viernes, 8 de julio de 2011

PEDRO PAUL BELLO: REFLEXIONES BICENTENARIAS II

Al nacer las repúblicas latinoamericanas, la Constitución fue la respuesta a la pregunta que el legislador buscaba fuera de ellas, al tiempo que indagaba por sus comienzo, forma y devenir. Estas Constituciones fueron, entonces, al decir del lamentable e inoportunamente desaparecido Luis Castro Leyva, “principios que arquitectónicamente, diseñaron instituciones, movieron y cambiaron espacios, voluntades y creencias”[1]. Pero aquella pregunta, por ajustarse al Montesquieu con la mentalidad de su tiempo “newtoniano”, distaba mucho de la del principio que, aristotélicamente, indagaba por las causas finales de las cosas.

Pero la forma o estructura de la Constitución resulta de su diseño, su vida y muerte dependerán de “las peculiares pasiones” que desate la vida política de cada País. Por eso, Castro Leyva expresó que los actores políticos de la Gran Colombia identificaron “existencia pública con principio, principio con pasiones, etc .”

Por tanto, resulta inevitable la permanente tensión entre la forma o estructura constitucional, que deriva de la naturaleza de los hechos y esta atada al del hombre- y la historia misma que el ser humano escribe con uso de su libertad. Hay un drama que proviene de lo señalado por Montesquieu y citado por Castro Leyva: “lo que forma la mayor parte de las contradicciones del hombre es que la razón física y la razón moral (determinada ésta por la libertad del ser humano) no están casi nunca de acuerdo”[2]. Y es en esa ambigüedad, concluye Castro Leyva, cómo ”el devenir histórico se gesta”[3].

Pero nunca antes en Latinoamérica como ahora en Venezuela, el destino de una nación se había visto tan comprometido por la despótica voluntad de un enajenado, quien ha contado con la “ayuda” de una oposición “sui generis”, en circunstancias de raíces en nuestro pasado histórico y con una población que padece anomia, carente de aspiración de logros, poseída de miedo ancestral y de apatía. Acá anomia es ausencia de leyes regulen interiormente la conducta humana y, además, presencia de situaciones sociales consecuentes a reales carencias de normas o a su degradación, o falta de aplicación en el seno de una Sociedad determinada.

En toda Sociedad bien constituida y que funcione adecuadamente dentro de una éticamente válida jerarquía de valores, todo esfuerzo normalmente debe conducir a un logro. El esfuerzo, entonces, atribuye méritos cuando es bien cumplido y, de esos méritos y logros que se alcancen con el esfuerzo, es de esperar reconocimientos que, a veces, se expresan en premios, cualesquiera que sean éstos, no necesariamente pecuniarios o materiales.

Pero en Venezuela la normal y sana, antes descrita, no se cumple, al haberse perdido la normal relación entre esfuerzos y logros; méritos y premios; faltas o crímenes y sanciones o castigos. Y se ha perdido por sorprendente e irregular mediación del poder, que ha logrado que la víctima o el acusador sea convertidos en acusado y el delincuente o criminal sea premiado. Sin embargo, fenómeno no es exclusivo nuestros tiempos: viene obrando desde nuestro pasado histórico, pero en el presente se reproduzca de manera desparpajada y contumaz, por obra de una auténtica banda de delincuentes que ha asaltado el poder, ante la pasividad de una población primero engañada y, luego, socialmente desvalida.

Lo que es más grave es tan inmoral proceder, como el anteriormente señalado, se traduce en radicales factores de desarmonía y disgregación de la Sociedad, y también merma de las aspiraciones de logro y realización de los ciudadanos, cuyas esperanzas de ascender han quedado totalmente cerradas[4].

A lo anterior se añade que nuestra cultura ha impuesto como “valores” el éxito económico y el prestigio social, que transmite “como metas incontestables para todas las clases sociales” y nada ofrece de consistente como medios, canales o normas para alcanzarlos. No son eficaces, entre nosotros, aquéllos clásicos instrumentos, como el trabajo productivo. Ya no son considerados útiles no siquiera para obtener los pseudo-valores del éxito económico o prestigio social [5].

Con gran angustia preguntamos ¿hacia dónde que destino se dirige nuestra Patria? No podemos saberlo, y no nos puede servir, como consuelo, el saber que no vamos solos sino acompañados, pues pueblos más cercanos y afines a nostros, nuestros vecinos, en los que corre sangre como la nuestra, batallan también en medio de las turbias y turbulentas aguas que nos arrastran. Aguas formadas de populismos, autoritarismos, ignorancias y miserias.

Al comienzo, la ignorancia signó el atraso. El diagnóstico fue: estancamiento. En el presente del siglo XXI, la miseria impone la violencia. Si la paz es la obra de la justicia, como lo han proclamado Pontífices desde la Sede de Pedro, esa violencia no es más que la obra de la injusticia secular y generalizada. Sordos somos a las necesidades de nuestros pueblos, por eso cosechamos amargos frutos de nuestros egoísmos.

Quiera Dios que, muy pronto, las razones que generan nuestras angustias sean superadas. Sin embargo, a lo largo de casi trece años, constatamos que, paso a paso, el totalitarismo que desde el inicio anunciamos, sigue su avance inexorable. La situación es insostenible en lo interno y amenazante en lo externo. El proyecto de guerra bi-hemisférica no parece ser ya “política ficción”. La mayoría de la gente que piensa -que no son todos los que comen, pero que, en vez, son muchos de quienes no lo hacen- se ha dando cuenta de verdades que, cuando anunciadas, parecían mentiras frutos de mentes imaginativas y calenturientas. Sin embargo –excepto la juventud emergente y los valientes de los medios de comunicación- nadie hace algo para detener, la catástrofe. Es miedo, mucho miedo.

[1] Castro Lyeva, Luis. Obras de Luis Castro Leyva, Ediciones Fundación Polar, primera edición 2005, Caracas, pg .59.

[2] Idem, pgs.62 y 63.

[3] Ibid., pg. 63.

[4] Ver, Desiato, Massimo; De Viana, Mikel y De Diego, Luis. El Hombre, Retos , Dimensiones y Trascendencia. Ed. UCAB, Caracas, 1993.

[5] Idem.

Pedro Paúl Bello

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HÉCTOR ÑAUPARI: LAS SINIESTRAS RAZONES PARA CREER EN EL CHE

En América Latina, cuando se pregunta a los taxistas que colocan la imagen del Che en sus vehículos o a los jóvenes que lucen el rostro del guerrillero en coloridas camisetas sus razones para hacer tal cosa, se nos responde con la vaga justificación que el Che “luchó por los pobres” o “por sus ideales”. Esta salida no debe asombrarnos: si lúcidos intelectuales afirman sin titubear que los niños de la Europa del XIX eran explotados bárbaramente, a pesar de la demostración en contrario de distinguidos historiadores económicos como T.S. Ashton y R.M. Hartwell, o economistas como William H. Hutt y Ludwig von Mises, los cuales aclararon cómo la revolución industrial incrementó notablemente la vida de las masas, expandió la natalidad y el bienestar, gentes menos instruidas pueden creer que un asesino en serie es un justiciero social, una suerte de Cristo de los pobres al que hay que adorar y rendir culto.

Un par de ejemplos anecdóticos de esa veneración delirante las encuentro en mis recuerdos: en mis años mozos nos recibía una estatua del Che Guevara a la entrada de la Facultad de Derecho de la Universidad Mayor de San Marcos, hecha con más ganas que con verdadero arte, ante la cual muchos se arrodillaban; incluso, recuerdo que uno de mis condiscípulos de entonces se llamaba Gerardo Che Janampa, en homenaje al médico rosarino, lo que decía con orgullo entonces, como joven y disciplinado socialista que era, y hoy pretende no recordar, convertido ya en dedicado empresario.

Sin embargo, ni los taxistas, ni mi amigo emprendedor, como tampoco los jóvenes latinoamericanos que ostentan el perfil barbudo fotografiado por Korda en sus remeras, leyó nunca un solo libro o artículo escrito por Ernesto Guevara. Les convendría hacerlo: así sabrían que, por su sola condición, serían los primeros en ser ultimados por el autor de América Latina: despertar de un continente. Lo terrible de todo esto es que no lo creerían, incluso luego de leerlo, y afirmarían su fervor guevarista con mayor entusiasmo. Dicho esto, ¿cómo explicar esta adoración por el Che, que desafía toda sensatez, todo llamado de atención sobre su vida destructora, todo recuento pormenorizado de sus crímenes?

Una primera forma de dilucidarlo es definir la pérdida de esta liturgia como el horror al vacío: desacralizar a Ernesto Guevara y mostrarlo como la bestia sanguinaria que en realidad fue, supone, para todos los socialistas, y muchos confundidos, quedarse sin su último apóstol laico. Tras ese paso, sólo les queda la nada, el descreimiento absoluto, la ausencia completa de figuras a las cuales admirar. Ante ese desamparo, la ceguera es la única alternativa.

Una segunda manera de desembrollar la piedad por el Che es entendiendo que su pretendida heroicidad colma en gran medida la perpetua sed socialista latinoamericana por héroes justicieros. Por ello mismo, refleja la profunda cobardía de los socialistas de hoy, que creen que portando una camiseta con su rostro ya han hecho la revolución, cuando sus padres o abuelos fueron efectivamente ofrendados al Dios Moloch del socialismo, así como a su santón y profeta. No olvidemos que dos generaciones de latinoamericanos fueron exterminados en nombre de este genocida, jóvenes que pudieron aportar mucho a sus países y que se convirtieron en guerrilleros por seguir su ejemplo.

Finalmente, hay que considerar el épico esfuerzo del socialismo de nuestras tierras por ocultar la historia real del Che, desbaratando sus hechos reales, modificando sus fechas, hasta llegar a la audacia de desconocer los asesinatos que cometió, dirigió u ordenó; y, por si no fuera poco, dejar bien asentadas las tinieblas del engaño, al ser repetido incesantemente en las aulas escolares y universitarias; reeditado en los textos que aprenden, junto con sus primeras letras, nuestros niños, y ellos mismos, ya jóvenes, en las universidades; o visto, por centenares de espectadores, en películas y documentales.

Pero toda esa circunstancia, a primera vista imposible de revertir, puede ser transformada si nos sujetamos a la verdad. Dar a conocer, incansablemente, los homicidios y transgresiones de Ernesto Guevara es la tarea. El Che mató a más personas que Charles Mason, y debería ser considerado un genocida de los pueblos latinoamericanos, como Stalin y Mao Tse Tung lo fueron para sus propios pueblos. Si dejamos asomar la serena faz de esa evidencia, podremos exorcizar el fatuo ícono que representa falsamente la justicia para los más necesitados. Que así sea.

* Héctor Ñaupari es Vice Presidente de la Red Liberal de America Latina (RELIAL).

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ALBERTO BENEGAS LYNCH (H): MI PRIMO EL CHE. (DESDE ARGENTINA)

Ahora que se han aquietado algo las aguas de un nuevo aniversario de la muerte del Che Guevara, escribo sobre este personaje macabro con algún ingrediente que, en parte, introduce otra perspectiva.

En mi familia se ha hablado bastante del Che ya que mi padre era primo hermano del suyo. El abuelo del sujeto de marras era una persona excelente, Roberto Guevara, casado con Anita Lynch, hermana de mi abuela materna. En tren de genealogía, consigno que soy mas Lynch que Benegas ya que tanto mi padre como mi madre descienden de dos de los hijos de Patricio Lynch, de quien desciende también el Che.

De entrada este revolucionario nato reveló cierta inclinación por el incumplimiento de la palabra empeñada puesto que le prometió a su primera novia que saldría a comprar cigarrillos y nunca mas volvió. Mostraba también ciertas rarezas al esforzarse en dar diez pasos a la salida de todos los ascensores y caer con la pierna izquierda, cosa que si no lograba volvía al adminículo y repetía la operación hasta que daba en la tecla (ya lo de la pierna izquierda parecía anunciar algo de su futuro dogmático).

Mi padre solía repetir el conocido aforismo de aquello que “los parientes no se eligen, se eligen los amigos”. Si bien es cierto que en todas las familias hay bueno, regular y malo en proporción al tamaño de las mismas, siempre noté cierta dosis de vergüenza por el hecho de que se había filtrado en la nuestra un personaje de características tan siniestras.

En una oportunidad, una de mis tías me contó que de muy chico el Che se deleitaba con provocar sufrimientos a animales y, de mas grande, insistía en que la muerte (de otros) no era tan mala después de todo y que, en este contexto, se adelantó a la definición de Woody Allen: “morir es lo mismo que dormirse pero sin levantarse para hacer pis”.

Esto último que puede parecer gracioso y ocurrente cuando proviene de ámbitos cinematográficos, resultó en una tragedia mayúscula para los cientos de asesinados por el Che quien finalmente transformó aquella definición en que “el verdadero revolucionario debe ser una fría máquina de matar”. Y todo por la manía de los Stalin, Pol Pot, Hitler y Castro de este planeta que en sus ansias por fabricar el consabido “hombre nuevo” han torturado, vejado, mutilado y asesinado a millones de seres humanos.

Y pensar que Cuba, a pesar de las barrabasadas de Batista, era la nación de mayor ingreso per capita de Latinoamérica, eran sobresalientes en el mundo las industrias del azúcar, refinerías de petróleo, cerveceras, plantas de minerales, destilerías de alcohol, licores de prestigio internacional; tenía televisores, radios y refrigeradores en relacion a la población igual que en Estados Unidos, líneas férreas de gran confort y extensión, hospitales, universidades, teatros y periódicos de gran nivel, asociaciones científicas y culturales de renombre, fábricas de acero, alimentos, turbinas, porcelanas y textiles.

Todo antes de que el Che fuera ministro de industria, período en que el desmantelamiento fue escandaloso. La divisa cubana se cotizaba a la par del dólar, antes que el Che fuera presidente de la banca central.

Como no podía ser de otro modo el Che comenzó su carrera como peronista empedernido. Recordemos que la política nazi-fascista de Perón sumió a la Argentina en un lodazal del que todavía no se ha recuperado y que, entre otras cosas escribió en 1970 que “Si la Unión Soviética hubiera estado en condiciones de apoyarnos en 1955, podía haberme convertido en el primer Fidel Castro del continente” y, cuando estaba en el poder vociferó en 1947: “Levantaremos horcas en todo el país para colgar a los opositores” y, en 1955, sentenció que “Al enemigo, ni justicia”.

Es inadmisible que alguien con dos dedos de frente sostenga que la educación en Cuba es aceptable puesto que, por definición, un régimen tiránico exige domesticación y solo puede ofrecer lavado de cerebro y adoctrinamiento (y con cuadernos sobre los que hay que escribir con lápiz para que pueda servir a la próxima camada, dada la escasez de papel). Del mismo modo parecería que aun quedan algunas mentes distraídas que no se han informado de las ruinas, la miseria y las pocilgas en que se ha transformado el sistema de salud en Cuba y que solo mantiene alguna clínica en la vidriera para impresionar a cretinos.

Esperemos que los que siguen usando lo símbolos del Che como una gracia perciban que se trata de la humorada mas lúgubre, mórbida y patética de cuantas se le pueden ocurrir a un ser humano. Es lo mismo que ostentar la imagen de la tenebrosa cruz svástica como señal de paz.

Fuente: Libertad y Progreso (Argentina)

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ZENAIR BRITO CABALLERO: “VENEZUELA TRAGEDIA Y COMEDIA AL MISMO TIEMPO”

Karl Marx, tipo perspicaz, escribió que la historia se repite, primero como tragedia y después como comedia. ¡Muy cierto! Lo que no imaginó fue que una historia podría ser tragedia y comedia al mismo tiempo. Casualmente, Marx, tan 'adoctorado' y dogmático, es protagonista del más hilarante sainete del siglo XXI, la Revolución 'bolivariana', que devino en tragedia con la imposición de un régimen marxista a un pueblo venezolano consumista, alérgico a las penurias económicas.

¡Sí! En Venezuela, la historia que comenzó como comedia, se volvió tragedia. El bolivarianismo no es nada. Bolívar fue grande: escritor exquisito, pensador liberal, líder militar de epopeya y también con rabo de paja. ¿Pero, revivir hoy a Bolívar como guía y faro en pleno siglo XXI ¡por favor!? ¡Qué desatinado! ¡Qué deschavete!

Cuando el marxismo entró en barrena (1989), Chávez, 'Alfonso Cano' y la extrema izquierda latinoamericana desplazaron de su iconografía a Marx y Lenin para sustituirlos por Bolívar. 'Bolivarianismo' es el nuevo nombre del marxismo, dijeron. Disfrazar a Marx con la ropa de Bolívar era una idea absurda.

Si ellos se hubieran encontrado en la vida, se habrían agarrado de las mechas. En 1858, Marx le escribió a Engels esta galanura: "Hubiera sido pasarse de la raya querer presentar como Napoleón a Bolívar, el canalla más cobarde, brutal y miserable". Por su parte, Bolívar, de haber leído a Marx, habría escrito: "Su prédica tiránica, su persecución de las libertades y derechos -la propiedad privada, entre ellos- demuestran que el marxismo es el canalla más cobarde, brutal y miserable".

El comandante ordenó hace algunos años la unificación de todos sus partidarios en un solo partido, el PSUV. El Partido Comunista sacó pecho y pensó que todos se integrarían en torno suyo, dada la comunión del comandante con sus principios. Pero el caudillo no quería árboles que le hicieran sombra. Primero intentó persuadirlos para que disolvieran al PC en el PSUV, con el argumento de que, aunque eran los mismos, el pueblo no le jalaba al marxismo pero sí al bolivarianismo; que más tarde, cuando hubiese condiciones, se quitarían todos el camuflaje y declararían su militancia marxista.

Nada valió, y los comunistas se pararon en las cuatro. El teniente coronel, furioso, hizo una declaración destemplada (2003), aunque nada sincera: ¡el marxismo es cosa del pasado! Hace unos cuantos meses, cuando estaba casi solo, regresó humilde al redil, al Partido Comunista, y se declaró nuevamente marxista. ¡Claro que es marxista! La mejor demostración es la hecatombe venezolana.

Sólo una administración marxista es capaz de apagar a una potencia energética. El comandante aduce que es la sequía. El científico Nassim Nicholas Taleb lo desmiente. Aun si caiga agua a cántaros como está sucediendo en estos meses, la principal hidroeléctrica, El Guri, funciona mal. Hay siete turbinas paradas por falta de mantenimiento; y lo mismo ocurre en las centrales térmicas. "Vamos para un apagón de varios años", es la apocalíptica predicción del científico.

Los marxistas – Fidel, Chávez, Evo, Correa y Ortega- no creen en el mercado y atiborran las gacetas con decretos intervencionistas, que terminan despelotando las economías. Y como la macroeconomía sólo se rige por una verdad, la ley de la oferta y la demanda, cada paso que dan contra los agentes económicos hunde más a sus países. Y, ellos, marxistas al fin y al cabo, se la montan y persiguen a los agentes, en lugar de rectificar sus principios absurdos contra el sistema de propiedad privada e iniciativa particular. Mientras tanto, bolivarianos de verdad, es decir, liberales como Lula, Santos o Piñera, dan garantías a la inversión, ven crecer sus economías y generan bienestar colectivo.

Pero tranquilos, inversionistas de los intervenidos o expropiados Hipermercados Éxito hoy llamados Bicentenarios y las amenazas a las Empresas polar y demás damnificados en Venezuela. Tarde o temprano las aguas políticas y económicas volverán a su cauce. Allende quebró a Chile con la aplicación de su programa marxista, pero la posterior vigencia del derecho de propiedad y las leyes del mercado remediaron el caos. Eso es remedio infalible.

britozenair@hotmail.com

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NELSON MAICA C: SUCEDE ALGO MÁS

Lamentablemente no se, no me explico aun, que le esta pasando, en general, a la dirigencia del país, sobre todo a quienes se ufanan de autocalificarse de opositores y aspirantes a gobernar; están, a mi juicio, fuera de foco y de realidad y de acciones que los conduzcan a su objetivo.

Me da la impresión, de repente, de que están siendo dirigidos por el régimen en algunos casos y, en otros, de que son victimas del síndrome de Estocolmo y/o están siendo chantajeados y/o amenazados y/o están, todavía, con los viejos métodos y practicas políticas ya fuera de uso. No me atrevo a pensar en falta de valor y toma de riesgos.

Es notorio que la supuesta comunidad democrática mundial no apoya efectivamente a esta supuesta dirigencia opositora reunida en la MUD y otras, ni siquiera de palabra.

También se han olvidado por completo de los inicios de este régimen (adoración del arte de la guerra, Sun Tzu, y la mentira, el engaño, como estrategia, hasta llegar a la burla grosera) y de cuanto significa la implantación del comunismo, bien sea soviético y/o cubano, pero comunismo al fin, totalitarismo con mezclas fascistas y nazistas y militarismo criollo jurasico. Que este régimen es dirigido por los amos esclavistas de Cuba.

Falta una opinión pública democrática y plural poderosa.

El régimen esta usando, a todo dar, el arma psicológica. Tiende a controlar, además, el pensamiento, todos los medios y sistemas de información y comunicación. Utilizan exageradamente la exaltación del heroísmo de los mitos nacionales, el ataque a la burguesía y al capitalismo, el líder y pueblo elegido. La mentira masiva, sistemática y permanente. Y estructuró un ministerio de propaganda con su Goebbels, formado en Usa, hasta con satélite.

No observo ni actores, ni organizaciones, ni voluntad, ni apoyo interno y/o externo, ni acciones, etc., ni siquiera tímidas, para contener y cambiar eso efectivamente. Puras quejas y denuncias, sin información (propaganda abundante), comunicación, acciones y movilizaciones estratégicas y sin un aparato de inteligencia adecuado para enterarse de todo cuanto pasa, piensan y planean dentro del régimen.

Lamentablemente el mismo bochinche histórico. Ahora argumentaran, a lo mejor, su falta de acierto, seguramente, con un chiste como recordar aquella canción que dice "el muerto estaba de parranda".

Afortunadamente, el pueblo, el ciudadano, tiene cierto olfato político, casi esta por encima de su dirigencia, buena parte de el esta hoy convencido de que el régimen lo esta manipulando, le esta diciendo mentiras; que le ha inculcado odio, separación, inseguridad, violencia, hasta muerte; lo han envenenado, mediante su intensa propaganda y para su único beneficio, para mantenerse en el poder.

La consecuencia de eso, luego de 12 años, se esta haciendo presente: hay, en estos momentos, una crisis de confianza en el régimen, en su liderazgo, en su jefatura y en sus postulados, en su ideología, lo cual traerá, seguramente, la ruptura moral con el.

Pero, además, la providencia, la justicia divina, y el trapiche de la historia si están haciendo su trabajo como siempre, un poco tarde, pero lo están haciendo. El pueblo lo capta.

Cargar a cuestas, figurativamente, con un “cadáver insepulto” (según su versión mediática para provocar compasión), en política, es algo muy serio, una tragedia que esta, como al final de las mismas, por verse.

Caracas, Venezuela, 05/07/2011.

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