jueves, 6 de diciembre de 2007

*ANTONIO COVA MADURO ESCRIBE PÀRA EL UNIVERSAL: “RESURRECCION”

Después de un largo Vía Crucis, como debe ser entendido en una sociedad de raíz cristiana, ha llegado la resurrección. ¿Y resurrección de qué? Pues, de muchas cosas. En primer lugar, de la perspectiva adecuada, y por qué no, de la conveniente.
Si algo ha hecho daño a los venezolanos -y lo hizo hasta este domingo de infarto que tuvimos- es la creencia de que toda la razón de los triunfos de Chávez-y de nuestras derrotas- residía en el CNE. Ojo, que en lo más mínimo excluyo el que, en parte, el CNE ha tenido mucho que ver en este asunto.
La perspectiva adecuada ha sido re-puesta y lo ha sido en dos sentidos: el primero, no toda la culpa estaba en el CNE y sus marramuncias, sino también en otras cosas, que vale la pena tener en cuenta. Así, por ejemplo, el esfuerzo descomunal que desplegó el chavismo para instalar sus misiones con sus chorros de real, y así el esfuerzo de inscripción masiva de nuevos votantes. Por cierto, vale la pena anotar aquí un pequeño efecto boomerang: los cientos de miles de colombianos rápidamente nacionalizados muy posiblemente votaron por el NO, porque les atemorizaron las amenazas implícitas a su modo de vida (envío de remesas, servicios sociales para ellos y sus familias, etc.) que la ruptura con Uribe entrañaban.
En Petare
Algo que, en este mismo sentido, los opositores han dejado de lado es entender que unas elecciones se ganan el día en que la gente acude -o no acude- a sufragar. En eso la maquinaria chavista, muy bien aceitada por el presupuesto nacional, ha sido muy efectiva siempre. Por eso uno de los mejores trabajos periodísticos (El Nacional, Lunes 3 de diciembre de 2007, p.1 Ciudadanos, Leidys Asuaje) es el que describe cómo se movió la oposición en los cerros de Petare, haciendo ver que cuando se aplican técnicas similares, se obtienen los resultados esperados.
El otro sentido de la perspectiva que anotábamos es que las desgracias enseñan¿ si uno se empeña en entender lo que a ellas subyace. La oposición ha aprendido, aunque usted no lo crea. Ha intentado conocer al monstruo por dentro y con eso se preparó para impedir caer en las mismas trampas del pasado reciente.
Es importante notar que este fue, quizás, uno de los mejores valores que aportó el estudiantado universitario. Manejan como nadie las tecnologías electrónicas del presente, tanto como para burlar los intentos del aparato gubernamental por trampearlos. Valor del voto
Conectado con el cambio de perspectiva, el triunfo de este domingo repone el valor del voto para los venezolanos. Del mismo voto que, el 30 de noviembre de 1952, le dijo NO a Pérez Jiménez y sus militares; del mismo que desafió a las guerrillas que se lo habían prohibido en diciembre de 1963.
El voto, ese fabuloso y pertinaz instrumento que tanto respetan e idolizan las sociedades contemporáneas, ha entrado de nuevo en el alma de los venezolanos, de donde había sido echado a patadas.
Al darle su valor al voto, deja sin argumentos al abstencionismo realengo, al "yo no voy a votar porque a mí no me vuelven a robar mi voto", al "No niña, yo tengo mucho oficio para estar perdiendo mi tiempo en eso". Incluso, cuando hace ver el valor del voto, no sólo lo hace en sentido ético, sino también económico.
Nadie lo planteó mejor que Rayma en unas declaraciones este domingo a la radio: "Hay que hacer esta cola para no tener que vivir luego, de cola en cola". Con ello, no sé si inadvertidamente, conectaba la escasez del presente con el castigo (electoral) a los culpables manifiestos.
Motivador
El "valor" del voto quizás no hubiese brillado sin el despliegue de las redes sociales. Una vez más, si pruebas adicionales queríamos, se hizo patente que, detrás de alguien acudiendo a votar, está un motivador que le ayuda, que le jocha, que le impide recular. Cuántos votos fueron salvados a horas tardías por los efectos de los mensajitos, del mi amor yo te llevo, del ni te preocupes que yo cuido los chamos, quizás nunca lo sepamos, pero fueron vitales. Quienes tuvimos la buena idea, apenas se reconoció lo innegable, de salir a celebrar, vimos cómo, en minutos, la algarabía se hizo dueña de la plaza Altamira, como prefiero llamarla. Por fin, quienes luchan desde hace tanto por su democracia, cada vez más arrinconada y por sus libertades maltrechas, se abrazaban, bailaban y saltando coreaban al lado de quienes recién se incorporan. Por fin podían desterrar sus caras largas y afligidas y dar rienda suelta a su alegría hace tanto contenida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentario: Firmar con su correo electrónico debajo del texto de su comentario para mantener contacto con usted. Los anónimos no serán aceptados. Serán borrados los comentarios que escondan publicidad spam. Los comentarios que no firmen autoría serán borrados.