jueves, 25 de febrero de 2010

A FAVOR DE LA MEMORIA HISTÓRICA, FÉLIX DE AZÚA 20/02/2010, CASO ESPAÑA

Tener un amigo que, cuando lo necesitas, te presta 1.000 euros para pagar el alquiler es una bendición, pero hay regalos más duraderos que el dinero, aunque no muchos. Uno de ellos es un libro porque sus efectos sobre nuestra vida pueden ser perdurables. Cuando Jorge Vigil me regaló hace una semana el libro de Tony Judt titulado Sobre el olvidado siglo XX no me libró de un casero ocasional, sino del deudor más peligroso: el desánimo.

La autonomía es la fórmula más seria y plausible para la resolución del contencioso

¡Qué ejemplo para jóvenes aplastados por la partitocracia farisaica!

Llevaba yo una temporada abatido al constatar el escaso número de escritores, periodistas, profesores, en fin, gente responsable, que compartía conmigo una visión tan poco optimista de la España actual, de su vanidoso gobierno y de sus caprichosas autonomías, cuando de pronto me vi arropado por un profesional cuya opinión se respeta en el mundo civilizado. Un alivio.
Tras leer a Judt me pareció entender que no éramos, mis colegas críticos o yo mismo, un cultivo cizañero al que divierte poner a parir el espectáculo gubernamental, un fruto de secano cubierto de espinas que sigue, como en tiempos de Franco, arrastrando su soledad a la manera de un estandarte. Si un producto de regadío tan bien nutrido como Judt decía exactamente lo mismo, aunque referido a objetos de mayor tamaño, cabía la posibilidad de que no estuviéramos del todo equivocados, los incorrectos de esta provincia.

Aunque sea una colección de artículos, algunos ya con una década sobre el título, la poética del libro de Judt, su claro y distinto pensamiento, puede resumirse sucintamente. El "olvidado siglo XX" (así le llama) ha sido uno de los más atroces de la historia de la humanidad. Sus matanzas no pueden compararse, ni en cantidad ni en calidad, a las añejas barbaridades.

La gigantesca nube de horror del Novecientos tiene, además, una característica peculiar. A diferencia de los tiempos antiguos, en el siglo XX se expande y domina una fuerza de choque ideológica que desde el caso Dreyfus se denomina "la intelectualidad", la cual se encarga de justificar todas las salvajadas pretendidamente izquierdistas. De ahí el "olvido" y la buena conciencia.

A comienzos de siglo, tras la primera guerra mundial y la revolución rusa, la parte mayor y mejor de esa intelectualidad europea apoyó lo que se solían llamar "posiciones de izquierda". Y entonces lo eran.

El drama es que a medida que el siglo avanzaba, las "posiciones de izquierda" iban dejando de ser de izquierda y se convertían en mero usufructo de intereses de partido, cuando no económicos y de privilegio. La derecha nunca ha tenido necesidad de justificar sus infamias, no trabaja sobre ideas sino sobre prácticas, pero se suponíaque la izquierda era lo opuesto. En la nueva centuria ya no hay diferencia.

Quienes nos hicimos adultos en la segunda mitad del siglo XX y nos creímos parte integrante de esa izquierda que, según nuestro interesado juicio, recogía lo mejor de cada país, no sólo estábamos siendo conservadores y acomodaticios al no movernos de ahí a lo largo de las décadas, sino que fuimos deshonestos. Eso no quiere decir que no hubiera en la izquierda gente honrada y dispuesta a sacrificarse, muchos hubo y algunos murieron en las cárceles de Franco, pero no eran escritores, ni periodistas, no eran, vaya, "intelectuales".

Y lo que es más curioso, aquellos escritores que en verdad eran de izquierdas tuvieron que soportar los feroces ataques de los "intelectuales de izquierdas" oficiales que entonces, como ahora, apoltronados en sus privilegios, eran enemigos feroces de la verdad. Tal fue el caso de Camus, de Orwell, de Serge, de Koestler, de Kolakowski, que se atrevieron a ir en contra de las órdenes del Partido y de la corrección política. Las calumnias que sobre ellos volcó la izquierda aposentada, descritas por Tony Judt, son nauseabundas.

De ellos habla su libro, pero podría haber hablado de otros cien porque cualquiera que osara ir en contra de la confortable izquierda oficial para denunciar las carnicerías que se estaban produciendo en nombre de la izquierda, era inmediatamente masacrado por los tribunos de la plebe.

Tachados de fascistas, de agentes de la CIA, de criptonazis o de delincuentes comunes, hubieron de soportar casi indefensos los embustes de los ganapanes.

Luego los calumniadores se tomaban unas vacaciones en Rumania y regresaban entusiasmados con Ceausescu. En las hemerotecas constan nuestros turistas entusiastas. Lo mismo, en Cuba. Fueron muchos.

La deshonestidad no afectó tan sólo a los crímenes estalinistas, maoístas o castristas. En un capítulo emocionante explica Tony Judt las dificultades que tuvo Primo Levi para que la izquierda italiana tomara en consideración sus libros sobre Auschwitz, comenzando por el arrogante Einaudi. Y cómo hasta los años sesenta, más de 20 años después de escritos sus primeros testimonios sobre el Holocausto, no comenzaron a horrorizarse los izquierdistas. ¡Veinte años en la inopia, la progresía!

La impotencia de tres generaciones de izquierdoides para defender la verdad se acompañó del triunfo de los héroes de la mentira, desde el Sartre envilecido de los últimos años, hasta el chiflado Althusser cuyos delirios devorábamos los monaguillos de la revolución maoísta. Todavía hoy un valedor de la dictadura como Badiou fascina a los periodistas con un libro sobre "el amor romántico", cuando es el sentimentalismo tipo Disney justamente lo propio del kitsch estalinista y nazi, su producto supremo.

Sigue siendo uno de los más dañinos errores de la izquierda no aceptar que entre un nazi negacionista y un estalinista actual no hay diferencia moral, por mucho que el segundo pertenezca al círculo de la tradición cristiana (y haya tanto sacristán comunista) y el primero al de la pagana (y por eso ahí abunda el fanático de la Madre Patria).

Ya es un tópico irritante ese quejido sobre el galimatías de la izquierda, su falta de ideas, su desconcierto. ¿Cómo no va a estar desnortada, o aún mejor, pasmada, si todavía es incapaz de admitir honestamente su propia historia? ¿Si sólo entiende la memoria histórica en forma de publicidad comercial sobre la grandeza moral de sus actuales jefes?

Aún hay gente que dice amar la dictadura cubana "por progresismo" y el actual presidente del Gobierno (uno de los más frívolos que ha ocupado el cargo) se ufana de ello. ¿Saben acaso el daño que producen en quienes todavía ponen ilusión, quizás equivocada, pero idealista, en la palabra "izquierda"? ¿Y cómo puede un partido que alardea de progresista pactar hasta fundirse con castas tan obviamente reaccionarias como las que defienden el soberanismo de los ricos?

Dentro de un lustro no quedará nadie por debajo de los 60 años que se crea una sola palabra de un socialismo fundado sobre tamaña deshonestidad. No es que la izquierda ande desnortada o carente de ideas, es que no existe. Su lugar, el hueco dejado por el difunto, ha sido ocupado por una empresa que compró el logo a bajo precio y ahora vende que para ser de izquierdas basta con decir pestes del PP. ¡Notable abnegación la de estos héroes del progreso! ¡Cómo arriesgan su patrimonio! ¡Qué ejemplo para los jóvenes aplastados por la partitocracia farisaica!

El resultado, como se vio en Francia, es el descrédito de los barones, marqueses y princesas del socialismo. Su inevitable expulsión del poder. Y la destructiva ausencia de ideas en un país que ya soporta el analfabetismo funcional mayor de Europa. Una herencia que enlaza con la eterna tradición española de sumisión al poder llevada con gesto chulo por los sirvientes. Esta vez bajo el disfraz del progreso.

Y mira que sería sencillo que la izquierda recuperara su capacidad para armar las conciencias, inspirar entusiasmo y ofrecer esperanza en una vida más digna que su actual caricatura. Bastaría con decir la verdad y enfrentarse a las consecuencias. ¡Ah, pero son relativistas culturales! Y por lo tanto para ellos la verdad es un efecto mediático.

Félix de Azúa es escritor.
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INSULZA DEBE ABANDONAR LA OEA, CARLOS ALBERTO MONTANER

José Miguel Insulza debe retirar su candidatura para dirigir la OEA durante otro periodo. No ha sido un buen funcionario. Los cinco años que ha pasado al frente de la institución están entre los peores de la historia de ese organismo. Se suponía que había sido electo para fortalecer el funcionamiento de la democracia de acuerdo con el espíritu y la letra de la Carta Democrática firmada en Lima por todos los Estados miembros, nada menos que el 11 de septiembre de 2001, y, por el contrario, ha contribuido a su debilitamiento.

Tal vez el pecado original de Insulza es que le debe su cargo al apoyo de Hugo Chávez, lo que ni siquiera impidió que, en su momento, el venezolano, molesto por alguna declaración suya, lo calificara de ``pendejo''. En todo caso, cuando Hugo Chávez, Evo Morales, Daniel Ortega o Rafael Correa han violado las libertades fundamentales de sus pueblos, silenciando a la prensa, acosando a la oposición o destruyendo la independencia de los otros poderes --el judicial y el legislativo--, el señor Insulza ha mirado en otra dirección, ha ignorado a las víctimas y ha justificado su inacción amparándose en la coartada de que se trataba de los asuntos internos de esos países.

Poco antes de la elección de Insulza, en mayo de 2005, el otro candidato, respaldado por Estados Unidos y por varias democracias, era el ex presidente salvadoreño Francisco Flores. ``Paco Flores'' es una persona conocida por su integridad y decencia, pero, ante un virtual empate, la secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, cedió a las sugerencias y presiones de Ricardo Lagos, entonces presidente de Chile, amigo y compañero socialista de Insulza, quien la convenció de la idoneidad de éste para el cargo y de sus convicciones democráticas. Fue un error de Rice, probablemente provocado por la escasa importancia que desde siempre les han dado en Washington a los asuntos latinoamericanos.

Para Estados Unidos, la América Latina es sólo una fuente de materias primas --petróleo, cobre y otras minucias-- con la que, desde hace unos años, tiene una balanza comercial negativa, pero no es un territorio vital desde el punto de vista tecnológico o financiero. No obstante, en el geopolítico sí hay cuatro temas básicos que preocupan en Washington: el tráfico de drogas, la inmigración ilegal, la complicidad con los terroristas islámicos y las relaciones con Irán que hoy tienen algunos países de la zona --especialmente Venezuela--, en lo que parece ser el desarrollo de armas nucleares que un día, tras ser producidas por los científicos iraníes, pudieran incorporarse al arsenal venezolano.

¿Quién pudiera reemplazar a José Miguel Insulza al frente de la OEA? Tal vez es el momento de pensar en un ex canciller o ex presidente centroamericano, o en una figura prominente del Caribe, pero quien sea debe tener la entereza de responder a los principios consignados en los documentos fundacionales del organismo y en la Carta Democrática, aunque ello signifique el enfrentamiento con Chávez y con sus satélites. Lo que no resulta tolerable es que los enemigos de la democracia utilicen la OEA para fines contrarios a las razones que le dan forma y sentido a su existencia.

El Washington Post, en un artículo reciente, sugería que algunos congresistas norteamericanos congelaran los pagos y subsidios a la OEA si la institución mantenía el rumbo que le había asignado Insulza. Esa no es una buena idea. Es posible que Hugo Chávez llegue con sus petrodólares a comprar la institución a precio de saldo si Estados Unidos le deja el camino libre. Sin embargo, de persistir la OEA en el camino actual, ciega y sorda ante las violaciones a las reglas democráticas y el clamor de las víctimas, tal vez lo sensato es crear un organismo paralelo junto a las naciones dispuestas a defender las libertades y el Estado de derecho. Lo que no tiene sentido es mantener en Washington un costoso aparato que, lejos de servir a los pueblos de América, contribuye a perjudicarlos.

Carlos Alberto Montaner
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SIETE MEDICOS Y UN ENFERMERO CUBANOS DEMANDAN A CUBA, VENEZUELA Y PDVESA POR ESCLAVITUD MODERNA, EFE 22-02-2010

Siete médicos y un enfermero cubanos demandaron a Cuba, Venezuela y a Pdvsa por presunta conspiración para obligarles a trabajar en condiciones de "esclavos modernos", como pago por la deuda cubana con el Estado venezolano por suministro de petróleo.Los demandados, "intencional y arbitrariamente", colocaron a los profesionales de la salud en "condición de servidumbre por deuda" y éstos se convirtieron en "esclavos económicos" y promotores políticos, según el documento de la demanda presentada en EE.UU., al que Efe tuvo acceso.

La demanda fue interpuesta el pasado viernes ante un tribunal federal de Miami (EEUU) por los médicos Julio César Lubian, Ileana Mastrapa, Miguel Majfud, María del Carmen Milanés, Frank Vargas, John Doe y Julio César Dieguez, y el enfermero Osmani Rebeaux.Con la acción legal, que fue asignada a la juez Patricia A. Seitz, los demandantes buscan una indemnización que sobrepasa los 50 millones de dólares, dijo Pablo de Cuba, uno de los abogados defensores.

"Queremos sentar el precedente de la responsabilidad patrimonial de los estados sobre sus ciudadanos. Esto es una conspiración predeterminada y dolosa de estos gobiernos y de la empresa para someter a trabajo forzoso y servidumbre por deuda a estos médicos", informó Pablo.
En la demanda, el abogado Leonardo Arístides Cantón, que lidera la defensa, argumentó que los demandantes viajaron a Venezuela bajo "engaño" y "amenazas" y fueron forzados a trabajar sin límite de horas en la misión "Barrio Adentro", en lugares con una alta tasa de delitos comunes y políticos, incluyendo zonas selváticas y la "beligerante" frontera con Colombia."Barrio Adentro" es un programa en el que el Gobierno Nacional utiliza médicos cubanos y venezolanos para ofrecer servicios de salud en las zonas pobres del país.

La presencia de los profesionales de salud en la nación es posible mediante el convenio integral de cooperación firmado entre Cuba y Venezuela en el 2000 y modificado y ampliado en el 2004.El acuerdo establece que La Habana enviará a Venezuela profesionales del sector de salud a cambio de 100.000 barriles diarios de petróleo suministrados a través de PDVSA.

Algunos de esos profesionales fueron asesinados, heridos y varias doctoras violadas, de acuerdo con la demanda.Cantón dijo que ambas naciones han colocado a personas inocentes y libres bajo condiciones de trabajo forzado, cautiverio y servidumbre por deuda, una "versión moderna de la esclavitud".

Los dos países, según el abogado, se han unido en una conspiración sin precedentes en la historia contemporánea, con la única excepción de la esclavitud de la Alemania nazi, en el uso de trabajo forzado.Subrayó también que "el convenio de los gobiernos de Cuba y Venezuela constituye una flagrante confabulación comparable al comercio de esclavos en la América colonial".

El gobierno venezolano persigue, intima, captura y have regresar a Cuba a médicos y otros profesionales de la salud que se niegan a realizar trabajos forzados o que intenten obtener su libertad para salir del país, según el documento judicial.Los demandantes afirmaron que vivían hacinados en residencias alquiladas o en casas de personas afectas al régimen venezolano, mientras trabajaban sin la debida licencia para ejercer la medicina en la nación andina violando las leyes de ese país.

Los médicos y el enfermero fueron sometidos por funcionarios de seguridad de Cuba y Venezuela a una estricta vigilancia y control de sus movimientos, de sus relaciones, además de ser intimidados y coaccionados, de acuerdo con la demanda.

Los demandantes lograron escapar y llegar a Estados Unidos, país que les otorgó visas.Esta sería la segunda demanda por presunta "esclavitud moderna" que se interpone en un tribunal de Miami.En octubre de 2008, un juez dictaminó que el astillero Curacao Drydock Company debía indemnizar con 80 millones de dólares a tres cubanos que alegaron que fueron enviados por Cuba a trabajar en la reparación de barcos y plataformas marinas de Curazao bajo condiciones "inhumanas y degradantes" para pagar deudas.Los abogados dijeron en esa ocasión que el fallo representaba la "primera vez que un tribunal de EE.UU. responsabilizó a una compañía que negocia con Cuba por trabajos forzados y abusos a los derechos humanos incurridos en forma concertada con el régimen cubano"

http://www.globovision.com/news.php?nid=141156
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