Ecuador, Bolivia, Nicaragua o Argentina-, financiando y asesorando la causa de Rafael Correa, Evo Morales, Daniel Ortega o los Kirchner, dice mucho de la catadura moral de quien ha utilizado precisamente como arma arrojadiza la intromisión de los Estados Unidos en la política de la región. El capítulo de Cuba merece tratamiento aparte. Chávez ha dado una prórroga a la dictadura en el momento más delicado, cuando tras la enfermedad de Fidel Castro podrían haber soplado aires de cambio. No hay que olvidar que, al margen del apoyo político, inyecta 100.000 barriles diarios de petróleo en la isla.
Su desprestigio se ha acrecentado con episodios lamentables, como el de dar un balón de oxígeno a Irán justo cuando la comunidad internacional trata de aislar a su presidente, Ahmadineyad, para convencerle de de que desista de su plan nuclear. O con el intento fracasado de politizar la OPEP para perjudicar los intereses de Estados Unidos. El mismo se ha puesto en evidencia también en su país tras perder este mismo mes el referéndum con el que pretendía modificar la Constitución venezolana, cambio con el que aspiraba a aumentar sus ya de por sí amplísimos poderes. Lejos de acatar la voluntad popular que tanto reivindica, Chávez insultó a quienes rechazaron sus planes. Dentro de este patético balance, su incidente con el Rey en la Cumbre de Chile es la guinda en la trayectoria de un personaje que camina en la peor dirección.
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