"Chávez y el talante" por Joan Barril
El Rey dice "¿por qué no te callas?" y el mundo
se detiene. También el Rey dice que unos
espárragos son "cojonudos" y ahí tenemos las
latas de espárragos con ese nombre en las
despensas. Lo del Rey es pintoresco. Pero lo de
Zapatero, reivindicando el buen nombre de Aznar
frente a Hugo Chávez, es un gesto notable. Hoy
sabemos más del uno y del otro.
Todo sucedió en la llamada cumbre
iberoamericana, un lugar donde las formas son
más importantes que el fondo. O sea que, si en
una sesión formal alguien no atiende a las
formas todo ese esfuerzo diplomático se
convierte en la taberna iberoamericana. Si
Chávez quiere decir que Aznar es un facha, tiene
miles de lugares para decirlo incluído su propio
programa de televisión. Las formas son tan
importantes que el día que Evo Morales se quita
la corbata y se viste la champa de los
bolivianos aimaras, todos los que estamos por la
emancipación económica de América Latina
saludamos el gesto. Las formas son tan
importantes que el propio Chávez está dispuesto
a que las fuerzas armadas dónde se formó se
llamen de ahora en adelante "antiimperialistas".
Las formas en esa cumbre deben ser tan
esenciales que cuando iba por allí Fidel Castro,
pudiendo vestir con traje y corbata, lo hacía
como el comandante en jefe de Cuba y el verde
olivo le distinguía entre el gris de los
gobernantes.
¿En qué quedamos, presidente Chávez? ¿Las formas
son buenas cuando usted las impone pero son una
antigualla colonialista cuando las impone el
consenso de una reunión multinacional? Chávez
está en su derecho de opinar sobre Aznar.
Incluso está en su derecho de sugerir que el
Gobierno español de entonces se precipitó al
aplaudir lo que parecía un derrocamiento
inminente. Pero estamos hablando de formas, de
un orden de palabras y de unas palabras --las de
Zapatero-- que tienen más calado político que el
exabrupto real. Porque Zapatero --y Chávez lo
sabe-- no es un cualquiera para Venezuela.
Zapatero ha tenido que tragarse sapos y culebras
para convertirse en uno de los pocos países que
salvan a la Venezuela bolivariana del
aislamiento. Hoy lunes, en algunos astilleros
del norte de España, trabajadores españoles irán
a completar el pedido de patrulleras y fragatas
para la armada venezolana. Y hace pocos meses,
la secretaria de Estado para Iberoamérica,
Trinidad Jiménez, en una visita a Caracas, se
negó a recibir a la esposa del general Usón,
condenado a cinco años de cárcel por decisión de
Chávez. Zapatero ha hecho la vista gorda con un
personaje dudoso. Y, en su infinita egolatría,
Chávez se ha encegado.
Zapatero intentó defender el respeto mútuo
recriminando a Chávez que dijera que Aznar es un
fascista. Los fascismos de hoy ya no son los de
Mussolini. Un fascista es un gobernante o un
simpatizante de un Gobierno que envuelve la más
noble de las causas con una serie de medidas
arbitrarias que provocan el desamparo, el terror
y la indefensión de una parte de la población.
Que cada gobernante cargue con su examen de
conciencia. Pero que Chávez no olvide que Aznar
llegó al gobierno democráticamente. Y se fue
tras haberse comprometido a una limitación de
mandato que ojalá fuera norma, en España o en
Venezuela.
Pero todo esto Chávez ya lo sabe. Porque ese
Aznar del que ahora abjura fue en 1999 su
huesped y hasta se lo llevó en yate a la isla de
Los Roques. Y nadie le recordó en la dichosa
cumbre esos devaneos vacacionales con el
"fascista" Probablemente porque eso, los
demócratas de verdad, lo encontramos de mal
gusto.
Fuente: EL PERIÓDICO de Catalunya, España.
El Rey dice "¿por qué no te callas?" y el mundo
se detiene. También el Rey dice que unos
espárragos son "cojonudos" y ahí tenemos las
latas de espárragos con ese nombre en las
despensas. Lo del Rey es pintoresco. Pero lo de
Zapatero, reivindicando el buen nombre de Aznar
frente a Hugo Chávez, es un gesto notable. Hoy
sabemos más del uno y del otro.
Todo sucedió en la llamada cumbre
iberoamericana, un lugar donde las formas son
más importantes que el fondo. O sea que, si en
una sesión formal alguien no atiende a las
formas todo ese esfuerzo diplomático se
convierte en la taberna iberoamericana. Si
Chávez quiere decir que Aznar es un facha, tiene
miles de lugares para decirlo incluído su propio
programa de televisión. Las formas son tan
importantes que el día que Evo Morales se quita
la corbata y se viste la champa de los
bolivianos aimaras, todos los que estamos por la
emancipación económica de América Latina
saludamos el gesto. Las formas son tan
importantes que el propio Chávez está dispuesto
a que las fuerzas armadas dónde se formó se
llamen de ahora en adelante "antiimperialistas".
Las formas en esa cumbre deben ser tan
esenciales que cuando iba por allí Fidel Castro,
pudiendo vestir con traje y corbata, lo hacía
como el comandante en jefe de Cuba y el verde
olivo le distinguía entre el gris de los
gobernantes.
¿En qué quedamos, presidente Chávez? ¿Las formas
son buenas cuando usted las impone pero son una
antigualla colonialista cuando las impone el
consenso de una reunión multinacional? Chávez
está en su derecho de opinar sobre Aznar.
Incluso está en su derecho de sugerir que el
Gobierno español de entonces se precipitó al
aplaudir lo que parecía un derrocamiento
inminente. Pero estamos hablando de formas, de
un orden de palabras y de unas palabras --las de
Zapatero-- que tienen más calado político que el
exabrupto real. Porque Zapatero --y Chávez lo
sabe-- no es un cualquiera para Venezuela.
Zapatero ha tenido que tragarse sapos y culebras
para convertirse en uno de los pocos países que
salvan a la Venezuela bolivariana del
aislamiento. Hoy lunes, en algunos astilleros
del norte de España, trabajadores españoles irán
a completar el pedido de patrulleras y fragatas
para la armada venezolana. Y hace pocos meses,
la secretaria de Estado para Iberoamérica,
Trinidad Jiménez, en una visita a Caracas, se
negó a recibir a la esposa del general Usón,
condenado a cinco años de cárcel por decisión de
Chávez. Zapatero ha hecho la vista gorda con un
personaje dudoso. Y, en su infinita egolatría,
Chávez se ha encegado.
Zapatero intentó defender el respeto mútuo
recriminando a Chávez que dijera que Aznar es un
fascista. Los fascismos de hoy ya no son los de
Mussolini. Un fascista es un gobernante o un
simpatizante de un Gobierno que envuelve la más
noble de las causas con una serie de medidas
arbitrarias que provocan el desamparo, el terror
y la indefensión de una parte de la población.
Que cada gobernante cargue con su examen de
conciencia. Pero que Chávez no olvide que Aznar
llegó al gobierno democráticamente. Y se fue
tras haberse comprometido a una limitación de
mandato que ojalá fuera norma, en España o en
Venezuela.
Pero todo esto Chávez ya lo sabe. Porque ese
Aznar del que ahora abjura fue en 1999 su
huesped y hasta se lo llevó en yate a la isla de
Los Roques. Y nadie le recordó en la dichosa
cumbre esos devaneos vacacionales con el
"fascista" Probablemente porque eso, los
demócratas de verdad, lo encontramos de mal
gusto.
Fuente: EL PERIÓDICO de Catalunya, España.
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