Hoy concluye el febrero
que convierte este 2012 en un año bisiesto y la verdad es que ha sido un
febrero pletórico de acontecimientos singulares, como siempre han sido los
febreros de Venezuela. No olvidemos que en un febrero -el de 1936- murió definitivamente
el gomecismo y que en un febrero, el de 1989, murió la arrolladora popularidad
de Carlos Andrés Pérez.
Fue también en un febrero
-el de 1992- cuando el único golpe militar sangriento de la continuada etapa
democrática de nuestra historia fue derrotado. Igualmente fue en febrero -el de
1999- cuando un aspirante a “autócrata” dictaminó que la Constitución
democrática de 1961 estaba “moribunda” y que a él le tocaría enterrarla. Jamás
imaginó lo que le tenía reservado otro febrero, éste que hoy muere.
Este febrero de año
bisiesto estaba destinado a torcerle su más sonora esperanza: la oposición que
él, contra toda evidencia siempre ha tildado de escuálida, opacaba y
ensombrecía la celebración “cívico-militar” del 4F. En efecto, contra todo
pronóstico y contra los expresos deseos oficialistas -fastidiosamente
remachados por José Vicente Rangel- el pueblo venezolano desmintió los más
ardientes deseos de sus líderes: ni serían un millón y medio y ni siquiera dos,
como planteaban los más optimistas, los que votarían desafiantes hasta en los
rincones más apartados del país. ¡Serían más de tres millones!
Lo peor, sin embargo,
estaba por llegar: no era verdad que el cáncer estaba derrotado y, por no
estarlo, su cacareado “carisma” ha recibido un duro impacto. Así que este lunes
27 (¡qué casualidad, un lunes, como el del “Caracazo”!) se tomaría la fatídica
decisión: ¿vale la pena operar, o no, y de hacerlo, qué viene después?
Este febrero ha sido,
pues, lo más fatal posible para la supuesta revolución chavista. El problema de
la sucesión pende amenazante sobre la cabeza de la Corte entera y remembranzas
del sangriento fin de Allende aparecen por doquier: la extrema izquierda que el
chavismo cobijó y amamantó se ha lanzado voraz sobre cualquier propiedad, en cualquier
terreno. Con eso no hacen otra cosa que revelar al chavismo como el enemigo
jurado de cualquiera que tenga un catre o un terrenito en el que espera
construir su choza. El chavismo radical quiere acelerar el colapso final de
esta demencia que es la revolución bolivariana. ¡Gracias, muchas gracias por
tan “oportunos” favores recibidos!
Definitivamente este ha
sido un febrero de locura. Si hasta unos lamepies del chavismo se afanan por
convertir a Teresa Albanes en una Juana de Arco, en la gran figura de la mujer
venezolana en estas agitadas décadas del nuevo milenio. ¿Por qué el empeño en
mantener a la crecida oposición en alerta máxima? ¿Realmente creen que el 30%
que, lloroso y compungido se hizo presente el pasado viernes por las avenidas
del litoral los mantendrá en el poder? ¿Es que no ven las caras -y las
conductas- del 70% restante? ¿Será que, como dice el Eclesiastés, “Dios ciega a
quienes quiere perder”?
Ese mismo día, a muchos
kilómetros de aquí, otro líder, Nelson Mandela fue hospitalizado y al correrse
la noticia, en todas las iglesias y por todos los rincones de Sudáfrica,
blancos, negros y mestizos oraban por su recuperación, no solo el 30% de la
población, pero claro Mandela ni sembró el odio, ni lanzó a negros contra
blancos. Mandela es otra cosa. Por eso su pueblo, todo su pueblo le responde.
Al igual que los checos acompañando a otra gran figura de nuestro tiempo,
Vaclav Havel.
Quizás sea la ofuscación
-y confusión- del chavismo, la que pone a brillar la serenidad y la claridad de
la oposición democrática. Como admirablemente la calificara Fausto Masó, ella
es “el Arca de Noé”, y afuera es el diluvio. Quien la abandona corre el riesgo
de ahogarse y eso lo han entendido perfectamente los dolidos, pero inteligentes
perdedores del 12F. Saben que el tiempo es largo y no quieren perdérselo.
Quizás algunos, como
Didalco, crean que correr hacia el barco que naufraga justo cuando su capitán
lo abandona, “por razones de salud”, sería una jugada brillante. Los pobres no
se reconocen suicidas. Abandonar la seguridad del Arca por la certeza del
naufragio de una tal revolución que nunca fue es algo que unos graneados
perdedores parecen anhelar. Controlen la ira muchachones. Vean el daño que les
ha hecho a Chávez; y no corran a buscar el juicio del TSJ. Allí todos dejaron
solo al torpe magistrado Carrasquero y miran anhelantes al Arca. ¡Quien quita y
con benevolencia les recoja en su segura orfandad!
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