Me atrevo a pronosticar la victoria de Sebastián Piñera y augurar un auténtico terremoto político en la región. Para la democracia venezolana de una inmensa, incalculable trascendencia.
Los chilenos esperan confiados y con gran serenidad las elecciones de este próximo domingo, sin tener plena conciencia del giro histórico que el eventual triunfo de Sebastián Piñera podría entrañar para Venezuela y América Latina. No sería aventurado afirmar que el triunfo del candidato de la centro derecha constituiría uno de los mayores obstáculos a las pretensiones del castro-chavismo en su esfuerzo por terminar de controlar la región. El efecto dominó es más que previsible: México, Perú, Panamá y Honduras fueron apenas el inicio de una corrida que, precipitada por la derrota de la Concertación, podría fortalecer las pretensiones de un Mauricio Macri en Argentina y de un José Serra en Brasil. Así, aún antes del proceso electoral del 2012, el contexto internacional habría condicionado un escenario propicio al fin del ansiado reino vitalicio del teniente coronel.
No sólo el efecto de la derrota misma de la Concertación, un hecho hasta hace poco insospechado y que ha desconcertado hasta la desesperación a la coalición oficialista. Desde el inefable José Miguel Insulza, que abandonara sus funciones de Secretario General de la OEA para inmiscuirse de manera absolutamente impropia en favor del candidato de la Concertación, hasta la propia presidenta Bachelet, que abandonando toda mesura decidió ayer mismo salir a la palestra para ver si lograba sumarle algunos votos al que ya parece derrotado inexorablemente. Sino de las medidas prometidas por Sebastián Piñera a lo largo de su fulgurante campaña, quien le inyectaría al gobierno un extraordinario dinamismo, de seguir el estilo de alta gerencia emprendedora y agresiva que le permitiera hacerse en pocos años con una de las más sólidas fortunas del país.
Chile, lejos de pensar en la ALBA o el UNASUR, de estar detenido en el tiempo y prisionero del pasado, piensa realmente en grande: en el ingreso al exclusivo Club de los países más ricos y desarrollados del planeta. E incluso a la OTAN y a otros importantes foros internacionales.
Anoche los candidatos se jugaron sus últimos cartuchos, con un poco de farándula televisiva. Bailaron boleros y tararearon alguna vieja melodía. Excelente demostración de que Chile se halla a años luz de viejas y trágicas confrontaciones. Aunque el notable esfuerzo concertacionista ha logrado acortar las distancias que separaban a su candidato del candidato de la Alianza para el Cambio y la matriz de opinión que daba por segura la derrota de Eduardo Frei comienza a cambiarse por la de que la lucha será reñida y los resultados de pronóstico reservado, lo cierto es que en estas últimas 48 horas al ex presidente de la república le será imposible terminar por recolectar los puntos que necesita para superar el 50% de los votos.
De allí que me atreva a pronosticar la victoria de Sebastián Piñera y augurar un auténtico terremoto político en la región. Para la democracia venezolana de una inmensa, incalculable trascendencia. Si la caída de Zelaya le asestó un duro golpe a las pretensiones hegemónicas del castro chavismo en Centroamérica, la victoria de la Alianza para el Cambio le cierra las puertas a su intromisión en los asuntos del Cono Sur. El matrimonio Kirchner deberá ir poniendo sus bardas en remojo y Lula pensando en el regreso a los áridos terrenos de la oposición. Es la hora del cambio. En Chile está llegando por todo lo alto.
ANTONIO SÁNCHEZ GARCÍA
sanchezgarciacaracas@gmail.com
Los chilenos esperan confiados y con gran serenidad las elecciones de este próximo domingo, sin tener plena conciencia del giro histórico que el eventual triunfo de Sebastián Piñera podría entrañar para Venezuela y América Latina. No sería aventurado afirmar que el triunfo del candidato de la centro derecha constituiría uno de los mayores obstáculos a las pretensiones del castro-chavismo en su esfuerzo por terminar de controlar la región. El efecto dominó es más que previsible: México, Perú, Panamá y Honduras fueron apenas el inicio de una corrida que, precipitada por la derrota de la Concertación, podría fortalecer las pretensiones de un Mauricio Macri en Argentina y de un José Serra en Brasil. Así, aún antes del proceso electoral del 2012, el contexto internacional habría condicionado un escenario propicio al fin del ansiado reino vitalicio del teniente coronel.
No sólo el efecto de la derrota misma de la Concertación, un hecho hasta hace poco insospechado y que ha desconcertado hasta la desesperación a la coalición oficialista. Desde el inefable José Miguel Insulza, que abandonara sus funciones de Secretario General de la OEA para inmiscuirse de manera absolutamente impropia en favor del candidato de la Concertación, hasta la propia presidenta Bachelet, que abandonando toda mesura decidió ayer mismo salir a la palestra para ver si lograba sumarle algunos votos al que ya parece derrotado inexorablemente. Sino de las medidas prometidas por Sebastián Piñera a lo largo de su fulgurante campaña, quien le inyectaría al gobierno un extraordinario dinamismo, de seguir el estilo de alta gerencia emprendedora y agresiva que le permitiera hacerse en pocos años con una de las más sólidas fortunas del país.
Chile, lejos de pensar en la ALBA o el UNASUR, de estar detenido en el tiempo y prisionero del pasado, piensa realmente en grande: en el ingreso al exclusivo Club de los países más ricos y desarrollados del planeta. E incluso a la OTAN y a otros importantes foros internacionales.
Anoche los candidatos se jugaron sus últimos cartuchos, con un poco de farándula televisiva. Bailaron boleros y tararearon alguna vieja melodía. Excelente demostración de que Chile se halla a años luz de viejas y trágicas confrontaciones. Aunque el notable esfuerzo concertacionista ha logrado acortar las distancias que separaban a su candidato del candidato de la Alianza para el Cambio y la matriz de opinión que daba por segura la derrota de Eduardo Frei comienza a cambiarse por la de que la lucha será reñida y los resultados de pronóstico reservado, lo cierto es que en estas últimas 48 horas al ex presidente de la república le será imposible terminar por recolectar los puntos que necesita para superar el 50% de los votos.
De allí que me atreva a pronosticar la victoria de Sebastián Piñera y augurar un auténtico terremoto político en la región. Para la democracia venezolana de una inmensa, incalculable trascendencia. Si la caída de Zelaya le asestó un duro golpe a las pretensiones hegemónicas del castro chavismo en Centroamérica, la victoria de la Alianza para el Cambio le cierra las puertas a su intromisión en los asuntos del Cono Sur. El matrimonio Kirchner deberá ir poniendo sus bardas en remojo y Lula pensando en el regreso a los áridos terrenos de la oposición. Es la hora del cambio. En Chile está llegando por todo lo alto.
ANTONIO SÁNCHEZ GARCÍA
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