La hipocresía de esta sociedad venezolana ha desbordado hasta la fantasía y perforado la esperanza de encontrar remedio a la inversión de los valores de esta humanidad en la que la perversidad marca, con desconcertante frecuencia, las palabras y los actos, y quizás, el pensamiento de la mayoría de la gente.
Ese desagradable sumario de comportamientos cicateros es mucho más visible en la actividad política, especialmente en las campañas políticas, para mejor decir. La atávica lucha por el poder político y por el económico, enfrenta al hombre con el hombre, sin Dios, ni Constitución ni ley que valga, ni mucho menos, conmiseración.
El advenimiento de un año electoral en el próximo 2012 del que ya se ve al presidente haciendo campaña, debería anunciarnos un escenario de lucha por el bien colectivo, ideas innovadoras, controversias sanas, creatividad de marketing, pertinencia y viabilidad de propuestas, candidatos de extraordinarias cualidades personales y profesionales, profunda sensibilidad social y una sólida visión universal. Increíblemente, el comportamiento electoral de los ciudadanos desde ya, revela gran desinterés por asuntos trascendentales como las propuestas.
Para colmo, la miserable forma de vida de la gran mayoría de los ciudadanos de este país y, por tanto, de nuestra tierra, conducen a que la gente se interese mucho más por resolver asuntos individuales del día a día, antes que aquellos de fondo y que privilegien el bien común.
Ya se asoman muchos por ahí que le juegan bien al asunto. El interés por el voto, que finalmente es el que da el triunfo, no entiende razones ni consideraciones.
A lo Maquiavelo, aspirantes y descaradamente, representantes del gobierno, ante la mirada indiferente de organismos de control, se aprovechan de los damnificados por las lluvias, del hambre, el desempleo, la delincuencia desenfrenada, la indefensión y hasta la debilidad mental del necesitado, para inducirlo por el camino que alimenta la ambición de poder y de dinero para unos pocos. Si en la vida normal de la sociedad son pocos los amigos.
Si en el trasegar rutinario del ser humano, no hay amigos, en la política sí que es verdad: son una quimera. En este campo es muy común que quien hoy dialogue, se aproxime o acuerde con alguien, en el siguiente escenario, es muy probable que se aproveche de argumentos, comentarios y posiciones confidenciales para sacar ventajas personales o de partido. Si las descalificaciones hirientes y la hostilidad frecuenta la lengua y los actos de los hombres y la precariedad de los valores es notable en días normales, en campaña política las buenas maneras, el buen decir y la consideración, tienden a volverse verdaderos rudimentos del comportamiento humano. Un pacto tácito, o expreso, si lo quieren, de partidos, candidatos y líderes de opinión de las campañas políticas, en el sentido de renunciar a los agravios, las calumnias y al ultraje personal, le haría muchísimo bien al proceso que se avecina el próximo año.
Los medios masivos de comunicación son piezas clave en este propósito, cuyo reto es mayor por la profunda connotación que tiene la responsabilidad social, desdeñada a veces por lengüisueltos que se mimetizan en “el interés común”, suena hermoso, las conveniencias personales o de los amos.
Me irrita, me encrespa y me molesta lo admito, que las tertulias de hoy, en las que participan connotados líderes y politólogos, se enrruten por definir el dinero, el poder de la contratación y de la intimidación, como factores definitivos en las próximas elecciones del 2012. Presagian, de paso, un escenario de campaña hostil e incivilizado, atribuible a sectores afectos al poder para no destetarse y, a otros, que por llegar, actuarían en complicidad con el maquiavelismo, que no respetando ni ética ni moral, acepta que el fin justifica los medios.
Quienes defendemos la democracia, la libertad y el imperio de la ley, estaremos atentos para aportar lo que esté de nuestra parte para apalancar un ambiente civilizado, lo cual no significa renunciar a decir la verdad o hacer la crítica sana. Cuando no se pueda decir la verdad y/o desaparezca la libertad de expresión, como ha venido ocurriendo últimamente en varios diarios que parecieran estar plegados al gobierno, es mejor camino colgar la pluma, que el sepulcro, o volver a ser errantes, a no ser, y ahí si peor, tener que decir sólo lo que los demás quieren oír y permitan que se oiga.
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