Hemos visto cómo desde los medios informativos del gobierno se ofende la honorabilidad de María Corina Machado. Desde las alturas del poder se ha orquestado toda una campaña para agredir a una valiente mujer que anda en buena lid buscando el favor de los venezolanos.
Quien escribe no respalda su legítima aspiración a obtener la nominación democrática en el proceso del 12 de febrero. Sin embargo, me siento orgulloso de que entre mis connacionales contemos con una dama con enormes cualidades humanas y de formación profesional; alguien que anda llevando un mensaje que siembra esperanzas en ciudadanos ávidos de respuestas efectivas. La hemos visto recorrer sinuosos caminos en procura de conectar su mensaje con los múltiples problemas que han sido profundizados por el gobierno corrupto de Hugo Chávez.
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MARIA CORINA CON LOS CIUDADANOS |
Hace unos dos meses anduvo por sectores de Duaca, como demócratas fuimos hasta el sitio en donde envió un mensaje de creencia ciega en la unidad como mecanismo de salvación nacional. Le manifestamos nuestra adhesión a la candidatura de Henrique Capriles, ella sonrió y nos dio un fuerte abrazo invitándonos a seguir luchando por Venezuela. Así de noble es esta mujer a la que quieren condenar por haber logrado triunfar en la vida. Ella se formó en una de las mejores universidades del mundo, más que criticar eso, el hecho debe servir de estimulo de superación para todos. Perfectamente ha podido quedarse laborando en cualquier organismo internacional debido a su gran capacidad profesional, es una vencedora que optó por vivir con la angustia de correr permanente peligro en las calles de la patria, que asegurarse un futuro esplendoroso en el primer mundo. Esa decisión es digna del mayor de los reconocimientos.
En la revolución del conocimiento está nuestro camino al futuro. Es en las aulas en donde se diagramará la nueva república llena de oportunidades y de principios democráticos; una formación que nos haga despegar hasta el ámbito del primer mundo.
Hace algunos días vimos a Hugo Chávez tratando de ridiculizarla en cadena nacional, sus acólitos se reían de buena gana olvidándose que todos nacieron del vientre de una mujer. El Presidente, quien sufre de una penosa enfermedad, que lo debería tener con un espíritu de mayor conciliación, indujo a su jauría mediática a defenestrar a una venezolana de gran dignidad. Nos gustaría ver la reacción del régimen si algún osado actor político opositor escarneciera en televisión nacional a una matrona especial de la revolución, que se ha practicado seis cirugías, buscando en el bisturí las tiernas bondades de la juventud perdida, intervenciones hechas en las odiadas y vilipendiadas clínicas privadas. Esa señora tiene perfecto derecho al resguardo de su honor, así como lo tiene María Corina Machado. Igual ocurre con la familia real barinesa en sus andanzas de meteórico despegue económico en el mismo corazón de llano venezolano.
La vulgar utilización del delito como arma para desprestigiar al adversario, es apenas la punta del iceberg de problemas con una raíz más profunda, es el odio hacia la mujer lo que desnuda sus almas misóginas. Se encubren en la agresión psicológica para desde el reino de la vulgaridad dejar correr su verdadera condición. Son tan viles que al recibir la orden de Miraflores actúan en cambote para destruir a una dama sencillamente porque su instinto de personalidades disociadas que los hace asumir esas conductas extraviadas. Ellos aman a: Fidel Castro, Saddam Hussein, Osama Bin Laden y hasta el asesino Carlos el Chacal; son acérrimos cuestionadores del avance femenino en nuestra sociedad, casi se podría decir que en el fondo las quieren sometidas al escarnio.
Esos sórdidos personajes de la televisión de ultratumba, creen que los venezolanos aceptamos la permanente agresión contra la honorabilidad de las personas y acompañamos sus asquerosas campañas contra aquellos que no comulgan con su manera de percibir la realidad.
Si tanto les molesta María Corina Machado, por qué no sacan de su minúsculo reservorio de seres viriles algún gesto delicado para alguien que irradia tanta hermosura a la vista de los ojos. Es preferible un buen piropo que una canallada, una flor enlazada en el dulce lenguaje de la palabra que mostrarse como un gusano en busca de carroña. Es una preciosa dama que inspira sentimientos nobles, y cuando hablamos de ella le rendimos un cálido homenaje a todas las mujeres del universo. Ellas nos llenan de supremas alegrías que no existe pluma que pueda describir tanta dicha. Me confieso un admirador de la mujer. Ellas representan la base eterna del corazón y el amor; son la sal de la vida y la razón de ser para las más hermosas pasiones. Sin ellas descenderíamos sin rumbo fijo por caminos pedregosos. Allá algunos que son tan ruines que prefieren amar a cuanto desalmado les acaricie el alma.
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