jueves, 15 de noviembre de 2007

* DEL INSTITUTO ALBERT EINSTEIN



Instituto Albert Stein



Los individuos o grupos que se oponen a una dictadura y se inclinan a las negociaciones, a menudo tienen buenos motivos para hacerlo. En especial, cuando una lucha armada ha continuado durante varios años contra una dictadura brutal sin una victoria final, es lógico que todas las personas, sin importar su filiación política, deseen la paz. Es probable que los demócratas estén especialmente dispuestos a negociar cuando los dictadores evidentemente tienen la superioridad militar y cuando la destrucción, las víctimas y los perjuicios sufridos entre aquéllos ya no pueden soportarse más. Habrá entonces una fuerte tentación de explorar cualquier otra opción que pueda rescatar al menos algunos de los objetivos de los demócratas, a la vez que pone fin a un ciclo de violencia y contraviolencia.

La oferta de ‘paz” mediante negociaciones que un dictador le haga a la oposición democrática por supuesto no es del todo sincera. La violencia podría ser inmediatamente terminada por los propios dictadores si tan sólo éstos dejaran de hacer la guerra contra su propio pueblo. Bien podrían, por su propia iniciativa y sin ninguna negociación, restaurar el respeto a la dignidad y los derechos humanos, liberar a los presos políticos, acabar con la tortura y suspender las operaciones militares, retirarse del gobierno y hasta pedirle excusas al pueblo.

Cuando la dictadura es fuerte pero existe una resistencia irritante, puede que los dictadores deseen lograr la rendición de la oposición bajo la cobertura de “hacer la paz’. El llamado a negociar puede parecer atractivo, pero dentro de la sala de negociaciones acaso se esconderían graves peligros.

Por otra parte, cuando la oposición es excepcionalmente fuerte y la dictadura se encuentra de veras amenazada, los dictadores pueden buscar la negociación como una manera de salvar lo más posible de su capacidad de control o de sus riquezas. En ninguno de estos casos deben los demócratas ayudar a los dictadores a lograr sus metas.

Los demócratas deben desconfiar de las trampas que los dictadores les pueden tender con pleno conocimiento de causa durante un proceso de negociación. El llamado a negociar, cuando se trata de cuestiones fundamentales de las libertades políticas, puede ser un esfuerzo por parte de los dictadores para inducir a los demócratas a rendirse pacíficamente, mientras que la violencia de la dictadura continúa. En semejantes conflictos, las negociaciones solamente podrán jugar un papel apropiado al final de una lucha decisiva, en la cual el poder de los dictadores haya sido destruido y estén éstos buscando pasaje seguro para llegar a un aeropuerto internacional.

http://www.aeinstein.org/organizations/org/DelaDict.pdf

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