lunes, 5 de septiembre de 2011

FAUSTO MASÓ: A POLARIZAR, PUES (CASO LEY DE ALQUILERES)

Para impulsar la ley que acabará con el alquiler de viviendas, los diputados del PSUV se “colocarán” al lado de los inquilinos contra los defensores de la propiedad privada. Si la oposición aceptase esa falsa polarización perderá la batalla política. Suena bonito rechazar que la vivienda sea una mercancía y, a continuación, dejar a los venezolanos viviendo en la calle y sin mercancías en los supermercados.
En la vida real, el alquiler ha sido la solución para la mayoría, hay que defender a los que no encontrarán mañana apartamentos para alquilar, y recordar también que funcionarios chavistas, y hasta algún diputado, han colonizado la urbanización de La Florida, invadido a punta de billete palacetes, penthouses. No todos los chavistas viven sobriamente como los diputados comunistas a la Asamblea.
Esta ley la impulsan unos hábiles charlatanes: en el mundo entero gracias al alquiler los pobres viven dignamente, no porque la suerte los favorezca en la rifa milagrosa del Plan Vivienda Los constructores no destinarán parte de las viviendas que construyan al alquiler, para después perder estos apartamentos.
Con esta ley, Chávez sigue una tradición que nació en los primeros gobiernos de la IV República, olvida instituciones como las cédulas hipotecarias y los bancos hipotecarios que, en un país con poca inflación, financiaron millones de viviendas. Es mentira además que los inquilinos no hayan sido protegidos, desalojarlos ha requerido 4, 6 o 10 años.
Los debates fructíferos se inspiran en la realidad. La realidad venezolana es la caída de la industria de la construcción, que desde hace décadas no construye viviendas para alquilar: han sido los dueños de apartamentos de propiedad horizontal los que los alquilaban.
¿Dónde viven los jerarcas oficiales? Pregunten a los diputados. Tendrán sorpresas. ¿Dónde estudian sus hijos? ¿Inglaterra o Petare? Pagaremos la verborrea revolucionaria. Los que gobiernan no son marxistas, son charlatanes, pero la oposición estará en desventaja si en los debates les permiten apoderarse de temas como la patria, la igualdad, la lucha contra la pobreza, la dignidad. El chavismo no ha defendido los derechos de Venezuela sobre el lago de Maracaibo o el Esequibo, y ahora condenará a los venezolanos a vivir en palacios, los privilegiados, o en un rancho, la mayoría. Unos contados ­¿afortunados?­ tendrán viviendas construidas en lugares donde nadie quiere vivir…
El chavismo habla de un hombre nuevo en un lenguaje sugerente, pero falso. Se quiere que la gente trabaje por amor, por solidaridad. Demasiados jerarcas del chavismo lo hacen para enriquecerse desaforadamente.
Estamos pagando con la ruina este gobierno charlatán.
Cualquier debate en las nubes sobre capitalismo y socialismo lo ganará el chavismo, quedarían derrotados en la discusión si se comparase la prosperidad argentina, o colombiana, o chilena, o brasileña con la ruina venezolana. En estos países los sectores privados de la agricultura o la construcción han impulsado la economía. El chavismo plantea una polarización charlatana sobre modelos abstractos, nunca desciende a la realidad, se pregunta, por ejemplo, por la utilidad social del alquiler.
Hay una polarización falsa, el debate teórico de modelos; y una real y necesaria, la de discutir las experiencias latinoamericanas, demostrar cómo están prosperando países sin petróleo.
Hay que polarizar, pues. Sin miedo ni complejos.
Fausto.maso@gmail.com

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MARÍA CORINA MACHADO: “HUGO CHÁVEZ NI QUIERE NI PUEDE RESOLVER EL DRAMA DE LA INSEGURIDAD”

Desde el centro de Acarigua, la precandidata presidencial María Corina Machado, exigió al mandatario nacional, Hugo Chávez, a dar explicaciones claras y respuestas precisas a la inseguridad que cada hora asesina a un venezolano en cualquier región del país.
“1 mil quinientos bolívares fuertes mensuales gana un policía del estado Portuguesa y de allí los funcionarios tienen que pagar sus uniformes, botas, cascos, chalecos antibalas, reparar las motos de patrullaje y además colaborar con el entierro de tres o cuatro compañeros por mes”.
“Está es la radiografía de la policía de Portuguesa que contrasta con los 11 millones de dólares que ha gastado el presidente Chávez en armas de guerra para combatir a un supuesto enemigo externo”.
Para la precandidata presidencial “el Gobierno no logra combatir la inseguridad porque ha demostrado ser mal gerente.
“Este gobierno ha presentado 15 planes de seguridad y varios ministros del Interior y Justicia un ministro cada año y medio en promedio, recientemente crearon un Ministerio para Asuntos Penitenciarios y las cárceles todos los días presentan mayores conflictos. Esto demuestra que no hay una política criminal y un plan de seguridad¨.
Ella enfatiza que ¨Una muerte es suficiente para tomar acciones. En Zaraza, Guárico, encontré a un pueblo convulsionado y abatido por el crimen del señor Juan Ledezma un venezolano honrado, trabajador ,buena gente a quien lo mato el hampa y hoy su familia pide justicia y es una burla que la respuesta del gobierno después de 13 años es que en otros países hay más violencia”.
“Es inaceptable Presidente, al venezolano lo están matando en su tierra. Agosto de 2011 fue el mes con más alto índice de crímenes en el país en lo que va de año“.
¨Cinco mil personas custodian a un solo hombre el Presidente de la República y en Portuguesa 3800 funcionarios policiales custodian todo el estado esto se traduce equivale a un policía por cada 223 habitantes¨.

El monto tomado de la Memoria y Cuenta del Ministerio de la Defensa del año pasado indica
que la Fuerza Armada Nacional destinó 8,2 millones de bolívares para la seguridad
y protección de Chávez, sus familiares directos y altas personalidades durante la realización
de 367 actos en el territorio nacional y fuera del país.
María Corina recuerda que la seguridad del presidente Hugo Chávez y de su entorno cercano
significó al país un gastó de 9, 4 millones de bolívares durante 2010.
¨El Presidente necesita seguridad pero los venezolano para los que él sirve la necesitan aún más. No puede seguir gastándose el dinero en armas de guerra para atemorizar a la población “
María Corina conoce directamente la experiencia de otras ciudades como Río de Janeiro donde la Jefa Policial, Martha Rocha y su equipo ha logrado combatir la inseguridad en las favelas en las que operaban sin ningún control importantes bandas de narcotráfico y crimen organizado.
El proceso de pacificación comenzó mediante un masivo operativo y luego en estas “favelas” instalaron comisarías comunitarias, las cuales son apoyadas por la comunidad, acota.
¨Este proceso aplicado en Brasil demuestra que cuando hay voluntad política es posible resolver el problema de la inseguridad, incluso en las ciudades más peligrosas. Yo si tengo voluntad y sí es posible abatir la inseguridad en corto plazo¨
Vía Prensa MCM

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MURRAY ROTHBARD: SEIS MITOS SOBRE EL LIBERALISMO

Este artículo, publicado inicialmente en Modern Age, 24, 1 (Invierno 1980), pág. 9-15, como “Mito y verdad acerca del liberalismo”*, está basado en una ponencia presentada en abril de 1979 en el congreso nacional de la Philadephia Society de Chicago. El tema del encuentro fue “Conservadurismo y Liberalismo”.

El liberalismo es la corriente política de más auge hoy en América. Antes de juzgarla y evaluarla, es de vital importancia dilucidar precisamente en qué consiste la doctrina y, más en concreto, en qué no consiste. Es especialmente relevante aclarar unos cuantos malentendidos que la mayoría de gente tiene acerca del liberalismo, en particular los conservadores. En este ensayo enumeraré y analizaré críticamente los mitos más comunes en relación con el liberalismo. Cuando nos hayamos deshecho de éstos, entonces la gente será capaz de discutir sobre el liberalismo sin fábulas, mitos y malentendidos, y tratar con éste tal y como corresponde: de acuerdo con sus verdaderos méritos y deméritos.

Mito #1 Los liberales creen que cada individuo es un átomo aislado, herméticamente sellado, actuando en un vacío sin influenciarse con los demás.

Ésta es una acusación habitual, pero harto curiosa. En toda una vida de lector de literatura liberal no me he topado con un solo teórico o autor que sostuviera algo parecido a esta posición. La única posible excepción es el fanático Max Stirner, un alemán individualista de mediados del siglo XIX quien, sin embargo, tuvo una repercusión mínima en el liberalismo de su tiempo y posterior. Además, la explícita filosofía “la fuerza hace el derecho” de Stirner y su rechazo de todo principio moral incluyendo los derechos individuales, tenidos por “fantasmas mentales”, dudosamente le acreditan como liberal en cualquier sentido. Aparte de Stirner no hay nadie con una opinión siquiera remotamente similar a la que sugiere esta acusación.

Los liberales son metodológica y políticamente individualistas, desde luego. Ellos creen que sólo los individuos piensan, valoran y eligen. Creen que cada individuo tiene derecho a la propiedad sobre su cuerpo, libre de interferencias coercitivas. Pero ningún individualista niega que la gente se influencia mutuamente de forma constante en sus objetivos, en sus valores, en sus iniciativas y en sus ocupaciones. Como F.A. Hayek mencionó en su notable artículo “The Non-Sequitur of the’”Dependence Effect’”, el asalto de John Kenneth Galbraith a la economía de libre mercado en su best-seller “The Affluent Society“ se cimentaba en esta premisa: la economía asume que cada individuo llega a su escala de valores de un modo totalmente independiente, sin estar sujeto a la influencia de nadie más. Por el contrario, como responde Hayek, todos saben que la mayoría de gente no produce sus propios valores, sino que es instigada a adoptarlos de otras personas. Ningún individualista o liberal niega que la gente se influencie mutuamente todo el tiempo, y por supuesto no hay nada de nocivo en este ineludible proceso. A lo que los liberales se oponen no es a la persuasión voluntaria, sino a la imposición coercitiva de valores mediante el uso de la fuerza y el poder policial. Los liberales no están en modo alguno en contra de la cooperación voluntaria y la colaboración entre individuos; sólo en contra de la obligatoria pseudo-cooperación impuesta por el Estado.

Mito #2: Los liberales son libertinos: son hedonistas que anhelan estilos de vida alternativos.

Este mito ha sido planteado recientemente por Irving Kristol, quien identifica la ética libertaria con el hedonismo y asevera que los liberales “veneran el catálogo de Sears Roebuck y todos los estilos de vida alternativa que la afluencia capitalista permite elegir al individuo”. El hecho es que el liberalismo no es ni pretende ser una completa guía moral o ascética, sino sólo una teoría política, esto es, el significado subconjunto de la teoría moral que versa sobre el uso legítimo de la violencia en la vida social. La teoría política se refiere a aquello que debe acometer o no un gobierno, y el gobierno es distinguido de cualquier otro grupo social y caracterizado como la institución de la violencia organizada. El liberalismo sostiene que el único papel legítimo de la violencia es la defensa de la persona y su propiedad contra la agresión, que cualquier uso de la violencia que vaya más allá de esta legítima defensa resulta agresiva en sí misma, injusta y criminal. El liberalismo, por tanto, es una teoría que afirma que cada individuo debe estar libre de invasiones violentas, debe tener derecho para hacer lo que quiera excepto agredir a otra persona o la propiedad ajena. Lo que haga una persona con su vida es esencial y de suma importancia, pero es simplemente irrelevante para el liberalismo.

Luego no debe sorprender que haya liberales que sean de hecho hedonistas y devotos de estilos de vida alternativos, y que haya también liberales que sean firmes adherentes de la moralidad burguesa convencional o religiosa. Hay liberales libertinos y hay liberales vinculados firmemente a la disciplina de la ley natural o religiosa. Hay otros liberales que no tienen ninguna teoría moral en absoluto aparte del imperativo de la no-violación de derechos. Esto es así porque el liberalismo per se no pregona ninguna teoría moral general o personal. El liberalismo no ofrece un estilo de vida; ofrece libertad, para que cada persona sea libre de adoptar y actuar de acuerdo con sus propios valores y principios morales. Los liberales convienen con Lord Acton en que “la libertad es fin político más alto”, pero no necesariamente el fin más alto en la escala de valores de cada uno.

No hay ninguna duda acerca del hecho, sin embargo, de que el subgrupo de liberales que son economistas pro-mercado tienden a mostrarse complacidos cuando el libre mercado dispensa más posibilidades de elección a los consumidores, elevando así su nivel de vida. Incuestionablemente, la idea de que la prosperidad es mejor que la miseria absoluta es una proposición moral, y nos conduce al ámbito de la teoría moral general, pero no es una proposición por la que crea que deba disculparme.

Mito #3: Los liberales no creen en los principios morales; se limitan al análisis de costes-beneficios asumiendo que el hombre es siempre racional.

Este mito está desde luego relacionado con la precedente acusación de hedonismo, y en parte puede responderse en la misma línea. Hay liberales, particularmente los economistas de la escuela de Chicago, que rechazan la libertad y los derechos individuales como principios morales, y en su lugar intentan llegar a conclusiones de política pública sopesando presuntos costes y beneficios sociales.

En primer lugar, la mayoría de liberales son “subjetivistas” en economía, esto es, creen que las utilidades y los costes de los distintos individuos no pueden ser sumados o mesurados. Por tanto, el concepto mismo de costes y beneficios sociales es ilegítimo. Pero, más importante, la mayoría de liberales fundamentan su postura en principios morales, en la convicción en los derechos naturales de cada individuo sobre su persona o propiedad. Ellos creen entonces en la absoluta inmoralidad de la violencia agresiva, de la invasión de los derechos sobre la propia persona y propiedad, independientemente de qué individuo o grupo ejerce dicha violencia.

Lejos de ser inmorales, los liberales simplemente aplican una ética humana universal al gobierno del mismo modo que cualquier otro aplicaría esta ética a cada persona o institución social. En concreto, como he apuntado antes, el liberalismo en tanto que filosofía política que versa sobre el uso legítimo de la violencia, toma la ética universal a la que la mayoría de nosotros nos acogemos y la aplica llanamente al gobierno. Los liberales no hacen ninguna excepción a la regla de oro y no dejan ninguna laguna moral, no aplican ninguna vara de medir distinta al gobierno. Es decir, los liberales creen que un asesinato es un asesinato y que no deviene santificado por razones de estado si es perpetrado por el gobierno. Nosotros creemos que el robo es un robo y que no queda legitimado porque una organización de ladrones decida llamarlo “tributos”. Nosotros creemos que la esclavitud es esclavitud incluso si la institución que la ejerce la denomina “servicio militar”. En síntesis, la clave en la teoría liberal es que no concede excepción alguna al gobierno en su ética universal.

Por tanto, lejos de ser indiferentes u hostiles a los principios morales, los liberales los consuman siendo el único colectivo dispuesto a extender estos principios por todo el espectro hasta al gobierno mismo.

Es cierto que los liberales permitirían a cada individuo elegir sus valores y actuar acorde con ellos, y reconocerían en suma a cada individuo el derecho a ser moral o inmoral según su juicio particular. El liberalismo se opone firmemente a la imposición de todo credo moral a cualquier persona o grupo mediante el uso de la violencia – excepto, por supuesto, la prohibición moral de la violencia agresiva en sí misma. Pero debemos percatarnos de que ninguna acción puede considerarse virtuosa a menos que sea emprendida en libertad, habiendo consentido voluntariamente la persona. Como dijera Frank Meyer:

“No puede forzarse a los hombres a ser libres, ni puede forzárseles a ser virtuosos. Hasta cierto punto, es verdad, pueden ser obligados a actuar como si fueran virtuosos. Pero la virtud es el fruto de la libertad bien empleada. Y ningún acto, en la medida en que sea coaccionado, puede implicar virtud – o vicio”.

Si una persona es obligada por la fuerza o la amenaza de la misma a llevar a cabo una determinada acción, entonces ésta ya no supone una elección moral por su parte. La moralidad de una acción sólo puede ser el resultado de una decisión libremente adoptada; una acción difícilmente puede tildarse de moral si uno la acomete a punta de pistola. Imponer las acciones morales o prohibir la acciones inmorales, por tanto, no fomenta la moral o la virtud. Por el contrario, la coerción atrofia la moralidad porque priva al individuo de la libertad para ser moral o inmoral, y entonces necesariamente despoja a la gente de la posibilidad de ser virtuosa. Paradójicamente, pues, la moral obligatoria nos sustrae la oportunidad misma de actuar moralmente.

Es además especialmente grotesco dejar la salvaguarda de la moralidad en manos del aparato estatal, es decir, ni más ni menos que la organización de policías, gendarmes y soldados. Poner al Estado a cargo de los principios morales equivale a poner al zorro al cuidado del gallinero. Prescindiendo de otras consideraciones, los responsables de la violencia organizada en la sociedad jamás se han distinguido por su superior estatura moral o por la rectitud con la que sostienen los principios morales.

Mito #4: El liberalismo es ateísta y materialista, y desdeña la dimensión espiritual de la vida.

No hay ninguna conexión necesaria entre las adscripción al liberalismo y la posición religiosa de cada uno. Es verdad que muchos si no la mayoría de los liberales en la actualidad son ateos, pero esto tiene que ver con el hecho de que la mayoría de los intelectuales, de la mayoría de credos políticos, son ateos también. Hay muchos liberales que son ateos, judíos o cristianos. Entre los liberales clásicos precursores del liberalismo moderno en una época más religiosa que ésta encontramos una miríada de cristianos: desde John Lilburne, Roger Williams, Anne Hutchinson y John Locke en el siglo XVII hasta Cobden y Bright, Frederic Bastiat y los liberales franceses del laissez-faire y el gran Lord Acton.

Los liberales creen que la libertad es un derecho inserto en una ley natural sobre lo que es adecuado para la humanidad, en conformidad con la naturaleza del hombre. De dónde emanan este conjunto de leyes naturales, si son puramente naturales o fueron prescritas por un creador, es una cuestión ontológica importante pero irrelevante desde el punto de vista de la filosofía política o social. Como el padre Thomas Davitt señaló: “Si la palabra ‘natural’ significa algo en absoluto se refiere a la naturaleza del hombre, y en conjunción con la palabra ‘ley’, ‘natural’ remite al orden que es manifestado por las inclinaciones de la naturaleza humana y nada más. Por tanto, tomada en sí misma, no hay nada de religioso o teológico en la ‘Ley Natural’ de Aquinas”. O, como d’Entrèves escribió en el siglo XVII aludiendo al jurista protestante holandés Hugo Grotius: “La definición de ley natural [de Grotius] no tiene nada de revolucionaria. Cuando mantiene que la ley natural es el cuerpo de normas que el hombre es capaz de descubrir mediante el uso de su razón, no hace otra cosa que reafirmar la noción escolástica de una fundamentación racional de la ética. De hecho, su intención es más bien la de restaurar esta noción debilitada por el augustianismo radical de ciertas corrientes protestantes de pensamiento. Cuando asevera que estas normas son válidas en sí mismas, independientemente de que Dios las dispusiera, repite el aserto que ya fue proclamado por algunos de los escolásticos...”

El liberalismo ha sido acusado de ignorar la naturaleza espiritual del hombre. Pero uno fácilmente puede llegar al liberalismo desde posiciones religiosas o cristianas: enfatizando la importancia del individuo, de su libre voluntad, de sus derechos naturales y de su propiedad privada. Uno puede igualmente llegar al liberalismo mediante una aproximación secular a los derechos naturales, con la convicción de que el hombre puede alcanzar la comprensión racional de la ley natural.

Atendiendo a la historia, además, no está claro en absoluto que la religión sea un fundamento más sólido del liberalismo que la ley natural secular. Como Karl Wittfogel nos recuerda en su Oriental Despotism, la unión del trono y el altar ha sido una constante durante décadas que ha facilitado el imperio del despotismo en la sociedad. Históricamente, la unión de la Iglesia y el Estado ha sido en muchos casos una coalición mutuamente alentadora de la tiranía. El Estado se servía de la Iglesia para santificar sus actos y llamar a la obediencia de su mando, presuntamente sancionado por Dios, y la Iglesia se servía del Estado para obtener ingresos y privilegios. Los Anabaptistas colectivizaron y tiranizaron Münster en nombre de la religión cristiana. Y, más cerca de nuestro siglo, el socialismo cristiano y el evangelio social jugaron un importante papel en la marcha hacia el estatismo, y el proceder condescendiente de la Iglesia Ortodoxa en la Rusia soviética habla por sí mismo. Algunos obispos católicos en Latinoamérica han proclamado que la única vía hacía el reino de los cielos pasa por el marxismo, y si quisiera ser grosero diría que el reverendo Jim Jones, además de considerarse un leninista, se presentó a sí mismo como la reencarnación de Jesús.

Por otra parte, ahora que el socialismo ha fracasado de un modo manifiesto, política y económicamente, sus valedores han recurrido a la “moral” y a la “espiritualidad” como último argumento en pro de su causa. El socialista Robert Heilbroner, arguyendo que el socialismo debe ser coactivo y tiene que imponer una “moral colectiva” a la sociedad, opina que: “La cultura burguesa está centrada en los logros materiales del individuo. La cultura socialista debe centrarse en sus logros morales o espirituales”. Lo curioso es que esta tesis de Heilbroner fue elogiada por el escritor conservador y religioso de National Review Dale Vree, que dijo:

“Heilbroner está... diciendo lo que muchos colaboradores del NR han dicho en el último cuarto de siglo: no puedes tener libertad y virtud al mismo tiempo. Tomad nota, tradicionalistas. A pesar de su terminología disonante, Heilbroner está interesado en lo mismo que vosotros: la virtud.

Vree también está fascinado con la visión de Heilbroner de que una cultura socialista “promueva la primacía de la colectividad” antes que la “primacía del individuo”. Cita a Heilbroner con relación a los logros “morales y espirituales” bajo socialismo en oposición a los burgueses logros “materiales”, y añade acertadamente: “contiene un timbre tradicionalista esta afirmación”. Vree prosigue aplaudiendo el ataque de Heilbroner al capitalismo por no tener “ningún sentido de ‘lo correcto’” y permitir a los “adultos que consienten” hacer aquello que les plazca. En contraste con este retrato de la libertad y la diversidad tolerada, Vree escribe: “Heilbroner dice seductoramente que debido a que la sociedad socialista debe tener un sentido de ‘lo correcto’, no todo estará permitido”. Para Vree, es imposible “tener colectivismo económico junto con individualismo cultural”, y por tanto él está inclinado hacia un nueva fusión socialista-tradicionalista – hacia un colectivismo omnicompresivo.

Cabe apuntar aquí que el socialismo deviene especialmente despótico cuando reemplaza los incentivos “económicos” o “materiales” por los incentivos pretendidamente “morales” o “espirituales”, cuando aparenta promover una indefinible “calidad de vida” antes que la prosperidad económica. Si las remuneraciones son ajustadas a la productividad hay considerablemente más libertad así como estándares de vida más altos. Pero si se fundamentan en la devoción altruista a la madre patria socialista, la devoción tiene que ser regularmente reforzada a golpe de látigo. Un creciente énfasis en los incentivos materiales del individuo suponen ineluctablemente un mayor acento en la propiedad privada y en la preservación de lo que uno gana, y trae consigo una libertad personal superior, como atestigua Yugoslavia en las últimas décadas en contraste con la Rusia soviética. El despotismo más horrible en la faz de la Tierra en los años recientes ha sido sin duda el de Pol Pot en Camboya, donde el “materialismo” fue hasta tal punto desterrado que el dinero fue abolido por el régimen. Habiendo suprimido el dinero y la propiedad privada, cada individuo era totalmente dependiente de las cartillas de racionamiento de subsistencia del Estado y la vida no era sino un completo infierno. Debemos ser prudentes, pues, antes de despreciar los objetivos o incentivos “meramente materiales”.

El cargo de “materialismo” dirigido contra el libre mercado ignora el hecho de que cada acción envuelve la transformación de objetos materiales mediante el uso de la energía humana conforme a ideas y propósitos sostenidos por los actores. Es inaceptable separar lo “mental” o lo “espiritual” de lo “material”. En todas las grandes obras de arte, extraordinarias emanaciones del espíritu humano, se han empleado objetos materiales: ya fueran lienzos, pinceles y pintura, papel e instrumentos musicales, o la construcción de bloques y materia primas para las iglesias. No hay ninguna escisión real entre lo “espiritual” y lo “material” y por tanto cualquier despotismo sobre aquello material sojuzgará también aquello espiritual.

Mito #5: Los liberales son utópicos que creen que toda la gente es buena por naturaleza y que por tanto el control del Estado es innecesario.

Los conservadores tienden a añadir que, puesto que el hombre es vil por naturaleza parcial o totalmente, se hace precisa una severa regulación estatal de la sociedad.

Esta es una opinión muy común acerca de los liberales, si bien es difícil identificar la fuente de semejante malentendido. Rosseau, el locus classicus de la idea de que el hombre es bueno pero es corrompido por sus instituciones no era precisamente liberal. Aparte de algunos escritos románticos de unos pocos anarco-comunistas, que en ningún caso consideraría liberales, no conozco a un solo autor liberal que haya defendido esta postura. Por el contrario, la mayoría de escritores liberales sostienen que el hombre es una mezcla de bondad y maldad y que lo importante para las instituciones sociales es fomentar lo primero y mitigar lo segundo. El Estado es la única institución social capaz de extraer sus ingresos y su riqueza mediante coerción; todos los demás deben obtener sus rentas o bien vendiendo un producto o servicio a sus clientes o bien recibiendo una donación voluntaria. Y el Estado es la única institución social que puede emplear sus ingresos provinentes del robo organizado para intentar controlar y regular la vida y la propiedad de la gente. Por tanto, la institución del Estado establece un canal socialmente legitimado y santificado para que las personas malvadas cometan sus fechorías, emprendan el robo organizado y manejen poderes dictatoriales. El estatismo, así pues, alienta la maldad, o como mínimo los aspectos criminales de la naturaleza humana. Como Frank H. Knight mordazmente resalta: “La probabilidad de que los titulares del poder sean individuos que detestan su posesión y su ejercicio es análoga a la probabilidad de que una persona de corazón extremadamente benévolo devenga el patrono de una plantación de esclavos”. Una sociedad libre, por el hecho de no instituir una canal legitimado para el robo y la tiranía, desalienta las tendencias criminales de la naturaleza humana y aviva aquéllas que son pacíficas y voluntarias. La libertad y el libre mercado desincentivan la agresión y la compulsión y fomentan la armonía y el beneficio mutuo del intercambio voluntario, en la esfera económica, social y cultural.

Puesto que un sistema de libertad promovería la voluntariedad y desalentaría la criminalidad, además de deponer el único canal legitimado de crimen y agresión, cabe esperar que una sociedad libre padeciera de hecho menos violencia criminal y agresiones de las que padecemos actualmente, aunque no hay razón alguna para asumir que desaparecerían por completo. Esto no es utópico, sino una implicación de sentido común del cambio de lo que socialmente se tiene por legítimo y del cambio de la estructura de premio y castigo en la sociedad.

Podemos aproximarnos a nuestra tesis desde otro ángulo. Si todos los hombres fueran buenos y ninguna tuviera tendencias criminales, entonces no habría ninguna necesidad de un Estado, tal y como conceden los conservadores. Pero si por otro lado todos los hombres son malvados, entonces el caso a favor del Estado es igualmente débil, pues ¿por qué tiene uno que asumir que aquellos hombres que componen el gobierno y retienen todas las armas y el poder para coaccionar a los demás están mágicamente exentos de la maldad que afecta a todas las otras personas que se hallan fuera del gobierno? Tom Paine, un liberal clásico a menudo considerado ingenuamente optimista acerca de la naturaleza humana, rebate el argumento conservador de la maldad humana en pro del Estado fuerte como sigue: “si toda la naturaleza humana fuera corrupta, estaría infundado fortalecer la corrupción instituyendo una sucesión de reyes, a quienes debiera rendirse obediencia aun cuando fueran siempre tan viles...” Paine añadió que “ningún hombre desde el principio de los tiempos ha merecido que se le confiase el poder sobre todos los demás”. Y como el liberal F.A. Harper escribió una vez:

“De acuerdo con el principio de que la autoridad política debe imponerse en proporción a la maldad del hombre, tendremos entonces una sociedad en la cual se demandará una autoridad política completa sobre todos los asuntos humanos... Un hombre gobernará a todos. ¿Pero quién ejercerá de dictador? Quienquiera que sea el elegido para el trono con seguridad será una persona enteramente malvada, puesto que todos los hombres lo son. Y esta sociedad será entonces regida por un dictador absolutamente malvado en posesión de todo el poder político. ¿Y cómo, en nombre de la lógica, puede emanar de ahí algo que no sea pura maldad? ¿Cómo puede ser esto mejor que el que no haya autoridad política alguna en la sociedad?”

Por último, como hemos visto, puesto que los hombres son en realidad una mezcla de virtud y maldad, un régimen de libertad sirve para alentar la virtud y desalentar la maldad, al menos en el sentido de que la voluntariedad y lo mutuamente beneficioso es bueno y lo criminal es malo. En ninguna teoría de la naturaleza humana, por tanto, ya establezca que el hombre es bueno, malo, o una combinación de ambos, se justifica el estatismo. En el curso de negar que es un conservador, el liberal clásico Friedrich Hayek apuntó: “El principal mérito del individualismo [que Adam Smith y sus contemporáneos defendieron] es que es un sistema bajo el cual los hombres malvados pueden hacer menos daño. Es un sistema social que no depende para su funcionamiento de que encontremos hombres buenos que lo dirijan, o de que todos los hombres devengan más buenos de lo que son ahora, sino que toma al hombre en su variedad y complejidad dada...”

Es importante señalar qué es lo que diferencia a los liberales de los utópicos en el sentido peyorativo. El liberalismo no se propone remodelar la naturaleza humana. Uno de los objetivos centrales del socialismo fue crear, lo cual en la práctica supone emplear métodos totalitarios, un Hombre Socialista Nuevo, un individuo cuyo primer fin fuera trabajar diligente y altruistamente por la colectividad. El liberalismo es una filosofía política que dice: dada cualquier naturaleza humana, la libertad es el único sistema político moral y el más efectivo. Obviamente, el liberalismo – como los demás sistemas sociales – funcionará mejor cuanto más pacíficos y menos agresivos sean los individuos y menos criminales haya. Y los liberales, como la mayoría de la otra gente, querrían alcanzar un mundo donde más personas fueran “buenas” y menos criminales hubiera. Pero esta no es la doctrina del liberalismo per se, que dice que cualesquiera sea la composición de la naturaleza humana en un momento dado, la libertad es lo más deseable.

Mito #6: Los liberales creen que cada persona conoce mejor sus propios intereses.

Del mismo modo que la acusación precedente sugería que los liberales creen que todos los hombres son perfectamente buenos, este mito les acusa de creer que todos son perfectamente sabios. Pero como esto no es cierto con respecto a mucha gente el Estado debe intervenir.

Pero los liberales no asumimos la perfecta sabiduría del hombre más de lo que asumimos su perfecta bondad. Hay algo de sentido común en la afirmación de que la mayoría de los hombres conoce mejor que cualquier otro sus propias necesidades e intereses. Pero no se asume en absoluto que todos siempre conocen mejor sus intereses. El liberalismo propugna que cada uno debe tener el derecho a perseguir sus propios fines como estime oportuno. Lo que se defiende es el derecho a actuar libremente, no la necesaria sensatez de dicha acción.

Es cierto también, no obstante, que el libre mercado – en contraste con el gobierno – ha articulado mecanismos que permiten a las personas acudir a expertos que pueden aconsejar sensatamente acerca de cómo alcanzar los fines propios de la mejor manera posible. Como hemos visto antes, los individuos libres no están separados los unos de los otros. En el libre mercado cualquier individuo, si tiene dudas sobre sus verdaderos intereses, es libre de contratar o consultar a un experto que le ofrezca consejo en base a su conocimiento presumiblemente superior. El individuo puede contratar a este experto y, en el libre mercado, testar continuamente su competencia y su utilidad. Las personas en el mercado, por tanto, pueden patrocinar aquellos expertos cuyos consejos estimen más provechosos. Los buenos doctores, abogados o arquitectos serán recompensados en el libre mercado, mientras que los malos tenderán a ser desplazados. Pero cuando el gobierno interviene, el experto del gobierno obtiene sus ingresos mediante la coacción sobre los contribuyentes. No hay ninguna fórmula de mercado para testar su éxito informando a la gente de sus verdaderos intereses. Sólo necesita tener habilidad para adquirir el apoyo político de la maquinaria coercitiva del Estado.

Por tanto, el experto privado tenderá a florecer en proporción a su habilidad, mientras que el experto del gobierno florecerá en proporción a su destreza en obtener prebendas políticas. Además, el experto del gobierno no será más virtuoso que el privado; su única superioridad radica en el arte de conseguir favores de aquellos que retienen el poder político. Pero una diferencia crucial entre ambos es que el experto privado tiene todos los incentivos para velar por sus clientes o pacientes, obrando del mejor modo posible. El experto del gobierno carece por completo de semejantes incentivos; él obtiene sus ingresos de todos modos. Luego el libre mercado tenderá a satisfacer mejor al consumidor.

Espero que este artículo haya contribuido a limpiar el liberalismo de mitos y malentendidos. Los conservadores y todos los demás deben ser educadamente advertidos de que los liberales no creemos que los hombres son buenos por naturaleza, ni que todos están perfectamente informados acerca de sus propios intereses, ni que cada individuo es un átomo aislado y herméticamente sellado. Los liberales no son necesariamente libertinos o hedonistas, ni son necesariamente ateos; y los liberales enfáticamente creen en principios morales. Dejemos ahora que cada uno de nosotros se disponga a examinar el liberalismo tal cual es, sin temor ni partidismos. Yo estoy seguro de que, allí donde este examen tenga lugar, el liberalismo gozará de un auge impresionante en el número de sus seguidores.

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MERCEDES MONTERO: GADDAFI EL ASESINO DE LIBIA

Muammar Gaddafi nació el 7 de junio de 1942, llegó al poder mediante un golpe de Estado  el 1ro de Septiembre de 1969. Es decir que para  el día 23 de agosto de 2011, cuando perdió el control de Trípoli, capital de su país ya llevaba 42 años desempeñando un poder dictatorial y sangriento.
 
Su historia es la misma de todos los dictadores, sean de izquierda o de derecha, plena de una rapacidad administrativa, utilización de los bienes de la nación como cosa propia, represión al máximo mediante la siembra del terror representado por la persecución y el consiguiente  encarcelamiento de sus opositores, en instituciones que son versiones actualizadas de campos de concentración, confiscación de todos los derechos y un discurso de contradicción.

El dictador hablaba de nacionalismo cuando hacía a su país cada día más dependiente de las empresas transnacionales, hablaba de humildad  cuando vivía como un pachá en palacetes llenos de todo tipo de lujo y riqueza. Decía que era el líder del pueblo pero su residencia era un coto cerrado, con alcabalas, puestos armados con armas sofisticadas, con cordones de seguridad de militares libios y mercenarios armados hasta los dientes, Gaddafi mismo tenía una escolta compuesta por 300 mujeres que hacían anillos a su alrededor para su defensa, se llegó a decir que esas féminas darían su vida para salvarlo (Por cierto que cuando Gaddafi se vio acorralado las mujeres   desaparecieron), También tenía construido un bunker subterráneo, al que se llegaba por una red de corredores totalmente blindados, con puertas de seguridad, toda una infraestructura que le permitiría estar protegido de ataques bélicos de cualquier magnitud.

Tenía aviones de lujo y carros blindados. Sus hijos eran vistos como los herederos de su poder, al igual que los príncipes que tanto critican todos los dictadores, siendo ellos en realidad unos monarcas sin corona y también sin la conciencia social que tienen las monarquías actuales, que sirven a sus pueblos y hacen de tal servidumbre un deber.
 
Gaddafi decía amar a su pueblo, pero a medida que los rebeldes avanzaban y liberaran pueblos y ciudades, quedaban las calles cubiertas de cadáveres de hombres, mujeres y niños masacrados por los bombardeos, los lanza llamas, las bombas con las que se enfrentan los libios contra los mercenarios pagados por quien con 42 años de dictadura  todavía le parece poco tiempo en el poder. Aparecen cárceles llenas con  cientos y miles de restos humanos, de libios que fueron muertos por metralla, por estallido de granadas, rociados con gasolina y luego quemados. Las imágenes mostradas a través de los noticieros de aquellos  que por milagro han logrado vivir para contarlo son conmovedoras, hombres que lloran como niños, que se quiebran como si fueran de cristal.
  
Gaddafi decía amar a su pueblo, pero las imágenes de hospitales que tuvieron que ser abandonados, ante el inminente ataque de tropas fieles a Gaddafi  dejando atrás a aquellos pacientes  que no podían moverse, son de terror. Los pisos cubiertos de sangre, cadáveres de hombres, mujeres y niños regados por todas partes, en los alrededores, en los pasillos, en las camas, que no se sabe quienes son, si son mercenarios, rebeldes, soldados.  Gente  del pueblo, con tapabocas recogiendo y apilando los muertos y enterrando a quienes pueden enterrar.
 
Gaddafi dice amar a su pueblo, pero les lanza cohetes, los ametralla porque están cansados de su dictadura, a Trípoli le quitó la luz, el agua, no hay alimentos, no hay medicinas, no hay policía, nada funciona y NADIE sabe donde está el sátrapa, ni sus hijos,  solo se sabe que hay un caos,  y, nadie es responsable de NADA. Hay quienes dicen que este caos ha sido creado a propósito para descalificar a los rebeldes de modo de llegar a una negociación con el sanguinario Gaddafi, que le permita salir hacia otro país, sin ser juzgado por los atroces crímenes cometidos.
 
Gaddafi tenía  “amigos” en todas partes, pues Libia tiene el oro negro que este dictador manejaba a su antojo, le permitía comprar voluntades, oprimir a su pueblo ante la mirada impávida de muchos gobiernos que anteponen  sus intereses a la moral y por lo tanto son  sordos, ciegos y mudos ante lo que ocurría con el pueblo libio.  Sería el colmo de la inmoralidad que ante intereses mercenarios se le deje una salida a quien se atreve a llamar ratas a los que se le oponen, siendo él una asquerosa rata.
 
¡Que por alguna vez, en este mundo en vívida contradicción la justicia prevalezca, o la humanidad habrá perdido la moral!EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO LIBERAL, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA

OSWALDO ÁLVAREZ PAZ: CAMBIO IRREVERSIBLE (DESDE EL PUENTE)

Los actuales movimientos de la mayoría poblacional de Venezuela se diferencian del trabajo político tradicional. No están determinados por líneas políticas, ni siquiera por organizaciones no gubernamentales, ni por estructuras organizadas en defensa de intereses empresariales o laborales. Las acciones para concretar la creciente voluntad de cambio parecieran de generación espontánea y libre, pero no lo son. Cuando se escriba la crónica de lo que sucede y está por suceder, será tan difícil explicarlo como difícil es calcular actualmente el tiempo del desenlace y sus características.

El ciudadano común de Venezuela está harto, fatigado y, como dirían los españoles, indignado. La política represiva del régimen, de discriminación en todas las áreas de actividad, de criminalización penal de la disidencia, de asfixia hacia los medios de comunicación social independientes, de desnaturalización del derecho de propiedad, de liquidación del aparato productivo privado, de quiebra de valores fundamentales, la inseguridad de las personas y de los bienes como política de estado gracias a la impunidad reinante, todo ello y mucho más, ha generado un desorden espantoso en una nación que hoy vive sin ley ni esperanza, con miedo en diversas escalas y manifestaciones y con graves incertidumbres relativas al presente y al futuro. Pero esos mismos factores van generando una concentración de rabia, de resistencia activa indetenible ante un régimen que sólo cuenta con la represión y la corrupción para mantenerse, además de ser ineficiente para las tareas fundamentales.

El camino por transitar seguirá siendo duro y peligroso. Los riesgos pondrán a prueba a buena parte de la dirigencia opositora. Es un reto grande, pero también invitador a una acción definitivamente hazañosa que ponga punto final a la etapa más obscura y perversa de la historia contemporánea. Las elecciones del año próximo, aún sin fechas para realizarse (¿?), marcan el tiempo máximo de permanencia del castro-chavismo en el poder, con enfermedad o sin ella. Lo sabe el alto gobierno. También los altos jefes militares algunos de los cuales, en su inocultable nerviosismo ante lo que puede venir, insultan y amenazan a personas e instituciones de espaldas al uniforme, a su institución y a la propia Constitución que juraron sostener y defender, cumplir y hacer cumplir.

Deplorable la situación del señor Chávez, en tratamiento él y, según parece, moribundo el señor Castro. Cada día más aislados en el mundo. Viendo como caen todos los granujas con poder, parafraseando a Fernando Vallejo. Desesperados sueltan las riendas a los hackeadores inmorales para frenar los efectos mortales de las redes sociales que se multiplican gracias los modernos instrumentos electrónicos y cibernéticos fuera de control oficial.

Oigan un buen consejo. Prepárense para dejar el poder con dignidad. Quien no la debe, pues que no la tema. Pero recuerden que el perdón no excluye la justicia.
oalvarezpaz@gmail.com 
Lunes, 5 de septiembre de 2011

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ALBERTO FRANCESCHI G.: LO LAMENTAREMOS UN SIGLO

EL PROGRAMA es la proposición  y movimiento consciente  del PROCESO INCONSCIENTE  de  la gente en lucha …

No lo saben generalmente,  pero intuyen que ESTAN  en el proceso histórico,  que  tiene una tendencia  de solución de futuro,  y que nos reúne en unidad objetiva,  visible ante todos, y subjetiva para sí mismos, si es que como  un proceso asumido,  se concentra como voluntades dispuestas y organizadas,  para manifestarse, de forma  concertada  y decisiva, en coyunturas  y jornadas políticas.

Para redactar y asumir un programa  para la etapa en que vivimos. Necesitamos una comprensión común de la situación y una  concepción, también común, sobre cuáles son las tareas de hemos de emprender juntos, para impulsar ese programa.

 Lo que tenemos que resolver, es como dotar de ese programa ese vasto movimiento semi-inconsciente de la psiquis colectiva  en acción,  defendiendo intereses dispersos,  que sin embargo  tenderán, casi obligatoriamente,  a encontrar banderas comunes.   Porque comunes también son los males  y la fuente que les agravó. Pero lograr hacer, de todos estos gestos y  movimientos, una lucha concertada depende de un liderazgo que este armado  de un programa para  esa etapa.

A  partir de estas y otras tesis conceptuales,  queda pendiente concentrar unas fórmulas teórico-políticas,  para elaborar  un programa mínimo,  para provocar la transición a un nuevo régimen. El liderazgo,  como terrible problema sin solución,  la historia  lo acostumbra resolver mediante ensayo y error,  y al parecer hay quienes persisten en cultivar el error.

1.           Venezuela es un Estado Capitalista subdesarrollado, subordinado al capital financiero internacional que contenía, a pesar de graves limitaciones, un régimen político democrático, heredado desde 1958.


2.           Con el advenimiento del chavismo al poder, desde 1999, el marco institucional dictado por la Constituyente, estableció una reforma más o menos profunda, para convertir éste régimen, en OTRO de tipo distinto que implica el  ejercicio del poder del gobierno en un contexto institucional también  reformulado. Desde entonces somos, con contenidos cada vez más densos, un Estado capitalista que agravó sus condiciones de dependencia, solo que ahora se subordina sustancialmente, además de las viejas dependencias tradicionales, a los nuevos acreedores: los estados Ruso, Chino y Brasileño y notoriamente al régimen castrista de Cuba, del que, aun siendo ellos deudores masivos nuestros, se le da el trato de régimen guía y tutelaje  del grueso de las decisiones políticas del Estado venezolano.

3.           La definición principal es: Venezuela es un estado capitalista subdesarrollado, que tras 13 años de gobierno chavista es más vulnerable para su defensa , más endeudado y dependiente que antes y a ello se agrega una inédita perdida sustancial de soberanía, al enfeudarse cada vez más al Estado castrista cubano.  De ese Estado totalitario nos hemos venido convirtiendo en vasallos de coloniaje político y paradójicamente en subsidiarios de medios financieros masivos, para alimentar su sistema económico de penurias y de su estructura policial. Somos los venezolanos, por la vía del régimen de Chávez,  quienes le mantenemos en pie,  gracias a la conversión de más de 2 millones de funcionarios, del Partido Comunista Cubano, en parte integral de la nómina del Estado Venezolano.

4.           Esa es la paradoja y contradicción explosiva central de este régimen chavista,  que  terminará  dando  al traste con su existencia misma. Venezuela no puede con sus recursos, sostener dos economías y dos Estados de clientelas gigantescas. Para mantener  ese esquema nos estamos endeudando de forma ya agobiante, y generando en Venezuela un retroceso  brutal de nuestras condiciones de vida. Por su parte el Estado cubano se hizo inviable económica y financieramente,  resultando que desde hace demasiados años funciona como Estado parásito. Para Venezuela, ser colonia política de un Estado en vías de convertirse en fallido como el cubano, termina por consustanciar y retroalimentar ambas crisis ya más que evidentes.

5.           Frente a estos hechos absolutamente demostrables, se impone la tarea histórica de revertir, cuanto antes sea posible, la cualitativa pérdida de independencia nacional y superar las deformaciones crecientes, que reforzaron el atraso del país, la desarticulación del Estado como institución central y permanente de la sociedad y nación venezolana. Es imperativo recuperar de inmediato nuestra soberanía financiera, hoy hipotecada por “acreencias políticas”  con regímenes, que solo sustraen masivamente nuestro ingreso nacional y  nuestra soberanía política. Es urgente  deprendernos de las obligaciones que nunca autorizamos con el Estado cubano así como de otros estados chulos del ALBA, que constituyen una pesada e inaguantable carga financiera que nos llena de pasivos.

6.           El chavismo es por definición un régimen entreguista de nuestra soberanía, hoy enajenada al Estado comunista cubano. El estado venezolano se convierte aceleradamente en un Estado semi-colonial de esa potencia foránea por ser nuestro país  su principal fuente de saqueo. Esta definición de Estado semi-colonial, es decisiva para diagnosticar que dada la inviabilidad del sistema de economía estatista totalitaria, consustancial al castrismo, se decidió a partir del rechazo masivo de este modelo en Venezuela, agregarle la conveniencia de continuar siendo nosotros sustancialmente un país “Capitalista de Estado”  hasta los tuétanos, para poder financiar al cuasi-fallido Estado Comunista cubano, que solo era viable,  si asumíamos nosotros la impresionante remesa diaria, de la que se priva nuestra población, para ser servida como tributo al régimen cubano,  desde el derrumbe del Estado soviético que le subsidiaba.

7.           La tesis concluyente que implica la tarea y consigna central es entonces: la lucha por la defensa de la soberanía nacional, perdida por la satelización del régimen chavista al Estado comunista cubano.

[b]Es un hecho que Chávez y sus conmilitones nos han convertido en  vasallos del régimen castrista: Lo Lamentaremos Un Siglo.

Estas 7 Tesis, ahora en borrador, son parte de 50 que serán publicadas por partes

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