VOTAR CON LOS OJOS ABIERTOS
Antonio Sánchez García
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La poderosa irrupción del movimiento estudiantil, la división del chavismo y la salida de PODEMOS del bloque oficialista así como el silente pero manifiesto rechazo de alcaldes y gobernadores chavistas a la Reforma Constitucional y el regreso del general Raúl Isaías Baduel al primer plano del escenario nacional, han modificado dramáticamente la situación política, alterando todas las previsiones de las encuestas respecto de anteriores procesos electorales. Si hasta ayer todas daban por ganador al bloque oficialista o al presidente de la república, hoy todas subrayan una ventaja considerable del rechazo a la reforma respecto de su aprobación. Que fluctúa entre los 5 y los 20 puntos porcentuales. Por primera vez, todas las encuestas son unánimes en señalar una ventaja considerable del NO por sobre el SÍ. La que publicara recientemente MERCANÁLISIS es simplemente demoledora. El rechazo a la reforma ha pasado del 49% en septiembre, al 53% en octubre y al 66% en Noviembre. Hoy, dos de cada tres venezolanos la rechazan.
Algunas de ellas reportan incluso un hecho inédito, de gran proyección para el futuro inmediato: el derrumbe electoral del chavismo. En Carabobo, la encuestadora de Francisco Bello reporta una diferencia de 22 puntos a favor del NO. En Caracas, la más reciente eleva dicha diferencia hasta los 25 puntos. En promedio, la relación podría alcanzar una diferencia tan contundente como de 65 a 35 a favor del NO. A este hecho sin precedentes se agrega otro de gran trascendencia: tales diferencias se producen a pesar de que más del 80% del abstencionismo es partidario del NO. Lo que significa que la propuesta oficialista ha tocado techo y no tiene manera de ampliarse. De volcarse el abstencionismo a las urnas, el triunfo del NO sería arrollador. Sin que ello signifique que se traduciría en respetuosos resultados electorales. CNE mata voto.
Contrariamente a lo que hubieran deseado sus asesores, la estrategia de la polarización en torno a la figura del presidente de la república esta vez no ha funcionado. El país se niega a dejarse entrampar en la falsa disyuntiva entre chavismo y anti chavismo y ha preferido enfrentarse directamente a la reforma propuesta, independientemente de quien sea su principal beneficiario. Ha decidido, consciente o inconscientemente, dividirse entre demócratas y anti demócratas. Arrastrando en la vorágine del aluvión por el NO a vastos sectores del propio chavismo. Es lo que le confiere al actual proceso comicial su inédita naturaleza.
El bloque en el Poder sufre de una grave crisis. Recién comienza. Se agudizará a partir del 2 de diciembre. Sin consideración de los resultados electorales.
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Aún así: los resultados electorales definirán la naturaleza de la crisis y la dimensión que adquiera. Pero independientemente de dichos resultados, los propios asesores del chavismo consideran al proceso en grave peligro de sobrevivencia. Hans Dieterich, el más destacado de entre ellos, reconoce que sólo un triunfo del bloque oficialista por 20 puntos de diferencia – sin argucias ni fraudes - podría tener verdadera consistencia política a futuro. Resultado que luego de la separación del general Baduel y a la luz de todas las encuestas resulta prácticamente imposible. De allí su recomendación de abandonar rápidamente el proyecto de reforma y reconciliar a ambos militares, para evitar lo que parece un triunfo irreversible de la oposición democrática. Para Dieterich, de no producirse la reconciliación entre Chávez y Baduel, el proyecto venezolano y latinoamericano de la revolución bolivariana está en peligro de muerte. Tiene absoluta razón: lo está. Y todo apunta a que se precipitará su fin mucho antes de lo que él imagina.
Es en el contexto de esta grave crisis sistémica y frente a un futuro inmediato plagado de problemas, conflictos y protestas generalizadas – en el plano económico, en el plano social y en el plano político tanto nacional como internacional –que es preciso encarar las elecciones del 2 de diciembre próximo. De contarse con un CNE imparcial y confiable y con reglas electorales adecuadas a los mínimos baremos reconocidos internacionalmente, la mal llamada reforma constitucional sería rechazada masivamente. Y la derrota del régimen alcanzaría tal dimensión, que sería arrastrado indefectiblemente al abismo. Si el 2 de diciembre el voto valiese y no estuviese sometido al más fraudulento de los sistemas electorales del mundo, Chávez se vería obligado el mismo 3 de diciembre en la madrugada a presentar su renuncia indeclinable y llamar a elecciones generales por el bien del país. Enloquecido por su ambición sin límites y el delirante proyecto que pretende imponer a cualquier precio, no será el caso. Intentará, sin duda ninguna, aferrarse al cargo tanto como se lo permitan las circunstancias. De allí mi reiterada alerta: estamos sobre un volcán y ya ha comenzado el hundimiento. Entramos a una zona de graves turbulencias. La anarquía está a la vuelta de la esquina.
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Una vez más los expertos y asesores cubanos a cargo del control de los procesos electorales venezolanos intentan montar la matriz de opinión de una relación 60/40 a favor del proyecto de reforma. La cifra mágica parida en los laboratorios estratégicos del castro-fascismo desde el RR y vuelto a poner en práctica el 3 de diciembre último. Pero esta vez, además de haber comenzado a montarla con demasiada tardanza, encuentran obstáculos inesperados, que ni siquiera imaginaron. Tienen a la juventud universitaria en contra, no pudieron montar el parapeto del partido único, no han podido polarizar al país en torno a la figura de Hugo Chávez, deben contar con un bloque de Poder absolutamente resquebrajado, con la oposición del chavismo democrático y la irrupción de la emblemática figura del general Baduel y otras sobresalientes personalidades del chavismo, como Marisabel Rodríguez, el gobernador Ramón Martínez, Ismael García y el partido PODEMOS.
El aparato cubano del fidelismo que controla las elecciones en Venezuela está obligado a intentar un fraude descarado y escandaloso para salvar las apariencias, imponer la reforma contra viento y marea provocando la más grave crisis política de nuestra historia. O morigerar el fraude para hacerlo más digerible y darle dos o tres puntos de ventaja al SÍ, con lo cual no podrán impedir su derrota: “si el Presidente no gana el referendo o si no lo gana al menos con el 60 por ciento de los votos, estaría obligado a convocar a nuevas elecciones…”. La conclusión de Dieterich es concluyente: “Con el peligro de una derrota, absoluta o relativa del “sí”, se abre nuevamente una fase tendencialmente caótica en Venezuela que en pocos años podría terminar con el gobierno de Hugo Chávez. Y sí Chávez sale del Palacio de Miraflores, la integración de América del Sur podría pararse. Esto es lo que está en juego.” No lo digo yo, lo dice Hans Dieterich. Habla de pocos años: podrían ser pocos meses.
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La pregunta en torno a votar o abstenerse me parece irrelevante si no se enmarca en el análisis de la grave crisis en que hemos entrado y cuya resolución, luego de la aparición de Baduel y de todos los factores militares y civiles con inmenso poder económico que lo respaldan – creados y fortalecidos dentro del mismo chavismo – se ha hecho imperativa. Imposible olvidar la clave con que Baduel se retira de la vida militar activa: lo hace invocando el ejemplo de Lucius Quinctius Cincinnatus, el cónsul republicano llamado de su retiro para que salvara a la republica romana mediante el ejercicio de dos períodos de dictadura legal en la Roma amenazada por pueblos invasores. Sucedió hace dos mil quinientos años: Baduel no lo cita por azar. Pretende emularlo y ha vuelto para quedarse. Su permanencia política es irreconciliable con la de un Chávez omnipotente y blindado por una espuria e ilegítima reforma constitucional. En tal caso, el enfrentamiento es inevitable.
Sólo un niño de pecho podría creer que el 2 de diciembre se votará de manera limpia y decente, triunfará el mejor – es decir: el NO – y nos iremos a la playa a comer perdices y ser felices. Bajémonos de esa nube. Si Hugo Chávez no retira la reforma para tratar de recuperarse e intentar – como ya lo ha hecho en otras ocasiones – mejorar sus posiciones y volver al ataque en mejores condiciones, estará empujando objetiva y subjetivamente a lo que Dieterich llama un “período de incertidumbre”. Yo prefiero llamarlo un período de caos, anarquía y descomposición generalizada. Cuya salida política, en medio de los turbiones de la crisis socio-económica que ya se ha abierto y reventará en los próximos meses, es absolutamente imprevisible. Pero que tendrá, sin duda, un componente cívico y un componente militar. Como ha sucedido en Venezuela desde el principio de sus tiempos. Todo lo demás es ceguera o auto engaño.
En estas condiciones, ¿votar o no votar? Que quede al libre albedrío de los ciudadanos. Por mi parte, prefiero sumarme al turbión del rechazo, marchar hombro con hombro con los millones de venezolanos que participarán votando por el NO, unirme a esta maravillosa generación de relevo que está naciendo en estos mismos momentos en nuestras universidades y liceos y anticipar la reconciliación nacional que nos sacará del abismo yendo a las urnas junto a quienes anteponen el amor a la patria a cualquier otra bastarda consideración.
Por ello, sabiendo perfectamente que está en juego el destino de mi patria y que mi voto no es más que un modesto paso hacia el futuro de una larga marcha, votaré el 2 de diciembre. Plenamente consciente de que es entonces que comienza el combate definitivo por la recuperación de nuestra libertad, nuestra democracia y nuestra soberanía. Por todos los medios a nuestro alcance. Y con cuantos quieran y vengan a unirse a la cruzada por la libertad. .
Que Dios y el pueblo nos acompañen.