*IVÁN OLAIZOLA D’ALESSANDRO ESCRIBE EN SU PARANINFO: “TORMENTA EN VILLAVICENCIO”
El 2008 nos trajo bolívares a 3 por peso de la hermana república.
Justo al terminar de ver el fuerte y caluroso abrazo entre la dama del turbante y nuestro teniente coronel, en el aeropuerto de Santo Domingo, cuando despegaban las naves de hélice rotativa, es decir helicópteros rusos, pensé que la operación rescate, luego bautizada por el propio teniente coronel como “Operación Enmanuel” sería todo un éxito, como todas las cosas que emprende el TC. Entonces recordé que una vieja trabajadora nuestra, colombo-venezolana, tenía familiares en Villavicencio, aun cundo ella es de Oiba, y se me ocurrió que yo podía ser espectador de primera fila de este acontecimiento singular, muy parecido al rescate en Emtebee, realizada por los comandos israelitas. Así que la llamé y acordé con ella un puente comunicacional para llegar donde uno de sus familiares ya que toda la capacidad hotelera de la capital del llano colombiano estaba agotada con tantos representantes de gobiernos amigos, menos amigos y hasta enemigos, reporteros, periodistas, camarógrafos, estrépitos, turistas y paremos de contar. Rápidamente hice bártulos y arranqué para Cúcuta, vía San Antonio, y allí conseguí, después de llegar a un arreglo amistoso con el despachador, un boleto para Villavicencio. El avión iba hasta los teque-teques, pero bien valía el esfuerzo, sería uno de los privilegiados de presenciar uno de los acontecimientos más importante, y barato, de la política humanitaria y pacifista del caudillo de Sabaneta. Al descender del avión sentí la sensación de que algo no andaba bien. Muchas caras ajadas y compungidas y otras con una sonrisa a lo jorgito, el vice, bueno ahora el exvice. De inmediato nos pasaron a una salita, sin aire acondicionado, es decir con temperatura maracucha, y en un televisor pudimos ver al presidente Uribe rodeado de su ministro de defensa y del comisionado de paz. Por el cuento que estaba echando inferimos de inmediato que lo del rescate sería para después del cañonazo. Viaje perdido me dije. Pero al inocente lo salva Dios.
Resulta que un rio abuelo de Carmensa, que así se llama nuestra amiga colombo-venezolana, encargado de recogerme y llevarme a su casa me dijo de inmediato “mire paisa aquí la cosa se esta poniendo fea, parece que el cachaco le esta sacando el taburete a su presidente y el baile se pospone. Los marulaneros no han entregado ningunas coordenadas y parece que ni siquiera tienen completo a los secuestrados que iban a entregar, les falta el carajito”. Cómo así, le pregunto. Pues como lo oye. De todas maneras vengase conmigo que yo me conseguí una chamba con el DAS y estoy de ayudante de un señor alto, medio tuerto, que habla como Luis Sandrini, y creo que es muy importante. Lo sigo y entramos a otra sala donde un grupo de personas discutían acaloradamente, no por falta de aire acondicionado que si tenía, sino por el tono de la voz de los contertulios. “Esto no es posible, nos engañaron, nos tomaron el pelo” decía uno. “Mirá ché, esto se lo reclamo a Cristina, que me esta haciendo pasar por este papelón, basurales”, decía con vos de trueno el medio tuerto. “Llamemos al tal doctor Rodríguez Chacín ese que mienta Hugo para ver que nos dice de las coordenadas”. “Y porqué no directamente al propio Higo”, dice otro. “Que riñones tienes vos, ese le está haciendo una “caridad” a la del turbante”. “Quien mandarme de meter narices con estos indígenas, en vez de estar libando una fría y espumosa viuda en Caracas” susurra un franchute. Total que a la mayoría se les notaba muy molesto. Solo dos tercios parecían que se la estaban disfrutando, ambos con cara de gringos. Total que luego de haber terminado de hablar Uribe, se armó tremendo pandemonio, todo el mundo salió disparado a recoger maletas y casi que agarraban sus respectivos aviones como uno agarraba las bicicletas cuando estaba pequeño, o sea por el pedal. Al poco rato, después que salieron las naves de hélice fija, aviones, de la comitiva del presidente de Colombia, despegaron unos falcon todos matrículas YV, es decir pagadas por nosotros y finalmente las naves de hélice rotativa, valga decir helicópteros, los dos rusos y los dos gringos. No había terminado de decolar la última nave, fija y rotativa, cuando llegaron unos señores, con caras de cobradores y papeles tipo facturas en las manos gritando “epa, epa, quien paga esto”. Para calmar el agite se presentó el otrora capitán de navío, ahora doctor, Rodríguez Chacín y con chequera en mano comenzó a saldar dichas cuentas, todas en bolívares fuertes, pues ya era más de la media noche del 31.
Me quedé meditabajo y cabizbundo, solo, con el primo de Carmensa. Lo invité a una cerveza que tuvo que pagar él, porque yo solo tenía bolívares viejos y no me los recibieron. Gracias amigo, le dije, disculpa las molestias pero yo también me largo para Caracas, menos mal que con esta media hora que retrasó el gobierno revolucionario me da chance de recibir el año con mi mujer, mis hijos y mis nietos. Y me hice una promesa, más nunca le creo nada al teniente coronel, ni que me lo ponga como decreto ley de amnistía. La verdad que en este diciembre los babalaos no le hicieron bien el trabajo al estratega de los petrodólares. Bueno la culpa es del exvice y de los exministros.
El 2008 nos trajo bolívares a 3 por peso de la hermana república.
Justo al terminar de ver el fuerte y caluroso abrazo entre la dama del turbante y nuestro teniente coronel, en el aeropuerto de Santo Domingo, cuando despegaban las naves de hélice rotativa, es decir helicópteros rusos, pensé que la operación rescate, luego bautizada por el propio teniente coronel como “Operación Enmanuel” sería todo un éxito, como todas las cosas que emprende el TC. Entonces recordé que una vieja trabajadora nuestra, colombo-venezolana, tenía familiares en Villavicencio, aun cundo ella es de Oiba, y se me ocurrió que yo podía ser espectador de primera fila de este acontecimiento singular, muy parecido al rescate en Emtebee, realizada por los comandos israelitas. Así que la llamé y acordé con ella un puente comunicacional para llegar donde uno de sus familiares ya que toda la capacidad hotelera de la capital del llano colombiano estaba agotada con tantos representantes de gobiernos amigos, menos amigos y hasta enemigos, reporteros, periodistas, camarógrafos, estrépitos, turistas y paremos de contar. Rápidamente hice bártulos y arranqué para Cúcuta, vía San Antonio, y allí conseguí, después de llegar a un arreglo amistoso con el despachador, un boleto para Villavicencio. El avión iba hasta los teque-teques, pero bien valía el esfuerzo, sería uno de los privilegiados de presenciar uno de los acontecimientos más importante, y barato, de la política humanitaria y pacifista del caudillo de Sabaneta. Al descender del avión sentí la sensación de que algo no andaba bien. Muchas caras ajadas y compungidas y otras con una sonrisa a lo jorgito, el vice, bueno ahora el exvice. De inmediato nos pasaron a una salita, sin aire acondicionado, es decir con temperatura maracucha, y en un televisor pudimos ver al presidente Uribe rodeado de su ministro de defensa y del comisionado de paz. Por el cuento que estaba echando inferimos de inmediato que lo del rescate sería para después del cañonazo. Viaje perdido me dije. Pero al inocente lo salva Dios.
Resulta que un rio abuelo de Carmensa, que así se llama nuestra amiga colombo-venezolana, encargado de recogerme y llevarme a su casa me dijo de inmediato “mire paisa aquí la cosa se esta poniendo fea, parece que el cachaco le esta sacando el taburete a su presidente y el baile se pospone. Los marulaneros no han entregado ningunas coordenadas y parece que ni siquiera tienen completo a los secuestrados que iban a entregar, les falta el carajito”. Cómo así, le pregunto. Pues como lo oye. De todas maneras vengase conmigo que yo me conseguí una chamba con el DAS y estoy de ayudante de un señor alto, medio tuerto, que habla como Luis Sandrini, y creo que es muy importante. Lo sigo y entramos a otra sala donde un grupo de personas discutían acaloradamente, no por falta de aire acondicionado que si tenía, sino por el tono de la voz de los contertulios. “Esto no es posible, nos engañaron, nos tomaron el pelo” decía uno. “Mirá ché, esto se lo reclamo a Cristina, que me esta haciendo pasar por este papelón, basurales”, decía con vos de trueno el medio tuerto. “Llamemos al tal doctor Rodríguez Chacín ese que mienta Hugo para ver que nos dice de las coordenadas”. “Y porqué no directamente al propio Higo”, dice otro. “Que riñones tienes vos, ese le está haciendo una “caridad” a la del turbante”. “Quien mandarme de meter narices con estos indígenas, en vez de estar libando una fría y espumosa viuda en Caracas” susurra un franchute. Total que a la mayoría se les notaba muy molesto. Solo dos tercios parecían que se la estaban disfrutando, ambos con cara de gringos. Total que luego de haber terminado de hablar Uribe, se armó tremendo pandemonio, todo el mundo salió disparado a recoger maletas y casi que agarraban sus respectivos aviones como uno agarraba las bicicletas cuando estaba pequeño, o sea por el pedal. Al poco rato, después que salieron las naves de hélice fija, aviones, de la comitiva del presidente de Colombia, despegaron unos falcon todos matrículas YV, es decir pagadas por nosotros y finalmente las naves de hélice rotativa, valga decir helicópteros, los dos rusos y los dos gringos. No había terminado de decolar la última nave, fija y rotativa, cuando llegaron unos señores, con caras de cobradores y papeles tipo facturas en las manos gritando “epa, epa, quien paga esto”. Para calmar el agite se presentó el otrora capitán de navío, ahora doctor, Rodríguez Chacín y con chequera en mano comenzó a saldar dichas cuentas, todas en bolívares fuertes, pues ya era más de la media noche del 31.
Me quedé meditabajo y cabizbundo, solo, con el primo de Carmensa. Lo invité a una cerveza que tuvo que pagar él, porque yo solo tenía bolívares viejos y no me los recibieron. Gracias amigo, le dije, disculpa las molestias pero yo también me largo para Caracas, menos mal que con esta media hora que retrasó el gobierno revolucionario me da chance de recibir el año con mi mujer, mis hijos y mis nietos. Y me hice una promesa, más nunca le creo nada al teniente coronel, ni que me lo ponga como decreto ley de amnistía. La verdad que en este diciembre los babalaos no le hicieron bien el trabajo al estratega de los petrodólares. Bueno la culpa es del exvice y de los exministros.