El intercambio sin dinero oficial obtuvo el respaldo del presidente Hugo Chávez, que lo celebró “como una alternativa al capitalismo”. Federico Rivas Molina.
“Cimarrón”, “relámpago”, “floripondio”, “paria” o “zambo” son algunas de las monedas comunales que participan del “trueque boliviariano”, un sistema que tiene la aprobación del presidente Hugo Chávez como alternativa para “desalojar al capitalismo y combatir la pobreza”, siempre desde la lógica de su “socialismo del siglo XXI”. La responsabilidad de aplicar el sistema recae sobre un argentino, Pablo Mayayo, que vivió la experiencia de los clubes del trueque locales como inmigrante en Colombia. A la distancia, trasladó el sistema del conurbano bonaerense “a la realidad de los campesinos colombianos”, hasta que llamó la atención de Caracas. Hoy asesora el trabajo de 10 sistemas nacionales que aspiran a ser “complementarios” del comercio tradicional.
Para el gobierno de Chávez, el trueque es la base de una “economía socialista popular y de fraternidad”, como ha quedado estipulado en la ley. “En Venezuela los pequeños productores tienen mucho apoyo estatal, pero al mismo tiempo no encuentran dónde comercializar sus productos. Nosotros cubrimos ese déficit “, explica Mayayo a Crítica de la Argentina. Ha sido determinante para el crecimiento del sistema, iniciado en julio de 2007, el apoyo presidencial. “No es lo mismo llegar a una comunidad y decir ‘armemos un grupo de trueque’ que hablar en nombre del gobierno. Trabajamos con los marginados, que son los más chavistas”, explica Juan Esteban López, un colombiano que al igual que Mayayo fue contratado por Caracas para “importar” la experiencia de Medellín.
El “trueque bolivariano” cuenta con 10 sistemas en 11 estados de Venezuela, integrados en una red nacional. “Hay sitios donde funciona en una localidad, otros en varios municipios o en todo un estado,” dice Libio Antonio Rangel, integrante de equipo de “facilitadores “ de la red. ¿Qué se intercambia en los mercados?. “Comenzamos con los productores agrícolas, buscando comida. Lo más fácil es sumar a los campesinos, porque el canje existió siempre entre ellos y se había perdido”, explica Rangel.
Según la ley aprobada el año pasado, hay dos tipos de intercambio alternativo solidario: el “comunitario directo”, entre bienes y servicios mutuamente equivalentes; y “el comunitario indirecto, que requiere de un sistema de compensación de “monedas solidarias”. Ahí es cuando entran el “cimarrón”, el “relámpago” y el “floripondio”, de invención comunitaria y sin valor en otros puntos de la red. Estos papeles tampoco pueden cambiarse por bolívares fuertes, la moneda oficial.
Como es de esperar, el trueque bolivariano generó fuertes críticas entre los economistas liberales. Para José Guerra, ex director de investigación del Banco Central de Venezuela, las monedas comunales “traen el recuerdo de la época semifeudal cuando los dueños de las tierras les pagaban a los siervos en monedas que solamente podían intercambiar por comida producida o comprada por el señor feudal”.
“No se trata de volver al pasado –contesta Mayayo–, sino de que el sistema funcione como complementario del capitalismo”. La intención de Mayayo es que el “cimarrón”, hecho de cartón e ilustrado con un esclavo que huye, no termine por convertirse un objeto sólo digno de curiosidad.
NO LLORES POR MÍ ARGENTINA. El “trueque bolivariano” no es hijo de una crisis económica, como ocurrió en Argentina luego del 2001. Sin embargo, “esa experiencia nos permitió evitar algunos errores”, explica el argentino Pablo Mayayo, contratado por el presidente Hugo Chávez para promover el sistema de intercambio con cuasimonedas en Venezuela. “El corralito terminó por desquiciar las buenas experiencias en Argentina, que no soportaron el ingreso de miles de participantes, de los créditos administrados mediante franquicias y, sobre todo, de la falsificación”, precisa. En el modelo venezolano, los centros “nunca tienen más de 400 personas porque la clave es que todos se conozcan entre sí”. “Además, Chávez ordenó todo mediante una ley”, agrega el especialista argentino. En Venezuela hay tantas monedas como sistemas, lo que facilita el control de la emisión y disminuye el riesgo de la falsificación de billetes.
Criticadigital
“Cimarrón”, “relámpago”, “floripondio”, “paria” o “zambo” son algunas de las monedas comunales que participan del “trueque boliviariano”, un sistema que tiene la aprobación del presidente Hugo Chávez como alternativa para “desalojar al capitalismo y combatir la pobreza”, siempre desde la lógica de su “socialismo del siglo XXI”. La responsabilidad de aplicar el sistema recae sobre un argentino, Pablo Mayayo, que vivió la experiencia de los clubes del trueque locales como inmigrante en Colombia. A la distancia, trasladó el sistema del conurbano bonaerense “a la realidad de los campesinos colombianos”, hasta que llamó la atención de Caracas. Hoy asesora el trabajo de 10 sistemas nacionales que aspiran a ser “complementarios” del comercio tradicional.
Para el gobierno de Chávez, el trueque es la base de una “economía socialista popular y de fraternidad”, como ha quedado estipulado en la ley. “En Venezuela los pequeños productores tienen mucho apoyo estatal, pero al mismo tiempo no encuentran dónde comercializar sus productos. Nosotros cubrimos ese déficit “, explica Mayayo a Crítica de la Argentina. Ha sido determinante para el crecimiento del sistema, iniciado en julio de 2007, el apoyo presidencial. “No es lo mismo llegar a una comunidad y decir ‘armemos un grupo de trueque’ que hablar en nombre del gobierno. Trabajamos con los marginados, que son los más chavistas”, explica Juan Esteban López, un colombiano que al igual que Mayayo fue contratado por Caracas para “importar” la experiencia de Medellín.
El “trueque bolivariano” cuenta con 10 sistemas en 11 estados de Venezuela, integrados en una red nacional. “Hay sitios donde funciona en una localidad, otros en varios municipios o en todo un estado,” dice Libio Antonio Rangel, integrante de equipo de “facilitadores “ de la red. ¿Qué se intercambia en los mercados?. “Comenzamos con los productores agrícolas, buscando comida. Lo más fácil es sumar a los campesinos, porque el canje existió siempre entre ellos y se había perdido”, explica Rangel.
Según la ley aprobada el año pasado, hay dos tipos de intercambio alternativo solidario: el “comunitario directo”, entre bienes y servicios mutuamente equivalentes; y “el comunitario indirecto, que requiere de un sistema de compensación de “monedas solidarias”. Ahí es cuando entran el “cimarrón”, el “relámpago” y el “floripondio”, de invención comunitaria y sin valor en otros puntos de la red. Estos papeles tampoco pueden cambiarse por bolívares fuertes, la moneda oficial.
Como es de esperar, el trueque bolivariano generó fuertes críticas entre los economistas liberales. Para José Guerra, ex director de investigación del Banco Central de Venezuela, las monedas comunales “traen el recuerdo de la época semifeudal cuando los dueños de las tierras les pagaban a los siervos en monedas que solamente podían intercambiar por comida producida o comprada por el señor feudal”.
“No se trata de volver al pasado –contesta Mayayo–, sino de que el sistema funcione como complementario del capitalismo”. La intención de Mayayo es que el “cimarrón”, hecho de cartón e ilustrado con un esclavo que huye, no termine por convertirse un objeto sólo digno de curiosidad.
NO LLORES POR MÍ ARGENTINA. El “trueque bolivariano” no es hijo de una crisis económica, como ocurrió en Argentina luego del 2001. Sin embargo, “esa experiencia nos permitió evitar algunos errores”, explica el argentino Pablo Mayayo, contratado por el presidente Hugo Chávez para promover el sistema de intercambio con cuasimonedas en Venezuela. “El corralito terminó por desquiciar las buenas experiencias en Argentina, que no soportaron el ingreso de miles de participantes, de los créditos administrados mediante franquicias y, sobre todo, de la falsificación”, precisa. En el modelo venezolano, los centros “nunca tienen más de 400 personas porque la clave es que todos se conozcan entre sí”. “Además, Chávez ordenó todo mediante una ley”, agrega el especialista argentino. En Venezuela hay tantas monedas como sistemas, lo que facilita el control de la emisión y disminuye el riesgo de la falsificación de billetes.
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