LA TRANSICIÓN
Venezuela marcha a una transición con motivo de las elecciones del 26S. En el improbable escenario de que Chávez ganara en buena lid, habría una transición. En el evento de que la oposición ganara y el régimen respetara el resultado, habría transición. Si la oposición gana y Chávez intenta desconocer los resultados, habría transición. Si se le ocurre inventar el aplazamiento de las elecciones, habría transición.
La situación del país ha llegado a un punto en que no hay forma de evitar una inflexión significativa. Chávez ha llevado su autoritarismo totalitario hasta extremos que obligan a todos los participantes a un cambio. Venezuela ya no puede seguir como viene: "Los de abajo no quieren y los de arriba no pueden" (Lenin). Las alevosas élites que creó el chavismo ven en peligro sus logros y haberes porque el que los hizo posible ahora los amenaza. Los pobres, a los cuales Chávez les prestó la voz y la altanería, han reconocido el vacío, la oquedad de las promesas y el fraude de las realizaciones. Tanto en el barrio como "en Palacio" Pudreval suena como martillo neumático en la oreja después de una noche de farra interminable. Es que eres un mentiroso compulsivo; es que dices hoy que Juan Manuel Santos es un mafioso y al día siguiente te desmientes; es que prometes respeto y al minuto eres procaz miserable. Es que prometes paz y disparas. Es que los cientos de miles de asesinados no te importan. Es que amparas a los grupos armados ilegales. Es que mientes más que por necesidad política por adicción. Ni te crees ni te creen. Además lo sabes.
MANERAS DE TRANSICIÓN.
Aunque suene imposible, considérese la posibilidad de un triunfo verdadero de Chávez. Habría transición porque tomaría esa victoria como un mandato para liquidar todos los vestigios de expresión democrática todavía existentes. Globovisión, los diarios nacionales y regionales, la Iglesia católica, las asociaciones judías, Internet, las universidades, los restos empresariales privados, todo, absolutamente todo sería objeto de la devastación chavista en nombre de la locura que tienen por proyecto político. La represión se incrementaría y la nube tóxica se expandiría por la nación entera. Sería la noche total, solo el chasquido del látigo y el traqueteo de los fusiles. Silencio de los disidentes y vocinglería monocorde de la corte. Baste ver, como tráiler, lo que acaba de hacer Cilia Flores: la mar de contenta con la conversa sostenida con el cardenal Urosa; más tarde ominosamente regañada; y, luego, vuelta a insultar al cardenal por requerimiento terminante del dueño de la comarca. Si Chávez ganara en buena lid, desaparecería ya toda traza del país que fue.
Si Chávez pierde y reconoce la victoria opositora es un escenario difícil pero más factible que el anterior. Puede sentirse constreñido, como cuando los líderes de la disidencia desde el CNE, Baduel y los militares junto al movimiento estudiantil, lo obligaron a reconocer su derrota en 2007. Si acepta la realidad, lo que ocurriría es que la AN se convertiría en el centro del poder. Chávez solo podría hacer lo que el chavismo y la disidencia democrática acordaran en la AN. Este escenario suena raro, pero allí tendría la oportunidad de dejar de ser el líder interplanetario que se cree y se convertiría en un presidente sometido al juego democrático. Se investigaría a Pudreval y a Rafael Ramírez. Se aprobaría una ley de amnistía y los presos políticos serían liberados. Se decidiría compensar a los trabajadores petroleros perseguidos, botados y escarnecidos. Se procedería a sustituir a las "Luisas", tan patéticas y perjudiciales. Chávez tendría que aceptarlo y, de no hacerlo a cabalidad, podría ser enjuiciado antes de que pudiera ocurrirle lo propio en la escena internacional. Podría pensarse que su personalidad desbordada, enferma de egolatría y carencias, no aceptaría ese obligado contacto con la realidad, pero debe recordarse que Chávez cuando ve su pielecilla en peligro se vuelve de un sensato que ni el Dalai Lama.
El escenario en el cual Chávez pierde pero ordena a las muchachas del CNE, el Tribunal y la Fiscalía que procedan al desconocimiento de los resultados crearía un ambiente que le sería insostenible. Es muy improbable que ahora pueda repetir las hazañas de fraude; hay más preparación de la oposición para las elecciones y, sobre todo, hay una convergencia de chavismo desencantado y antichavismo, cívico y militar, dispuesto a impedir la trampa. ¿Cómo ocurriría en términos prácticos? No es factible saberlo en forma anticipada, pero lo cierto es que habría quienes confirmarían la ilegitimidad del intento. El régimen está en situación de debilidad tal que sería muy difícil que el general Mata, el coronel Benavides y los grupos armados urbanos o de la frontera tengan capacidad de imponer al país una nueva treta.
Dadas las dificultades que significaría distorsionar la voluntad mayoritaria, una línea de menor resistencia podría ser la argucia para aplazar las elecciones. Este escenario ha sido analizado por los cubanos, pero no es fácil. En caso de que se intente tendría el mismo sabor a fraude que el anterior. No existe ahora la ingenuidad de 2003 y 2004, cuando se aplazó el revocatorio y la dirección opositora desconoció el dictamen del magistrado Alberto Martini que la favorecía al no requerir el "reafirmazo". Ahora la situación es otra.
EL RUMBO.
Sin duda la voz de la disidencia democrática ahora será más audible. Chávez ya no será el dueño del escenario en ninguna de las opciones consideradas y es muy probable que se desate un proceso de convergencia entre el chavismo que quiere sobrevivir al naufragio y la disidencia democrática variopinta que se ha estructurado. Las tareas son las que derivan de la restitución de la democracia, la independencia de los poderes públicos, el castigo a la corrupción de Pudreval y los anexos, el establecimiento de las responsabilidades del Presidente, la libertad de los perseguidos, encarcelados, exiliados y oprimidos, la reinstitucionalización de la FAN, Pdvsa y el BCV, el impulso a la descentralización y la implantación de un sistema judicial decente. Sin embargo, sobre todas las medidas de emergencia, la gran tarea de la transición democrática es reiniciar la reforma del Estado. La tarea que se emprendió en la década de los 80 bajo la inspiración de la Comisión para la Reforma del Estado (Copre) está pendiente y es indispensable, especialmente después de la devastación que el régimen ha significado para cualquier concepto aceptable de la cosa pública.
Venezuela entró al siglo XX en 1936. Todavía no ha entrado al XXI y en muchos sentidos se ha devuelto al XIX con la disolución de la República. Volver a tener un país es la tarea.
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