La hipocresía y la inmoralidad parecen haber invadido el escenario político iberoamericano. El vergonzoso apoyo declarativo dado al legítimamente sustituido Zelaya, en perjuicio de los intereses del pueblo y de las realidades hondureñas, una postura cómoda y timorata de muchos gobernantes; y las mas recientes declaraciones de apoyo expreso y tácito de algunos Cancilleres y “personalidades” , Moratinos, Amorim e Insulza, entre otros, en favor del desastre y de las ilegalidades en perjuicio de la dignidad de los pueblos, evidencia el estado de descomposición moral de una dirigencia que destruye los principios y valores que rigen la libertad, la democracia y los derechos humanos en la región.
El golpe de Estado que dio Zelaya antes del 28 de junio de este ano, que concluyo con su justa separación del cargo y su condena por el Congreso, el Tribunal Supremo y los tribunales de su país, se extiende por la región, como se extienden también las reacciones legitimas de los pueblos ante tales atropellos.
En Bolivia, en Nicaragua, en Ecuador se camina en esa dirección. Autogolpes “revolucionarios” con fines exclusivos de perpetuidad en el poder se asoman ante la patética pasividad de la comunidad internacional. En Venezuela, lamentablemente, ese proceso se ha venido consumando progresivamente, lo que nos coloca ante un golpe de Estado similar al de Zelaya. La violación flagrante y constante de la Constitución significa, simplemente, la ruptura del orden constitucional, es decir, un golpe de Estado, un autogolpe, sin mayor rebúsqueda de términos, momento en el cual deberían funcionar los mecanismos de protección de la democracia, la Carta Democrática Interamericana, entre otros, pisoteada por la comparsa albista y sus allegados, incluido el nefasto Ministro de Zapatero, Moratinos.
El canciller español ignora deliberadamente los principios y valores democráticos y desprecia a los venezolanos y sus deseos de vivir en libertad y dignidad. Actúa el Canciller comunista con una inmoralidad sin precedentes, al declarar que en Venezuela la libertad de expresión no corre peligro. Es un estupido o un ignorante, tal vez un hipócrita, pero en todo caso un farsante. Sus torpes declaraciones causan un daño tremendo a la libertad y a la democracia en Venezuela y en el mundo. Algún día los Moratinos, Amorimes e Insulzas tendrán que rendir cuentas ante los suyos y ante nosotros por estas aberraciones. Personajes de esa calaña, en países serios, con gobiernos serios, tendrían que rendir cuentas a sus Parlamentos y a la opinión publica. En el tan “odiado” imperio del norte, un funcionario que ose dar declaraciones de esa naturaleza seria destituido por farsante e inmoral. Pero las cosas han cambiado y España, Brasil y Chile no son excepciones.
El Secretario General de la OEA toca al son que impone la banda de los amos del desorden. Declara con la mayor desfachatez, hipocresía o inmoralidad, que la OEA no puede prevenir golpes ni situaciones de violencia, la Carta Democrática menos. Una verdadera vergüenza.
Los hipócritas y los inmorales que rigen los destinos de Iberoamérica exigen al unísono, haciendo eco a las posturas de La Habana y de Caracas, explicaciones a Colombia y a Estados Unidos por los acuerdos militares anunciados por Bogota. Antes, ni una palabra, cuando Chávez violaba las reglas regionales asociándose con rusos, chinos e iraníes, armándose hasta los dientes, prestando el territorio para maniobras militares extracontinentales, amenazando la paz y la tranquilidad regionales.
La hipocresía y la inmoralidad parecen prevalecer ahora en el escenario regional. El silencio de muchos se traduce en una complicidad peligrosa que obstaculiza la erradicación definitiva de este mal que tanto daño causa a nuestros pueblos.
Víctor Rodríguez Cedeño vitoco98@hotmail.com
El golpe de Estado que dio Zelaya antes del 28 de junio de este ano, que concluyo con su justa separación del cargo y su condena por el Congreso, el Tribunal Supremo y los tribunales de su país, se extiende por la región, como se extienden también las reacciones legitimas de los pueblos ante tales atropellos.
En Bolivia, en Nicaragua, en Ecuador se camina en esa dirección. Autogolpes “revolucionarios” con fines exclusivos de perpetuidad en el poder se asoman ante la patética pasividad de la comunidad internacional. En Venezuela, lamentablemente, ese proceso se ha venido consumando progresivamente, lo que nos coloca ante un golpe de Estado similar al de Zelaya. La violación flagrante y constante de la Constitución significa, simplemente, la ruptura del orden constitucional, es decir, un golpe de Estado, un autogolpe, sin mayor rebúsqueda de términos, momento en el cual deberían funcionar los mecanismos de protección de la democracia, la Carta Democrática Interamericana, entre otros, pisoteada por la comparsa albista y sus allegados, incluido el nefasto Ministro de Zapatero, Moratinos.
El canciller español ignora deliberadamente los principios y valores democráticos y desprecia a los venezolanos y sus deseos de vivir en libertad y dignidad. Actúa el Canciller comunista con una inmoralidad sin precedentes, al declarar que en Venezuela la libertad de expresión no corre peligro. Es un estupido o un ignorante, tal vez un hipócrita, pero en todo caso un farsante. Sus torpes declaraciones causan un daño tremendo a la libertad y a la democracia en Venezuela y en el mundo. Algún día los Moratinos, Amorimes e Insulzas tendrán que rendir cuentas ante los suyos y ante nosotros por estas aberraciones. Personajes de esa calaña, en países serios, con gobiernos serios, tendrían que rendir cuentas a sus Parlamentos y a la opinión publica. En el tan “odiado” imperio del norte, un funcionario que ose dar declaraciones de esa naturaleza seria destituido por farsante e inmoral. Pero las cosas han cambiado y España, Brasil y Chile no son excepciones.
El Secretario General de la OEA toca al son que impone la banda de los amos del desorden. Declara con la mayor desfachatez, hipocresía o inmoralidad, que la OEA no puede prevenir golpes ni situaciones de violencia, la Carta Democrática menos. Una verdadera vergüenza.
Los hipócritas y los inmorales que rigen los destinos de Iberoamérica exigen al unísono, haciendo eco a las posturas de La Habana y de Caracas, explicaciones a Colombia y a Estados Unidos por los acuerdos militares anunciados por Bogota. Antes, ni una palabra, cuando Chávez violaba las reglas regionales asociándose con rusos, chinos e iraníes, armándose hasta los dientes, prestando el territorio para maniobras militares extracontinentales, amenazando la paz y la tranquilidad regionales.
La hipocresía y la inmoralidad parecen prevalecer ahora en el escenario regional. El silencio de muchos se traduce en una complicidad peligrosa que obstaculiza la erradicación definitiva de este mal que tanto daño causa a nuestros pueblos.
Víctor Rodríguez Cedeño vitoco98@hotmail.com
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