Estas casas muertas no están en Ortiz, ni fueron abandonadas por la presencia del paludismo, como las de la novela de Miguel Otero Silva. Tampoco fueron diseñadas para solucionar el problema de la falta de viviendas, sino para algo más acorde con la mentalidad de los revolucionarios amantes del bolívar, es decir para enriquecer a unos cuantos en un negocio en el que los venezolanos perdimos millones de dólares.
BOTAN EL DINERO A LA BASURA |
Ya empezaron a desvalijarlas y la milicia tiene restringido el acceso.El modelo de casas instaladas en los cálidos valles de Aragua es muy apropiado para países en los que la temperatura desciende apreciablemente en cierta época del año. Por allá los llaman invernaderos, invernáculos, greenhouse o glasshouse y los utilizan para cultivar rubros tales como tomate, pimentón, pepino, lechuga y otros. A pesar de la alta inversión requerida para la construcción de la infraestructura e instalación del riego, de la calefacción y el elevado costo de los insumos, el alto precio de esas especies durante el invierno hace rentable su utilización.
En nuestro medio tropical el cultivo bajo estas condiciones controladas requiere de un buen sistema de ventilación y de regulación de la temperatura y de la humedad; además el manejo de todo el sistema requiere de personal calificado y como la producción a cielo abierto es mucho menos costosa, la única forma de que las “casitas” sean negocio es que produzcan hortalizas de altísima calidad que el mercado esté dispuesto a pagar.
¿Quién o quiénes recomendaron este sistema de producción? Retamos al Ministro de Agricultura a realizar una inspección ocular a estas “casas muertas”, conjuntamente con profesores de la Facultad de Agronomía de la UCV, de diputados y de los medios de comunicación. Las pérdidas para la nación son de tal magnitud que la Asamblea Nacional y la Contraloría General deberían abrir una investigación al respecto. Desde luego estamos seguros de que no la harán, pero como ciudadanos cumplimos con hacer la denuncia.
Como en botica:
Alí, el hombre embustero que no ríe, quiere regresarnos a la oscuridad de las cuevas. La receta típica de los comunistas es el racionamiento.
Nos parece positivo que enviemos petróleo a los laboriosos japoneses que deben compensar las pérdidas de generación eléctrica por el desastre nuclear de Fukushima, pero rechazamos que sea para que nos otorguen un nuevo préstamo de mil quinientos millones de dólares que el régimen gastará en la campaña electoral.
El trueque de petróleo por alimentos es perjudicial para PDVSA y como la empresa no informa el precio de adquisición de los mismos es de presumir sobreprecios y comisiones. ¿Podrían nuestros diputados solicitar esta información?
Los asesinatos en nuestras cárceles y calles evidencian el desprecio de los rojos por la vida. ¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!
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