Parece un contrasentido que un machista y misógino haya colocado a tantas mujeres al frente de los poderes del Estado, pero todo tiene su explicación. Mientras no surja una mejor tesis, postulo que su plan es intentar desprestigiar a la mujer venezolana utilizándola para reprimir. Algo así como lo que hace con la Guardia Nacional, a la que odia y por ello la expone al desprecio público ordenándole atropellar a los ciudadanos, inclusive a niños y ancianos, como en el caso de Los Semerucos. Escribir sobre el comportamiento de las mujeres del lenguatón es tarea incómoda para quien respeta y admira al mal llamado sexo débil. Desde luego que ninguna de ellas se asemeja a una Mesalina, pero tampoco a una Merkel. Tienen cargos pero no tienen mando, sino que son mandadas.
Muchos pecados tienen en su haber. De los siete considerados capitales, sin duda están libres de la lujuria. También de la gula, ya que evidentemente ninguna de ellas está entrada en kilos. No son perezosas, pues atienden las órdenes del de Sabaneta al término de la distancia, como dicen los milicos. Con una excepción, no son avaras, lo cual demuestran compartiendo con familiares, amigos y camaradas las mieles del poder, dándoles cargos aunque no tengan méritos. Sin embargo, sí incurren en los pecados de ira, envidia y soberbia.
Luisa, la antítesis de la diosa Themis de la justicia, la misma que con ira sentenció "Tú a mí no me conoces" a una joven periodista, cada vez que actúa deja una larga estela de injusticias. La otra Luisa, la Torquemada, con gran soberbia pretende imponer una ley mordaza que envidiarían Hitler y Pinochet. Tibisay, la responsable de que se respete la voluntad popular en las urnas, es la única que peca por avaricia al acaparar para su tribu votos que no les corresponden. Jacqueline, la Usurpadora, moría de la envidia cuando Ledezma resultó electo por abrumadora mayoría, ganándole a Aristóbulo, antiguo compañero de la Usurpadora en el PPT; por ello no dudó en exclamar "el dedo de Chávez es el dedo de Dios" y por envidia una buena profesional se transformó en una sumisa funcionaria. En todas las sesiones sale a relucir la ira de Cilia para cortarle el derecho de palabra a los pocos diputados disidentes de la Asamblea. Gabriela, la más joven de las mujeres, peca por no defender al pueblo y todavía debate como los primeros filósofos sobre sensación y realidad, postulando que la inseguridad es una sensación inducida por los medios. No comete pecado capital, pero sí ocasiona daños de capital importancia a indefensos ciudadanos. La malandra, que quizá no toma ron, solo detenta el cargo de amedrentadora oficial de la oposición. Actúa con ira ante quien no piense como su jefe, pero es seguramente la más genuina de las mujeres del teniente coronel y por ello será la primera sacrificada. Seguramente estará recordando al nazi Ernest Rohm, defenestrado por Hitler. Las otras caerán después, cuando no le sean útiles al misógino.
eddiearamirez@hotmail.com
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ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, MOVIMIENTO REPUBLICANO MR, REPUBLICANO, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO,POLÍTICA, INTERNACIONAL,
Muchos pecados tienen en su haber. De los siete considerados capitales, sin duda están libres de la lujuria. También de la gula, ya que evidentemente ninguna de ellas está entrada en kilos. No son perezosas, pues atienden las órdenes del de Sabaneta al término de la distancia, como dicen los milicos. Con una excepción, no son avaras, lo cual demuestran compartiendo con familiares, amigos y camaradas las mieles del poder, dándoles cargos aunque no tengan méritos. Sin embargo, sí incurren en los pecados de ira, envidia y soberbia.
Luisa, la antítesis de la diosa Themis de la justicia, la misma que con ira sentenció "Tú a mí no me conoces" a una joven periodista, cada vez que actúa deja una larga estela de injusticias. La otra Luisa, la Torquemada, con gran soberbia pretende imponer una ley mordaza que envidiarían Hitler y Pinochet. Tibisay, la responsable de que se respete la voluntad popular en las urnas, es la única que peca por avaricia al acaparar para su tribu votos que no les corresponden. Jacqueline, la Usurpadora, moría de la envidia cuando Ledezma resultó electo por abrumadora mayoría, ganándole a Aristóbulo, antiguo compañero de la Usurpadora en el PPT; por ello no dudó en exclamar "el dedo de Chávez es el dedo de Dios" y por envidia una buena profesional se transformó en una sumisa funcionaria. En todas las sesiones sale a relucir la ira de Cilia para cortarle el derecho de palabra a los pocos diputados disidentes de la Asamblea. Gabriela, la más joven de las mujeres, peca por no defender al pueblo y todavía debate como los primeros filósofos sobre sensación y realidad, postulando que la inseguridad es una sensación inducida por los medios. No comete pecado capital, pero sí ocasiona daños de capital importancia a indefensos ciudadanos. La malandra, que quizá no toma ron, solo detenta el cargo de amedrentadora oficial de la oposición. Actúa con ira ante quien no piense como su jefe, pero es seguramente la más genuina de las mujeres del teniente coronel y por ello será la primera sacrificada. Seguramente estará recordando al nazi Ernest Rohm, defenestrado por Hitler. Las otras caerán después, cuando no le sean útiles al misógino.
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