lunes, 14 de junio de 2010

EN DEFENSA DE LA POLAR, JAIME REQUENA

Está circulando por las redes académicas una carta en solidaridad con Polar; sus obreros, empleados y gerentes. El motivo es obvio; Polar está siendo asediada y mostrada como un conglomerado mercantilista irresponsable y culpable de todos los males nacionales. Nada más alejado de la verdad. Por ello y mediante estas líneas, deseo manifestar mi desacuerdo con el trato brindado por el Ejecutivo.

Polar es para mí algo más que una fría en el momento adecuado. Como para casi todos los venezolanos, Polar es también algo más que el desayuno -y a veces la cena- de todos los días. Polar es sinónimo de calidad, de confianza, de excelencia. Polar impulsó el proceso que produjo harina PAN, un avance que hizo realidad la preparación del pan criollo sin trauma o molestia. Ese desarrollo tecnológico, sin duda alguna, ha sido uno de los tres grandes hitos de la producción de tecnología en el país. La harina PAN revolucionó verdaderamente la vida de los venezolanos. Basta con imaginarse lo que sería la vida hoy en día, si tuviéramos que todas las madrugadas levantarnos a hervir y pilar el maíz, para producir el pan de los ancestros caribes. Ciertamente yo no lo haría y no se lo podría pedir a mi madre, hermana, esposa o hija.

Empero, Polar es algo más que alimentos. Por ejemplo, Polar ha hecho suya la marcha de los académicos venezolanos por tener un mejor país. En efecto, a través de la Fundación Polar se han podido construir espacios -neutros pero estimulantes- para el encuentro de académicos e intelectuales venezolanos. Conferencias, talleres y reuniones organizados por Polar han promovido el análisis, reflexión y construcción de los consensos imprescindibles para la acción creadora en el país.

En el caso concreto de la ciencia, Polar supo reconocer que la organización, el procesamiento y la generación de información, constituían la materia prima del nuevo proceso productivo y que el resultado de éste no era otra cosa, sino "conocimiento". Convencidos de los efectos positivos que tendría sobre la calidad de vida del venezolano, de la presencia de actividades intelectuales creadoras, Polar hace dos décadas se planteó el valorizar la actividad de nuestros científicos. Para ello, estimó conveniente reconocer la excelencia de nuestros investigadores, en cualquiera de los cuatro campos tradicionales de las ciencias básicas, y creó el Premio Polar. Con ese galardón no sólo Polar, sino toda la sociedad venezolana, honra a los compatriotas que muestran un potencial especial para el quehacer intelectual, demostrando una productividad académica excepcional.

Esa devoción de Polar por el país y su gente, es para mí su principal valor corporativo. El poder hacernos sentir cada día más venezolanos y contentos de disfrutar nuestro gentilicio. Mi agradecimiento a Polar por tantas buenas cosas que nos han dado. Larga vida a Polar y su gente.

conciencia.talcual@gmail.com

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DESESPERO!, DANIEL SANTOLO

Aquellos que andan desesperados y piden a gritos que se haga algo para salir del régimen, porque supuestamente no se hace nada, son los mismos que por años han manipulado y obstaculizado toda política unitaria, sin querer entender que es por medio de la vía democrática que podemos recobrar nuestra democracia. Son los mismos que nos han hecho errar, una y otra vez, en las estrategias para enfrentar al régimen, con argumentos repetitivos, de que “la gente nos lo pide”, “es un clamor de la gente”. Expresiones como estas son las que nos han llevado a nuestros mayores fracasos, al dejarnos arrastrar por lo que supuestamente nos piden las “masas”.

No necesito recordar los innumerables desaciertos en los que hemos caído, casi todos por el desespero y la búsqueda de salidas rápidas, siempre minimizando la fortaleza del que hoy detenta el poder.

Creer que las cosas contra este régimen son fáciles es de lo más inocente o de lo más ingenuo. ¿O será complicidad?

Querer poner al lado la realidad, sí la que nos dice que un gran número de venezolanos basó su esperanza y su fe en el profeta de sabaneta. Que una y otra vez sin importar lo que sucede a su alrededor votan por una opción que les habla de igualdad y de la lucha para vencer la pobreza, siempre en aras de no perder la esperanza de algún día poder vivir mejor. Este es el sector al que tenemos que convencer, y no se convencen con marchas o llamados estridentes a paros, y menos con mensajes revanchistas y descalificadores.
La mejor acción que podemos emprender para seguir avanzando por la vía democrática es ganar las elecciones del 26S, y así demostrar que si podemos vender una esperanza, organizarnos para ello es lo primordial.

Debemos hacer a la vez, todo lo posible para impedir que algunos que rayan en el desespero no se les ocurra cometer la estupidez de darle algún motivo al caudillo para ubicarnos nuevamente en la acera de en frente de la democracia.

Profundizar el contacto con la ciudadanía en general es el objetivo a lograr. Cubrir todos los rincones del país, que no quede una mesa electoral sin la custodia de un venezolano ganado por y para la democracia, es el objetivo principal. Convirtamos este proceso electoral en el gran acontecimiento organizacional del pueblo venezolano, con mensajes que incluyan. Ya esta bueno de exclusiones.

Ni con marchas, ni con paros, ni con eventos histéricos vamos a evitar que el régimen siga avanzando en su política totalitaria y militarista (RCTV, Baduel, Ortega, Rosales, Globovisión, Zuloaga, etc.).

El régimen no se detiene, tal vez ponga en algunos momentos pausa en su andar, pero luego arremete y asume los costos políticos de sus acciones.

Por ello la salida al autoritarismo es más y mejor democracia, la que está de nuestro lado. Es angustiante lo que sucede, es cierto, pero ante el desespero mayor unidad y organización.

Todo esto debe ser explicado con contundencia a la opinión pública nacional, donde al parecer esta nuestra mayor debilidad. No comunicamos con la suficiente fuerza nuestras ideas y nuestros objetivos, y peor aún, no hemos sido capaces de vender nuestros triunfos, porque sí los ha habido.

También estoy convencido que un gran número de venezolanos está esperando el 26S para cobrársela, sigamos por la ruta electoral, es la que nos da mayor certeza.

danielsantolo@gmail.com
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LA GLOBALIZACION Y SUS ENEMIGOS II, RICARDO VALENZUELA, DESDE MEXICO

El cóctel resultante de la Revolución Industrial y la emergencia de ese nuevo país que tanto intrigara a Tocqueville en 1810, le daba vida a la primera zona de libertad económica de la historia moderna: los Estados Unidos.

Tocqueville reportaba haber arribado a un país ausente de realeza, sin aristócratas, sin caudillos militares, sin políticos profesionales, con religiones que convivían. Un país con una vibrante sociedad civil organizada en cientos de asociaciones, con un gobierno acotado, pequeño y controlado por un sistema republicano. Describía la nueva Republica Comercial de los EE.UU. pronosticando una corta metamorfosis que lo convertiría, en unos cuantos años, en una gran potencia mundial.
Pero los monarcas de Europa observaban el experimento como un mal ejemplo amenazando el poder de sus coronas. Acudían a los resultados de la Revolución Francesa que, al abortar, abriera avenida a la barbarie de los jacobinos. Los franceses nunca descifraron el grave error cometido cuando las masas, ya en control, decretaban “igualdad igualitaria”, mientras que los revolucionarios americanos la definían con sabiduría: “igualdad ante la ley”.

América Latina lograba su independencia de España pero, como preciado tesoro, mantenía sus estructuras económicas y políticas enemigas de la libertad: Mercantilismo y Autocracia. El nuevo estado tomaba control de vida y futuro de los ciudadanos.

La lucha del hombre por su libertad frente a los opresivos gobiernos, estaba lejos de fallecer. La primera fisura en el mapa del nuevo país americano, aparecía cuando su gobierno federal iniciara la concentración de poder arrebatándosela a los estados libres y autónomos. Esa confrontación provocaba la guerra civil que, además de su devastación, iniciaba lentamente la muerte del sueño Jeffersoniano: “Predigo a mis compatriotas un futuro de felicidad, pero solo si evitan el gobierno les arrebate el fruto de su trabajo prometiendo bienestar social”.

A pesar de tal tropiezo, la libertad se fortalecía en los EE.UU. y en gran parte de Europa en donde sus monarcas, ante la aparición de Karl Marx, abrazaban el liberalismo para crear gran riqueza y prosperidad durante la segunda parte del siglo XIX. Pero la realeza europea seguía considerando a Norte América una región de barbarie en la cual, ese libertinaje engendraba una sociedad rijosa, aventurera, inculta y con demasiados aspirantes a la riqueza.


En 1879 el filósofo Henry James definía a los EE.UU.: “Con gran facilidad se pueden enumerar los perfiles de civilización ausentes en América: No tienen soberano ni realeza, no hay aristócratas, no hay iglesia ni religiosos, no tienen diplomacia, no existen los caballeros, ni palacios o castillos, no existen las viejas casas de campo, no existen las grandes universidades, no hay literatura, ni museos, arte, no existe la sociedad política”. Sin embargo, esa era la grandeza del nuevo país, no era reflejo de la decadente Europa.

Hacia finales del siglo XIX los EE.UU. portaban un gobierno cuya función no era promover la democracia del mercado, sino facilitarla, acelerarla removiendo todos los obstáculos que se presentaran. Era sólo permitir que el buque del estado avanzara impulsado por esa poderosa corriente de innovación que provoca la libertad, evitando las corrientes que lo hicieran encallar. Los pánicos y recesiones había que vivirlos, sufrirlos y soportarlos pero, como afirmara Carnegie, se podían convertir en bendiciones para los inteligentes, responsables y creativos.

Pero todos esos principios se empezaban a abandonar. En 1888, Cleveland pierde la presidencia de los EE.UU. ante Benjamin Harrison abriendo espacio para el Republicanismo proteccionista. Con el nacimiento del McKiney Tariff Act, los EE.UU. iniciaban su retirada del libre comercio para bañarse del mercantilismo ya enraizado en América Latina.

En las últimas décadas del siglo XIX, Europa sufría ya la avalancha de socialismo que invadía los sindicatos. En los EE.UU. para 1896 el partido Demócrata, cuna de Jefferson, archivaba sus raíces libertarias para abrazar el populismo de William Jennings Bryan. Muchas de esas políticas populistas eran adoptadas por ambos partidos y así, líderes sindicales, la izquierda y los progresistas, establecían un poderoso marco ideológico en el escenario americano que afectaría al mundo entero.

Arribaba el siglo XX y en 1913 sucederían dos eventos que esculpirían el futuro del mundo. En una desconocida isla de la costa de Alabama, se reunían los banqueros más prominentes de la época con un grave propósito: Tomar control de los mercados financieros del mundo cuando le daban vida al Fondo de la Reserva Federal (FED), el banco central de los EE.UU. Los norteamericanos elegían presidente a un desconocido profesor, Woodrow Wilson, padre del estatismo moderno que introdujera a los estadounidenses al agigantado, intruso y “benevolente gobierno”.

Para completar el sazonado del platillo, explotaban las revoluciones rusa y mexicana con los tintes y resultados que ahora conocemos. La mexicana iniciaba fruto del idealismo para terminar atascada en socialismo. La rusa se presentaba con nítida claridad producto de la enferma mente de un genio loco, alcohólico, alérgico al aseo personal y que no generara un solo centavo de ingreso personal durante toda su vida: Karl Marx. La primera encadenaría nuestro país durante más de 70 años a merced de los herederos de Calles. La segunda aprisionaría dos terceras partes de la humanidad con cadenas que aun no permiten su liberación, y dejaran visibles cicatrices en gran parte del mundo.

En ese ambiente Wilson iniciaba el sueño de la vieja intelligentsia para construir un corpulento gobierno federal con enormes poderes para intervenir supuestamente a favor de los menos favorecidos. Disfrazándolo con arreos de caballero medieval, ofrecía rescatar a los pobres repeliendo los horribles dragones que representaban la riqueza privada. Nacía el estatismo acompañado de la demagogia. La noción de un sector público—lo bueno debe expandirse—en oposición al sector privado—lo malo se debe vigilar y controlar.

Al final de su vida Jefferson había hecho dos advertencias al pueblo norteamericano: “No se dejen seducir por ese engañoso elixir de la democracia, porque entonces el país puede caer bajo el control de la plebecracia. En los siguientes cien años Europa se verá sumergida en sangrientas guerras, los EE.UU. no deberán de intervenir puesto que, cuando los cañones callan y se dispersa el humo de la batalla, emerge un estado fortalecido y una libertad acotada”.

Pero Wilson era un hombre agresivo y ya lo había demostrado cuando invadiera México en dos ocasiones. La primera en 1914 y después en 1916 en busca de Pancho Villa. Lo demostraba de nuevo cuando, después de asegurar lo contrario, involucraba al país en la primera guerra mundial preludio de lo que sería la nueva cara del estado: Un ente agigantado y beligerante exprimiendo al ciudadano para financiar sus aventuras coartando su libertad.

Ricardo Valenzuela
chero@cox.net
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