sábado, 11 de mayo de 2013

FELIPE GUERRERO, MADRES, CORNELIA LA ROMANA

Cornelia  fue una de las matronas romanas más queridas y respetadas.
Antes que casarse con un potentado del palacio real, Cornelia prefirió ser esposa de un ciudadano romano. Tras la muerte de su padre se desposó con Tiberio Graco. Fue madre de doce hijos pero sólo dos llegaron a la edad adulta.
La historia identifica a estos dos hijos como «Los Gracos». Estos ciudadanos formados por su madre fueron testimonio de hombres amables  ya que Cornelia  los educó en la virtud, en la nobleza  y se propuso fueran dignos ciudadanos de Roma.
Un día, la madre de «Los Gracos»  recibió la visita de una elegante Patricia, que solo hablaba de trajes y joyas, hasta que acabó por decirle: «Yo se que tú también tienes joyas muy preciosas… ¿Me puedes enseñar tus joyas?».
Se levantó Cornelia,  salió de la estancia y reapareció al corto rato llevando en cada mano a sus dos  hijos y con sobrado orgullo le dijo: «Estas son mis  joyas  más preciosas».
Fueron aquellos hijos, hombres heroicos  los que permitieron que todo el imperio Romano reconociera que sus virtudes eran el testimonio de la rica herencia de su madre.
Por la  noche negra y pesada que vive la patria bien vale rescatar la lección de Cornelia.
En este tiempo y en estos escenarios el clarín de la historia está reclamando la presencia de hombres y mujeres repletos de ideal,  capaces de librar la batalla continuada que están reclamando los millones de voces de la patria ignorada.
Todas las mujeres de esta tierra son madres y todas ellas están sembrando en sus hijos, en sus hermanos o en sus alumnos la semilla de la dignidad y de la justicia y abren senderos para que por esas veredas transiten las inquietudes de libertad y donde ya se estampa la floración de una respuesta a las interrogantes que se plantean las grandes mayorías nacionales que están agotadas de la bribonería política que preñada de violencia y mala fe encauza sus fuerzas para producir abortos de revolución.
Los hijos jóvenes y los hijos viejos esperan la luz orientadora de sus madres; porque esos hijos  aman la libertad y aborrecen las tiranías.
Madres: De ustedes viene la vida y en ustedes vive una raíz de sol siempre dichosa, la riega el llanto y la convierte en rosa y sangre mártir cada rosa exhibe.
Hoy las madres al lado de sus hijos son el símbolo de la resistencia frente a la injusticia; madres e hijos son la expresión del reiterado reclamo de verdad y justicia y contra el obstinado silencio que pretende tender un manto de olvido  sobre los dramas y las tragedias que vive la sociedad venezolana.
Hacemos nuestro el verso del genial Mario Benedetti para decirle a la madre de esta tierra: «Tus manos son mi caricia / mis acordes cotidianos / te quiero porque tus manos / trabajan por la justicia. / Tu boca que es tuya y mía  / tu boca no se equivoca  / te quiero porque tu boca / sabe gritar rebeldía».
En este tiempo de festejo, conviene pedirles a todas las  madres que continúen dictando cátedra de coraje para que sigan siendo el brazo que impulse a miles de luchadores en la interminable batalla por la libertad.
Con el poeta les decimos a todas las madres: 
«Tus ojos son mi conjuro / contra la mala jornada / te quiero por tu mirada / que mira y siembra futuro». Y… por tu rostro sincero y tu paso vagabundo  y tu llanto por el mundo porque eres pueblo te quiero.  Te quiero en mi paraíso, es decir que en mi país,  la gente viva feliz  aunque no tenga permiso.
Sólo aspiro que las madres venezolanas muestren a sus hijos, rebeldes frente a la injusticia  y con orgullo le digan al mundo como la madre de Los Gracos:  «Estas son mis  joyas  más preciosas».
E-mail: felipeguerrero11@gmail.com

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AGUSTÍN LAJE, APOLOGÍA DEL INDIVIDUO

BREVE INTRODUCCIÓN
Haciéndonos eco de las expresiones fúnebres clásicas en controvertidos filósofos como Michel Foucault o Friedrich Nietzsche, el presente ensayo podría ser introducido a partir de la siguiente sentencia no menos lúgubre que la de aquellos: “el individuo está muriendo”.
Va de suyo que no nos estamos refiriendo a una muerte física sino moral; no se trata de una muerte producida por una balacera de plomo, sino por un bombardeo sistemático de incisivas ideas; no se trata de una muerte instantánea, sino gradual (de ahí que digamos que “está muriendo” y no que “ha muerto”); y por último, no se trata de una muerte específica sino universal: nadie escapa a ella.
Pero si el individuo efectivamente está muriendo: ¿Qué lo está matando? ¿Cómo se está produciendo su muerte? ¿Qué puede salvarlo (si es que algo puede hacerlo)? Reflexionar en torno a estas preguntas echará luz sobre una nueva forma de dominación que aquí llamaremos “colectivización de las consciencias”, cuya naturaleza y efectos trataremos más adelante.
Nuestro trabajo puede dividirse, a la postre, en los siguientes desarrollos temáticos: una sintética propuesta acerca del significado que deberíamos atribuirle a la idea de “individualismo”, que destierre mitos y falacias muy difundidas sobre él; una reformulación de la clásica idea colectivista de sociedad en tanto que estructura prioritaria y con primacía frente al individuo; consideraciones insoslayables sobre la relación individuo-sociedad;  una aproximación a la “colectivización de la consciencia” como forma de dominación; y finalmente una conclusión que arroje pistas sobre cómo devolverle al individuo su existencia plena.
La libertad, como queda claro, es la cuestión que subyace a todos estos temas. Ella es la protagonista tácita de todo lo que a continuación sigue. En efecto, una apología del individuo y su derecho a existir como tal es necesariamente una apología de la libertad en su sentido más puro.
VERDADES Y FALACIAS SOBRE EL INDIVIDUALISMO
Pocas ideas han sido tan deformadas y vapuleadas como la del individualismo, incluso en el seno mismo de ciertos sectores liberales. Lograr hacer del colectivismo un sistema moral hegemónico requería, precisamente, la anulación de su alternativa lógica a través de un gradual proceso de mutilación de significados. ¿Qué entiende acaso, la mayor parte de la gente, por “individualismo”? Probablemente entienda que se trata más de una actitud que de un cuerpo teórico complejo; y probablemente asocie esta presunta actitud a cuestiones vinculadas a una suerte de egoísmo rapaz y caníbal, insensible a “lo social” y desatendido de los demás.
Esto no es nuevo. El propio Friedrich Hayek se mostró arrepentido de haber usado la palabra “individualismo” para vincularla con los ideales de libertad en los que creía, sobre todo después de haber constatado cómo la gente tendía a malinterpretar su significado profundo.
Pero el individualismo debería ser entendido como algo significativamente distinto a todo lo que generalmente se piensa (¿o se ha hecho pensar?) sobre él. Ante todo, el individualismo correctamente comprendido[1] es una corriente filosófica que encuentra sus pilares fundamentales en el respeto irrestricto por la vida humana en cada ejemplar. Esto es, en verdad, una derivación del previo reconocimiento de que cada hombre es un ser único, inigualable e irrepetible, dueño exclusivo −y por lo tanto también responsable− de su propia existencia terrenal.
Estimo que lo anterior constituye el axioma básico de una verdadera visión individualista.[2] De allí que tal visión otorgue idéntica importancia a cada ser humano en su forma individual y rechace, por consiguiente, doctrinas fundadas en el sacrificio de algunos por el beneficio de otros sostenidas por el criterio de la primacía grupal. En efecto, el común denominador de estas doctrinas (llámense fascismo, nazismo o marxismo) es su origen anclado en visiones colectivistas que relegan al individuo a un segundo plano y ponen al grupo en el centro de atención (llámese al grupo nación, raza o clase).
Pero dado que cada individuo es dueño y responsable de su existencia, para el individualismo el hombre −o mejor dicho, cada hombre particular− es un fin en sí mismo y no un medio de los demás, como alegaría Immanuel Kant. Con lo cual, una visión individualista sólo admite interacciones mediadas por el mutuo consentimiento, esto es, mediadas por voluntades recíprocas.
La voluntad de los hombres, así pues, se constituye en la expresión de su propia individualidad. En efecto, la voluntad es aquello que une y distancia al mismo tiempo a los seres humanos: los une en tanto que todos la tienen, y los distancia en tanto que no existen dos sumas de voluntades completamente idénticas.
En este orden de cosas, la idea de voluntad se encuentra estrechamente ligada a otras dos ideas inseparables: la libertad y la diferencia. Mientras que la primera es la precondición de la realización de las voluntades (¿cómo podría realizarse la voluntad sin el previo goce de la libertad?), la segunda es la consecuencia indefectible de la realización de las voluntades (¿voluntades diferentes no provocan inevitablemente resultados también diferentes?).
Cuando hablamos de voluntad estamos refiriéndonos, en un sentido genérico, a los proyectos personales conscientes de cada vida humana particular. Es claro, en este sentido, que para el individualismo bien entendido no puede haber tal cosa como una “voluntad de coartar voluntades” o una “libertad para arremeter contra las libertades”. Esas son engañosas contradicciones. Si aceptamos que cada individuo es un fin en sí mismo, estamos poniendo desde el inicio un freno a aquellas voluntades que, a través de la fuerza (¿de qué otra forma sino?) pretendan reducir a los demás a la condición de medio, pues tal cosa atentaría contra la propia individualidad que se pretende defender.[3] De aquí que digamos, nuevamente, que el individualismo levanta la bandera de la proscripción de la fuerza en las relaciones humanas.
Frente a estos argumentos, es probable que aquella doctrina que pone al grupo por encima del individuo −el colectivismo[4]− sostenga que las voluntades de los individuos no son sino meras construcciones del entorno social. Esta es, quizás, una de las más difundidas y exitosas críticas que han esbozado intelectuales anti-individualistas contra lo que consideran un ilusorio “hombre átomo”, frente al cuál no han podido mejor cosa que proponer un hombre de plastilina, carente de libre albedrío, moldeable en su totalidad por una suerte de poder paranormal inherente al grupo. La idea más o menos suele ser expresada de la siguiente manera: “el individualismo construye a un hombre inexistente que actúa como átomo aislado sin ser afectado por el marco sociocultural que lo rodea”. Se trataría, por tanto, de un problema ontológico.
¿Pero es el individualismo que proponemos realmente “atomista” e ignora la naturaleza social del hombre? Va de suyo que no. Y basta considerar que, si efectivamente fuese cierto que el enfoque individualista no tuviera en cuenta el hecho de que los individuos interaccionan en un marco sociocultural específico, no existiría necesidad de adjudicarles la condición de fin en sí mismo. Es claro que si la vida del individuo no entrara en contacto con la de nadie más, reivindicarla como un fin y no como un medio sería innecesario por completo, pues ya se daría indefectiblemente lo primero.
Junto a la acusación de que el individualismo deviene en “atomismo”, suele esgrimirse que, en puridad, las voluntades no son formadas por el propio individuo sino por factores socioculturales intrínsecos a la comunidad, concebida como un todo. La verdad es sensiblemente distinta: el individualismo, al no ignorar la realidad social del hombre como se dijo, por añadidura tampoco desprecia las influencias de su propio entorno sociocultural como arguyen sus enemigos. La diferencia esencial radica en que, para el colectivismo, tal entorno es determinante, en tanto que para el individualismo es sólo influyente, puesto que el hombre tiene la facultad del libre albedrío.
Existe, finalmente, una tercera crítica eficazmente divulgada contra el individualismo consistente en sostener que éste caracteriza al hombre como un simple egoísta y termina promoviendo el egoísmo más vil y destructivo. Lo que el individualismo debería decir, empero, es algo muy diferente: todo individuo tiene intereses y deseos personales vinculados a sus proyectos de vida particulares que, siempre que no dañen derechos ajenos, deberían respetarse sin objeción. Tal es el argumento individualista. Ocurre que para explicar esto, los grandes autores liberales del siglo XVIII e incluso algunos del siglo XX (como es el caso de la filósofa y novelista Ayn Rand) utilizaron el vocablo “egoísmo”. Esto brindó la posibilidad a la intelectualidad anti-individuo de asociar falazmente este interés personal con una motivación egoísta en el sentido de interés exclusivo por uno mismo, lo cual es una cosa totalmente distinta.
El interés personal, en términos simples, tiene que ver con aquella estructura interna de preferencias que se va formando y reformando a lo largo de la vida de todo individuo en la cual se define una multiplicidad de cuestiones que para esa persona concreta son de valor y que por tanto motivan sus acciones. Claro que el concepto de valor no refiere únicamente al orden material, sino también al espiritual o intangible. Así como una estructura de valores podría incluir “comprar un automóvil”, también suele incluir “proteger a mi familia”, “alabar a mi dios”, “gozar de la amistad”, o más genéricamente “ayudar a mi prójimo”. Muy distinto a esto resulta la falsa idea de interés exclusivo por uno mismo, que limita la antedicha estructura a valores exclusivamente de orden material en un individuo aislado por completo del mundo social; algo en lo que, como vimos, un individualismo bien comprendido jamás podría creer.
Pero es evidente que el individualismo que postula al hombre como fin y no como medio, no promueve egoísmo en este último sentido. Lo único que promueve es respeto absoluto frente a cualquier estructura de valores siempre que ésta no implique acciones que pudieran dañar los derechos de los demás.[5] Simplemente entiende que debe dejarse a los hombres perseguir sus proyectos de vida como mejor lo consideren, evitando prescribir coactivamente “modos de vivir” o “fines colectivos”.
¿Cómo resumir entonces, en breves palabras, el verdadero significado ético del individualismo? Estimo que éste está constituido por una serie de ideas morales cuya preocupación está puesta sobre cada hombre en particular como ya se dijo. La ética individualista coloca a todos estos hombres en una disposición perfectamente horizontal en términos de dignidad, aunque no por ello deja de ser consciente de la infinita heterogeneidad que resulta del ejercicio de la libertad. Así pues, advierte que lo único que tienen de igual estos individuos es su condición de fin en sí mismo, y que en todo lo demás (valores, gustos, habilidades, actitudes, intereses, etc.) no existen dos individuos idénticos. El individualismo es, por consiguiente, la idea del respeto recíproco como principio deseable de toda sociedad.[6] Se trata de la idea de que la realidad es demasiado compleja como para que determinados individuos se arroguen el derecho de manejar la vida de los demás a su antojo: se trata, por todo ello, de un ideal de humildad y tolerancia ante todo.
La llamada “sociedad abierta”, o más concretamente el Estado liberal de derecho, es el corolario político de esta serie de ideas morales. Podría decirse que el individualismo es a lo moral lo que el liberalismo es a lo político. La visión que tiene el liberalismo en el terreno de la filosofía política de un Estado mínimo protector de derechos individuales, deviene precisamente de una visión moral individualista previa.[7]
INDIVIDUO Y SOCIEDAD
¿Qué entiende entonces el individualismo por “sociedad”? Pues que se trata de una abstracción que refiere a un determinado número de individuos, una compleja red que entrecruza las voluntades, relaciones e interacciones de esos individuos, y el significado intersubjetivo que éstos mismos le conceden a sus acciones. Ni más ni menos que eso. El concepto de “sociedad”, de esta forma, no carece de importancia para el individualismo en tanto que concepto analítico. Lo que éste rechaza es la idea de sociedad como concepto moral.
Para el individualismo la sociedad no tiene fines, no piensa, no siente, no actúa ni elige. Son los propios individuos de carne y hueso los que definen propósitos, piensan, sienten, actúan y eligen. Y son precisamente éstos los que tienen la capacidad de crear conceptos como el de “sociedad”, cuya existencia sería imposible sin la previa existencia del individuo.
A los efectos de ilustrar lo anterior, piense en una civilización cuyos miembros, por alguna catástrofe natural, mueren de repente. ¿No muere junto a ellos la sociedad? Ahora piense que, inmediatamente después de estas muertes, un grupo de personas sin contacto social previo es depositado en ese mismo sitio donde habitaban todos los hombres muertos: ¿Acaso estos nuevos habitantes serán dotados por “la sociedad” de los patrones culturales y los significados compartidos de los fallecidos? La respuesta es claramente negativa, toda vez que el intercambio cultural no lo hace la “entidad” sociedad, sino los propios individuos, como emisores y receptores de cultura.
En este orden de ideas, el individualismo concibe al individuo −y no a la sociedad− como productor, reproductor y modificador de cultura. Los factores socioculturales, consecuentemente, no resultan determinantes como el colectivismo los propone, sino simplemente influyentes. El libre albedrío hace que esto sea así. Basta con mencionar que las normas culturales no vienen dadas automáticamente sino que deben ser aprehendidas por interacciones e incluso pueden ser rechazadas, lo que reafirma el papel activo del individuo en su entorno sociocultural. Téngase en consideración la proliferación de subculturas e incluso de contraculturas. ¿No es esto una reafirmación del libre albedrío del individuo? ¿No son éstas pruebas contra los argumentos deterministas del colectivismo?
Por todo esto, es claro que el individualismo acuerda con la idea de que el individuo es influenciado por su medio sociocultural, pero entiende que esta influencia no es otra cosa que el producto de las interacciones que acontecen entre los propios individuos. Después de todo, sin individuos no hay interacción, y sin interacción no hay cultura ni sociedad.
LA COLECTIVIZACIÓN DE LAS CONSCIENCIAS
Dicho todo lo anterior, resulta claro que concederle a la sociedad existencia separada y superior al individuo significa, en la práctica, concederles a determinados individuos −aquellos que se adjudicarán para sí la voz de esta entidad supuestamente rectora y casi fantasmagórica− un estatus superior al del resto de los individuos. Es por ello que el colectivismo es, por definición, una doctrina de dominación.
Colectivizar la consciencia del hombre implica, a la postre, enseñarle a éste que la sociedad es una entidad metafísica distinta y superior, a la cual se debe por completo; que él es una insignificante parte de ese todo mayor, al modo de una pieza de engranaje que en cualquier momento puede ser descartada. El hombre entenderá que “la sociedad quiere”, “la sociedad exige”, “el bien de la sociedad es…”, perdiendo de vista no sólo su propia individualidad, sino la individualidad misma de sus pares. El hombre estará desconcertado, sentirá que “sociedad” es todos menos él, pero no advertirá que en realidad es ninguno excepto aquellos que se apoderaron discursivamente de su representación. Tal es el síntoma de una consciencia colectivizada.
Semejante manipulación no podría realizarse sin antes reconfigurar el sistema moral, enseñándole a ese mismo hombre que el interés personal es malvado; que la realización moral nada tiene que ver con sus deseos y aspiraciones personales; que para ser moral necesariamente debe salir perdiendo en beneficio de otros (o más concretamente, en beneficio de la sociedad). La separación de lo moral y lo práctico colocará al hombre en una mortífera disyuntiva, tal como sostuvo Ayn Rand en su ética objetivista: ¿Se elige ser moral o se elige ser racional? De esto sólo puede devenir la pérdida de la independencia y la autonomía, condición necesaria para destruir la individualidad del hombre.
Irónicamente, esta reconfiguración moral no es sino un retraimiento a sistemas éticos arcaicos que caracterizaron los tiempos de la premodernidad, cuando el grupo o la tribu necesariamente prevalecía por sobre los individuos, fusionando a éstos en la entidad supraindividual, como ocurre en las comunidades de hormigas, termitas o abejas. Estas concepciones instintivas se volvieron sistemáticas, reflexivas y conscientes en el desarrollo de la filosofía griega clásica. Y no es casualidad que esta forma de pensar condujera a Platón, por ejemplo, a realizar el primer esbozo de una sociedad totalitaria en La República. Tampoco es casualidad que Sócrates, defensor de la autonomía individual, terminó siendo condenado a muerte por sus ideas. Imbuido del código moral colectivista que dominaba la polis, sin embargo, el filósofo prefirió morir antes que rebelarse o escapar. Y es que la expresión política de la moralidad colectivista es, en última instancia, el totalitarismo.
El individualismo, por el contrario, fue un signo característico de la modernidad, que liberó a las partes de la opresión del todo.[8] La idea de derechos individuales, el mayor logro ético de la civilización, jamás hubiera podido ver la luz sin el desarrollo de una previa concepción del individuo como entidad central, relevante, y carente de respeto como fin en sí mismo. Desde entonces, el retroceso de estos derechos básicos es proporcional al avance filosófico del holismo colectivista. Los totalitarismos del siglo XX, de hecho, fueron una consecuencia de la contraofensiva de la intelectualidad anti-individualista del siglo XIX.[9]
Extinguidos los totalitarismos del siglo XX, y particularmente tras la implosión comunista, el “fin de la historia” de Francis Fukuyama vino a resumir las creencias y expectativas que caracterizaron el cierre del siglo pasado. Se pensó, en concreto, que el triunfo de la libertad individualista por sobre la opresión colectivista era un punto de no retorno. El “fin de la historia” era de libertad y democracia; no de servidumbre y dictadura. Pero analizar por un instante el giro que han tomado las cosas nuevamente, y advertir el poder que están recobrando las distintas versiones del colectivismo bajo la forma política del populismo y del llamado “Socialismo del Siglo XXI”, nos debería enseñar que la historia no se mueve por sí sola hacia un fin determinado y preestablecido, sino que los hombres la hacen y, por tanto, está sujeta a lo contingente e impredecible.
Resulta evidente que la dominación colectivista que hasta fines del siglo pasado se intentaba instalar políticamente con arreglo a la violencia revolucionaria, hoy ha tomado una forma mucho más sutil. Así pues, si lo que antes se intentaba era la destrucción física o el sometimiento coactivo del individuo, lo que ahora se intenta es la destrucción moral y el consiguiente sometimiento inadvertido. Si lo que antes se conseguía era colocar cadenas al hombre, lo que hoy se consigue es que el hombre mismo pida al Estado que se las coloque. Antonio Gramsci fue, en este sentido, un adelantado para su tiempo, pues comprendió que el triunfo del colectivismo vendría de la mano de una modificación del orden cultural y educativo, es decir, moral. El poder ya no brotaría más de la boca del fusil como enseñaba Mao Tse Tung, sino de una alteración embozada y prolongada de la moralidad. Esa alteración es la que aquí hemos denominado como “colectivización de la consciencia”: un retraimiento ético a épocas pasadas del hombre, cuyo sistema moral está haciéndose nuevamente hegemónico en el mundo en general, y en América Latina en particular.
COMENTARIO FINAL
Ante el renacer, especialmente en América Latina, de proyectos políticos fundados en la idea colectivista de la primacía grupal en la que el individuo deviene en medio del todo supraindividual, urge volver a reconocer en el hombre un fin en sí. La relación entre moral y política es recíproca: la una determina a la otra, y la otra determina a su vez a la una. Es por ello que en vano será todo intento de reforma política liberal tendiente a rescatar la importancia de las libertades individuales, si no es acompañado de una reforma moral individualista que siente las bases filosóficas del respeto irrestricto por cada hombre en particular.
Esta reforma moral empieza por desarticular los argumentos con los que el colectivismo ha engañado hasta el momento prácticamente sin resistencia. Aquí hemos intentado brindar respuestas a algunos de esos embustes, procurando rescatar lo que verdaderamente subyace a una visión individualista. La labor, no obstante, es ardua, pero es menester realizarla, toda vez que la lucha por la libertad, en los tiempos que corren, es antes cultural que política.
Aquellos que creemos en la libertad como valor central tanto para el hombre en particular como para la organización social en general, adormecidos por un “fin de la historia” que no fue, debemos despertar de ese sueño profundo e iniciar una contraofensiva filosófica, moral y cultural.
El hombre, como tal, no puede ser colectivizado. Que cada hombre es único e irrepetible, es una realidad que no ha podido ser transformada siquiera por los regímenes más totalitarios de la historia humana que pretendieron hacer del ser humano un “producto en serie”. De ser así, aquellos nunca hubieran caído. Sólo una ilusión, un embuste bien diseminado, una perversa manipulación retórica, pueden colectivizar apenas la consciencia del hombre, llevándolo a aceptar irreflexivamente su propia dominación, algo que está ocurriendo particularmente en nuestra región. La libertad, después de todo, puede ser vulnerada de muchas formas, pero todas tienen un punto de arranque común: el desconocimiento de la individualidad del hombre.
Notas:
[1] Hayek diferencia el “verdadero” individualismo del “falso” individualismo racionalista y constructivista. Ver Hayek, Friedrich. Individualismo: verdadero y falso. Buenos Aires, Centro de Estudios Sobre la Libertad, 1968.
 [2] Nos referimos y referiremos al individualismo en términos morales y no metodológicos (“individualismo metodológico”).
 [3] “Los derechos de los demás determinan las restricciones de nuestras acciones”. Nozick, Robert. Anarquía, Estado y utopía, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1988, p. 41.
 [4] El vocablo “colectivismo” suele ser utilizado corrientemente para designar regímenes políticos y económicos. Aquí lo utilizamos para designar, además, sistemas morales que, como se dijo, anteponen el grupo a la persona concreta.
 [5] “Una parte del concepto que nos merece la personalidad individual consiste en el reconocimiento de que cada ser humano tiene su propia escala de valores que debemos respetar aun cuando no la aprobemos. […] no nos sentimos con títulos para impedirle la prosecución de fines que desaprobamos, a condición de que dicha persona no infrinja la esfera igualmente protegida del resto de la gente”. Hayek, Friedrich. Los fundamentos de la libertad. Madrid, Unión Editorial,  2008, p. 114.
 [6] “[El individualismo] considera las convenciones no compulsivas de relación social como factores esenciales para resguardar el funcionamiento pacífico de la sociedad humana”. Hayek, Friedrich. Individualismo: verdadero y falso. Buenos Aires, Centro de Estudios Sobre la Libertad, 1968. p. 54
 [7] “La filosofía moral establece el trasfondo y los límites de la filosofía política. Lo que las personas pueden y no pueden hacerse unas a otras limita lo que pueden hacer mediante el aparato del Estado o lo que pueden hacer para establecer dicho aparato”. Nozick, Robert. Anarquía, Estado y utopía, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1988, p. 19.
 [8] El individualismo filosófico embrionario se puede advertir, no obstante, en el siglo IV a.C. con los cínicos, y tuvo su desarrollo con los epicúreos y los estoicos, todos ellos despreciados por la filosofía hegemónica holista de entonces.
 [9] El holismo colectivista renació en el pensamiento contrario a la Ilustración y a las llamadas revoluciones burguesas.
 (*) Es autor del libro Los Mitos Setentistas, y director del Centro de Estudios LIBRE.
agustin_laje@hotmail.com
@agustinlaje

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PACIANO JOSÉ PADRÓN VALLADARES, PERLITAS: LO LEÍ, NO ME LO CONTARON (Nº 360)


v “La democracia siempre está en peligro…pero ahora es peor”. Freno al fascismo.
v “El precio de la luz bolivariana subió por los cielos”, todo está por los cielos, mientras los culpables ganan el infierno.
v “El G2 cubano recomienda -entiéndase ordena- ahogar el disenso con cadenas de radio y TV”. Fuera Cuba.
v “Gobierno debe Bs. 600 millones a clínicas por empleados públicos”. Hasta cuándo la mala administración y el robo.
v “Ante MERCOSUR situación de Venezuela”. Nuestra democracia requiere hoy que el mundo se pronuncie.
v “Instructivos de extinguidores de incendio, y otros en Bus Caracas están escritos en chino”. Chanchullo e ineficiencia.
v “India es el país donde mueren más niños en el 1er. día de vida” y Venezuela donde hay más asesinatos impunes.
v “Ultimaron al padre e hirieron al hijo en Petare”, “asesinaron un albañil e hirieron a su hermano en Los Magallanes”.
v “Edmée Betancourt: Para que la inflación siga bajando, tenemos que importar”. Por Dios, quítenla del BCV.
v “En quiebra por abandono y mala gestión fincas expropiadas”. Ni pa’ti ni pa’mí. Socialismo en marcha.
v  “La incapacidad de Maduro explica sus exabruptos y nerviosismo”. Vamos a darle un tranquilizante.
v “Maduro debe entender que Cabello hunde su poca gobernabilidad”, ¿será por incapacidad o por serrucharle el piso?
v “El fascismo siempre acusa a los demás de lo que ellos provocan”, lo sabemos, lo padecemos.
v “Capriles no solo ganó el 14A, gana cada día en su lucha por la justicia social”. Venezuela cobrará pronto su triunfo.
v “Ausencia de diálogo y eliminación del parlamentarismo caracterizan el fascismo”. “Se parece tanto a ti…”.
v “Advierten incremento de robos a bancos”, nada extraño si pretenden robarnos el país.
v “Maduro: Jefe de los diablos es el Presidente de EE.UU.”, mientras que el de aquí es jefe de la mentira y el fascismo.
v “En Guayana se minimiza el control obrero” y se incrementa el del Estado fascista.
v “Este año 2013 resulta particularmente rudo en asuntos económicos, políticos y sociales”. Nicolás es peor de lo mismo.

Twitter: @padronpaciano

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FERNANDO FACCHIN B., MITOS, MIEDOS Y MENTIRAS

 “Hay un arma más terrible que la calumnia: La verdad”. Talleyrand
En el aberrante proceso político que vive nuestro país, existe un uso perverso de las  técnicas y antiguas formas de aglutinamiento de masas, donde los mitos, miedos y mentiras arrastran al “soberano” y lo congregan ante una falsa visión de un mañana mejor. 
Concepción que ha tomado lugar preponderante en consolidar al extinto presidente en un falso mito casi religioso, producto de la incapacidad y la mediocridad del usurpador y su cohorte, quienes carecen de personalidad política propia y requieren convertir al antecesor en una figura mítica que le sirva de respaldo político y mediático, de allí el bochornoso espectáculo que nos ofrecen día a día los personeros del Gobierno y la Asamblea Nacional, todo con un contenido visceral, sin ideología ni dogmática, pero con muchísimo mito, miedo y mentiras, se exaltan masas que no se reconocen con la democracia ni con la sociedad misma, sin cuadros naturales y sin valores comunes, sin  formación político-social.
Pero, el tiempo pasa rápidamente, el país se desmorona, la gobernanza está ausente, entendiendo por tal “El arte o manera de gobernar para el logro de un desarrollo económico, social e institucional duradero, promoviendo un sano equilibrio entre el Estado, la Sociedad Civil y el Mercado de la Economía” (DRAE). La situación política planteada conduce al enrarecimiento de las relaciones del Estado con la sociedad y repercute en la falta de una política definida, clara y precisa para combatir la pobreza, la marginación, la intolerancia y demás ingente problemática que vive el país. En la ignorancia conceptual, el usurpador cree haber vencido a sus opositores sólo porque, “por ahora”, administra la vida política y las rentas gubernamentales, pero no logra construir la gobernanza para encauzar una visión estratégica de desarrollo sostenible. La gobernanza es un concepto más amplio que el de gobernabilidad, incluye la reciprocidad de las relaciones entre la ciudadanía y el Estado, dentro del marco del respeto y reconocimiento de todas las partes de la sociedad, para construir un proyecto de país.
Con la ayuda del mito, el miedo y la mentira se alimenta y amplifica la “acción” del Gobierno  como en un sueño, donde se llega a lo absurdo y se alimenta del odio entre el mismo pueblo. Tal suerte de ensoñación, inescrupulosamente estimulada, termina en pesadilla. Toda esa habilidad castro-maquiavélica lleva a los más desposeídos a creer que el usurpador, en nombre del legador, les representa, les defiende,  asume sus pasiones, sus preocupaciones y sus esperanzas, lo cual, es definitivamente falso, a ellos les gusta soñar, pero igualmente le llega el momento en que no quiere más circo, entonces comienzan a exigir soluciones, creando el clima psíquico para el estallido social, producto de situaciones de exaltación sin reflexión, de un sobrexcitar en lo más profundo de las masas, el odio, la venganza y el delito.
De allí que hagan uso de la deformación de la realidad de los hechos, de la descalificación violenta explotando la lástima, se arenga a la violencia contra la oposición en forma desconsiderada y abusiva, táctica perversa de mentes enfermas, medio de persuasión en algunos casos y en otros de provocación, tal y como sucedió en la AN.
La promoción política del usurpador y sus acólitos se reduce a tres expresiones fundamentales, el mito, la mentira descalificatoria y la voz de mando, el predominio de la violencia frente a la razón, de lo sensiblemente brutal a lo irracional, la exaltación de las zonas más oscuras del inconsciente colectivo con la sola idea de “¿orientar al soberano?” en la perspectiva del momento, todo dentro de un discurrir irracional y discontinuo. Por tal razón el desgobierno nacional es prisionero de sus propios mitos, miedos y mentiras.
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TEÓDULO LÓPEZ MELÉNDEZ, UN CONSENSO CONFLICTUAL

La filosofía política ha discutido a largo las diferencias entre la política y lo político. Es así como podemos considerar que la teórica de la “democracia radical” Chantal Mouffe  ha sido una de las más acuciosas sobre este tema al señalar como “política” a las prácticas de la actividad tradicional y como “político” el o los modos en que se instituye la sociedad, esto, la primera pertenecería al nivel “óntico” y el segundo al nivel “ontológico”.          
En medio de esta situación venezolana de pre-violencia andarse con digresiones teóricas parece carecer totalmente de sentido, pero es necesario recordar que la política es conflicto, pero es esencial a su existencia el pluralismo y permanente el recuerdo que es absolutamente indispensable impedir se destruya la asociación política. De manera que lo que vivimos en Venezuela bien puede ser definido con  palabra gratas a Mouffe: “antagonismo”, “agonismo”, para luego transformar este en un modelo adversarial, una concepción agonística y no antagónica de la política, que logre mantener la relación adversarial sin que ésta se transforme en una relación amigo-enemigo radical.
Hannah Arendt advirtió que la política es estar juntos partiendo de un caos absoluto de las diferencias, pero también recordó que sin ética –perdida absolutamente por buena parte de los protagonistas del combate político venezolano- lo que llega es lo que nosotros llamamos devaluación de un cuerpo social. Sin embargo, la ética es un asunto personal y no colectivo, lo que quiere decir que cada quien es un delincuente o un ciudadano respetuoso, pero las prácticas políticas cotidianas van conformando, desde esa acción individual, lo que denominamos crisis y que puede terminar de los modos más imprevistos o desde la simple repetición de las tragedias ya conocidas.
Convertir el conflicto –siempre al borde de lo terminal- - en un modo irresoluble y sin reglas del combate político es convertir a la política en un fusilamiento de las ideas. Nadie puede, en estos términos, hablar con seriedad de un proyecto país y la cotidianeidad se convierte, no más, en un proceso aniquilador de toda concepción válida y de toda posibilidad de sobrevivencia de un cuerpo nacional procesador eficaz del caos natural de las oposiciones que le son inherentes.
Inmersas en el conflicto las partes no ven más allá de sus narices y toda la “reflexión” que se produce se relativiza a encarnizarse con el “enemigo”. Eso constituye un aire irrespirable que a su vez construye una inviabilidad. Eso es exactamente lo que está sucediendo con Venezuela: se hace inviable.
He dicho muchas veces que  no se trata de una especie de elevación mística que nos haga desconocer la gravedad del presente y mucho menos tratar de conjurarlo con un acto de escamoteo mental calificable por la psiquiatría. Lo que he hablado –y ahora mismo hablo-, es de buscar un modelo adversarial que permita restaurar lo político y ello sólo es posible con pensamiento complejo que permita la reconstrucción de la política.
Es también comprensible que en medio de la brutalidad manifiesta -pensemos nada más en las agresiones en la Asamblea Nacional venezolana- resulte todo en una obcecación reducida a conservar el poder o a desplazar a sus titulares de circunstancia y que veamos la absoluta ceguera reflejada en las redes sociales como imposibilidad para intentar una elevación de la mirada. El presente se hace así todopoderoso con olvido de la mirada del día siguiente, una que bastante ayuda siempre a no ver las realidades, por más dañinas que sean, como inmutables.
El aire venezolano es irrespirable, el maniqueísmo la norma de comportamiento, la insuficiencia teórica más que manifiesta, la incapacidad de las miradas más que obvia. Podríamos reseñarla como el de un país sin una política de aliento y de un accionar político de entelequia. Eso conduce al hartazgo y cuando el hartazgo llega se producen las rupturas, los quiebres, unos generalmente determinados por el azar y por la acción del más audaz o por la fortuna de ser el primero en llegar. La conclusión/diagnóstico se aleja cada día de un cuerpo social a flote en la vulnerabilidad lo que significará que decidir puede ser un  verbo en proceso de alejamiento para convertirnos en un país a merced.
Para entender la diferencia entre antagonismo y “agonismo” planteada por Mouffe es necesario recurrir a la bioquímica. Un “agonista” puede unirse a un receptor celular y provocar una respuesta de la célula para estimular una función, específica o adversa, mientras que un antagonista se une a un receptor al que no solamente no activa sino que lo bloquea.
Es ese el pensamiento de fondo de la pensadora belga sobre este tema: “convertir el antagonismo en ‘agonismo”, superando la ilusión de una sociedad reconciliada por una salida racional que implica el reconocimiento de los oponentes en cuanto a partícipes de una misma asociación política y de un mismo espacio simbólico.
En el caso venezolano cada parte tiene “su” verdad y el tratamiento que se dan es el de enemigos, llegándose al extremo de tratar el conflicto como un enfrentamiento del bien contra el mal, e implicando elementos religiosos de alta peligrosidad, con olvido de la contingencia de las creencias. Es, pues, probable, que necesitemos no más que un consenso conflictual.
tlopezmel@gmail.com

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RAFAEL GALLEGOS, ¿STALIN OBRERISTA Y DIOSDADO MONAGUERO?

La Historia es un animalito vivo que se empeña en repetirse. Los escenarios, los actores, los argumentos. Lo único que parece cambiar es el decorado que dan los siglos. “La vida es un escenario y todos somos los actores”, decía Shakespeare.  ¡Y qué actorazos nos han resultado a los venezolanos algunos políticos!
Muchos de ellos, como Adán, actúan cual si abrieran el primer capítulo del libro de la vida: el primer mesías o el primer salvador de la patria. Y a la larga, resultan… los falsos profetas de siempre. Pura barajita repetida.
Así, Maduro se jacta de ser un líder obrero, como si eso per se, fuera bueno… o malo. Tan absurdo como que alguien se jacte de tener talento para operar una amigdalitis, por haber sido camillero. Lo que se requiere para gobernar bien es…  calidad de estadista. Total, el Presidente es quien “opera” al país.
El primer jefe de Estado comunista y obrerista, fue nada menos que Stalin. Y si a todos los líderes comunistas y obreros se les puede cortar con esa tijera… ¡Dios nos libre!
José Stalin en su juventud fue obrero en los campos petroleros de Bakú, a orillas del Mar Caspio. Se convirtió en un importante dirigente sindical. Allí comenzó su carrera política.
El obrerista Stalin mató toneladas de seres humanos. Históricas las purgas de Siberia. Parece que apenas llegó al poder, olvidó su origen obrero.
Tal vez y sólo tal vez, Stalin, por cierto heredero y fotocopia de Lenin,  comenzó insultando y encarcelando a todo  el que se le opusiera, como nuestro tropical presidente obrerista.
Quién sabe si Stalin le decía traidor a la patria a sus opositores, o si encarcelaba a generales como Antonio Rivero por causas que por su indefinición asombrarían al mismísimo Kafka. O si se haría el loco con solicitudes como los de la dignísima y valiente hija de Simonovic.
Lo cierto es que el obrerista Stalin mató a medio mundo. Y tenía la cachaza de querer lo llamaran “el padrecito de todas las rusias”.
Moraleja: no hay que jactarse de ser el primer presidente obrero, hay que demostrar ser capaz. Sería lo mismo que Bolívar se hubiera jactado de ser el primer presidente de origen oligarca, que lo fue.
No basta ser obrerista. Hay que ser estadista.
¿REPITIENDO EL 24 DE ENERO DE 1848?
Y en la Asamblea, Cabello ha protagonizado uno de los más tristes capítulos. Repetición del militar Tejero, quien en los ochenta agredió a los parlamentarios españoles. Y al prohibir a los parlamentarios parlamentar (¿…?), parecido a aquel general Milán Astray, quien  tuvo el tupé de, en nombre del franquismo, decir en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca y en presencia de nada menos que Unamuno: muera la inteligencia. O sea: Parlamentario, no parlares… Unamuno, no pensares. Ningún líder puede ir contra natura.
PARALELISMOS
El 24 de enero de 1848, el Congreso de Venezuela discutía su traslado a Puerto Cabello para discutir, sin turbas y sin presiones el enjuiciamiento al Presidente José Tadeo Monagas. Paralelismo 30 de abril: EL Presidente del Congreso, ante acusaciones de fraude de los opositores, solicita “reconocimiento de Maduro” y prohíbe parlar a los parlamentarios.
En los momentos en que el Ministro Sanabria exponía su Memoria y Cuenta, turbas instigadas por el partido liberal y según los deslenguados, con la simpatía del gobierno, asaltaron el hemiciclo. El resultado tres parlamentarios muertos, entre ellos el ilustre Santos Michelena. Varios ciudadanos muertos y heridos. Y sobre todo una democracia enferma que, por no parlamentar, devino en la Guerra Federal, una década después. Paralelismo 30 de abril: Varios parlamentarios de oposición, puertas cerradas y cámaras viendo al techo mediante, resultaron heridos, algunos hospitalizados y operados.
EL Presidente Monagas, al llegar al sitio, usó la trilladísima frase de “condenar la  violencia” y solicitó a los parlamentarios que se reunieran nuevamente, como si nada hubiera pasado. Paralelismo 30 de abril: El presidente Maduro, condenó la violencia, dijo que Cabello pondría orden (¿…?). En la noche transmitieron una cadena donde se podría inferir que los parlamentarios heridos intentaron “autosuicidarse”. 
Presionados, los parlamentarios del sXIX volvieron al Congreso. La excepción fue el ilustre venezolano Fermín Toro quien dijo algo así como: “podrán llevar mi cadáver al Congreso; pero Fermín Toro, no se prostituye”. Pura dignidad. Paralelismo 30 de abril: Los parlamentarios se reunieron para discutir condiciones de retorno. Quedó claro que María Corina, Julio Borges y en general todos los parlamentarios de oposición, heridos y no heridos, al igual que Fermín Toro, tampoco se prostituyen.
El futuro: en el siglo XIX, un gobierno corrupto y nepótico, que abrió paso a la Guerra Federal. Paralelismo 30 de abril: Hay que romperlo. Es imperativo rescatar la democracia.
http://petroleosinreservas.blogspot.com/2013/05/stalin-obrerista-y-diosdado-monaguero.html

rafaelgallegosc@hotmail.com


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NARCISO GUARAMATO PARRA, EL PENSAMIENTO ECONOMICO VENEZOLANO, ECONOMIA AL ALCANCE DE TODOS,

El petróleo, que Juan Pablo Pérez Alfonso, calificó como el “excremento del diablo”, ha marcado la discusión económica a lo largo del siglo XX y, por ende, el pensamiento económico venezolano. Pero, antes veamos el panorama general identificando algunos hechos importantes que promueven la discusión y el debate de las ideas económicas.
Como lo indica Arturo Uslar Pietri, en el prólogo del libro “El Petróleo en el pensamiento económico venezolano” (Baptista Asdrúbal y Bernard Nommer. 2006, Ediciones IESA),  en todo el siglo XIX es poco lo que se escribe, a excepción de un trabajo realizado por Fermín Toro titulado: “Reflexiones sobre la Ley  del 10 de abril de 1834”. Aunque la figura a destacar es la de Santos Michelena (1797-1848), Secretario de Hacienda durante el primer gobierno de Páez.
De acuerdo a investigaciones realizadas por el economista Carmelo Paiva Palacios, la inclusión de la Economía Política como una materia de estudio obligatorio en la Universidad Venezolana ocurre en el año 1827, según decreto del Libertador Simón Bolívar de fecha 24/06/1827. (2007.La ciencia económica y el gremio de los economistas en Venezuela. Mimeo. p.5). En la actualidad todas la Universidades de Venezuela ofrecen la carrera de economía, así como sus estudios de cuarto nivel.
Cecilio Acosta es considerado como el primer venezolano en dictar una cátedra de economía en la Universidad. Materia que formaba parte del pensum de la Carrera de Derecho hasta que por iniciativa de los doctores: Arturo Uslar Pietri, J.J. González Gorrondona, Tito Gutiérrez Alfaro y José Manuel Hernández Ron, en el año 1936, inauguran la Escuela libre de Ciencias Económicas y Sociales de la universidad Central de Venezuela (2007.Homenaje al Dr. Domingo F. Maza Zavala.NEBCV.p11). Aunque se Considera a Albero Adriani, como el primer venezolano con una sólida formación económica y el primer economista al realizar estudios de doctorado en economía y ciencias sociales, en la ciudad de Ginebra.
En el año 1940, da comienzo su actividades el Banco Central de Venezuela. El comité organizador estaba integrada por los doctores Francisco J. Parra y Manuel  R. Egaña, Ministros de Hacienda  y fomento respectivamente, el Contralor General de la República, Dr. Gumersindo Torres y los restantes miembros fueron Alfredo Machado Hernández, Cristobal L. Mendoza, Gustavo Herrera y Xavier Lope Bello. Entre los asesores se encontraban Hermann Max y Emilio Beiner. (Silva, Carlor R. 1994.Medio Siglo del Banco Central de Venezuela. ANCE.p32)
En el año 1965 se constituye a Asociación Civil Instituto de Estudios Superiores de Administración – IESA, donde se concentra un grupo importante de economistas venezolanos que curaron sus estudios en el exterior, gracias al plan de becas “Gran Mariscal de Ayacucho”, convirtiéndose en unos de los principales centros d formación y de debate  de las ideas económicas en Venezuela.
El 24 de agosto de 1983, se crea mediante Ley, la Academia de Nacional de Ciencias Económicas (ANCE) con la misión de: “Contribuir con el desarrollo de las Ciencias Económicas en sus aspectos teóricos y políticos, con especial énfasis en América Latina y Venezuela, a través del impulso a la investigación, de la colaboración en la definición de estrategias para el desarrollo económico y social en los distintos planes de la Nación, de la participación en el diseño y en la elaboración de programas docentes de las instituciones de educación superior, de la proposición de iniciativas legislativas y de la promoción de publicaciones, conferencias y foros científicos y políticos.” El 30 de enero de 1984 el entonces Presidente de la República, Dr. Luis Herrera Campins, en uso de las atribuciones que le fueron concedidas en el artículo 19 de la mencionada Ley designó a los primeros veinte Individuos de Numero: Armando Alarcón Fernández, César Balestrini Contreras, Tomás E. Carrillo Batalla, Rafael José Crazut, Francisco Mieres, Domingo F. Maza Zavala, Carlos Rafael Silva, Isbelia Sequera de Sagnini, Pascual Venegas Filardo, Félix Miralles, Chi Yi Chen, Pola Ortiz, Antonio Aguirre, Pedro Agustín Palma Carrillo, Asdrúbal Baptista, Arturo Uslar Pietro, Carlos D’Ascoli, Haydee Castillo de López, Ismael Puerta Flores y Luís E. Oberto.
En el año 1984, un grupo de empresarios e intelectuales venezolanos preocupados por divulgar el pensamiento liberal y sus dos grandes elementos: la libertad y la democracia toman la iniciativa de fundar el Centro de Divulgación del Conocimiento Económico” (CEDICE), cuyo objetivo inicial era publicitar “la reflexión política y económica mundial que tenga como credo el libre juego de la libertad individual y los fundamentos que la sustentan”. A fin de lograr el objetivo planteado se trazó la tarea de difundir las publicaciones que sustententaran las nociones de la libertad, de la acción colectiva y del sistema democrático”.  En la actualidad es una asociación civil sin fines de lucro, privada e independiente, comprometida en la defensa de la libertad individual, la iniciativa privada, los derechos de propiedad, gobierno limitado y búsqueda de la paz.
En el año 1998, es elegido Hugo Chávez Frías como presidente de la República de Venezuela. En el período de su mandato, finalizado en el 2012, el pensamiento socialista tiene un  resurgimiento importante, (en la década de los sesenta, se produjo la primera gran discusión sobre el pensamiento económico socialista en el país) pero con la variante de que esta fue promovida por el mismo gobierno bajo la tutela del socialismo cubano. La propuesta formulada para introducir cambios fundamentales en la estructura y modelo económico se basaba en un proyecto sociopolítico para el establecimiento de un modelo de economía humanista, competitiva y autogestionaria. (Guerra, José. 2004).
nguaramato@gmail.com

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