lunes, 31 de octubre de 2011

ROBERTO GIUSTI: ENTREVISTA A MARIA CORINA MACHADO EN EL DIARIO EL DE CARACASUNIVERSAL. DOMINGO, 30 DE OCTUBRE DE 2011

"El capitalismo popular le dará a la gente el poder"
"Llegó el momento de hacerle al país un planteamiento superior de ruptura con el pasado"
"Hay que abrir la inversión petrolera a los privados y sobre todo a los venezolanos"

María Corina le pone pimienta a la campaña electoral ENIO PERDOMO
"Se mete profundo y plantea la desmitificación de certidumbres arraigadas.
Una: "No creo en el cuento del chinchorro y la mano extendida para comerse el cambur. Yo recorro Venezuela y la gente tiene la convicción de ganarse lo suyo con su propio esfuerzo".
Otra: "Se plantea una nueva alianza entre empresarios y trabajadores, absolutamente hermanados en los intereses de unos y otros. Así superamos el mito de la confrontación y del Estado en el medio generando disrupción". Pero hay más.
--Cuando se habla de Capitalismo Popular es inevitable pensar en Margaret Thatcher, quien no sólo lo invocó como doctrina, sino que lo aplicó durante su gobierno. ¿Te inspiras en ese ejemplo?
-La Venezuela del 2011 es muy distinta a la Inglaterra de entonces. Por generaciones los venezolanos hemos buscado un modelo de sociedad con libertad e igualdad de oportunidades, justicia y prosperidad. Pero no lo hemos tenido nunca. En los últimos 100 años nuestros gobiernos fueron rentistas, populistas y centralistas, características exacerbadas en las últimas décadas. Este es el momento para hacerle al país un planteamiento de ruptura. El capitalismo popular es la unión entre la eficiencia del mercado y su capacidad de generar bienes y servicios. Todo desde una dimensión ética, profundamente humana y sin exclusiones.
-Ese fue el planteamiento de la Thatcher.
-Es muy distinto el contexto. Estamos en una Venezuela sometida a la destrucción institucional, moral y de nuestra capacidad productiva. Algo sin precedentes. El responsable es un régimen que intenta dividir, confrontar y empobrecer a la sociedad para permanecer en el poder. Cuando dicen que el Socialismo del Siglo XXI quiere a los pobres, yo respondo que sí. Nos necesita pobres para generar dependencia. Como contrapartida, el Capitalismo Popular pone en el centro al individuo y a la familia, no al Estado. Queremos un país de propietarios, una sociedad de emprendedores, dramáticamente opuesto al modelo actual. Es un choque de valores porque ha llegado el momento de llamar las cosas por su nombre. No se trata de combatir el populismo con más populismo, ni de cambiarle el apellido al socialismo.
-Ese cambio de paradigma, ¿cómo se concreta?
-El Capitalismo Popular es el derecho de los pobres a dejar de serlo. Es una clase media en expansión, próspera, pujante, con espíritu de superación y la posibilidad de ofrecerle a sus hijos más y mejores oportunidades. Es el Estado al servicio del ciudadano y no el ciudadano al servicio del Estado
-Si no en la práctica, al menos en el discurso, aquí se predica una vida con estrecheces porque "es malo ser rico" y el capitalismo es una tara a ser erradicada. ¿No caló profundo ese discurso?
-Al contrario. Por eso hago mi propuesta, convencida de que, además de ser verdad, es el modelo que nos permitirá el éxito electoral y superar el horror y la destrucción cometidos en nombre del Socialismo del Siglo XXI. Cuando hablo con los quiosqueros del municipio Sucre o los vendedores de café de Barquisimeto, les veo brillar los ojos cuando dicen que quieren ser emprendedores. Lo que necesitan es apoyo, una mano que los guíe. Pero cuando hablas con personas de la clase media te dicen que nuestra prédica no será comprendida por los sectores populares. Hemos caído en el chantaje de pensar que la crítica de 13 años a este mecanismo de mercado caló, aunque en el fondo no sea así.
-¿Les pasa lo mismo de la clase media a otros precandidatos de oposición?
-Hay sectores clase media según los cuales yo no puedo conectarme con los sectores populares porque hablo de libertad, progreso, trabajo, productividad, propiedad. Además de mi perfil y trayectoria. Olvidan que en las primarias para la Asamblea perdí en el Colegio San Ignacio y en Los Chorros, pero gané en el barrio La Lucha y en Santa Cruz del Este.
-¿No hay precandidatos de oposición que piensan como esos sectores de clase media?
-Hay que preguntárselo a ellos. Hablan de socialismo porque creen en ese planteamiento o porque piensan que no es políticamente correcto llamar las cosas por su nombre.
--Si un gobierno de la presidenta Machado privatiza empresas del Estado, ¿incluiría a Pdvsa?
-Pdvsa debe competir como empresa pública en el mercado local, así como lo hace internacionalmente. Pero hay que abrir la inversión petrolera a los privados. Hoy en día los únicos que no pueden invertir en esa actividad son los venezolanos. A las empresas internacionales se les permite. Venezuela produce 0.5% de sus reservas, que representan 92% de las de América Latina, una quinta parte del petróleo del mundo. Tenemos crudo para 200 años, pero mucho antes puede encontrarse un sustituto y esa riqueza se quedaría en el subsuelo. Aumentemos, entonces, la producción y eliminemos la volatilidad de los precios. Nosotros proponemos tres instancias: un ministerio que fije las políticas energéticas, un ente regulador de la actividad, y un Consejo Nacional de Energía que alimente las decisiones.
-¿Podrían los venezolanos, adquirir acciones en la estatal Pdvsa?
-Pueden adquirir acciones en muchas otras empresas del sector petrolero.
-Pero no en Pdvsa.

-Pdvsa debe convertirse, primero, en una empresa eficiente y productiva. Eso tomará tiempo por el proceso de destrucción y desmoralización al cual ha sido sometida. Pero el mercado de valores es un espacio maravilloso para la inversión en petróleo.
-En todo caso, habrá una ola de reprivatizaciones.
-Habrá una ola de inversiones y de creación de nuevas empresas. Hay algunas cuya administración estatal no se justifica porque, además, las hacen quebrar. En los últimos 10 años han cerrado unas 107 mil. Debemos invertir el proceso para generar empleo productivo. Eso implica reducir el cerco a la propiedad privada y establecer incentivos. En Venezuela la creación de una empresa lleva 141 días, en Chile siete. También estimularemos la inversión extranjera. El nuestro es el único país, junto con Haití, que tuvo inversión extranjera negativa el año pasado.
-Esa revolución del capitalismo privatizador (aquí hay capitalismo de Estado) tiene su lado oscuro: el surgimiento de monopolios, la explotación de los asalariados y la carencia de un código de ética.
-Oye, pero tienes ese puñal metido hasta el fondo.
-Esa es la crítica a propuestas como la tuya.
-Yo te hablé de la unión de la fuerza del capital con valores humanos. La confianza en el individuo, en ti mismo, en el otro. La libertad de elegir tu destino, el respeto, la responsabilidad con el país. Esa dimensión ética es, así lo creo, una revolución. La humanidad busca desesperadamente un modelo que armonice eficiencia con ética. Los indignados que trancan las calles en Europa buscan lo mismo que las mujeres que trancan la autopista regional del centro. Un modelo de inclusión.
-Los indignados luchan contra la avaricia de los banqueros.
-Exacto. Es la concentración del poder en unas pocas manos. El capitalismo popular es llevarle la propiedad y el poder a toda una sociedad que sea independiente, autónoma
-El capitalismo, con el apellido que le pongas, tiende a la acumulación de capital. Y si obtienes beneficios, querrás cada vez más y en ese punto surgen las diferencias entre quienes pueden tenerlo todo y quienes no pueden.

-Cuando concentras todo el poder y la propiedad (bajo el mote de colectivo) en el Estado, al final nadie tiene nada. Y eso ocurre en Venezuela. Necesitamos un Estado que haga cumplir las reglas del juego. Yo creo en la reducción de los controles, pero también en la necesidad de conservar aquellos dirigidos a regular monopolios, públicos o privados, y a garantizar la calidad de bienes y servicios. Cuando tú vas a un mercado y encuentra un solo puesto de venta de queso, te clavan en precios y en calidad. Lo saben las amas de casa mejor que nadie y eso se acaba con la existencia de múltiples opciones.
-Hay gente que no está preparada para competir.
-Sectores en extrema vulnerabilidad que no pueden insertarse en la dinámica de crecimiento y progreso. Madres solteras, niños, jóvenes y ancianos abandonados. Obviamente habrá programas para esta población. Pero no para mantener la dependencia hacia el Estado, sino para dotarlos de herramientas que los hagan libres.
-El Capitalismo Popular implica la privatización de empresas del Estado y la participación accionaria de los particulares en la propiedad de esas empresas. ¿Piensas aplicar ese modelo?
-Para mi la propiedad es una sola. Lo tuyo es tuyo y nadie te lo puede quitar. En Venezuela el Estado, además de ostentar el poder económico y político, ha sido la gran maquinaria social. Así ha generado dependencia y clientelismo, pero no sólo de los más pobres, sino de grupos sindicales, sectores empresariales e incluso de las Fuerzas Armadas.
-¿Qué debe hacer el Estado en ese caso?
-Garantizar que la seguridad de la nación, la seguridad personal, la infraestructura, la salud y la educación, sean la gran prioridad. Así, la producción de bienes y servicios les corresponderá a los particulares, nacionales e internacionales. Pequeños, medianos y grandes. El objetivo del Capitalismo Popular, a diferencia de otras experiencias, es la creación de una sociedad de propietarios. Que esos 6 millones de personas que están en la economía informal accedan a la economía formal. Eso se logra derribando barreras y es tarea que le corresponde al Estado. Una manera de hacerlo es reduciendo los costos de bancarización, dando oportunidades de formación técnica y aporte de capital. Venezuela está de sexta entre los países de peor emprendimiento. Existe vocación de crear, pero careces del acompañamiento institucional para consolidar una empresa exitosa. ¿Por qué el Estado fabrica celulares, administra areperas, cemento, centrales azucareras y no cumple su función esencial de garantizar el orden, la seguridad y los servicios esenciales? No se trata de aliviar la pobreza, sino de superarla y esto se logra con empleo productivo y privado, es decir, promoviendo la creación de empresas.
rgiusti@eluniversal.com

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LARRY ALEXÁNDER NIEVES C: EN DEFENSA DE LA PROPIEDAD PRIVADA

La diferencia más importante entre un salvaje y un hombre civilizado es que el salvaje no reconoce los derechos de propiedad. Adam Ferguson (1723 - 1816). Filósofo, proto-sociólogo e historiador escocés.
Los liberales somos vistos frecuentemente como amigos de los grandes intereses económicos, por el hecho que defendemos el derecho fundamental a la propiedad privada. En un país como Venezuela, donde muchos tienen muy poco, este énfasis en defender los derechos de propiedad es interpretado como un apoyo irrestricto a los poderosos y una falta de sensibilidad por los problemas de las clases oprimidas.


Nada más alejado de la realidad. Los que ven nuestra posición de esa forma se equivocan garrafalmente o maliciosamente intentan confundir al pobre, a quien supuestamente quieren ayudar.

El énfasis que los liberales colocamos en la defensa de los derechos de propiedad tiene, a mi modo de ver, al menos tres razones fundamentales. Una de ellas es ética y las otras dos meramente prácticas.

La razón ética se basa en el hecho natural que cada persona es dueña de sí misma. Nada más natural que eso, ¿no? Este prinicipio de la propiedad de cada quien sobre sí mismo es demostrable lógicamente: Si yo aceptara que no soy dueño de mí mismo sólo hay dos posible alternativas lógicas: (1) que otra persona o grupo de personas es dueña mía, o (2) que cada persona tiene derecho sobre una fracción de mí, así como yo tengo un derecho infinitesimal sobre cada una de las otras personas. En el caso (1) estaría admitiendo que soy un ser sub-humano, pues existe una clase o casta con poder absoluto sobre mí. Obviamente, una ética como esta es inaceptable ya que no es Universal, es decir, no es aplicable a todas las personas por igual. Mientras que la implementación de una ética basada en el principio (2) conllevaría a la extinción instantánea de la humanidad, ya que nadie tendría derecho de actuar, sin antes obtener permiso del resto de sus semejantes, quienes no podrían otorgar tal permiso sin obtener previamente permiso del resto, y así sucesivamente. Claramente entonces, la única alternativa es que cada persona es dueña de sí misma y del fruto de su trabajo. Esta es la base fundamental o la razón por la cual los liberales nos empeñamos fehacientemente en defender el derecho a la propiedad privada.

La segunda razón que nos lleva a defender la institución de la propiedad privada es esencialmente pragmática. Sin el respeto al derecho de propiedad, todos los demás derechos que las democracias contemporáneas supuestamente garantizan desaparecen automáticamente. Esto es así puesto que para ejercer tales derechos siempre es necesario utilizar algún recurso escaso y quien sea propietario efectivo de dicho recurso puede decidir unilateralmente quien podrá acceder a él y, por lo tanto, controlar indirectamente quien puede ejercer determinado derecho. Pongamos por ejemplo la libertad de expresión. Quien desea manifestar sus ideas necesita algún tipo de tribuna pública, ya sea esta un periódico, una estación de radio o televisión, o en última instancia algún medio de impresión. Pero en una sociedad donde la propiedad de dichos medios de comunicación es parcela exclusiva de un grupo (por ejemplo, el Estado), dicho grupo puede decidir quien se expresa y en cuales términos. El que tenga opiniones contrarias o disidentes puede ser privado de su libertad de expresión a través del control de los recursos necesarios para ejercer su derecho. O pongamos el ejemplo de la libertad de escojer la profesión que más nos guste. En una sociedad donde el único empresario es el Gobierno, este debe decidir quien se va a dedicar a qué y cuanto va a ganar. Si la persona está insatisfecha con su trabajo actual, ¿a quién más va a acudir, si el único que le puede dar empleo es el Estado?

De manera que los "derechos humanos" que los socialistas se jactan de defender pierden su significado cuando la propiedad privada que tanto aborrecen deja de existir.

La tercer razón, que también podemos considerar pragmática, es que sencillamente las sociedades que más respetan la propiedad privada son las que han logrado un mayor grado progreso material a lo largo de la historia. Sólo basta darle un vistazo a las ruinas que dejaron los experimentos socialistas del siglo XX. ¿Por qué las sociedades basadas en la libertad y el respeto a la propiedad privada son las más prósperas? ¿No y que el capitalismo es la explotación del hombre por el hombre?

Hay dos problemas esenciales a la desaparación o inexistencia de la propiedad privada. En una sociedad donde los medios de producción son propiedad de un sólo ente, el Estado, surgen dos problemas prácticos que hacen imposible que dicha sociedad prospere. El primero es el problema de los incentivos. En la sociedad capitalista, cada quien es dueño de sí mismo y de su trabjajo, el fruto del cual puede ser intercambiado libremente por el fruto del trabajo de otros, es decir, en la sociedad capitalista cada quien es libre de dedicarse a lo que mejor sabe hacer y comerciar con sus semejantes por el resto de las cosas que le hacen falta. En este proceso de intercambio voluntario, ambas partes se benefician, puesto que cada uno recibe un bien o producto que es más valioso que el que entrega. (Piénselo bien, cuando usted compra un kilo de carne por 10.000 Bs, ¿qué es más valioso para usted en ese momento, el kilo de carne o los 10.000 Bs que le entrega al carnicero? Y para el carnicero es al contrario, los 10.000 Bs son más valiosos que el kilo de carne. Piénselo bien otra vez, si los 10.000 Bs fuesen más valiosos que el kilo de carne para usted, el intercambio no se produciría). De manera que en la sociedad capitalista cada quien recibe en proporción a lo que es capaz de contribuir al bienestar de sus semejantes, cada vez que trabajo e intercambio con alguien, la ganancia total es mía, puesto que es derivada de mi trabajo, que es derivado de mi persona, la cual poseo por derecho natural.

Por el contrario, en la comunidad socialista, donde el Estado es el dueño de toda la riqueza y la reparte a cada quien "según su necesidad", la persona que se esfuerza y produce riqueza no recibe el producto entero de su trabajo (ya que este debe ser redistribuído entre sus camaradas que han producido menos que él). La igualdad económica a la que aspiran los socialistas obliga a que aquellos que más producen sean los más penalizados, puesto que mayor parte de dicho producto debe ser confiscado por el Estado para entregar "solidariamente" a sus compatriotas. De manera que los incentivos económicos están al revés en la comunidad socialista: el que más produce es penalizado más. Por ello, la tendencia de tal utopía será a trabajar lo mínimo posible para cumplir con la cuota establecida por la autoridad económica de la dictadura socialista. Esa es una de las causas por las que las sociedades donde se respeta la propiedad privada han sido más prósperas a lo largo de la historia, que aquellas donde la propiedad privada es escasa o inexistente. En pocas palabras, ¿quién recoge la basura en la utopía socialista?

Luego existe el problema del cálculo económico. En el mercado capitalista, los precios de los productos surgen de la interacción de millones de personas, intercambiando voluntariamente entre sí. Estos precios reflejan la necesidades más urgentes de la población, de manera que los productos o servicios más demandados en un momento dado, tenderán a subir de precio, mientras que los productos o servicios menos demandados tenderán a bajar de precio. Este mecanismo permite al empresario conocer que es lo que la gente necesita más y que es lo que necesita menos, de tal manera que puede ajustar su plan de producción a dichas necesidades, invirtiendo más donde se necesita más y descontinuando líneas de producción, que ante los ojos de los consumidores son menos urgentes. Esto es cierto para los bienes de consumo masivo, pero también lo es -y de manera decisiva y trágica para los socialistas- para los bienes de capital, entendidos como todos aquellos que son usados en la producción de bienes de consumo. Ahora bien, si el Estado es el único dueño de los medios de producción (y ese es el objetivo final de los socialistas) es imposible que surjan precios por dichos bienes de capital, puesto que no existe ningún mercado para ellos, ha desaparecido el intercambio voluntario que hacía posible que emergiera un precio y con él el elemento esencial de coordinación de la actividad productiva.

¿Hacia qué industria debemos dedicar más recursos? Esa pregunta es respondida por el empresario capitalista mirando dónde hay más oportunidades de obtener una ganancia. La ganancia le indica que la inversión es exitosa en satisfacer una cierta necesidad de los consumidores. Donde hay más posibilidad de ganancia, debido a mejores precios, habrá más inversión de capital, haciendo posible una producción ampliada que satisfaga cada vez a más consumidores. Esa misma pregunta no puede ser contestada racionalmente por el minisitro de planificación de la utopía socialista. ¿Hacia donde dirigo los recursos, si no sé quién está dispuesto a pagar más? Y no sé quién está dispuesto a pagar más, porque yo controlo todos los recursos. Es como jugar ajedrez con uno mismo. Esta es la verdadera y definitiva cruz del socialismo, sin propiedad privada el cálculo económico, y con él la coordinación de la producción, es imposible. El resultado: caos económico. Como lo dijo von Mises en 1.920:

Uno puede anticipar la naturaleza de la futura sociedad socialista. Habrá cientos y miles de fábricas en operación. Muy pocas de ellas producirán bienes listos para el consumo; en la matoría de los casos, lo que se producirá serán bienes intermedios y bienes de capital. Todas estas empresas estarán interrelacionadas. Cada bien pasará por toda una serie de etapas, antes de estar listo para ser usado. En el incesante laborar de este proceso, sin embargo, la administración carecerá de medios para comprobar sus relaciones, no será capáz de determinar si un bien determinado no ha sido mantenido durante un período superfluamente largo de tiempo en el necesario proceso de la producción, o si trabajo y materiales no han sido desperdiciados en su finalización. ¿Cómo decidirá si tal o cual método es el más rentable?
Conclusión

La existencia de la propiedad privada se interpone decididamente entre los socialistas y sus planes de una sociedad utópica, planes tan grandilocuentes como impracticables. Una defensa del concepto y las ventajas de la propiedad privada basada en principios incontrovertibles es necesaria ahora más que nunca, cuando las fuerzas del socialismo avanzan en nuetros países latinoamericanos. La única oposición posible a los neocomunistas debe venir de personas que comprendan la importancia fundamental de la propiedad privada, los estatistas de derecha e izquierda que dicen representarnos son incapaces de proporcionar tal cosa.

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