Las referencias a Venezuela en el mundo no pueden alegrarnos.
Todo lo contrario, entristece y preocupa oír las innumerables críticas y advertencias serias sobre la situación en Venezuela, cuyo régimen ha decidido abandonar el espacio democrático y aplicar políticas de corte totalitario. Las confiscaciones, la persecución, el ataque a las libertades y a los derechos, especialmente de pensamiento, de expresión y a la protesta, son ejemplos claros de esta desviación.
El monstruoso caso de la jueza Afiuni, castigada por decidir conforme a derecho, es objeto de referencias y comentarios en todos los foros de derechos humanos del mundo. En Ginebra, en el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas; en Washington, en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos; en foros y encuentros, como el recién celebrado en Noruega, auspiciado por la Oslo Freedom Forum, en el que participaron defensores, estadistas y personalidades del mundo entero: por la región, los demócratas Alejandro Toledo, Belisario Betancur, entre otros. En general y con razón, el régimen bolivariano es objeto de duras críticas. El tema no se agota y menos mientras tengamos la fuerza para luchar por la democracia. En pocos días, en Washington, Venezuela y la democracia en la región será otra vez el centro del debate, cuando se trate el tema de los nuevos modelos de subversión y el desprestigiado y confuso socialismo del siglo XXI.
Los bolivarianos, en evidente muestra de su vocación totalitaria, no atienden las críticas internas, menos las externas.
Por el contrario, sus reacciones son bien estructuradas: condena de las críticas, desprecio por ellas, descalificación de los denunciantes. El régimen acusa de "vendepatria" y "apátridas" reflejo de ignorancia absoluta a quienes luchan por el respeto de los derechos humanos y de las libertades fundamentales. El régimen bolivariano se esconde detrás de su interpretación perversa del concepto de soberanía y rechaza los señalamientos que se hacen.
Un escudo para protegerse e impedir progreso en el respeto de los derechos humanos, comportamiento propio del Estado forajido.
La democracia y los derechos humanos no se incluyen hoy en los asuntos de la exclusiva jurisdicción del Estado. Por el contrario, son del interés de todos. La comunidad internacional en su conjunto, es decir, los gobiernos, los órganos internacionales, la sociedad civil, debe preocuparse por la democracia, el único espacio en el que se pueden ejercer plenamente los derechos humanos.
Los órganos internacionales actúan desde hace tiempo en la defensa de estos derechos.
No sólo las comisiones y los tribunales internacionales se han pronunciado, también los órganos políticos, incluso el Consejo de Seguridad, que los relaciona con la paz y la seguridad internacionales.
En el caso de Suráfrica (apartheid), una vez; después, en relación con las atrocidades en Yugoslavia; hoy, en Libia; después, en Siria, y más tarde, en otros países, cuyos regímenes desconozcan el respeto de los derechos humanos y las libertades fundamentales, entre ellos, el derecho a la protesta pacífica, penalizada por los regímenes totalitarios, el Consejo de Seguridad y la comunidad internacional seguirán actuando, y con más énfasis, para defender a los pueblos oprimidos. La comunidad internacional debe velar por la democracia. Los gobiernos no son solamente democráticos por su origen, sino por su comportamiento, lo que supone el cabal apego a las normas y a los principios. Algunos gobiernos en la región, surgidos de la voluntad popular, utilizan las reglas y las instituciones democráticas para destruirla y acomodar nuevas formas de gobernar que en el fondo se traducen, simplemente, en regímenes totalitarios.
Venezuela sigue en el tapete, lamentablemente. Ya se expresa preocupación por el proceso electoral que con desventajas y abusos de los revolucionarios bolivarianos se inicia en el país. En democracia real, las elecciones deben ser libres, honestas y transparentes; la vigilancia internacional es un simple corolario. El ex presidente Uribe, de Colombia, se manifestó en ese sentido en días pasados, al pedir una vigilancia eficaz sobre el proceso que apenas se inicia y sobre sus resultados, para evitar el fraude, en el que algunos en las filas "revolucionarias" seguramente piensan, para continuar en el poder.
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