miércoles, 26 de enero de 2011

“LA HIPOCRESÌA DE MUCHOS”. ZENAIR BRITO CABALLERO

La hipocresía de esta sociedad venezolana ha desbordado hasta la fantasía y perforado la esperanza de encontrar remedio a la inversión de los valores de esta humanidad en la que la perversidad marca, con desconcertante frecuencia, las palabras y los actos, y quizás, el pensamiento de la mayoría de la gente.
Ese desagradable sumario de comportamientos cicateros es mucho más visible en la actividad política, especialmente en las campañas políticas, para mejor decir. La atávica  lucha por el poder político y por el económico, enfrenta al hombre con el hombre, sin Dios, ni Constitución ni ley que valga, ni mucho menos, conmiseración.

El advenimiento de un año electoral  en el próximo 2012  del que ya se ve al presidente haciendo campaña, debería anunciarnos un escenario de lucha por el bien colectivo, ideas innovadoras, controversias sanas, creatividad de marketing, pertinencia y viabilidad de propuestas, candidatos de extraordinarias cualidades personales y profesionales, profunda sensibilidad social y una sólida visión universal. Increíblemente, el comportamiento electoral de los ciudadanos desde ya,  revela gran desinterés por asuntos trascendentales como las propuestas.

Para colmo, la miserable forma de vida de la gran mayoría de los ciudadanos de este país y, por tanto, de nuestra tierra, conducen a que la gente se interese mucho más por resolver asuntos individuales del día a día, antes que aquellos de fondo y que privilegien el bien común.

Ya se asoman muchos por ahí que le juegan bien al asunto. El interés por el voto, que finalmente es el que da el triunfo, no entiende razones ni consideraciones.

A lo Maquiavelo, aspirantes y descaradamente, representantes del gobierno, ante la mirada indiferente de organismos de control, se aprovechan de los damnificados por las lluvias, del hambre, el desempleo, la delincuencia desenfrenada, la indefensión y hasta la debilidad mental del necesitado, para inducirlo por el camino que alimenta la ambición de poder y de dinero para unos pocos. Si en la vida normal de la sociedad son pocos los amigos.

Si en el trasegar rutinario del ser humano, no hay amigos, en la política sí que es verdad: son una quimera. En este campo es muy común que quien hoy dialogue, se aproxime o acuerde con alguien, en el siguiente escenario, es muy probable que se aproveche de argumentos, comentarios y posiciones confidenciales  para sacar ventajas personales o de partido. Si las descalificaciones hirientes y la hostilidad frecuenta la lengua y los actos de los hombres y la precariedad de los valores es notable en días normales, en campaña política las buenas maneras, el buen decir y la consideración, tienden a volverse verdaderos rudimentos del comportamiento humano. Un pacto tácito, o expreso, si lo quieren, de partidos, candidatos y líderes de opinión de las campañas políticas, en el sentido de renunciar a los agravios, las calumnias y al ultraje personal, le haría muchísimo bien al proceso que se avecina el próximo año.

Los medios masivos de comunicación son piezas clave en este propósito, cuyo reto es mayor por la profunda connotación que tiene la responsabilidad social, desdeñada a veces por lengüisueltos que se mimetizan en  “el interés común”, suena hermoso, las conveniencias personales o de los amos.

Me irrita, me encrespa y me molesta lo admito, que las tertulias de hoy, en las que participan connotados líderes y politólogos, se enrruten por  definir el dinero, el poder de la contratación y de la intimidación, como factores definitivos en las próximas elecciones del 2012. Presagian, de paso, un escenario de campaña hostil e incivilizado, atribuible a sectores afectos al poder para no destetarse y, a otros, que por llegar, actuarían en complicidad con el maquiavelismo, que no respetando ni ética ni moral, acepta que el fin justifica los medios.

Quienes defendemos la democracia, la libertad y el imperio de la ley, estaremos atentos  para aportar lo que esté de nuestra parte para apalancar un ambiente civilizado, lo cual no significa renunciar a decir la verdad o hacer la crítica sana. Cuando no se pueda decir la verdad y/o desaparezca la libertad de expresión, como ha venido ocurriendo últimamente en varios diarios que parecieran estar plegados al gobierno, es mejor camino colgar la pluma, que el sepulcro, o volver a ser errantes, a no ser, y ahí si peor, tener que decir sólo lo que los demás quieren oír y permitan que se oiga.

britozenair@gmail.com
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1 X 1 = 0. JUAN CARLOS APITZ

Para las huestes estudiantiles oficialistas el ingreso justo a la educación superior y la distribución eficiente y equitativa del presupuesto universitario son aspectos obligatorios en una próxima Ley de Educación Universitaria. También es imperioso, dicen, “el voto paritario de los y las estudiantes, los profesores y las profesoras, trabajadores y trabajadoras para elegir las autoridades universitarias”. Es decir, el voto paritario se convierte en una especie de varita mágica que resolverá, finalmente, todos los problemas que aquejan a nuestras universidades.  

Esta propuesta de democracia universitaria se concibe como participación de toda la comunidad académica en la elección de sus autoridades, incluso de los empleados administrativos y de los obreros, quienes no son parte de esa comunidad, ni tienen intereses comunes con ésta. En otras palabras, consideran a la universidad como una pequeña república y entienden su democracia como se concibe la democracia existente en la sociedad política, la cual responde a la división en clases de la misma.

El gran error de esa proposición es que las jerarquías universitarias no se producen como consecuencia de una votación, sino que deben ser el resultado del esfuerzo y el estudio permanente. Un profesor no se elige, se forma en el estudio cotidiano y la investigación constante. La graduación de un estudiante no se decide en un acto electoral, sino que ha requerido varios años de formación en la que el esfuerzo personal realizado es lo más importante. Ambos son iguales como ciudadanos en el país, con los mismos derechos a elegir y ser elegidos, pero no son ni pueden ser iguales académicamente, ni entre sí ni con el resto de sus compañeros profesores, estudiantes y trabajadores.. Si fueran iguales en cuanto al dominio de conocimientos, instrucción y formación, no tendría ningún sentido la existencia de las universidades, ni tampoco lo tendría asistir a ellas como estudiantes o trabajar en ellas como docentes o investigadores.

Luego, universidad democrática no puede significar universidad donde las autoridades son elegidas por igual por profesores, estudiantes, empleados y obreros. Este ofrecimiento es una aberración producto de la ignorancia de lo que es y debe ser una universidad. Puesto que, el voto paritario no es equivalente al voto igualitario para todos, al llamado 1 X 1 en el cual cada voto vale lo mismo; como sucede en las elecciones de los representantes a los poderes públicos, donde existe un solo colectivo de votantes: los ciudadanos de la república. En cambio, en la Universidad existen colectivos diferenciados según sus roles, tamaño y tiempo de vida activa en la institución. Además, es también una demostración de una gran hipocresía, pues quienes la hacen o se muestran de acuerdo con ella resguardan a varias universidades experimentales (Universidades Ezequiel Zamora, Simón Rodríguez y Rafael María Baralt) de cualquier tipo de elecciones, ni siquiera de aquéllas en las que participan normalmente profesores y estudiantes en las universidades autónomas.

En definitiva, se nos propone que votemos todos los miembros de la comunidad universitaria, entendida como el todo en donde porciones que no forman parte de un mismo espíritu son unidas en forma artificial, en aras del populismo académico que fomenta el actual gobierno nacional. Así que, aceptar esta propuesta significaría la condena a muerte de las instituciones universitarias, es decir, 1 X 1 = 0.

twitter: @justiciapitz
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