sábado, 7 de enero de 2012

ELIDES J. ROJAS : SIGNOS DE UNA DERROTA CHAVISTA (SOBRE LA MARCHA)

Difícil para la oposición el generar la confianza suficiente en la gente en que ahora hay una alternativa democrática con clara opción ganadora. Tal vez sea por el peso de tanta derrota seguida, aunque en los cuatro últimos procesos comiciales al menos en tres han conseguido resultados positivos. Es posible que se trate de un complejo impulsado por Chávez desde las alturas de la silla de Miraflores a punta de billete y televisión.
Razones hay y muchas. Plata, propaganda, abuso de poder, control de los poderes públicos, la fuerza del verbo populista del militar metido a estadista, la gran masa de pobres que lo respalda a pesar de que los trata con desprecio, como recogiditos hambrientos, y además no les cumple. El inmenso peso de la mentira y la promesa que sirve para mantener con esperanzas muy vivas hasta el último de los refugiados. Sobran razones para pensar que Chávez es inderrotable. Pero, debemos concluir que no suena muy lógico que en cualquier conversación con gente claramente ubicada en la oposición, a pesar de todos los avances, a pesar del tremendo fracaso de Chávez, se expresen dudas como que es muy difícil ganar en octubre o que se afirme sin temblor alguno que el rey ganará nuevamente.
Se pueden buscar elementos de ambas partes para buscar fundamentos que empujen la balanza para uno u otro lado. Pero, por lo que vemos, parece que esta vez micomandantepresidente tendrá que ir preparando otra vez el discursito aquel de la victoria pírrica, solo que ahora será el último montado en el coroto.
Hay claras señales de que Chávez y su combo están pasando aceite. Los recientes nombramientos en cargos clave del Poder Legislativo como en el ámbito militar del Ejecutivo, que en el caso venezolano, todo es lo mismo, apuntan a reforzar con gente bien enredada la trinchera de defensa. No parecen escogidos por su eficiencia, ni siquiera por su lealtad o compromiso revolucionario. Eso de que son socialistas es una coba tan grande como que tenemos un bolívar fuerte, una economía fuerte. Las designaciones recientes, y probablemente las próximas tienen más que ver con complicidades férreas, de esas en las que todas las partes están tan complicados que necesariamente deben quedarse, pelear, matar indios, sacar los cuchillos y tirar a matar para que no se los lleven por delante y así evitar terminar de verdad en el cargo de Iris Varela, pero ejercido realmente tras las rejas. Estos detalles son luces para el camino. Sube la popularidad del rey por la simple lástima de un cáncer que al final viene a ser otro tumor polarizado: la mitad de Venezuela no cree en el cáncer de Chávez y lo colocan en el ámbito de las grandes mentiras de micomandante, que ciertamente son muchas. Y si, por el contrario, el cáncer es cierto no podrá gobernar. Así será de terrible ese tumor que han escondido sus efectos. El tiempo dirá. Embustero pillado, pues. Prometedor de oficio, pues. Basura y calles rotas, pues. Corrupción descarada, pues. Criminalidad desatada, pues. Centralismo, militarismo y marcada tendencia a la dictadura eterna como forma de gobierno, pues. Indigencia, pues. Pérdida de empleos, cierre de empresas, caída de inversiones, pues. Fuga de talentos y politización de todos los ámbitos de la vida nacional. Quiebra de Pdvsa y ruina general, pues. No tiene partido, lo que tiene es una manada de oportunistas. Y del otro lado le saltará un candidato único respaldado por todos. ¡Ay papá! Eso por encimita.
Y, lo peor, haber entregado el país con todo y camisón verde oliva a cubanos, chinos, iraníes, rusos.
Se observa un octubre negro. Y el chavismo lo sabe perfectamente.
Twitter: @ejrl

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ALBERTO MANSUETI: ROMPER EL TABÚ DE LA DERECHA (PRIMERA PARTE)

13 diferencias con la Izquierda (y una semejanza)
 “Y hablando Elías a todo el pueblo, les dijo: ¿Hasta cuándo estaréis oscilando entre dos pensamientos?” I Reyes 18:21
Hoy un candidato que en campaña se atreva a hablar de “mercado” (no digamos “libre”), sin repetir las eternas consignas populistas de las izquierdas, se pone en muy graves aprietos. De inmediato le acusan de “¡Neoliberal!”, y su carrera política peligra.
Por un ratito, supongamos que un candidato así, quiera seguir en carrera, pero con la verdad. Y diga la verdad: que el “Neoliberalismo” es el mismo viejo “Consenso de Washington” de los ’90, recetario Neo mercantilista, aún de moda entre gobiernos estatistas que pretenden lidiar de forma menos irracional con la inflación, y reducir el déficit estatal pero no el gasto. Aumentando los impuestos y liquidando empresas del Estado; nada más. Y que esa fórmula es la continuación del estatismo por otros medios: jugosos monopolios privados, y sus reglamentos monopolistas. Y esa supuesta panacea – como los TLC – habrá tenido sólo un par de renglones de libre mercado, si acaso, y esos fueron precisamente las que no se aplicaron cabalmente en esos años, ni después ni ahora.
En tal caso, y como castigo a su osadía, este candidato será acusado de algo aún mucho peor: defender “el Capitalismo”, como si eso fuera el delito más atroz de este mundo.
Pero sigamos suponiendo: si se pone a balbucear algo sobre “capitalismo humano” o “capitalismo popular”, como hacen muchos, entonces le disparan con el arma fulminante, la última: “¡Derechista!” Y ahí es donde está muerto, porque ya no tiene nada ni para balbucear.
Intro
Hace 50 años, la mínima insinuación sobre la posible condición homosexual de alguien, provocaba fuertes respuestas horrorizadas. “Noooo, ¡jamás!” Era algo insultante. Hoy las cosas son diferentes, nos guste o no. ¿Por qué? Porque nos guste o no, la homosexualidad fue reivindicada y socialmente aceptada. Pero la menor alusión a que alguien sea “de derecha”, provoca ese tipo de negativas airadas. “¿Derecha? Noooo, ¡qué horror!” Se considera casi una obscenidad.
El capitalismo está proscrito, legalmente, prohibición que sufren los microempresarios informales, a diario aplastados con la colección de vedas y restricciones legales que les impiden desarrollar sus empresas. ¿Por qué? Porque la Izquierda (en general, por eso la I mayúscula) dictaminó que el capitalismo es inmoral, y eso enseñó, sobre todo a la masa de clase media.
Hasta que la Derecha (en general) no se reivindique en la opinión, hablando en primer término a la burguesía de hoy – que no es la clase media “letrada”, es el empresariado informal, en la ilegalidad o al borde de la misma – el capitalismo seguirá prohibido. Porque la Izquierda – dueña de la ética política y del lenguaje, del hablar “políticamente correcto” – seguirá mandando. Y la palabra “Derecha” seguirá con su potente carga explosiva descalificadora e inhabilitante, colocada por la Izquierda. Al igual que con los términos capitalismo y burguesía, si nadie los rehabilita, guardan todo su veneno, y así los socialistas nos quitan de en medio fácilmente.
Si lo negamos, o esquivamos la respuesta, nos sacan del juego, y pronto. Aquello de “el liberalismo no es izquierda ni derecha” no se lo cree la gente; y con razón, es como decir “No soy mujer ni hombre”. La respuesta que se da es ésta: “si no eres de izquierdas, ha de ser por derechoso y facha; y si ni te atreves a admitirlo, ¡es porque eres culpable!”
Lo que nos incapacita por completo a los liberales, y sella nuestra suerte adversa en la arena ideológica, política y electoral, no es la cercanía con la Derecha, ni la sospecha de esta “afinidad peligrosa”; al contrario: es el tabú de la Derecha, que nos inhibe, nos amordaza y hace impotentes para la defensa ante los injustificados ataques socialistas.
Pero hablamos de liberales clásicos, en pro del Gobierno limitado, mercados libres y propiedad privada. No de esa contradicción de “capitalismo anarquista”, como si los mercados abiertos y la propiedad pudiesen subsistir sin policías y jueces a cargo y cuenta de un Gobierno limitado, como última instancia vinculante, y exigible para los transgresores reticentes, por sobre el nivel de las agencias privadas de seguridad, y provisión de justicia. Siempre hubo estas entidades voluntarias, incluso las hay, bajo el estatismo, y habrá siempre, porque son fundamentales instancias previas. Pero ello no implica suprimir hasta un tipo de Gobierno limitado. ¿Que cómo va a mantenerse limitado? Simple: con una fuerza de Derecha eficaz, familiarizada con los principios del Liberalismo Clásico, y comprometida a su defensa en todo terreno, incluso la arena política y electoral.
Tampoco hablamos de esos “liberales sociales”, que ahora se dicen de izquierdas, y con justa razón, porque lo son. Son intervencionistas – en términos de Mises – partidarios de la “Economía mixta” (o “social de mercado”), al estilo democristiano, la que siempre tuvimos y tenemos, la que falla.
Este escrito es para liberales clásicos, y tampoco para todos; sólo para quienes dejamos la comodidad de las poltronas y las academias, y nos atrevemos a jugar el juego rudo de la política en su espinoso terreno, sin dejar de ser consistentes. Necesitamos una retórica efectiva, que hasta ahora no hemos tenido; y de urgencia, sobre todo si queremos ganar. Pero ganar es imposible sin aclararnos las ideas.
El Mito de la Izquierda
Los socialistas dominan el juego porque le han metido en el seso a la gente el Gran Mito: que ser de “Izquierda” es una causa buena, es ser “idealista”, defender a los pobres de la voracidad de los ricos, causantes de la pobreza y la miseria. Y por consiguiente “la Derecha” es tan malvada como las causas que defiende. Que el Socialismo es un noble ideal, quizá inalcanzable por ser tan elevado, pero el intento vale la pena. Y si alguien señala que los socialistas concretos no son pobres, y jamás ayudan a nadie con su propio dinero, la respuesta es: “No son de Izquierda verdadera”. Ese es el Mito.
Nada va a cambiar hasta no tumbar el mito. Todo seguirá igual, hasta recuperar el lenguaje ordinario, distinguir entre derechas mercantilistas y liberales, y revertir la situación: que baste insinuar que un político es “de izquierdas” para desacreditarle sin más trámite, así como hoy se le quita diciendo que es “de derechas”. Hay sobrada base para ello; sólo hay que informarse, y clarificar qué es Izquierda, y – por lógica – qué es Derecha.
En la política, quien no sabe identificarse a sí mismo no puede identificar amigos, enemigos ni adversarios, y pierde. Y la realidad, nos guste o no, es que hay sólo dos grandes familias ideológicas. Y tabúes aparte, el liberalismo “clásico” es de derechas, nos guste o no, como bien saben las izquierdas.
Con mercantilistas y otros estatistas de derechas, en su mayoría ignorantes a más de aprovechados, los liberales clásicos tenemos muchos pleitos de familia, gravísimos; somos adversarios. Pero con la Izquierda tenemos guerra a muerte; somos enemigos. Ellos o nosotros. En su mayoría no son sólo ignorantes y aprovechados: son criminales. Y a la guerra la declararon ellos, los socialistas.
Antecedentes
En 1848, a 72 años de “La Riqueza de las Naciones” (Adam Smith, 1776) los liberales todavía estaban enzarzados en el pleito con el mercantilismo, por la cuestión de los privilegios monopolistas, y el libre cambio. Ese año 1848, las izquierdas ya iban por la tercera ola “revolucionaria”. Y ese año, Marx y Engels publicaron su “Manifiesto Comunista”, y enseguida los marxistas nos metieron a todos en el mismo saco, a liberales y a mercantilistas: “capitalismo, la Derecha”. Y ya pues.
Es cierto que las dos palabras proceden de la primera Revolución Francesa de 1789, y de la distribución de los asientos de la Asamblea Nacional en París, pero no así las ideas respectivas, que vienen desde mucho tiempo atrás. Por eso la polaridad no ha perdido vigencia ni interés; y sigue viva en sus rasgos esenciales, aunque ciertos temas y contenidos ideológicos específicos han cambiado, por ej. en la Izquierda, desde Platón y sus “gobernantes filósofos” hasta Cousteau y su Econazismo, pasando por Robespierre, Dantón y sus jacobinos; y desde la Comuna de París de 1871 hasta Chávez, pasando por el marxismo cultural, Betty Friedan y sus Naziféminas, Mao y sus Guardias Rojos, Mayo de 1968, Pol Pot y los Kim-Il coreanos.
¿Qué es la la Izquierda? El Movimiento que capitaneó las sucesivas olas de sangrientas revoluciones sacudiendo a Europa en los años 1789-92, 1820, 1830, 1848, 1871 y 1917-18, y al mundo entero desde 1945. Fue y sigue siendo la fuerza que propone el Socialismo, internacionalista, “nazionalista” o el que sea. En nombre de ese “ideal” – y seguidos por masas de engañados – los “ilustrados” y sus sargentos políticos arremetieron contra el capitalismo y la propiedad privada. Y contra todo lo que fuese o pareciese afín: la ética común y socialmente aceptada, de base cristiana (descalificada como “moral “victoriana” o “burguesa”), y las instituciones tradicionales: matrimonio, familia, religión y escuela privada. Y con cruel ferocidad: por todas partes los socialistas violentos han masacrado aldeas y ciudades completas, han diezmado aldeas y pueblos, y barrios enteros en muchas grandes ciudades, sin piedad. Todo persiguiendo “el sueño”.
Pero ¿qué “sueño” es ese, que siempre termina en pesadilla? ¿Qué pretenden realmente los socialistas? ¿No ven que los pobres siguen pobres en todos los países comunistas? Los únicos que dejan la pobreza – si acaso la han conocido alguna vez – son los políticos, burócratas y académicos de la “Nomenklatura”, únicos que viven como reyes. ¿No ven que son inestables e insolventes los sistemas socialdemocráticos “de Bienestar”, en Europa y EEUU? Por allá el estatismo también está en quiebra, pese a todos los trillones de dólares en “gasto social”, y en “rescates” a bancos y compañías, en el marco del contubernio entre políticos socialdemócratas y empresarios mercantilistas.
Los socialistas están en un error, gravísimo y trágico. Pero si sólo fuese un error, el remedio sería simple: bastaría con dejarles gobernar, y la Izquierda caería en descrédito. Pero eso no ocurre, siempre vuelven. ¿Por qué? ¿Por qué siguen gobernando? Primero porque el socialismo es más que un error: es un crimen, o varios. Los socialistas se cubren con engaños y mentiras, corrupciones, robos y toda clase de abusos, y asesinatos cuando viene al caso. Segundo, porque cubren sus errores y crímenes con el manto protector del Mito de la Izquierda, arriba descrito.
Y tercero, porque como todo Antropólogo sabe, en las sociedades primitivas todo Mito se protege con un Tabú correspondiente. El Tabú es la Prohibición que protege al Mito, con la función de impedir que el Mito se derrumbe. Mientras se acate la Prohibición, el Mito está seguro.
Para acabar con la hegemonía cultural de la Izquierda, hay que romper el tabú de la Derecha. El Tabú es este: “Prohibido ser (o parecer) de Derecha”. Pero lo que no todo Antropólogo sabe, es que eso no es sólo en las sociedades primitivas.
¿Qué es la Derecha en realidad? Socialmente, la Derecha fue, desde 1789, la variopinta alianza de factores sociales, económicos, religiosos, intelectuales, políticos y militares que reaccionaron (por eso les llamaron “reaccionarios”) a los ataques socialistas, resistiendo con determinación y vigor sus embates, uno tras otro. Había de todo. No sólo parte de la antigua aristocracia, eran también las élites urbanas, clase media comercial y artesanal de ciudades, villas o burgos: la “burguesía”, aunque procedían del mundo rural, donde seguían sus parientes campesinos en haciendas y chacras, y muchos nobles en sus castillos. Eran Obispos y párrocos, y oficiales militares; y políticos monárquicos, tanto absolutistas como constitucionales, tradicionalistas y conservadores, y empresarios mercantilistas. Pero también la parte consciente de los liberales convencidos.
(En el mundo subdesarrollado tenemos equivalentes funcionales aproximados de aquellas derechas, que más o menos encajan en los perfiles y tratan de cumplir esos roles, aunque de manera torpe e ineficaz. Lo mismo con las izquierdas, ¡pero esas sí que son eficaces!)
Ideológicamente, las particiones entre Izquierda y Derecha van mucho más allá de capitalismo o socialismo, de dictadura o democracia. Desde luego tienen consecuencias en lo económico y en lo político, pero son mucho más profundas. Porque no tratan sólo acerca de tasas de desempleo y de impuesto sobre la renta; hunden sus raíces en opuestas visiones de rango metafísico acerca de la naturaleza humana y el carácter del poder, la sociedad y la civilización, y los respectivos roles de la razón y la cultura, que no reflejan ciertos simplistas “Test Políticos” muy populares.
La dicotomía Izquierda-Derecha se mantiene porque no es arbitraria, responde a dos “cosmovisiones”, dos formas muy diferentes y contrarias de entender la política, la economía y la libertad, el Estado y la justicia, la moral; y más en el fondo: la entera realidad humana y social, la vida y el mundo. Este ensayo es para contrastar una y otra (y exponer una semejanza, pero al final).
Sigue con: Status quaestione

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